Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. 01/06/2020
Pocas veces se ha visto tal cantidad de artículos memes, tuits, videos, libros, infomerciales, páginas, ensayos, podcasts, webinars, videoconferencias, clips, intervenciones, caricaturas, chistes, sobre una temática de actualidad, como lo estamos viendo hoy día alrededor de la pandemia del COVID-119.
En todas partes y de todas partes: de todos los niveles y ámbitos de gobierno; desde el federal hasta los estatales y municipales; desde salud hasta economía, desde educación hasta trabajo, desde hacienda hasta comunicaciones, de gobernación hasta relaciones exteriores; de los partidos políticos, empresarios, periodistas, artistas, profesoras, activistas, organismos internacionales, de todos los ámbitos y responsabilidades. Hay una inflación discursiva exorbitante, inigualada, inédita.
Una medida del acontecimiento histórico es su producción discursiva; en ella se inquiere sobre su significado, su relevancia, su comprensión, su tratamiento, sus repercusiones. El COVID-19 es también un analizador de nuestras sociedades y de nuestro presente: nos desnuda, nos retrata, nos diagnostica. El modo como se piense, se comprenda y, sobre todo, se atienda, definirá nuestro presente y buena parte de nuestro futuro.
Sin embargo, la sobreproducción semiótica tiene también sus defectos. Entre tantas voces, entre tanto ruido, ¿cómo movernos?, ¿cómo discriminar, ¿cómo separar el polvo y la paja?, ¿cómo aprender entra tantas cosas y tantas intenciones?
Sería bueno elaborar mapas conceptuales, dispositivos de guía para no perderse; es una tarea que falta, las maestras y maestros serían fundamentales para emprenderla, porque los mapas no solo son generales, sino sobre todo particulares, comunitarios; es algo a lo que volveremos más adelante. Proponemos, por lo pronto, una vía de acceso, un modo de entrarle al multiverso discursivo del COVID-19: sus efectos pedagógicos.
¿Qué nos enseña el virus? ¿Qué aprendemos de la pandemia? ¿Qué de nuestra actuación individual, familiar, comunitaria, social, gubernamental y política? En otras palabras: ¿cuáles son las lecciones de la pandemia? Las respuestas, dijimos antes, son parte fundamental de la agenda política y educativa de nuestro presente. En las lecciones aprendidas se encuentran, también, los conflictos del porvenir; sobre todo, las disputas estratégicas. Nosotros las vemos más o menos como sigue:
- La pandemia como acontecimiento histórico. Buena parte de todas las intervenciones derivan de la posición frente a este tema. ¿Se trata de un evento más? ¿La entendemos como una de esas desgracias naturales a las que nos enfrentamos de vez en cuando, como los terremotos, los ciclones, las inundaciones? ¿O es más bien un efecto indeseado de la depredación ecológica, una secuela de la degradación de los sistemas de salud, un resultado manifiesto de los patrones de producción y consumo, una consecuencia de las desigualdades socioeconómicas, una deriva de la degradación de la ciencia y la tecnología nacional, una consecuencia de los modelos educativos neoliberales? Pensamos que se trata de lo segundo; la pandemia es un acontecimiento global, en términos geográficos pero también conceptuales, pues si algo ha mostrado el COVID-19 es que no solamente es una enfermedad causada por un virus, sino que el virus es una mutación ligada a la depredación ecológica; las modalidades de transmisión afectan rápidamente a todo el mundo, porque es inmanente a la circulación acelerada de personas en un mundo globalizado; la evolución de los contagios está relacionada con las políticas estatales, no solo con su eficacia, sino con su definición estratégica; las tasas de letalidad se asocian con las comorbilidades y estas con los patrones de alimentación, la sobreoferta de productos industrializados de poco valor nutricional y alto valor energético. En el terreno de la escolarización, las políticas y normas educativas han instruido sobre la responsabilidad de si y los aprendizajes significativos, pero no sobre la comprensión del mundo y de la relación con los demás; que las decisiones estratégicas están mediadas por los sistemas de salud, sus falencias y déficits históricos; que las decisiones sobre cómo atender la epidemia no pueden distanciarse de la estructura socioeconómica: ¡un país donde más de la mitad de la población vive al día, no puede restringir la circulación ni el contacto!; que la población no cuenta con el capital cultural para entender gráficas simples, menos aún argumentos científicos; que la oposición política es prácticamente analfabeta; entre tantas y tantas cosas. La pandemia es un acontecimiento no por su procedencia, sino por la magnitud de sus efectos, por los campos que invade y las restricciones económicas, culturales, educativas, políticas que evidencia. Pretender, en estas condiciones, que sea un evento desafortunado de salud, algo que pasará, como un resfriado, ¡es querer regresar a las mismas condiciones que crearon la pandemia! La nueva normalidad es la adaptación profiláctica de lo viejo; ¿se trata de regresar a lo mismo o tomar por los cuernos las enseñanzas del virus?
- La relevancia del común. Durante los últimos 40 años, las instituciones, los valores, los programas de gobierno, la subjetividad misma, la educación, la salud, han sido invadidas por la racionalidad neoliberal. Esto ha producido cosas: un sujeto responsable de sí mismo, orientado por el éxito como panacea inalcanzable, pero que depende de sus esfuerzos, saberes y trabajo; un modelo de salud cada vez más orientado al lucro y los beneficios privados, por tanto, inalcanzable para la gran mayoría de la población; unas instituciones públicas carcomidas por la desinversión y los programas de cuasi mercado; una educación basada en los valores del individuo neoliberal, los saberes orientados por las competencias, las evaluaciones como fin en sí mismo, criterio de formación docente y de valoración organizativa; un modelo económico llamado trickling down (el efecto derrame), donde el crecimiento de la riqueza nacional se concentra en unos pocos que dejaran caer gotas a los de abajo; una apropiación de la naturaleza regida por los valores del capital, sus modos de pensarse, concebirse y utilizarse. Pues bien, todo eso ha sido puesto en jaque, revelado, mostrado como inviable por la pandemia. ¡Solo los servicios universales de salud pueden enfrentar eventos como el COVID-19, por eso en todas las emergencias, aun en países con sistemas de salud tan atrasados como los EUA, han tenido que emitir regulaciones para incorporar a los hospitales privados a la atención general! Las crisis económicas derivadas de la pandemia no se resuelven por políticas de no hacer nada o dejar que se resuelvan por si solas, el Estado tiene que garantizar la producción nacional; las políticas de mercantilización del aire, del agua, de los recursos no renovables, de las selvas, los ríos, los mares, destruyen el medio ambiente y crean las condiciones ecológicas para que más virus, cada vez más letales, se expandan; las emergencias económicas y de salud no pueden atenderse de manera individual, no se resuelven con el esfuerzo individualizado, sino con la solidaridad de todos. En otras palabras, la pandemia ha puesto en la picota al modelo neoliberal en todas sus dimensiones: ambientales, económicas, sanitarias, de seguridad, pero también axiológicas e institucionales.
- Educar para el común. La pandemia ha mostrado todas las deficiencias de infraestructura, de recursos, de formación y sobre todo de concepción de los sistemas educativos. En México, después de muchos años de reformas educativas centradas en los dispositivos de calidad-evaluación y aprendizaje; después de la promesa de cancelación que devino legitimación y profundización neoliberal, los programas de la SEP para enfrentar la pandemia han sido coherentes con esos principios, pero además probando algunos que estaban en su orientación: escuela en casa, trabajo en casa, con sus implicaciones de precarización y sobreexplotación, al volver indistinguible el tiempo de trabajo y el tiempo de casa y descanso, peor también, al volver responsable a los docentes y padres de familia de los recursos necesarios para la educación a distancia o digital; y sobre todo, al continuar la lógica de la evaluación hasta el absurdo: carpetas de evidencias digitales, con tiempos establecidos, metas y demás, aprendizajes significativos para el sistema no para comprender lo que ocurre, etc. La educación en casa evidencia las desigualdades, la obsesión de los aprendizajes significativos y las evaluaciones muestra el verdadero interés de la Nueva Escuela Mexicana: el aprendizaje de la obediencia y de la evaluación pormenorizada y estandarizada, ¡aunque no se tengan recursos para ello! La paradoja no evidencia solo desconocimiento de la situación real, sino la utilización de una realidad inequitativa para responsabilizar a los sujetos de su educación y forzarla a la obediencia. Se equivocan quienes dicen que el secretario no conoce al México real, porque habla de felicidad en niños, de escuelas de pocos alumnos y familias con necesidades de conexión a internet cubiertas, cuando todos sabemos que no es cierto; Estebanlandia, le dicen ahora a eso. Sin embargo, esos son solo subterfugios retóricos para una operación profunda en la subjetividad: a pesar de todo eso, contando con todo eso, los estudiantes y profesores tienen que cumplir las órdenes de la SEP, tienen que evaluarse, cumplir los aprendizajes significativos, en tiempo y forma. A pesar de todo eso, mejor dicho, ¡con todo eso tienen que hacerse responsables de obedecer! ¡El medio es el mensaje, como se decía antes! Pues bien, frente a todo eso es que hay que reaccionar: la pandemia muestra que lo significativo para el sistema no es significativo para la vida; que las exigencias culturales y axiológicas del presente no se pueden cumplir con los valores neoliberales, ni sus saberes ni sus expectativas; que hay que modificar los procesos de subjetivación para que la vida en común, el habitar el planeta del que dependemos vitalmente, sean los ejes de la educación del futuro. Esa es la educación para el común; ese es el eje de las transformaciones educativas. La subjetividad neoliberal es el mayor obstáculo para salir de la pandemia, para prevenir otras y rediseñar el futuro. No es con la responsabilidad del sí mismo aislado, ni con el emprendedurismo o el apoyo localizado a ciertos sectores, como se atienden los problemas de una pandemia. Se requiere del apoyo mutuo; es con la producción del sí mismo dentro de la red del común, como podrían transformarse las condiciones que generaron esta pandemia, y las que pueden venir.
- Gobernar para el común. Todos los ámbitos actuales y futuros tendrán que sacar sus propias lecciones, es algo urgente. En salud, los lineamientos están dados, algunos ya se sabían, ahora se han hecho urgentes: ¡sistema universal de salud ya!, no ligado al trabajo, ni siquiera a la nacionalidad, sino al territorio y a la existencia: todos los residentes de un país llamado México tendrán derecho a los servicios médicos, hospitalarios, farmacológicos y de seguridad; infraestructura hospitalaria eficiente; condiciones laborales dignas; recursos presupuestales prioritarios, inafectables; entre otras cosas. En ciencia y tecnología lo mismo; y de ahí en adelante, las enseñanzas tendrán que formularse y conducir la orientación. Nadie podrá hacerlo sino quienes trabajan ahí, en consonancia con los demás: como lo hicieron los neoliberales, pero con cambio de orientación central: el común para la vida, el común para habitar el planeta, no para destruirlo y destruirnos.
Todo está por hacerse, nada está claro; lo que sí podemos hacer es reconocer las lecciones de la pandemia, aprovechar la oportunidad histórica que tenemos frente a nostrxs para reconstruirnos, reinventarnos.
En eso estamos: habrá que seguirle….