Por: Dilbert Reyes Rodríguez. Granma. 04/11/2016
La más actual y cruenta batalla que libra Venezuela contra la deformación económica interna a cuenta de la escasez inducida por las oligarquías a fin de promover el descontento popular, muestra un ejemplo fehaciente de la política de contragolpe que realiza el Gobierno por medio de iniciativas emergentes.
CARACAS.—Si algo ha contribuido profundamente a consolidar los atributos de verdadera revolución con que se definió desde un inicio el proceso bolivariano iniciado con la presidencia del Comandante Hugo Chávez en Venezuela, es el asedio implacable que hasta hoy proviene de muchas direcciones.
La ofensiva permanente desde afuera y desde adentro, que en 17 años suma una inversión multimillonaria en la fragua de las más diversas zancadillas, ha ensayado todo un espectro macabro de fórmulas desestabilizadoras que ya transitó de los intentos de golpes directos al poder, hasta la construcción paciente de una imagen de dictadura y país en ruinas que transmiten las campañas incisivas de los medios tradicionalmente pagados para hacerlo.
No hubo ni hay respiro entre una y otra arremetida, pero a fuerza de práctica, el Gobierno de Venezuela desarrolló en el trayecto casi un instinto de defensa legítima que no se restringe al acto de desmentir los infundios, o a responder con porqués los señalamientos a ciertas realidades que siempre se exageran con la saña del dedo que remueve la llaga.
Lo más provechoso es que Venezuela se ejercita cada vez mejor en una especie de reacción activa que convirtió el acoso en un motor secundario, en palanca que empuja a las refundaciones y correcciones constantes de la Revolución Bolivariana.
Sacar provecho de las debilidades es evidencia de madurez y cimenta el optimismo emprendedor que salva —individuos y pueblos— de las peores circunstancias. Con tal comprensión, hasta en el rencor desmedido es posible encontrar señales de orientación; no esas vallas verdes que indican por dónde ir, sino aquellas luces rojas que advierten el peligro y sugieren no pasar.
La más actual y cruenta batalla que libra el país contra la deformación económica interna a cuenta de la escasez inducida por las oligarquías productoras, importadoras y distribuidoras, a fin de promover el descontento popular, muestra un ejemplo fehaciente de la política de contragolpe que realiza el Gobierno chavista de Nicolás Maduro por medio de iniciativas emergentes.
El repunte en la organización comunal y el afianzamiento de la comuna como entidad protagónica en la conducción de los procesos más inmediatos para la salvaguarda del pueblo ante el boicot económico —en primer lugar la distribución de alimentos y otros rubros básicos, y luego el desarrollo de un esquema de producción de bienes a nivel local, que se integra al beneficio directo del sistema de misiones y grandes misiones sociales— ha sido quizá el mayor logro en la coyuntura de cerco contra el Gobierno.
Más exactamente, la concepción y funcionamiento progresivo de los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) como entidad organizativa comunal, ejecutora y garante de la distribución familiar y la generación de bienes, es el último y más eficiente aporte de la gestión gubernamental en defensa de las capas más vulnerables al embate económico de la oligarquía.
De paso por la historia, y como reafirmación de la genialidad, liderazgo y previsión del Comandante Hugo Chávez, esta iniciativa de base popular materializa esa muy suya perspectiva de estructura comunal que hace exactamente cuatro años (20 de octubre del 2012), en el denominado discurso del Golpe de Timón, calificó como esencial para avanzar en la construcción socialista de la Revolución.
«Nicolás, te encomiendo esto como te encomendaría la vida: las comunas», indicó Chávez al entonces vicepresidente Maduro.
Pero la resistencia activa, como doctrina de lucha, trascendió a todos los frentes, y se ha convertido ya en cualidad distintiva de un proceso revolucionario que responde a cada ataque con creciente y admirable contundencia. Un ejemplo es la reciente respuesta ejecutiva de aprobar por Decreto un presupuesto nacional para el 2017, que reserva a la inversión social un 70 % de los recursos.
Si con los resultados de las elecciones parlamentarias de diciembre del 2015 pareció sobrevenir la mayor amenaza a la Revolución, solo la tenacidad moral de los chavistas, oportunos en la denuncia, decididos en la resistencia de calle, estrechamente ligados a la Fuerza Armada en la ofensiva contra el boicot económico y la inseguridad ciudadana, e incorporados activamente a la agenda del presidente Maduro para estimular todos los sectores productivos de la nación y desplazar la dependencia del rentismo petrolero, cambió la correlación de fuerzas en un juego que apostó al corto plazo para derrocar al mandatario obrero, suprimir las conquistas del chavismo y devolver al país la condición de paraíso neoliberal a merced de la explotación extranjera.
Incapaz de aprovechar con inteligencia el capital político que significó ganar la Asamblea Nacional, el bloque parlamentario de mayoría de derecha avanzó rápido en invalidar sus facultades mediante el desconocimiento franco de la Constitución y la confrontación directa con el resto de los poderes, que lo llevó hasta el desacato y, por consiguiente, a su nulidad.
En torno a esas circunstancias, y en provecho de la ventaja moral que representa la actividad de un Gobierno que brega sin descanso contra la crisis artificial, frente a un Parlamento sin propuestas concretas y aspirante solo a cambiar de manos el poder, el Ejecutivo redirigió su estrategia de defensa de las conquistas del pueblo.
Última acción contundente: la aprobación por decreto del Presupuesto de la Nación.
A las luces de tantas escaramuzas en la joven historia del proceso bolivariano, es recomendable no ver la decisión como un suceso aislado.
El acto, que se traduce en la ratificación de la visión socialista del Gobierno, se une a una larga lista de emprendimientos radicales que develan la vocación profunda de salvar a toda costa los principios y logros de la Revolución chavista; una proyección que también se observa en el ejercicio de una política exterior muy firme, tanto en la denuncia frontal de las componendas internacionales contra el país, como en la alineación a favor de las causas justas más urgentes: Palestina, los refugiados, la paz, la integración…
Como corresponde a una revolución verdadera, en Venezuela tal parece que ceder y doblegarse tampoco son opciones.
Fuente: http://www.granma.cu/mundo/2016-10-28/la-amenaza-obstinada-y-la-resistencia-activa-28-10-2016-21-10-01
Fotografía: pinterest