Por: Juanita Rico. 12/02/2021
Katherine Ariza es una líder social de Tasajera, Colombia, que ayuda a su comunidad con alianzas educativas, atención médica y salvaguarda de los saberes ancestrales. Este es su testimonio.
Tasajera es, sin duda, uno de los pueblos más recordados y a la vez más olvidados de Colombia. Famoso por sus tragedias, ha sido plana principal de los periódicos más grandes del país y, sin embargo, nada mejora. No hay acueducto, ni suministro eléctrico estable y la presencia del Estado es inexistente en este territorio de pescadores.
Hace 16 años, Tasajera se hizo famoso porque se hizo una “gran obra pública” que consistió en pavimentar, de punta a punta, la calle principal. A la fecha, sigue siendo la obra más importante que ha visto nunca el pueblo.
Ubicado estratégicamente en el corredor vial que une a Santa Marta con Barranquilla, (la Troncal del Caribe), en comprensión del municipio de Pueblo Viejo, y habitado por unas 10 mil personas, Tasajera muestra un paisaje triste y desolador.
Las basuras y los desechos se acumulan en las calles, y las aguas pútridas frente a las viviendas (en las que hay hacinamiento). Los niños desnutridos y un sinfín de adolescentes en embarazo son algunos de los indicios que muestran la pobreza extrema que azota el lugar.
A esto se suma que, aunque el 94% de los habitantes se dedica a la pesca, la alternan con la venta informal, debido a los problemas ambientales de la Ciénaga Grande que han matado casi todos los peces de la región. El pueblo volvió a ser noticia el 6 de julio por el incendio de un camión cisterna con gasolina, que explotó en la troncal del Caribe y dejó a su paso 60 heridos graves y 7 víctimas fatales. Allí quedaron los cuerpos irreconocibles de quienes se acercaron al camión buscando cargar sus garrafones con combustible.

Lo cierto es que Pueblo Viejo, municipio al que pertenece Tasajera, se sitúa cuarto en pobreza monetaria en Colombia y séptimo en pobreza multidimensional; solo el 24 % de la población termina el bachillerato y únicamente el 1 % accede a la educación superior. Más del 50% de las viviendas en Pueblo Viejo están en condiciones precarias, la mayoría de las casas están construidas con material reciclable, en pleno año 2020 los habitantes salen a la Troncal del Caribe a exigir que les provean abastecimiento de agua potable y suministro eléctrico, puesto que llevan meses seguidos sin servicios de energía y con cortes prolongados de agua.
En ese lugar vive Katherine Ariza, que se enfrenta a vacíos gubernamentales y lucha contra el olvido.
Este es su testimonio:
“Mi nombre es Katherine Ariza, tengo 35 años y nací y crecí en Tasajera. Soy hija de un ama de casa y de un padre pescador. Vi todo tipo de dificultades por la pobreza extrema que nos rodea. Al final, esto me obligó a salir de aquí a estudiar y trabajar en otro lugar. Hice el Bachillerato en Ciénaga en Magdalena, ahí terminé y me fui a Barranquilla a estudiar en la universidad, porque aquí no hay posibilidades.
Con ganas de salir adelante, estudié mercadeo y ventas en el Sena de Barranquilla, e hice cursos de sistemas. Luego comencé a trabajar como impulsadora en varias empresas y así terminé probando suerte en otro país, pero con la mirada siempre puesta en mi comunidad. Duré seis años en Venezuela, donde me casé y tuve dos niñas. Por la crisis, me devolví a mi pueblo con mis hijas y las sostengo como madre soltera.
Un tío mío decía que esto se podía cambiar y puso en riesgo todo para llegar a un cargo político para hacer algo, porque creía que era la única manera. Él era lo que hoy llaman líder social, sufrió amenazas y atentados, y gracias a él yo quise hacer lo mismo.
En el tiempo que estuve por fuera nunca se me olvidaba mi comunidad: yo preguntaba “¿Cómo está Tasajera?” y la respuesta siempre era la misma: “Igual”.
Después de esos seis años, volví a mi pueblo por la crisis que comenzó en el país vecino y porque creo que acá es donde debo estar. Y este año ha sido un año de experiencias; me encontré conmigo misma, pero fue un año muy difícil
En ese momento conocí la Fundación Desarrollo Social para Colombia, que crearon dos personas de Tasajera que se fueron por cuestiones laborales y familiares, y ahí quedó la Fundación. Bueno, yo conocí una de estas personas y un día me contó sobre ese proyecto y me interesó. Ahora soy la representante legal y trabajo por el pueblo.
Las labores han sido trabajo social y cultural, porque nuestra apuesta es sobre el desarrollo económico, social y cultural de nuestra comunidad, porque sin cultura no tenemos nada. Hicimos un conversatorio, fue en la provincia del Periquillo y fue multitudinario. No había comenzado la pandemia y queríamos sacar del baúl tantos conocimientos que tienen nuestros ancestros para que los transmitieran a nuestros jóvenes.
Luego llegó el virus y ahora funcionamos virtualmente. Hicimos un evento con Efraín Castillo, profesor de la Universidad del Magdalena, un panel que se llamó “Calidad de educación en tiempos de crisis: de Tasajera a Harvard” y contamos la historia de una persona que salió de acá y se fue a Harvard.
Hoy lideramos una campaña a raíz de la tragedia en Tasajera. Una señora perdió todo, su hijo y su esposo. Vimos entonces que nos necesitaban y comenzamos a llevar mercados. Luego fue cuando empezamos a atender a los enfermos de la tragedia del incendio del camión de gasolina, porque no encontraban buena atención en los hospitales de la zona.
La cosa se puso tan deficiente que, por ejemplo, Manuel Franco, uno de los heridos en la tragedia, fue a la Clínica Reina Catalina del municipio de Baranoa porque tenía una herida en la cabeza, y ni agua le dieron. Duró 15 días con la sangre de la herida en la cabeza y, al final, tuvo que sacársela en su casa.
En Pueblo Viejo está el hospital del municipio y ahí no hay nada. Ni atención, ni medicamentos. Yo ahí no llevo a mis hijas, y la mayoría optan por eso, porque siempre es “un acetaminofén y a tu casa,” o “compra tu jeringa, te inyectamos y chao”.

Luego, nos encontramos con la situación de Heredia Carranza o “La Pancha” como le decimos por acá. En la tragedia, ella perdió a su hijo y a su esposo, ella que se fue a hacer su duelo donde su suegra y al volver, su casa estaba destruida y sin sus cosas. Se las habían llevado los que consumen droga y habían deshecho la casa, la estructura.
Usted no sabe su angustia, y encima un muchacho le dice “los cables de la electricidad también te los robaron”. Yo la abracé y le dije “Tú eres fuerte”. Lloramos con ella y le dije “tenemos que hacer algo”, y se lo dije a ella y a los muchachos de la Fundación.
Nosotros somos una organización sin ánimo de lucro y no tenemos apoyo de nadie, pero pudimos aprovechar nuestras redes sociales. Con dos voluntarias que son enfermeras, comenzamos a hacer las curaciones en casa de las que le hablé. Así comenzamos a atender personas enfermas. Tenemos un grupo de WhatsApp y así logramos reunir cosas. Por redes también, y con muchos vecinos que aportan. Finalmente, El Tiempo nos contactó y eso nos ayudó a crecer.

Con “La Pancha” armamos una vaca en línea que se volvió un documental. Así, logró tener su casa, que va a recibir el próximo mes. Con eso entendimos que no se necesita mucho para ayudar, solo tiempo y voluntad.
Hoy, desde la Fundación, aprendí a valorar este trabajo, el de mis compañeros, porque lo que buscamos es mejorar y ayudar al corregimiento. Tenemos fe de que se puede, pero necesitamos la mirada del Estado. Hasta ahora, ese Estado no se ha pronunciado con ningún tipo de ayuda.
La Universidad del Magdalena nos apoya con los paneles que hacemos y están muy enfocados en el municipio. Tienen un convenio que se llama “Rejuveneciendo Pueblo Viejo” que busca hacer enlace con los colegios y ayudar a los alumnos para que cuando presenten las pruebas para entrar a la Universidad, lo logren.
La verdad es que, si seguimos esperando al Estado, seguimos siendo un municipio olvidado.
Tengo 35 años y en mi vida nunca he visto que tengamos alcantarillado o luz. Yo le apuesto a un municipio en el que mis hijas vivan algo distinto a lo que yo viví.
Por ahora no hemos sufrido amenazas físicas, pero sí simbólicas. Personas desconocidas han intentado dañar nuestra imagen. Sabemos que fueron personas en el poder, porque son los únicos con la posibilidad de sacar los panfletos que han recorrido Tasajera, diciendo que nuestro trabajo es corrupto. Y no lo es. Yo no sé por qué los poderosos quieren dañar a personas que trabajan con voluntad.
Frente a la pandemia, nosotros fuimos uno de los municipios más afectados del país. Incluso en nuestro corregimiento, casi todos los días sepultábamos dos, tres personas, y en estos momentos hemos mejorado.
No recibimos ningún tipo de ayuda. Nosotros recogimos elementos de bioseguridad y los llevamos al mercado público a cada comerciante. También repartimos alcohol y equipos de higiene. Incluso con la tragedia, no nos llegó ni alcohol.
Nosotros queremos seguir acá, trabajando por este lugar, pero necesitamos fortalecernos. Como Fundación y yo como representante legal, quiero saber cómo presentar proyectos que nos aprueben y en los que podamos emplear a personas de la comunidad. De la tragedia, por ejemplo, quedaron más de 40 viudas sin trabajo.
Queremos montar una cooperativa de artesanías. Acá nuestros hombres tejen todos los días las redes con las que pescan y las buscan en todo el país, porque son de colores diversos y hermosos. Sabemos que apostándole a esa materia prima podemos salir adelante, generar empleo y opciones de vida.

Lo que sí pedimos es apoyo del Estado, que dejen de entregar ayudas a corruptos. ¿Cómo es posible que en medio de una pandemia no tengamos agua? ¿Cómo es posible que, por ayudar a los enfermos gratuitamente y repartir elementos de bioseguridad, me tachen de guerrillera?
Yo quiero enviar un mensaje: necesitamos apoyo. Este es un Municipio colombiano y lo justo es que el Estado colombiano también mire hacia acá, pero no solo para fotos, sino también para ayudar de verdad.
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Fotografia: Open democracy