Por: Elva Tenorio. 16/06/2021
Se ha puesto de moda referirse a las fobias. Es un término que parece dar una cierta autoridad a quienes lo usan.
Los humanos de influencia occidental, adiestrados en la posmodernidad y en el relativismo ya no intentamos buscar el sentido de las cosas, ni de las modas, ni mucho menos de las palabras. Nos lo construyen todo para el consumo aquellos que sí piensan, crean y dirigen el mundo y tienen el poder sobre las palabras. También existen otros agentes diversos y algunos profesionales de la publicidad convertidos en los nuevos filósofos que además de sus reclamos publicitarios, aparecen en programas de amplia audiencia en las televisiones y los medios de comunicación como grandes analistas sociales, creadores de opinión.
Se trata de vender palabras, memes y eslóganes pegadizos y directos a la emoción, al cerebro primitivo que sustituyan al sentido común y propicien la respuesta emocional rápida y que se espera de la población. Introducen ingeniería social para provocar los cambios en las conductas que se pretenden, habitualmente dirigidas a vender estilos de vida, productos y, en general, la ideología de los poderosos. Usan neolenguaje para despreciar y estigmatizar a quienes piensan y argumentan de forma diferente a lo esperado, eso sí, siempre en nombre de la defensa de los derechos humanos y la libre expresión, pero con una clara finalidad represiva y de agresión. Se fabrican términos ad hoc, para clasificar, denigrar, afrentar con un solo vocablo, como sucede también por ejemplo con el término Terf, otra palabra inventada para el insulto y la agresión a las feministas.
Después de décadas de vendernos libros de autoayuda y de pseupsicología de la felicidad de bolsillo de usar y tirar, algunas categorías diagnósticas usadas por la medicina y la psicología, como la fobia, se han puesto de moda. Sirven para enviar un ataque rápido y estigmatizador a las personas que piensan diferente, aunque nadie en realidad conozca su significado real ni se aplique correctamente.
Estos neolenguajes eliminan rápidamente la incertidumbre, las dudas o cualquier contradicción que pudiera incitarnos a una actividad humana ya antigua, como es el pensar.
Estos neolenguajes eliminan rápidamente la incertidumbre, las dudas o cualquier contradicción que pudiera incitarnos a una actividad humana ya antigua, como es el pensar. Nos libran de utilizar esa parte del cerebro relativamente nueva que es el neocórtex, que nos permite crear pensamiento lógico y usar la facultad de razonar. Al ser una parte del cerebro relativamente nueva en la especie, no se espera que sea demasiado utilizada. Los agresores cumplen su cometido estableciendo una especie de falso consenso.
Pensar exige esfuerzo. La reflexión sobre nosotros mismos, los demás o sobre la realidad, no está en absoluto de moda en las sociedad posmoderna que se caracteriza por asegurarnos que la realidad no existe. Pensar lógicamente o racionalmente requiere trabajo intelectual y mucha honestidad. Actualmente se está convirtiendo en un acto prácticamente de rebelión y valentía, ante los policías del pensamiento débil.
La palabra transfobia, la han puesto de moda los ideólogos de las corrientes transgeneristas o seguidores de las doctrinas queer. La repiten como insulto y grito de guerra sus creyentes y militantes para señalar y acusar a las feministas que se atrevan a decir que:
- El sexo biológico existe. Es observable y se manifiesta a través de sus efectos biológicos y sociales, que también son observables.
- Sexo no es género. Género es la categorización que reciben los roles asignados a cada uno de los sexos biológicos en la sociedad. Son roles cultural y políticamente creados que distinguen y separan lo masculino y lo femenino.
- El género es opresivo, específicamente para las nacidas mujeres en prácticamente todas las culturas y sociedades humanas.
- Se llama patriarcado a un complejo sistema de dominación política, cultural y material de un sexo sobre el otro, donde los roles masculinos prevalecen sobre los femeninos. Los efectos de esa desigualdad de poder son también dramáticamente observables en la vida de las mujeres.
Los militantes de las corrientes ideológicas o doctrinas queer, llaman transfóbicas a las feministas. Aseguran que el sexo biológico no existe y reivindican que según sea el propio deseo y por autodeterminación individual, se pueda cambiar a voluntad, exigiendo el reconocimiento social y legal de su elección sin necesidad de ningún otro requisito.
Para los seguidores de la doctrina queer los cerebros son de manera natural rosas o azules, dogma o mito patriarcal contra el que las feministas han luchado siempre. Eso sí, las feministas lo han hecho gracias a usar el neocortex que les permite analizar la realidad y señalar la evidencia de la ancestral opresión patriarcal contra las nacidas mujeres.
El patriarcado mata, violenta y oprime a través del género y de todo un sistema de machismo estructural y misógino. El objetivo de la lucha feminista no es afianzar el patriarcado a través de los roles de género marcados a sangre y fuego. Nunca se ha reivindicado en toda la historia del feminismo la identidad de género. Al contrario, se ha combatido por generaciones. Las feministas que no aceptan reivindicar los roles de género son insultadas llamándolas transfóbas, terfs y otras palabras mucho más sonoras. También son agredidas físicamente.
El dogma queer se presenta entonces para las feministas como una corriente ideológica retrógrada, una doctrina a la que se suman también de manera evidente y entusiasta algunos hombres con filias.
La ginefilia es una clasificación descriptiva que define a los hombres atraídos por la feminidad, es decir por el género asignado socialmente a las mujeres. La ginefilia es una categoría psicológica que sin embargo no está de moda como insulto a diferencia del uso de la palabra transfobia. Sin embargo la ginefilia existe, está documentada y tiene efectos observables en la vida de algunos hombres.
La ginefilia es una categoría psicológica que sin embargo no está de moda como insulto a diferencia del uso de la palabra transfobia.
La Disforia de género es el malestar que se produce en las personas que no se identifican con los roles asignados a su sexo biológico, ni tampoco con sus características sexuales. Ha dejado de tener connotaciones psicopatológicas y por tanto no se trata de ningún insulto ni puede usarse como tal. Está reconocida socialmente y se protege legalmente a las personas que presentan este malestar. Por tanto resulta evidente que no es a las personas con disforia a quienes los ideólogos, grupos de interés y los seguidores queer quieren defender.
Se trata de perpetran un nuevo ataque al feminismo. La queerinquisición nos impone el insulto y los dogmas para que seamos incluso castigadas por delitos de odio, acusando de transfobia a las personas que no piensen como ellos. En nombre de los derechos humanos pretenden ampliar todavía un poco más los derechos de los hombres, tanto a nivel social como legal empleando para ello un alto grado de misoginia y violencia contra las mujeres y lo más grave, apoyados por las instituciones patriarcales y los partidos políticos, como hemos visto recientemente en el Congreso de los Diputados.
Habrá que reflexionar seriamente cuales son los beneficios políticos y directos que se persiguen con esta nueva religión queer y si lo que se pretende en el fondo no es más que ampliar y afianzar de nuevo el poder de los hombres y del patriarcado sobre las mujeres y sobre las feministas que lo denunciamos. Tal vez estamos ya como muchas señalan, ante una nueva caza de brujas trasladada a esta época posmoderna, ante la cual las mujeres, pero también las feministas, debemos presentar fuerte resiliencia, y estar convenientemente prevenidas y organizadas.
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Fotografía: Tribuna feminista