Por: Ricardo Monreal. 16/01/2016
Dos de los referentes del imaginario colectivo nacional en este momento son la recaptura de El Chapo y la caída del petróleo de exportación. La primera tiene narcotizada a la opinión pública, porque trae consigo todos los ingredientes de una telenovela de la vida real: intriga, sangre, poder y amor.
Sin embargo, lo importante, trascendente y preocupante es lo segundo: la caída del precio de la mezcla mexicana de exportación a niveles de hace 12 años. De esto nadie habla o nadie quiere hablar.
La caída espectacular de El Chapo coincidió con la caída histórica del precio del chapopote mexicano de exportación: 22.07 dólares por barril, por debajo de su costo de producción que es de 23 dólares.
Si consideramos que el dólar alcanzó los 18.25 pesos por unidad, un barril de petróleo cuesta en este momento 402.78 pesos. Esto significa que el litro de hidrocarburo de exportación vale 2.52 pesos (un barril=159 litros). ¿Qué puede usted comprar con 2.52 pesos? La lista no es muy gratificante: Ocho chiles serranos ó 3 tortillas o un tomate o un huevo Bachoco, pero no todo junto. Diez chiles cuaresmeños son en este momento más caros que un litro de petróleo, de ese tamaño es el golpe económico que estamos viviendo.
La caída del petróleo mexicano podría terminar en 15 dólares por barril y prolongarse hasta el año 2020, metiendo en un berenjenal a las finanzas del gobierno y, en esta medida, a la economía nacional, que logró despetrolizarse en sus exportaciones, pero no respecto a la finanzas del gobierno, que depende del petróleo y sus derivados en una tercera parte de sus ingresos.
La presión sobre las finanzas del gobierno es tremenda. Por el lado de los ingresos está la baja por concepto de las ventas petroleras, que puede llegar a representar 450 mil millones de pesos; es decir, 3 puntos del PIB. Por el lado del gasto, está la importación de hidrocarburos y gas que se pagan con un dólar cada vez más caro, lo que repercutirá más temprano que tarde en una inflación generalizada de precios en el mercado interno.
El ejemplo de los efectos catastróficos combinados de unas finanzas petrolizadas con presiones cambiarias es Brasil. El país carioca trae una inflación del 40%, un despido masivo de trabajadores en Petrobras (la paraestatal insignia) y la inminencia de un juicio político a la presidenta Dilma Rousseff por escándalos de corrupción.
Venezuela es otro país donde la depreciación petrolera terminó en descalabro político para el gobierno en turno, ya que la oposición arrebato el poder legislativo a Nicolás Maduro.
Pero nadie habla de esto porque precisamente estamos enchapopotados; es decir, embelesados, embobados y encarcelados con la recaptura de El Chapo.
¿Tiene derecho el gobierno a presumir la reaprehensión del capo más buscado por México y Estados Unidos? Por supuesto que sí. Sin embargo, no tiene derecho a ocultar, minimizar o relegar a un segundo plano la inminencia de una tormenta económica y fiscal.
La fiesta por la recaptura de El Chapo no deber ser tal. No se puede festinar la corrupción, el descuido, la indolencia, la ineficiencia y la debilidad estructural del sistema carcelario que hizo posible la fuga del narcotraficante más buscado del mundo.
La eficacia y eficiencia que se mostró para recapturarlo, debió haber sido desplegada antes: para vigilarlo, confinarlo y mantenerlo en prisión. Siempre se aprecia más la capacidad para prevenir errores y fallas, que para corregirlos; sobre todo cuando esas fallas y errores no se deben a factores personales, sino estructurales como la corrupción.
En el mejor de los casos, hay un empate a cero. La vergüenza nacional e internacional que provocó la fuga del capo (un menos 10), queda compensada ahora con el ánimo, el aliento y la confianza que despierta su reaprehensión (un más 10). La métrica de estos sentimientos y expresiones encontradas es la siguiente: -10+10=0.
Los cuerpos de seguridad e inteligencia que hicieron posible la reaprehensión no son los verdaderos héroes de este trance. Simplemente hicieron lo que tenían que hacer: trabajar con orden y sin descanso para recuperar la confianza perdida ante una sociedad exhausta y golpeada por los efectos de la corrupción estructural.
Los verdaderos héroes de esta saga son de carne y hueso, y no directivos de alguna institución de seguridad o de justicia. Son el grupo de élite de 15 marinos que ingresó y se enfrentó en la guarida de Los Mochis, los operadores del C4 de esta ciudad que reportaron oportunamente el robo del coche de la fuga y, de manera destacada, los policías federales que detuvieron el vehículo en la carretera y no se amedrentaron ante las amenazas de plomo o plata que que les espetaron los insignes fugados.
Pero, ¿qué tan mal anda el país y qué tan invertidos tiene sus valores, que los verdaderos héroes de la recaptura de El Chapo no pueden ser presentados ni reconocidos en público, por temor a que sean eliminados? Débil hasta la médula está un país, cuando sus héroes deben esconderse en el anonimato y sus delincuentes merecen series televisivas y películas hollywoodenses, en una clara apología del delito.
Las vueltas que tiene la vida. Para Estados Unidos es más valioso tener a El Chapo en su territorio que seguir comprando nuestros devaluados barriles de petróleo. Pagaría lo que fuera para llevarse a una cárcel de alta seguridad al jefe del cartel de Sinaloa. Sin embargo, no todo termina aquí. En la telenovela del momento, que podría llamarse “Los Enchapopotados” faltan varias escenas por producirse. Una de ellas, los vínculos de impunidad, corrupción y encubrimiento que llevaron a Joaquín Guzmán Loera a lo que hoy es: una leyenda negra de México.
Fotografía: diariodecaracas
Fuente: http://ricardomonreal.mx/mas-caro-el-chile-que-el-petroleo/
Fotografía: taringa