Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 4 de diciembre de 2021
The Trouble with Being Born
Del Inconveniente de Haber Nacido (Sandra Wollner, 2020)
Antifantasía dividida en bloque dual que bajo el cobijo de un horizonte –temáticamente– distópico explora de una singular manera el aún inquietante quid de la inteligencia artificial. No obstante, lejos de la dulcificación comercial, lo que logra aquí la realizadora austriaca no es un juego de condicionantes o viles reflexiones pop sobre los proverbiales resultados, contradicciones y actitudes occidentalizadas en pro o en contra de la robotización, sino que genera una quimérica experiencia girando ácida y puntualmente hacía el lado opuesto; hacia el creador, hacia la necesidad de su obtención; urgencia alarmante que pone en entredicho y debate las más arraigadas convenciones sociales. Wollner juega, entonces, de manera clara con los roles de Mary Shelley, no lo oculta, y con un ligero trastoque obtiene una profundidad de alto interés. No se cuestiona sobre el creador (¿quién lo es?) o la creación (¿qué resulta ser?) sino que se sumerge en las motivaciones. No interesa aquí entonces el “qué” hemos creado o el ególatra “por qué” lo hemos realizado. Lo seductor resulta ser el enfoque de las carencias que nos han llevado a crearlo. De esa manera, claro, Wollner convierte a la criatura en un ser virginal y a nosotros, los genios detrás de tal logro tecnológico, en los verdaderos monstruos. Nuestros anhelos más oscuros son puestos a favor del desarrollo y la evolución.
Palabras en off navegan por una zona arbolada, cuasi boscosa; oración que habrá de repetirse constantemente –inyección e imposición dentro del sistema de un androide humanizado en una edad adolescente. Una joven que habita en una veraniega casa de campo vive una especie de perenne vacación. Su disertación dicta una comprometedora felicidad, libre de hacer lo que gusta ya que su madre, ente inexistente, lo prohibía (tiempos ajenos a la lógica). Para ello sigue los mandatos de su padre, un hombre adulto que la programa para eternizar la jornada, para vencer el tiempo y la desidia. Nos enfrentamos, pues, a un ofusco sistema de opresión, yugo a conveniencia de un deseo que tiene cierta libertad interpretativa; catarsis masculina que puede ir desde una crisis de medianía de edad hasta la pederastia. Un hombre con la necesidad de balancear el control, la madurez (a su beneficio) y la imagen lozana de una pareja. Su androide funge no solo un rol sino todo aquel que desea. Le escoge su atuendo de niña, le mima, le acaricia y reordena cuando le plazca; es una odalisca asexuada que amortigua la responsabilidad, un utensilio que cada uno de sus dueños puede fomentar ante sus apetencias más impostergables.
El segundo fragor apuntala la culpa; nuestro autómata es compartido –el placer del yerro es asistido– la absolución es un contrato colaborativo. Una mujer de la tercera edad muta a nuestra artificial protagonista en un compañero, un niño que roza la silueta de una figura indispensable de su pasado; eje imperioso de su día a día. La mujer mantiene las fotos de todos sus antecesores, de aquellos que le cedieron la batuta, pero, claro, no siempre de la manera más afable. Anécdotas expuestas y trastocadas justifican su supervivencia; ajustes de cuentas que no cuestionan ni indagan, sino que intentan expiar las penas; la verdad es ocultada incluso ante una figura artificial. Claro está que el adelanto tecnológico no deja de ser una creación humana: perecedero, errante: eternamente perfectible ante las capas de nuestras omisiones. Los vacíos de nuestros actuantes humanos se convierten en los ecos de nuestro personaje central. Ecos que más que jugar con la posibilidad de una generación de consciencia resulta en una asimilación de nuestra equivoca naturaleza. El ya andrógino androide (expuesto desde la mitad del segundo acto) no digiere nuestros objetivos, sino que se asume en su aprovechamiento de obtención de datos.
Los elementos discursivos de Wollner se encuentran ahí, en el universo creado; la disertación se presta de manera por demás grácil para el espectador. Con cierta irregularidad presentada en la segunda mitad, las nociones técnicas están controladas de manera eficiente. El heterodoxo guion de Roderick Warich y la propia directora bajo el cobijo de la nativa fotografía de Timm Kröger, que apoya el espacioso y desenvuelto montaje de Hannes Bruun junto al naturalista diseño de producción de Pia Jaros, dan como resultado una obra fluctuante, pero con alto grado de atracción y curiosidad.
Descrita como una antítesis de Pinocchio por su propia realizadora, The Trouble with Being Bornresulta ser una expedición por aquellos recovecos no siempre expuestos de las consecuencias ya no digamos morales sino humanas que nos hacen ir en búsqueda de la salvación a través de la artificiosa aplicación de la ciencia. Lo que Wollner increpa aquí es que la humanidad no busca redimirse antes si, no intenta aumentar su capacidad de intelecto emocional sino instituir un olvido como perdón a través del avance del conocimiento…. Monstruosa realidad que nos lleva a cuestionarnos tantas cosas. Entre ellas: ¿quién realmente es la fabricación humanoide?

The Trouble with Being Born de Sandra Wollner
Calificación: 3 de 5 (De Regular a Buena)
Fuente: https://www.facebook.com/100036159626395/posts/560551981826784/?d=n
Fotografía: filmaffinity.com