Por: Mauro Jarquín. Los Díaz de Juárez. 02/05/2018
Hace ya casi 20 años, en pleno vuelo de aquél momento de inflexión histórica llamado Salinismo, Enrique González Rojo publicó un texto abordando la avidez con la cual el gobierno de Carlos Salinas se había hecho de un “pez gordo” -Octavio Paz- como intelectual oficial de aquél régimen. El análisis del maridaje entre el posterior premio Nobel de literatura -un “rey” de la cultura nacional- y el priísmo neoliberal sería plasmado, entre otros trabajos, en su libro “Cuando el Rey se hace cortesano”, bastante discutido y criticado ya para estos tiempos.
Según el autor, ante los continuos textos y opiniones políticas publicadas por el prestigiado poeta en distintos medios, era necesaria una “respuesta pronta y oportuna”, que discutiera con las posiciones de Paz y las pusiera en su justo contexto histórico. Debatir con las voces del poder ha sido desde siempre una tarea necesaria para evidenciar sus desaciertos, aclarar sus dudas y disminuir la legitimidad política que tales posiciones detentan, muchas veces inducida por los medios de comunicación y demás aparatos ideológicos del Estado.
González Rojo nos permite así recordar que la subsunción política de la intelectualidad por parte del poder político y las clases dominantes, debido a cierto “desencanto” con las ideas progresistas, o a una supuesta decepción revolucionaria, ha sido un ejercicio bastante común en la historia de nuestro país. De esta forma, un numeroso grupo de otrora líderes sociales de izquierda y académicos de distintas tendencias políticas, han terminado por ensamblarse orgánicamente al régimen en turno, defendiendo sus políticas, condenando públicamente a sus opositores y críticos y “generando conocimiento” útil al ejercicio gubernamental. Sin importar sus títulos académicos, el reconocimiento público a sus producciones o el cúmulo de puestos políticos ocupados a lo largo de sus trayectorias, la monarquía intelectual ha tendido a convertirse en una masa de fieles cortesanos del rey Gobierno.
Traer a colación el trabajo de González Rojo nos ayuda también a ampliar la perspectiva de análisis de la situación política actual del campo educativo nacional, en el cual, el proyecto educativo hegemónico, impulsado por el mundo corporativo, sus filiales civiles y los tecnócratas gubernamentales en turno, ha tenido como un aliado fundamental a alguien que para no pocos, es considerado como otro rey de la cultura mexicana que, aun siendo mucho menos significativo que Paz a partir de su accionar político y sus concepciones sobre el mundo social y la educación, ha optado por hacerse cortesano del poder. Nos referimos, por supuesto, a Gilberto Guevara Niebla, actual miembro de la Junta de Gobierno del INEE.
Gilberto Guevara es un viejo lobo en el medio político nacional. Líder del movimiento estudiantil de 1968, experiencia que le inspiraría para escribir el famoso texto “La democracia en la calle” y líder de opinión en materia educativa por muchos años, optó por girar abiertamente a la derecha tiempo después al ocupar el cargo de subsecretario de educación básica de la SEP durante el sexenio salinista, desde el cual fue testigo de la incursión de la educación nacional en una dinámica privatizadora de largo aliento, armonizada con los intereses objetivos de los mercados globalizados y los mercados de trabajo posfordistas. Guevara también es un personaje reconocido en el medio académico. Maestro en ciencias y un estudioso en sociología de la educación, logró consolidarse como un referente intelectual en temas educativos con el transcurso de los años, lo cual puede notarse a raíz de la amplia difusión y discusión de su obra “La catástrofe silenciosa”, publicada en 1992. Además, ha sido académico en distintas universidades de peso, como la UAM y la UNAM. Es, pues, todo un personaje, cuya opinión tiende a estar en el centro de la discusión política.
La coyuntura política generada por la promulgación de la Reforma Educativa a principios de 2013 y la resistencia magisterial hacia tal reforma, crearon el escenario idóneo para que nuestro rey tomara cada vez un mayor protagonismo en los debates nacionales sobre educación, condenando a los grupos organizados que cuestionaban la reforma, y ensalzando las virtudes de la “modernización” educativa. A medida que se calentaba el ambiente político nacional y las movilizaciones magisteriales no cesaban, ampliando su esfera de influencia a otros colectivos y grupos de la sociedad, las intervenciones del consejerose volvieron más polémicas, como aquella en la cual, durante un evento de carácter académico, le dijo “usted no tiene derecho a hablar” a un asistente que lo interpeló cuestionando la legitimidad y lógica del proyecto educativo impulsado por Enrique Peña Nieto. El funcionario del INEE ha sido un constante aliado de la reforma y sus impulsores, pero también un difusor cada vez más dogmático de los principios economicistas y gerencialistas en la agenda educativa de los empresarios, los think-tanks neoliberales y las entidades multilaterales interesadas en la educación (OCDE-BM).
A medida que avanzó el proceso de Reforma, Guevara opto por cambiar las prendas depositadas en su armario, y aquellos percudidos trajes reales de otros días, dejaron su lugar a unos alegres atuendos de cortesano del poder que el consejero del INEE ha tenido a bien lucir en cuanta intervención mediática ha podido. De ese nuevo outfit dos han sido las prendas simbólicas más frecuentes:
La lucha frontal contra el Lópezobradorismo y la CNTE y La difusión del ideario gerencial en educación.
Para Guevara, AMLO representa una “amenaza” a la reforma educativa y a la educación nacional en su conjunto. Más allá de las diminutas dimensiones de estadista que el consejero aprecia en el candidato de MORENA, lo que realmente le preocupa no son tanto sus concepciones propias sobre educación, como la “ausencia de ideas pedagógicas” y la falta de moral de sus supuestos aliados magisteriales, principalmente la CNTE. En su texto “La contrarreforma educativa”, publicada en La Crónica, nuestro ahora cortesano explica con preocupación su apreciación de que con AMLO el destino de la educación mexicana sea definido por un grupo minoritario del magisterio, un grupo caracterizado según él por el odio, la violencia, el sectarismo, el oscurantismo, etc. El Lópezobradorismo representa así, una vuelta al pasado donde las decisiones en educación son más bien asunto político y no educativo. De esta forma Gilberto se ha sumado a la enorme fila de las voces del régimen que partiendo de un discurso de miedo, buscan denostar a quienes ofrecen un viraje distinto en la conducción de los asuntos nacionales aún dentro de los márgenes del capitalismo actual y la democracia insuficiente. En este punto el núcleo central de su argumentación es “El derecho de los niños a la educación”, lugar común de los reformistas actuales y de sus aliados de Mexicanos Primero quienes han mostrado por cierto una cercanía bastante clara con el neopanismo.
Pero no todo componente de su discurso ha sido político-electoral. Parte importante de él se ha circunscrito a cuestiones educativas, por cierto bastante entonadas con la orquesta internacional de Reforma Gerencial en Educación. De este modo los postulados centrales de las teorías del Capital Humano, La rendición de cuentas en educación, La autonomía en la gestión escolar, y La cárcel de la evaluación constante y punitiva al magisterio y los estudiantes han sido repetidos una y otra vez en sus intervenciones. Por ejemplo en su texto “2018 un pacto educativo”, nuestro autor dice que ante los problemas de violencia, impunidad, insatisfacción social, la educación debe ser el principal factor de su superación. Pareciera que el sociólogo de la educación ignora que el espacio educativo es producto inmediato de una determinada formación social, una estructura estructurada que coexiste con las problemáticas sociales en su realización. Es cuando menos una falacia asegurar incluso en un artículo de opinión que los graves problemas estructurales de nuestro país pueden ser resueltos por la educación como por arte de magia ignorando los factores que los han generado. Efectivamente si bien la educación es una estructura estructurada, es decir condicionada, también es estructurante, es decir, que detenta posibilidades reales de transformación social, pero ninguna reforma educativa generara cambios con escuelas que se caen, estudiantes que no comen, maestros desprofesionalizados, y con salarios bajos. Este educacionismo presente en el ideario del cortesano ha prevalecido a lo largo y a lo ancho del discurso oficial y oficialista librando así de culpas a los corruptos, explotadores, los monopólicos, rentistas etc. de la tragedia nacional y achacando así sus culpas al “magisterio incompetente”, porque como dijeran los empresarios “Solo la educación de calidad cambia a México”.
El educacionismo de Guevara es tal, que, aún con cierta conciencia social, en el mismo texto antes citado dice: “Si, por otro lado, admitimos que son la pobreza y la desigualdad el sustrato estructural de los males que antes mencioné, no hay duda que la educación es la adecuada respuesta que se debe dar. Si elevar la productividad será el disparador de nuestra economía, ¿quién lo duda?, la clave la tiene la educación.”[1]
Semejante calca de las teorías de Gary Becker y compañía es una grotesca expresión de la adopción a critica de las teorías dominantes en educación por la voluntad de servir al poder sin escatimar esfuerzos de la razón. Para Guevara así como para los secretarios de educación pública y los empresarios interesados en la educación, la escuela debe ser la palanca de desarrollo la cual, a través de la innovación, el conocimiento y la generación de capital humano idóneo, impulsa, no obstante la falta de inversión pública, las practicas monopólicas, la superexplotación del trabajo, la transferencia de valor en la economía internacional, la desnacionalización de la economía, etc.
Sin lugar a duda, Guevara ha optado por mantenerse en el grupo dominante, ser su defensor, y su pretendido intelectual. Ante el silencio que el consejero ha mostrado frente a la represión del magisterio y de los estudiantes, su criminalización y señalamiento público, y su pleitecía con los dueños del dinero, sus asociaciones civiles y las autoridades educativas, aquel intelectual que alguna vez “defendio la democracia en la calle”, hoy es cortesano del autoritarismo.
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Fotografía: Los Díaz de Juárez.