Por: Instituto de balística. 26/06/2025.
Una nueva guerra, otra vez…
1. La campaña militar israelita en Palestina no solo tiene un carácter salvaje, sino que también presenta cualidades racistas y de limpieza étnica, por lo cual no es exagerado llamarla una práctica genocida sin necesidad de entrar en debates estadísticos. Sin embargo, su naturaleza no corresponde a ninguna excepcionalidad, es una empresa social de destrucción[1] como el resto de conflictos bélicos modernos, que tiene como objetivo final la conquista del territorio de la Franja de Gaza primero, y de Cisjordania después.
2. Por muy desgarradoras que resulten las imágenes, no cambia el hecho de que es una más de las guerras del capitalismo. Aunque las modalidades pueden cambiar, a veces por materias primas, a veces por expansión de mercados o como en este caso, por un espacio desde donde posicionarse en la guerra entre imperios.
3. Lo iniciado en octubre de 2023 ha desencadenado un reacomodo en la geopolítica de Oriente Medio y el mundo, pero la geometría tradicional no alcanza para explicarlo. El capitalismo ha tenido varias olas exitosas de globalización, desde el comercio marítimo del s. XVI hasta la conquista del telón de acero soviético a finales del s. XX, hoy podemos afirmar que domina todas las esquinas del planeta y que ya no hay oposiciones regionales, dado que la única oposición a la burguesía podría ser el proletariado insurrecto y ese no “gobierna” en ningún lugar del mundo (mucho menos en China).
4. Los regímenes a los que se les suele atribuir alguna diferencia, ya sea por su forma o por su cultura, no dejan de ser capitalistas. No existen “vacíos” a resguardar. La producción material de la vida en el lugar más apartado de la tierra ya forma parte de una cadena de valorización, y el producto de esta es forzosamente gestionado por la burguesía que domina ese territorio a través de su forma política, el Estado. Las imágenes de Rafah antes de la guerra lo demuestran, con su comercio de mercancías bajo[2] el dominio policiaco no solo del ejercito sionista, también de la policía de la ANP o de Hamás.
¿Y nosotros?
5. Cómo posicionarse ante las guerras capitalistas es un tema que ha dividido a los elementos organizados del proletariado desde hace dos siglos, esto porque asumimos que no hay tal cosa como una lucha nacional, dado que ambas clases son mundiales, y los proletarios somos compañeros que luchan en cualquier parte del mundo[3]. Consignas como “si luchas aquí, luchas allá” no son solo versos, expresan una realidad material.
6. Las formas de solidaridad se han adaptado a las condiciones históricas de cada guerra. En un inicio fueron forajidos románticos al estilo Bakunin cruzando el mundo para socorrer los levantamientos, llegando a Paris, a Bolonia o a Cuautla. Pero en tiempos de la II Internacional, partidos y sindicatos obreros le otorgaron un lugar central en sus discusiones. No participar de la guerra, sino parar su maquinaria era una obligación de los revolucionarios, y para ello se llamaría a una huelga general internacional[4]. En la práctica todos estos esfuerzos fracasaron, ya que estas organizaciones fueron absorbidas por sus enemigos. No solo fue la socialdemocracia aprobando las declaraciones de guerra, incluso algunos patriarcas del anarquismo declararon que era preferible que la guerra la ganara el bando aliado (aquellas democracias que ejecutaban revolucionarios a la menor provocación)[5].
7. Sin embargo, en 1918, en plena carnicería mundial, el primer asalto proletario comenzó con los motines y deserciones de conscriptos en ambos frentes. Lo que los bolcheviques y espartaquistas sintetizaron como “derrotismo revolucionario”, que no es otra cosa que los soldados volteando sus armas contra sus generales como forma de parar la guerra, fue la lección más importante del periodo [6].
8. Después de la 2ª guerra mundial, esta consigna mutó colosalmente. Al existir dos bandos, los países coloniales tendrían un carácter progresista y derrotar a las metrópolis abriría procesos revolucionarios en ambos lados. Esto aplicaba a los partisanos de Europa, a los maoístas en Asia, a los panarabistas, africanistas y latinoamericanos. El esquema de liberación nacional duró tres décadas.
9. La solidaridad fue una práctica generalizada del proletariado alrededor del mundo. Ya sea suministrando recursos (financieros o humanos) a través de sus respectivas burocracias militantes (comités en apoyo al tercer mundo), ya sea a través de una condena moral y pidiendo una paz abstracta (hippies y new age) o en algunos casos cuestionando el papel de la propia burguesía ya sea como agresora o como cómplice. La consigna “traer la guerra a casa” sintetiza la lección del 2º asalto[7].
10. Lo cierto es que estos procesos anticoloniales fueron rápidamente secuestrados, abriendo en algunos casos feudos despóticos para nuevas burguesías locales (muchas veces en su forma militar) o siendo nuevos eslabones para algún bando imperialista, ya sea la URSS o USA. En la mayoría de ellos, los grupos revolucionarios fueron liquidados y el proletariado desmovilizado para volver a la producción.
¿Y ahora?
11. Lo que el conflicto en Oriente Medio nos permite reflexionar es la limitante que presentan las actuales posiciones ante la guerra. Aunque existen algunas aberraciones como la izquierda alemana pro-sionista, sabemos que el rechazo de la población a esta guerra es masivo, pero se expresa en la forma de un moralismo sentimental (positivo pero insuficiente) y que en el seno de las organizaciones militantes aun abunda con fuerza una postura peligrosa: el defensismo, que significa tomar partido por alguno de los bandos estatales del conflicto.
12. Este anti-imperialismo[8], parte del supuesto de que existen naciones buenas y naciones malas, cuando en realidad solo hay fuertes y débiles. Ya sea en la guerra ——Ucrania VS Rusia o Israel VS Irán, o el próximo USA VS China—, sus respectivos gobiernos funcionan oprimiendo a su población y sus ejércitos en cualquier momento se vuelven verdugos internos. Los trabajadores de estas naciones pasan de ser bestias de carga a carne de cañón.
13. La ofensiva que desató el régimen criminal de Netanyahu sobre Teherán ha traído de nuevo esas voces a la arena. Los llamados a defender el régimen de los ayatolás olvidan tanto el origen como la función de dicha teocracia, la contrarrevolución islámica. En 1979 hubo un levantamiento popular de enormes dimensiones para derrocar al Sha, encabezado por los consejos obreros (shoras) que no solo buscaban un cambio político sino una revolución social, ante lo cual la burguesía tuvo que recurrir a Jomeini y su grupo político para encauzarla y mantener la estabilidad necesaria para el desarrollo capitalista en Persia. Su supuesto anti-imperialismo quedó desmoronado cuando iniciaron aquella guerra santa contra el Irak del partido Baaz[9].
14. Hoy en día, Irán ha construido una imagen de “resistencia” a Occidente a través de su conflicto con USA, pero en el fondo sólo es una guerra económica más, donde los ayatolás construyen un frente regional a través de su apoyo a milicias islámicas, como en Líbano y Palestina, además de masacrar poblaciones kurdas. Justo antes de este conflicto, el gobierno estaba siendo sumamente cuestionado por su población, incluyendo las protestas en contra de la policía moral a raíz de la muerte de Amini, lo cual ahora será sepultado en medio los llamados a la unidad nacional, igual que ocurrió con los opositores a Netanyahu de Tel Aviv.
Ninguna guerra, más que la de clases
15. Llamar a defender al país pequeño para quebrar al imperio ha sido una estrategia no solo absurda, sino inútil, que ha llevado incluso a enrolarse bajo la dictadura de Videla en Argentina[10] o bajo el manto de los talibanes. Los estragos que ha dejado esta política en el movimiento revolucionario aún se siguen sufriendo [11], ya que la guerra no solo se libra en el frente, sino también la retaguardia, lo que implica aumentar los niveles de explotación para garantizar recursos al ejército, reforzar la vigilancia y la represión de la vida cotidiana.
16. Ahora, las críticas de todos estos grupos al derrotismo revolucionario son de tan bajo nivel que piensan que es un llamado a que los proletarios invadidos deben dejarse desarmar y abrir paso a las fuerzas de ocupación, pero eso es ridículo. Sabemos que los ejércitos no son de conscriptos, sino de mercenarios y profesionales y no esperamos que estos se conmuevan, dejen de disparar y den marcha atrás. No es 1917, las formas han cambiado [12], mantenemos este principio.
17. Lo que aquí se está defendiendo no es un invento, sino es el espíritu de las acciones que tienen lugar ya en contra de la guerra: desertar del ejército, como hacían los refuzniks hebreos, frenar el envío de suministros como los estibadores de Francia, parar la fabricación de armamento como los obreros ingleses, o incluso las acampadas de los universitarios de Boston. Conocer los límites propios de estas acciones no impide reconocer su potencia. Pasar de la suplica de la sociedad civil y el boicot de los consumidores, a la ruptura y el bloqueo de las cadenas que hacen posible las acciones militares.
18. El llamado a “romper relaciones diplomáticas” que sigue imperando en las manifestaciones se debe convertir en una acción encaminada al corto circuito de las condiciones que hacen posible la guerra. Aumentar la reflexión, la discusión y la conspiración. esto hasta que las armas de la crítica puedan convertirse en la crítica de las armas, en todos los frentes, el de Trump y Netanyahu, pero también el de los Ayatolás[13], desde el Ártico, hasta la Antártida.
Fotografía: tomada de redes
[1] Además de los clásicos sobre el estudio social de la guerra, recomendable la obra del sociólogo surrealista Roger Caillois, La cuesta de la guerra.
[2] Varios grupos y estudiosos presentan a Gaza como una suerte de campo de refugiados, una sociedad de clases atípica, sin embargo hasta antes de la guerra existía una industria de la construcción que movilizaba trabajadores hacia Israel, así como una agricultura y un mercado locales
[3] Este tema quizá es el que más polémica puede levantar. Desde los grupos que se reclaman decoloniales hay una crítica sobre qué tan solidaria puede ser la clase obrera de los países desarrollados frente a la de sus excolonias, de las cuales se siguen beneficiando para mantener un alto nivel de vida, y mostrándose indiferentes hacia la población que migra ya sea por trabajo, ya sea por seguridad. El caso de los colonos israelitas es acaso el más escandaloso.
[4] Existen muchos textos sobre “la bancarrota de la internacional”, recomendamos el de James Joll, La segunda Internacional, Barcelona, Icaria, 1976, por el énfasis que pone en el tema de la guerra y los debates entre personajes como el anarquista Domela Niewenhius.
[5] Nos referimos al famoso Manifiesto de los dieciséis, que firmaron Kropotkine y Grave, fuertemente criticado por Malatesta.
[6] Existen diversos textos sobre lo que significó esta estrategia de lucha, como los del grupo Bilan. Incluso hay un episodio que ha sido recreado en películas, la famosa tregua de navidad.
[7] En los USA se utilizó esta consigna por grupos radicales para instigar a la revuelta por medio de disturbios y saboteos masivos, de tal manera que las tropas tuvieran que volver de Vietnam, el episodio es recordado como Los días de furia.
[8] A manera de anti-crítica, no solo desde el norte global se ha denunciado este concepto como anacrónico y reaccionario, ya Raphael Pallais lo hizo a propósito de su uso por la burocracia sandinista en Nicaragua hace más de 40 años.
[9] El texto Fuego a la polvora, de Bardo ediciones incluye una introducción al respecto del insurreccionalista Wolfi Lanstreicher.
[10] Existieron excepciones dignas que, a diferencia de la ola leninista, no se enrolaron en la guerra patriotera, como el grupo Emancipación Obrera.
[11] Los grupos denominados anarquistas siguen cayendo en esa trampa, como muestra la última declaración conjunta de los restos del plataformismo latinoamericano.
[12] En el sitio de Proletarios Revolucionarios podemos encontrar un estado actual del debate, invitamos a su lectura.
[13] Al momento de escribir estas líneas, celebramos el hecho de que nos han llegado varios textos contra la guerra de proletarios iranís, feministas, sindicalistas, etc,, destacando el testimonio de un anarquista: Teheran bajo las bombas.