Por: GIORGIO FERRARI. 09/08/2022
Las restricciones a las importaciones rusas y el aumento del precio del gas y del petróleo ya han llevado a muchos estados a incumplir todos los acuerdos de la “transición ecológica” al retomar el uso del carbón y a replantearse el abandono de la energía nuclear que puede ser económicamente más competitiva que las energías renovables.
El tema energético se ha convertido en el tema prioritario de la agenda política mundial, pero la forma en que se aborda a nivel internacional plantea serios interrogantes sobre el resultado final que pueda llegar a tener.
Varias veces he expresado mi desacuerdo con las expectativas puestas con la llamada “transición energética”- aplaudida en gran parte del mundo ecologista-, esta “transición” no es más que el reemplazo de unas fuentes energéticas por otras dentro de un mismo sistema económico.
Con la “transición” se espera que aumente el consumo de los recursos naturales de la Tierra, tanto por el advenimiento de la cuarta revolución industrial, como porque conversión de los combustibles fósiles a las energías renovables. De hecho, entre los expertos nadie rebate que la “transición” supondrá un aumento considerable en la extracción de materias primas.
Este último aspecto, la extracción de materias primas, será según las potencias europeas “un verdadero detonador planetario» capaz de desatar nuevas guerras, debido a que muchos minerales (tierras raras, por ejemplo) son absolutamente indispensables para la producción de renovables e hidrógeno,
Este conflictivo contexto, incluso antes del estallido del conflicto ucraniano, provocó retrasos y aumento de costes de producción en los coches eléctricos y en los aerogeneradores, ambos síntomas de una dificultad generalizada para alcanzar los objetivos de la “transición ecológica” dentro el plazo previsto: 45% de emisiones de CO2 en 2030 y cero emisiones en 2050.
Las dificultades son tan evidentes que la Comisión Europea, presionada por Francia y Alemania, introdujo a la energía nuclear y al gas bajo el concepto inventado a ultima hora de «energías de transición» y, por lo tanto, financiable con fondos públicos, aunque bajo ciertas condiciones.
Además, curso de la guerra en Ucrania ha inducido a la Comisión Europea a revisar algunos aspectos de su proyecto, con resultados desastrosos para la ciudadanía.
Sanciones » a la carta»
Desde el inicio del conflicto, Europa ha tomado el camino de las sanciones contra Rusia, olvidando todos los precedentes de los últimos ocho años, a saber: la cuestión del Donbass en la que Europa (a través de Francia y Alemania) era garante de la Acuerdos de Minsk; el continuo suministro de armas a Kiev por parte de EE UU (sobre el que no se había atrevido a decir una palabra), la permanente expansión de la OTAN hacia el este (incluida Ucrania), y finalmente el bloqueo del gasoducto Nord Stream 2 una obra de ingeniería realizada conjuntamente por Rusia y Alemania ( aceptando las exigencias perentorias de EE UU).
Por otra parte, no se puede decir, sin faltar la verdad, que en estos ocho años Rusia hizo sostenidos esfuerzos diplomáticos para que Estados Unidos, la OTAN y Europa conversaran una situación geopolítica que consideran una amenaza. Y, tampoco hay que olvidar que Rusia no tomó represalias hasta que la aplicación de las sanciones alcanzó niveles extremadamente hostiles.
Dos casos recientes explican los tropezones de la UE: el primero es cuando Gazprom (15 de junio) redujo el suministro de gas debido a que la estación de bombeo de Vyborg no disponía de una turbina de repuesto – que debería haber enviado la empresa alemana Siemens.
El segundo caso se refiere al óblast (región) de Kaliningrado, un enclave ruso limítrofe con Lituania. Pues bien, este país Báltico ha prohibido el paso de mercancías hacia y desde Rusia debido a las sanciones europeas. Lituania y Europa han dicho que la aplicación es correcta, pero leyendo el reglamento europeo sobre sanciones, (Art. 3) constatamos la prohibición para el transporte mercancías rusas dentro del territorio de la UE, tiene como excepción el correo «mercancías a través entre el Óblast de Kaliningrado y Rusia.
Podríamos añadir el tema del trigo, un asunto que ha provocado revuelo mediático porque “Putin y Rusia serían los responsables de una hambruna por impedir el paso del grano ucraniano. El problema con este grave asunto es que las informaciones que nos entregan son absolutamente falsas, tanto en los números (según la FAO Ucrania cubre apenas el 3,2% de la producción mundial) como en las responsabilidades (los puertos del mar negro han sido minados por Ucrania y la OTAN es corresponsable de esta dificultad para transportar los granos).
En resumen, las incongruencias de Occidente (en este punto parece correcto usar este término) dice que, dado que Rusia se está portando mal, la castiga con sanciones comerciales, pero espera que Rusia les suministre ciertos bienes, fundamentales para Europa, de todos modos.
Una estrategia energética imposible
Este tira y afloja sobre las sanciones se complementa con las decisiones de la UE sobre el suministro de energía que tienen como requisito previo la emancipación de los estados europeos del gas suministrado por Rusia para 2030.
Técnicamente, esto implica una rápida aceleración en la transición a las renovables en lo que respecta a la producción de electricidad que en 2030 debería alcanzar los 2500 Twh. Por tanto, el documento de la Comisión “RE Power EU”, prevé aumentar la producción de biometano y hidrógeno, ambos elementos absolutamente necesarios para hacer funcionar la industria siderúrgica y química.
Para el hidrógeno “verde” se espera aumentar, la actual producción europea en diez veces (de 1 a 10 millones de t/año) e importar otros 10 millones de terceros países (básicamente desde África) a través de enormes campos de aprovechamiento de la energía solar.
Para obtener una producción anual de 10 millones de toneladas de hidrógeno “verde” se requieren 550 Twh de electricidad renovable, es decir, una quinta parte de la producción total prevista que no estaría destinada a la descarbonización; además, considerando las pérdidas en la conversión se perderían a lo menos unos 220 Twh.
En consecuencia, para mantener inalterados los objetivos de reducción de CO2 será necesario instalar una potencia eléctrica renovable adicional de al menos 170.000 Mwe (de ahora al 2030) lo que, además de ser un reto imposible de cumplir, supone un desarrollo sin precedentes de redes eléctricas, centrales de corrección y de potencia cuyos costes son difíciles de cuantificar por el tremendo gasto que suponen.
Finalmente, en lo que respecta al hidrógeno, un estudio reciente destaca las dificultades de su aplicación y distribución con las actuales infraestructuras. De hecho, la idea básica es producir hidrógeno y distribuirlo mezclado con gas natural a través de las redes existentes, pero a diferencia de lo que se ha anunciado hasta ahora, esta operación tiene importantes inconvenientes y, en consecuencia, altos costes.
En la práctica, con un porcentaje de hidrógeno igual al 20% del de gas se requieren intervenciones adaptativas tanto en la red de distribución como en los usuarios finales: por ejemplo, turbinas para generación de gas, compresores y tracción.
Como saben muy bien los especialistas la presencia de hidrógeno requiere el uso de diferentes materiales porque el comportamiento de la mezcla está influenciado por la composición química del gas natural, que no es igual en los diversos países europeos.
Además, hay que tener en cuenta que el poder calorífico del hidrógeno es aproximadamente un tercio del gas natural, por lo que la utilización de una mezcla al 20% requiere adaptaciones en todos los sistemas para obtener el mismo rendimiento.
En resumen, en cuanto a la reducción de emisiones, la reducción de hidrogeno no supera el 6-7%, dado que este elemento es menos comprimible que el gas. Además, para el mismo volumen transportado, el flujo de energía se reducirá en un 13%.
Todo esto repercutirá en los costes de inversión y mantenimiento estimados en 11.000 millones/año de gastos adicionales con incrementos de hasta un 20% para usuarios finales domésticos y aún más para los usuarios industriales. ¡Una factura de energía que no podemos pagar!
Entre la guerra y la crisis
Sin embargo, el empeño bélico contra Rusia, claramente influida por EEUU y la OTAN, no se detendrá dado el interés estratégico casi vital que tiene Estados Unidos en esta guerra, haciendo que la población ucraniana y europea pague los costes de un conflicto ajeno a los intereses de los pueblos de Europa. Veamos:
1.Esta guerra es el desenlace inevitable de la política expansionista de la OTAN desde hace 20 años: además de su expansión hacia el Este, los gastos militares son prueba de ello. Según la SIPRI entre 1999 y 2020 estos son los gastos: Rusia $ 1.080 mil millones; Gran Bretaña $ 1.190 mil millones; países europeos de la OTAN $ 4.950 mil millones; Estados Unidos $ 15.190 mil millones. Prácticamente toda la OTAN gastó 20 veces más en armas que Rusia. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué amenaza puede justificar este gigantesco gasto?
2.No hay nada ético en las razones que Occidente da para apoyar militarmente a Ucrania: tanto la conveniente formulación de sanciones como el trato diferenciado a Rusia frente a la NO aplicaciones de sanciones a regímenes manifiestamente dictatoriales con los que Occidente hace negocios.
3.La UE y los EE UU – con la decisión de dejar de abastecerse de Rusia en materia de materias primas y fuentes de energía – están provocando una recesión en la economía occidental y un aumento generalizado de los precios (incluidos los de primera necesidad) que provocará una disminución del nivel de vida de cientos de millones de personas en toda Europa.
Las restricciones a las importaciones rusas y el aumento del precio del gas y del petróleo ya han llevado a muchos estados a incumplir todos los acuerdos de la “transición ecológica” al retomar el uso del carbón y a replantearse el abandono de la energía nuclear que puede ser económicamente más competitiva que las energías renovables.
La población ucraniana no puede seguir muriendo por la «gloria» de Occidente y por Unión Europea que nos nutrido de promesas irrealizables como ganar la guerra y llevar a cabo una supuesto “conversión verde”
Y si no queremos que las laceraciones inducidas por este conflicto acaben en una catástrofe económica para todos, hay que gritar que el interés de los trabajadores europeos y de todos los estratos más pobres de la población, incluido el ucraniano.
Es imprescindible hacer la paz para poder disponer de todo lo que Rusia puede proporcionarnos, porque nadie más en el mundo puede dárnoslo a ese precio y porque de lo contrario los pueblos europeos -que no disfrutan del mismo nivel de vida- entrarían en una competencia fratricida con el riesgo de autodestruirse como sucedió en la Primera Guerra Mundial.
Pero, para que esto suceda, necesitamos una Europa independiente de los EE UU. y sin la OTAN.
Notas
https://www.labottegadelbarbieri.org/127121-2/
https://www.nytimes.com/2022/06/14/business/russian-gas-alemania-canada.html
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/IT/TXT/PDF/?uri=CELEX: 32014R0833 & from IT
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Fotografía: Observatorio crisis