Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 18 de agosto de 2018
The Wrong Man/El Hombre Equivocado (Alfred Hitchcock, 1956)
Toda práctica cinematográfica que se repare como seria y formal conlleva un proceder discursivo, una disertación sobre los ejes y volúmenes éticos, sociales y demás valores capitales en que cada realizador se interesa, e impregna bajo consignas personales ya sean manías, esquemas, temporalidades, deseos, frenesíes y hasta excentricidades. La capacidad temática de cada autor se limita a factores vivenciales que controla sobre un marco que logra darle un grabado particular a su filmografía –seduciendo e ilustrando por generaciones. Apoyados o bien negándose a la técnica y las formas con que estilizan el tejido de sus entramados, los realizadores ocasionalmente ejercitan su mano aludiendo a la claridad de sus insinuaciones narrativas. Casi todo director que ha marcado su nombre en la historia tiene un filme que resume, cuasi explícitamente, el quid de su obra. Las circunstancias aquí son sumamente claras, pues si bien Hitchcock escoge un caso que contiene las particularidades que caracterizan sus películas, se aboca al naturalismo y a la materialidad como quizá nunca más volvió a hacer. En efecto, su juego de inverosimilitud queda fuera de la ecuación, pero lo que obtiene es una escrupulosa radiografía de la injusta arbitrariedad de la vida.
Como en casi todo código criminal/policiaco, la génesis proviene de un suceso real, de un accionar que fuera de la ficción parecería un nudo de contrariedad e infortunios; maldición que ha de tomar forma y vigor en contra de quien osa posarse. La víctima aquí se trata –o trató más bien– de Christopher Emmanuel Balestrero, un músico de Jazz neoyorkino que en busca de un préstamo bancario para su esposa es confundido por el asaltante que ha atracado a la compañía de seguros a la que asiste por la ayuda. Señalado por los trabajadores de manera tajante es llevado a la comisaría y ahí es consignado por las autoridades pues las pruebas indican que él es el asaltante; testigos, rondines e inclusive su similar caligrafía a la de la nota del atraco –sumado a que ha tenido el mismo error de redacción en ella… Pretextos todos para que Hitchcock amase su filme y su curva de sorpresa no se implemente hacía un final que asombre a manera de descubrimiento, o “vuelta de tuerca”, sino que alarme a cada paso y cada momento pues desde un inicio sabemos que este hombre, interpretado por Henry Fonda, es completamente inocente. Las casualidades y coincidencias nos oscurecen y encierran; no sólo no llegamos a entender como se puede llegar a ser expuesto como alguien que no se es, sino que lo vivimos bajo la piel y mirada de nuestro protagonista.
Alejado de su estado más fiel, Hitchcock examina sus conceptos y elementos de una manera quisquillosa, se distancia –como ya se menciono– de sus juegos de falsa veracidad y se enfrenta a una narración cuasi reportaje cuya tarea primordial es la descripción de un proceso de culpabilidad. Para enfrentarlo desde la arista más testimonial filma en varias de las locaciones originales y utiliza en roles secundarios a personas que intervinieron en algunos de los episodios. Opta, incluso, por hacer su clásico cameo de forma directa a la cámara durante los primeros segundos de la película a manera de presentación. Su deseo es intervenir lo menos posible con lo acaecido, cosa imposible es cierto pero que logra hacer sentir durante largos lapsos del metraje.
Ayudado por la fotografía de Robert Burks, cuyos claroscuros generan una atmósfera áspera y contrastante que le da volumen y presencia a ese tono pesadillezco que guía maltrechamente la quebrantada inocencia de nuestro figurante central, la cinta se viste con el ágil ritmo actoral del elenco, respiros que permite de elegante manera el montaje de Geroge Tomasini y que profundiza la partitura de Bernard Herrmann; recubrimiento de los pesares, pensamientos y personalidades de los que habitan en ese absurdo mundo de azares y malas fortunas.
Aunque The Wrong Man sea una de las cintas de las que habló con menos cariño su realizador (pues en ella exploró los polos opuesto a su esencia narrativa), resulta una inspección de las formas, de puestas y apuestas en el espectro de la construcción cinematográfica. Al final, pues, obtenemos una gratificante ecuación que enseña a valorizar los patrones de las constantes de cada autor. La manifestación de su discurso sirve a manera de analogía de la responsabilidad, de la suerte y las eventualidades que rigen no sólo los sueños y jornadas de los hombres y mujeres, sino de las labores de cada uno. De las artes, las morales y locuras personales que están siempre el alcance del siguiente paso en el camino.
El Hombre Equivocado de Alfred Hitchcock.
Calificación: 4 de 5 (Buen Clásico).
Fuente:
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=2137215319890177&id=1598949577050090&__tn__=K-R
Fotografía: elcineenlasombra.com