Por: Victor Ortega. 07/12/2024.
Dice José Revueltas en su Balance de una lucha interna y las perspectivas de la misma después de la derrota del movimiento ferrocarrilero, de mayo de 1959:
Analicemos en seguida –en la forma de simples notas, ya que existen al respecto otros materiales de mayor extensión– el desarrollo, por una parte, de la resistencia que la dirección nacional ofrece y ha venido ofreciendo a la autocrítica y, por otra parte, el desarrollo de la propia crítica histórica contra la dirección, para detenernos finalmente en el estado en que ambas guardan actualmente (1959) y examinar cuál es, en consecuencia, la perspectiva que se ofrece ante el movimiento comunista en nuestro país.
1. Pleno de diciembre de 1956. Después de retrasar a un grado increíble el conocimiento, estudio y aplicación de los materiales del XX Congreso [del Partido Comunista ruso], el comité central decidió abordarlos en su pleno de diciembre de 1956. El resultado fue una simple simulación política ante el partido entero y que se expresó, en términos generales, en las siguientes actitudes falsamente autocríticas:
a] La dirección del PCM incurrió en el culto a la personalidad con la excesiva exaltación de las virtudes del camarada Encina.
b] Hubo “algunas violaciones” al centralismo democrático, al abusarse de la cooptación y al imponerse desde arriba, a los organismo intermedios, dirigentes designados por el comité central.
c] Se incurrió en la falta de dirección colectiva al no invitar a las reuniones plenarias del comité central a “algunos” de sus miembros a quienes se dejaba olvidados en las provincias.
d] En el “pasado” el comité central resolvió en forma incorrecta la lucha interna, al “exagerarla” con “algunas” expulsiones “injustas”.
e] Parra corregir la falla anterior, el pleno encargó a una comisión la elaboración de un estudio sobre las “crisis” del partido comunista en 1940-43-47, crisis que, con todo, ya habían sido “superadas” por el partido, el cual se fortaleció con ello a su tiempo. A la luz de este estudio se decidiría, finalmente, sobre la actitud por asumir ante el Partido Obrero Campesino.
f] El PCM es la vanguardia de la clase obrera, aunque en la práctica ejerza “muy débilmente” ese papel.
2. La conferencia de agosto-septiembre de los comunistas del D. F. La comisión política del comité central convoca a esta conferencia con el objeto de expulsar del partido –o aplicarle sanciones– a un pretendido grupo fraccionalista de camaradas del D. F. La conferencia rechaza estas acusaciones y restablece con su actitud y sus debates los principios del centralismo democrático. Es en esta conferencia donde se inicia el desarrollo de la crítica histórica contra la dirección nacional. La dirección nacional, por su parte, rechazaba de modo terminante la crítica de la base, excepción hecha de uno solo de sus miembros (Terrazas) que reconoció parcialmente algunos de los errores señalados.
a] La conferencia de agosto-septiembre fue un gran paso adelante en el camino del restablecimiento de la crítica y la autocrítica, así como en el restablecimiento de la democracia interna; abordó con un nuevo espíritu los problemas y desterró el mito de la intangibilidad de la dirección nacional.
b] Sin embargo, la conferencia de agosto-septiembre no estaba madura para resolver las premisas históricas de la crítica, no obstante que éstas fueron apuntadas por algunas intervenciones. La conferencia, así, dejó de lado el problema básico de la ausencia de una línea política real del partido en su conjunto y dejó sin análisis las formulaciones de la dirección respecto a la política de frente democrático de liberación nacional y de unidad obrera, como direcciones estratégicas y tácticas para el presente periodo histórico. Esta falta de análisis y de crítica se proyectó después, del modo más funesto, en la campaña electoral y en la actitud frente al movimiento sindical independiente, donde el comité del D. F. tuvo que plegarse a los acontecimientos e ir a la cola de los mismos, arrastrado por las masas, tanto en el movimiento magisterial como en el ferrocarrilero.
c] El resultado de estas omisiones y titubeos de la conferencia fue la adopción de una resolución ecléctica, conciliadora, y la elección de un comité condenado fatalmente al centrismo y la conciliación. La crítica histórica, de este modo, perdió la perspectiva, para limitarse a ser una lucha por los cambios en el personal de la dirección, lucha que, por ello mismo, estaba dispuesta a entrar en arreglos y en transacciones en el momento en que fuese oportuno, como los hechos lo demostraron más adelante, concretamente en lo que respecta a la campaña electoral.
3. Pleno de octubre-noviembre de 1957. Bajo la presión de la crítica de la conferencia de agosto-septiembre, el comité central hace algunas “concesiones autocríticas” a la base del partido. Se reconoce que “algunas” críticas del comité del D.F. son justas y que otras son “exageradas”; se llama la atención al camarada Encina. El comité del D. F. se apresuró a considerar entonces a este pleno como un “gran progreso” de la dirección. Inició de este modo una marcha atrás en el aspecto de conservar y alimentar el espíritu de la conferencia de agosto-septiembre, a título de que la lucha interna también debía obedecer a una “táctica” y que, por ende, no debían “saltarse las etapas” de esta lucha.
a] Como los problemas básicos habían quedado sin resolver por parte de la dirección nacional, es decir, los problemas de la existencia del POCM, el examen de los errores históricos, las vías para la transformación del partido y las cuestiones de la línea política general (frente democrático, caracterización de la burguesía gobernante, cuestión electoral, todos ellos íntimamente conectados entre sí), el comité del D. F. no tuvo otra salida que unirse a la masa de los errores fundamentales de la dirección nacional y preconizar, entonces, como la aplicación de una política de frente democrático (sólo que “más reducido”, se dijo a la sazón), aquella que consistía en lanzarse con un candidato independiente a las elecciones presidenciales. Para esto le fue necesario a la dirección del D. F. maniobrar, dentro de sus límites jurisdiccionales, con los métodos antidemocráticos que en su propia contra había puesto en práctica la comisión política. En este caso, la dirección del D. F. aplicó una política de bloque cerrado para que los puntos de vista de la minoría no fuesen tomados en cuenta por la conferencia electoral que por aquel tiempo se llevó a cabo.
b] Todo lo anterior dañó esencialmente la lucha interna: le hizo perder perspectivas y le dificultó extraordinariamente encontrar una base de principios en la cual apoyarse, de tal suerte que la política de la dirección del D. F. comenzó a transformarse en una especie de estira y afloja, en que se esperaba que cada uno de los adversarios (comisión política y comité del D. F. ) “sacrificaran” algo; por su parte el comité del D. F. estaba dispuesto a ofrecer en el holocausto el “sacrificio” de sus propios adversarios de la minoría.
c] El comité del D. F. desconsideró –en igual forma que el comité central– los puntos de vista que alertaban al partido sobre lo inadmisible de una táctica de frente único hacia el POCM, en lugar de la readmisión de sus miembros expulsados injustamente. Ante la táctica liquidadora que auspiciaba y admitía las relaciones de frente único PCM-POCM, como si se tratara de dos partidos paralelos, algunos organismos, como la célula Carlos Marx, propusieron el único camino posible: ingreso individual al partido comunista de los antiguos miembros del POCM expulsados del partido; disolución del POCM; restablecimiento en la dirección de los antiguos dirigentes ahora readmitidos (es decir, en dicha eventualidad); reanudación, dentro del partido, con los antiguos miembros del POCM que en otro tiempo fueron expulsados de nuestras filas, de la lucha interna histórica que había dejado pendiente las premisas de su desarrollo normal. Sobre lo anterior dijimos claramente lo que sigue en el mes de diciembre de 1957 y en enero de 1958, y si lo transcribimos no obedece a las deformaciones conscientes que se hacen muy a menudo de nuestros puntos de vista precisamente por aquellas personas que jamás se han dignado discutirlos de un modo racional o siquiera sea cuando menos no del todo zoológico:
La lucha interna debe reiniciarse, junto con los camaradas del POCM (claro ya readmitidos en nuestras filas), no en el punto preciso dónde quedó interrumpida por la expulsión de éstos (lo cual sería caer en sus aspectos anecdóticos), sino reiniciarse en su contenido histórico, general y básico, en torno de los problemas más candentes de la lucha de clases y de todos los medios para superar el estado de cosas actual de todo el movimiento revolucionario, y no solamente de nuestro partido. (La disyuntiva histórica del PCM, enero de 1958).
d] Era obvio, en consecuencia, que si la solución de este problema, de tan capital importancia, no estaríamos en condiciones de ponernos a la cabeza de ninguna lucha de masas, en la forma de dos partidos, como dos vanguardias, como dos estados mayores, como dos partidos comunistas; o, al revés, como dos fracciones comunistas, dos pedazos de un partido comunista que no había logrado superar sus escisiones históricas.
e] La lucha interna, de este modo, sufrió un serio colapso con la campaña electoral PCM-POCM. La dirección del D. F., así, se puso al servicio, de una parte, de la obra diversionista de la dirección nacional (que quería distraer al partido respecto a la crítica de sus errores, ofreciéndole un “entretenimiento”) y, de otra, al servicio del disimulo histórico con que la propia dirección del partido, al reconocer al POCM como su semejante, ocultaba la verdadera naturaleza escisionista de su política ante las “crisis” del partido en el pasado. El frente único electoral PCM-POCM dejaba sentadas las premisas de un verdadero caos en el futuro de las luchas de la clase obrera, caso en que los dos agrupamientos intervinieran –por alguna circunstancia- en ellas: éste debía ser el resultado de una actitud liquidadora, mantenida por la dirección nacional y la del Distrito –en la cuestión electoral y, sucesivamente, en lo que se refiere a las relaciones del POCM- a despecho de la crítica, sin considerar esta crítica y aun aplastándola antidemocráticamente. [En lugar de superar la escisión nuestro partido le dio carta de naturaleza al formar el frente único con el POCM. Esto debía dar un resultado catastrófico al salir al terreno de la lucha de clases].
4. Plenos de enero, febrero y mayo de 1958. La política conciliadora del comité del D. F. tuvo su primer gran descalabro con los plenos de enero, febrero y mayo de 1958. La dirección del partido no sólo no creía en la sonriente obsequiosidad del comité del D. F., sino que se encargaba de despertarlo a la realidad de los hechos con un buen recto a la quijada. Ahora ya no se podía hablar de “progresos”. La dirección revisaba, hasta no dejar huellas, los acuerdos de los plenos anteriores y, a mayor abundamiento, removía de La Voz de México al personal dirigente de la misma que había mostrado sus simpatías hacia las posiciones del D. F. en la lucha interna. El comité central prescindía nuevamente de su disfraz centralista-democrático para volver a sus métodos favoritos de terror político, aplastamiento de la crítica y política de bloque del partido contra la oposición. La organización del partido en el D. F. reaccionó con energía ante esta embestida de la comisión política y en la conferencia de noviembre adoptó una resolución de protesta contra los procedimientos usados por la dirección, protesta que no fue digna de merecer la menos atención.
Sin embargo, quedaban en pie, no tocados por la dirección del D. F., sino sólo por la crítica aislada de uno de sus miembros (Arnoldo Martínez Verdugo) el carácter aventurero y diversionista de la política electoral, la actitud liquidacionista de nuestras relaciones con el POCM y la falsa concepción de la política de frente democrático de liberación nacional. Es decir, en lugar de que acudiera a las fuentes de la crítica histórica, a las premisas históricas reales de la crítica y de la autocrítica del partido, para oponer una posición de principios al comité central y a la comisión política, el comité del D. F. se redujo a seguir alimentando sus esperanzas en un futuro cambio de los integrantes de la dirección nacional.
Esto condujo al D. F. a la elaboración de la peregrina teoría de que el partido podía salvarse “por partes” y que bastaba con que se aplicara una línea “justa” en el D. F. para que este proceso de salvación se desenvolviera hasta culminar adueñándose del partido entero. Los acontecimientos vinieron a demostrar que el comité del Distrito Federal no podía aplicar ninguna línea, siquiera fuese parcialmente justa, mientras la línea general del partido no sufriera modificaciones fundamentales en los problemas más fundamentales: POCM, frente democrático, táctica y estrategia sindicales, etcétera. En esta forma el propio comité del D. F. se vio en la imposibilidad de aplicar la justa tesis sindical aprobada por la conferencia del Distrito en la materia, cuando, ante el movimiento ferrocarrilero, no tuvo otro camino que abandonarse a la espontaneidad, pero no tanto para ir a la cola de las masas cuanto –como el partido en su conjunto- para ir a la cola del POCM.
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Dos meses antes de escribir Balance de una lucha interna y las perspectivas de la misma después de la derrota del movimiento ferrocarrilero, en sus Enseñanzas de una derrota, de marzo de 1959, Revueltas apunta:
[…] era una necesidad imperativa e inexcusable para los trabajadores ferrocarrileros, que constituían el sector más avanzado, y de hecho la vanguardia del movimiento sindical independiente, adquirir la noción clara y razonada de que el destino del movimiento sería decidido por la interdependencia de los dos factores: la incorporación a la lucha de las más amplias masas obreras (aparte, se entiende, lo de promover la simpatía de los sectores populares) y, de modo correlativo, ‘la determinación justa del grado de politización que podía imprimirse al movimiento, más allá del cual era ir a la derrota segura.
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En una entrevista efectuada en 1990 por Andrea Revueltas y Philippe Cheron, otro disidente interno del PCM, Guillermo Rousset Banda comenta sobre lo que Revueltas llama el desarrollo de la crítica histórica contra la dirección:
[…] Bueno, esa oposición se empezó a configurar a mediados del año 1957 cuando varios cuadros del Comité del Distrito Federal, Alejo Méndez, Edelmiro Maldonado, y otros empezaron a hacer unas críticas a la dirección del Partido y a los miembros del Comité Central del tipo exclusivamente orgánica. Por decir algo, si Terrazas utilizaba una camioneta, etc. […] de veras una crítica superficial aunque justa. Como esto se manifestó, el Comité Central planteó que se debía sancionar y como estaba convocada una Conferencia del Distrito Federal ahí se trasladó este asunto para sancionarlos.
[…] Pero también se produjo el movimiento del magisterio contra los dirigentes charros encabezados por W. Sánchez, y cuyo dirigente principal era Othón Salazar. Se verificó un mitin en el Hemiciclo a Juárez, un mitin del magisterio, en donde Mónico Rodríguez, miembro destacado del partido, de la oposición, y de las múltiples cuestiones que había sufrido un verdadero héroe del Partido, planteó en ese mitin que se ocupara la Secretaría de Educación, y la fueron a ocupar.
Durante este acontecimiento, Juan Pablo Sáenz, que era un miembro del magisterio y del Comité Central del partido, y otros fueron a decirle a los maestros que abandonaran la Secretaría de Educación y se arreglaran con W. Sánchez. Y llevaron La Voz de México con algunos artículos en ese sentido. La gente los corrió de ahí, quemaron La voz de México y, contra las predicciones de la dirección del partido en el sentido de que esto estaba destinado al fracaso, el movimiento se ganó. Entonces ellos planteaban, Encina en concreto, el asunto de la unidad sindical, pero ¿con quiénes? Digo, la unidad sindical con los charros, pues está muy problemática, ¿verdad? Entonces Virginia Gómez Cuevas y yo hicimos un documento acerca de eso. Planteamos la unidad sindical sí, pero no con los charros […] y este documento se publicó en el Distrito Federal, fue la primera crítica que se hizo en el partido a Encina. Antes nadie se había atrevido a criticar al Secretario General y menos por escrito.