Por: Larissa Mehl. IBEROAMÉRICA SOCIAL. 19/05/2020
Las víctimas son, muchas veces, tratadas como número y estigmas de fragilidad.
Tal vez ya estemos todos cansados de escuchar sobre el Corona Virus, su origen, sus posibles impactos en la economía, en nuestros seres queridxs y en nuestra psiquis. Sin embargo, es cierto que con la larga duración de la pandemia, cada vez este fenómeno atinge más a nuestras cotidianeidades, y en caso de algunxs, como yo, nuestra vida entera.
Mi mamá, hermana, madrina y abuela contrajeron Covid. Las tres primeras lograron sanarse., sin embargo, el 6 de abril perdí mi abuela. Es cierto que ella, que se llamaba Celda María, tenía 87 años, y por eso era parte del grupo de riesgo. No obstante, también es parte de mi aceptación entender que fue este virus y esta pandemia mundial que llevaron a una de las personas que más amaba. A partir de tal hecho, toda mi percepción del virus ha cambiado. Me río muy poco con los chistes, y cada teoría conspiratoria me duele, porque pude entender la siguiente reflexión:
NUMEROS NO SON CUERPOS, SON PERSONAS QUERIDAS
Al principio de la cuarentena, cuasi diariamente, buscaba leer sobre la pandemia, desde las políticas gubernamentales para frenarla, hasta información sobre los números de infectados. Chequeaba los datos tanto en Mendoza y en Argentina – que son los lugares que estoy viviendo, como los números en Curitiba y Brasil, las tierras de las cuales me origino y tengo mi familia. Me acuerdo que al principio, cuando veía los números de muertos en Mendoza, y que percibía que eran en gran parte gente grande y con historial de otras enfermedades, esto me aliviaba un poco, porque sentía que la enfermedad no sería un peligro para mí.
Sin embargo, mi percepción cambió mucho cuando en Curitiba, una de las primeras personas fallecidas vino a ser mi abuela. El 06 de Abril de 2020, el periódico O Globo, tres horas después que Celda María fallecera, publicó la siguiente noticia: “Curitiba registra primeras tres muertes por Corona virus”. El subtítulo: Victimas son mujeres de 56 y 87 años, que estaban internadas desde el fin de marzo, y un hombre de 94 años, que recibió el diagnóstico de la enfermedad en el sábado (4). En esa noticiala única información que dieron sobre mi abuela, además de su edad, es que ella había sido diagnosticada en el fin de semana. Con solo estos detalles, y por mucho, mencionando que tenía antecedentes crónicos, hubo otras noticias publicadas, en medios como: Bem Paraná, Paraná Portal, Gazeta do Povo y CBN Curitiba.
En suma, la noticia hablando de ella que más me llamo la atención, vino de la municipalidad. Mi abuela fue mencionada de la siguiente manera: “La mujer tenía histórico de enfermedades neurológicas y pulmonares y contrajo el virus en un viaje al estado de Santa Catarina, donde estuvo en contacto con un caso confirmado. Ella inició los síntomas en el día 30 de marzo y buscó atendimiento en un hospital de red privada, donde permaneció internada”. En mi análisis, ese tramo hace hincapié en tres aspectos sobre mi abuela: 1- la longeva edad; 2- tener antecedentes (pulmonares y neurológicos); 3- la constatación que ella contrajo el virus en un viaje a Santa Catarina.
Puedo interpretar varios caminos de como el lector puede entender tales detalles. Lo primero a mencionar y que es un punto muy grave, ¡es que el aspecto número 2 es mentira. Mi abuela no tenía antecedentes pulmonares. Sí, tenía demencia senil, pero no son antecedentes relevantes al enfermarse de Covid 19. Al dar esta información falsa sobre sus supuestos antecedentes, para mí están revelando, la fragilidad de tal víctima, una fragilidad extra, que ella no tenía. Mi familia pidió retratación de la falsa información, pero ella solamente fue dada en una live de la Secretaria de Salud, no salió otra noticia, diciendo que se habían equivocado.
Ya el tercer aspecto mencionado, el cual explica que ella contrajo el virus en Santa Catarina, para mi advierte a los demás sobre el peligro en transitar y traer el virus desde otra provincia. A la vez, hace hincapié a que el problema surgió de otro lugar que Curitiba, por más que después hayan explicado que era muy probable que los casos locales fuesen a aumentar. Concluyo que dicha noticia, solo hace hincapié en la parte frágil de mi abuela. No cuentan que ella se recuperaba de una cirugía en el fémur cuando contrajo el virus. Ni tampoco, que más allá de este incidente, su salud estaba muy bien. Tampoco mencionan que ella resistió una semana entera en terapia intensiva. No mencionaron tampoco que por más que tenía 87 años y demencia, hacia ejercicio con una personal trainer, bailaba con otras viejitas en un grupo de tercera edad y estaba muy fuerte para sus longevos años.
Entiendo que es tarea de los periódicos y de los entes municipales, estatales y nacionales de informar la población sobre la pandemia e incluso, obligarles a que respecten las medidas de protección – como usar barbijos, respetar las distancias sociales y el aislamiento social. Sin embargo, el ejemplo de mi abuela, me ha hecho percibir que las víctimas son, muchas veces, tratadas como número y estigmas de fragilidad, en una guerra que todxs estamos viviendo.
Una vez que fui entendiendo el principio del duelo, me puse a reflexionar sobre como antaño leía las cifras de lxs muertxs y enfermxs de Corona Virus. Percibí que a partir de las fragilidades de las víctimas expuestas, terminaba sintiéndome un poco más segura, por ser joven y sana. Al comprender esta percepción, sentí mucha vergüenza. Vergüenza, porque, al final con esta actitud, más allá, que he cumplido a full la cuarentena, y que soy sensible a la gente, también estaba tratando lxs muertxs e infectadxs como números.
Este mal estar vergonzoso también aumenta cuando pienso en Brasil. En Argentina hacemos cuarentena obligatoria, con control de la policía hace 50 días. Debido a las políticas gubernamentales, si al principio de la cuarentena, el contagio se duplicaba de 3 a 3 días, hoy en día, se duplica de 25 a 25. Mientras en Brasil, ya no se obliga a nadie, totalizando ya más de 12 mil muertos. En la patria brasileña– existe una gran disputa política entre gobernadores y el presidente, sobre cómo proceder durante la pandemia. Además, han habido múltiples conflictos por personas que se niegan a usar barbijos y en algunos incidentes, incluso hubo violencia y asesinato.
Justo hace cinco días, la actriz y Secretaria de la Cultura del gobierno brasileño, Sra. Regina Duarte, cuando cuestionada sobre la pandemia y las más de 400 muertes de la época de la dictadura, dijo: “El Covid está trayendo una morbidez insoportable. Eso es peligroso para la cabeza de la gente. (…) Hay que mirar hacia adelante, hacia el futuro. No sirve mirar hacia atrás. (…) La humanidad no para de morir. Si tú hablas vida, al lado hay muerte(…) Si vamos a hablar de estas muertes, (..) yo no voy a arrastrar un cementerio de muertos en mi espalda, ¡Dejá de desenterrar muertos!” Desde estas declaraciones, Regina ha expresado, como también Bolsonaro reiteradas veces, el menosprecio y la falta de respecto por el resto de la población, mentalidad que disminuye la gravedad de lo que está sucediendo.
Una filosofía más parecida a la necro política de Achile Mbembe, donde lxs muertxs son vistos como números y piezas del capitalismo, y no personas amadas y partes integrantes de la sociedad. Tampoco están correctos los que romantizan la cuarentena, diciendo que ahora hay más bichos en las calles, o que este es un castigo de Dios por cómo hemos vivido. La verdad es que en el mundo real, tenemos que cambiar la manera que vivimos, porque ahora, muchxs más están desempleadxs, no tienen que comer, otrxs ni siquiera se puede dar el lujo de hacer cuarentena, pero sus vidas también importan.
Por lo tanto, debo decir que si hay gente que me genera vergüenza, también hay gente que me genera esperanza. Son los médicxs, enfermerxs, voluntarixs, que están trabajando. También son lxs que están creando redes solidarias y dando significado y memoria a nuestrxs seres queridxs perdidxs, como es el caso del proyecto @inumeraveismemorial en Instagram, que afirma que las personas no son números, y cuenta algo personal de algunas de las vidas que esta pandemia está llevando.
De la muerte de mi abuela, de los relatos esquizofrénicos de algunxs políticos, de la gente que está donando su tiempo para luchar contra ese virus, siento nuevos sentimientos. Siento que lo que queda en mi ser, es un enorme sentido de realidad. Es desde este sentir que mi oficio como académica, latinoamericanista y analista de relaciones internacionales, me impide aceptar la normalidad y pensar este momento como una fase transitoria. Me incentiva pensar que tenemos que derrumbar la “banalidad del mal” que exponía Hannah Arendt y reconstruir, tejer, una nueva humanidad, más humana, donde cada cuerpo, no sea un número, pero si una persona querida, una parte fundamental nuestra y de nuestra sociedad. Por la memoria de Celdinha, por la del escritor Luis Sepúlveda y por cada una de estas personas queridas que esta pandemia está llevando, tenemos que abrazar nuestras fragilidades como seña de fuerza, y luchar por este mundo mejor que necesitamos.
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Fotografía: IBEROAMÉRICA SOCIAL.