Por: Stefanie Prezioso. 09/01/2025
El 29 de noviembre, medio millón de trabajadores italianos participaron en la huelga general convocada por la Confederación General del Trabajo (CGIL) y la Unión Italiana del Trabajo (UIL). ¿Estamos en los albores de un nuevo aliento para las luchas sociales en Italia, una débil esperanza en una Europa que parece hundirse cada vez más hacia la barbarie? Entrevista realizada a Gigi Malabarba1 por Stéfanie Prezioso para el periódico de Union Populaire Ginebra.
Stéfanie Prezioso (SP). Tras más de dos años de gobierno Meloni y el aparente estancamiento de los movimientos sociales, ¿La huelga general del 29 de noviembre marca el inicio de una nueva fase de lucha?
Gigi Malabarba (GM). La huelga del 29 de noviembre fue, de hecho, una señal de que tras un largo periodo de pasividad que se remonta a mucho antes del nacimiento del gobierno de extrema derecha de Giorgia Meloni (una pasividad que le ayudó a llegar al poder), el conflicto social se ha reanudado. El movimiento sindical nunca había respondido adecuadamente a los duros golpes infligidos por las políticas liberales aplicadas por los distintos gobiernos en los últimos diez años o más, como la derogación del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores sobre los derechos sindicales, la ley Fornero sobre el aumento de la edad de jubilación (mucho peor que la intentada en Francia), las privatizaciones y recortes draconianos en los sistemas sanitario y educativo, la precarización extrema de las relaciones laborales, las medidas fiscales penalizadoras ante la caída en picado de los salarios, etc. Las pocas huelgas que se produjeron fueron, en el mejor de los casos, expresiones de desacuerdo simbólico, nunca de una voluntad de oponerse a estas medidas.
Hoy hemos reaccionado, aunque muy tarde, con el único instrumento eficaz: la huelga general. Sin duda, es el resultado de una mayor conciencia del abismo que se cierne en todos los frentes con un gobierno que pone en tela de juicio las reglas democráticas y constitucionales en medio de una crisis económica que afecta a todo el sistema productivo del país, sin que se vislumbre una política industrial. La huelga general también permite respirar a las luchas de empresa o sectoriales que han permanecido aisladas e incapaces de cambiar la relación de fuerzas tan desfavorable a los asalariados demasiado tiempo.
SP. ¿Dirías que la clase obrera está volviendo al primer plano no sólo a corto plazo, sino que también podría empezar a reorganizarse para una lucha a largo plazo?
GM. Cuando Maurizio Landini, líder de la Confederación General del Trabajo (CGIL), el mayor sindicato italiano, habló de la necesidad de una revuelta social, provocando incluso acusaciones de “subversivo” por parte de la derecha, parecía tener poca credibilidad dentro de su propio aparato, que no está dispuesto a organizar luchas de resistencia mientras no se hayan logrado objetivos concretos, y prefiere dedicarse a la búsqueda de una mesa de mediación institucional, conocida como concertazione, y que desde hace tiempo ya no funciona.
El 29 de noviembre, casi todos los sindicatos de base (a la izquierda de las grandes federaciones) se sumaron a la huelga junto con la CGIL y la Unión Italiana del Trabajo (UIL). Afortunadamente, era la primera vez que esto ocurría, aunque con procesos diferentes. Algunos sectores de los movimientos sociales participaron en la jornada de lucha con el objetivo de generalizar la huelga general. Sin embargo, estas señales positivas no lograrán alcanzar el nivel de movilización necesario para responder a la confrontación actual.
Por el momento, sólo la FIOM (federación metalúrgica de la CGIL) y los metalúrgicos, que han abierto su propio conflicto por el convenio anual y están en el centro de luchas dramáticas para defender el empleo (pensemos en la crisis de Stellantis, en toda la cadena de suministro del automóvil y en la industria alemana al borde de la recesión), parecen estar en condiciones de dar continuidad a las luchas, habiendo mantenido una estructura organizada en los centros de trabajo y un claro espíritu de lucha el 29 de noviembre.
SP. ¿Qué papel desempeñan las luchas feministas, la solidaridad internacional (en particular con el pueblo palestino) y la emergencia climática en este resurgir de la movilización social?
GM. El papel de los movimientos sociales es decisivo, sobre todo por su valor estratégico frente a la llamada transición ecológica que el capitalismo es incapaz de afrontar. El movimiento ecologista, que había experimentado un auge extraordinario, sobre todo entre la juventud, no recuperó el mismo ímpetu tras la pandemia. Sin embargo, la convergencia entre el movimiento obrero y el movimiento ecologista ha conocido niveles de desarrollo extremadamente importantes, plataformas comunes e iniciativas en torno a la lucha de la antigua GKN (fábrica de componentes de automóviles) de Florencia que, frente a los despidos, ha sido capaz durante tres años y medio de continuar la lucha por la reconversión ecológica y por la reanudación de la producción bajo control obrero con el objetivo de relanzar un movimiento por la justicia climática y social a escala nacional.
El movimiento feminista y LGBT también se ha mantenido activo, con movilizaciones participativas que han vuelto a sacar a la calle a decenas de miles de mujeres este año en torno entre el 23 y el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer). Igualmente, es significativa la duración de la movilización internacional contra el genocidio en Gaza, especialmente en las universidades. Por último, el 14 de diciembre tendrá lugar la primera manifestación nacional contra el decreto 1660 de seguridad, que abre la vía a una represión de todas las luchas sociales y sindicales. Pensemos en las más de 3.000 denuncias contra sindicalistas en Lombardía y Emilia. Se trata de una vuelta de tuerca más del infame Código Rocco de la época fascista. Afortunadamente, un amplio abanico de fuerzas estará presente en esta movilización.
SP. ¿Cómo ve la capacidad de las clases populares para resistir a las políticas del gobierno (recortes generalizados, decreto de seguridad, autonomismo, presidencialismo, etc.)? ¿Qué fuerzas son capaces de organizar la cólera popular, pero también de definir un horizonte para las luchas?
GM. Todos los ingredientes para un cambio de fase están ahí. Sin embargo, el largo período de derrotas de la izquierda radical y de la izquierda reformista a lo largo de los años no muestra signos de remitir. Al contrario, las ambigüedades de las posiciones antibélicas -entre un atlantismo exasperado, por un lado, y una lógica campista desconectada de la realidad, por otro- son un lastre para la posible reconstrucción de una alternativa. Ha habido demasiados retrocesos y demasiados hitos perdidos como para imaginar que la izquierda combativa volverá a tomar pronto la iniciativa política. Las semillas están ahí, pero hará falta mucho tiempo para desarrollarlas.
Stéfanie Prezioso es historiadora, profesora, diputada en el Consejo Nacional de Suiza y militante de SolidaritèS (Suiza).
Traducción: Josu Egireun para viento sur.
- 1Trabajador durante más de 30 años en la cadena de montaje de Alfa Romeo (FIAT) en Arese, antiguo dirigente sindical de FIOM y después de Sin.Cobas, y senador elegido dos veces en las listas del Partido de la Refundación Comunista, participando en los últimos años en dos proyectos de autogestión obrera, primero con RiMaflow en Milán y ahora con GKN en Florencia. Autogestione in Movimento – Fuorimercato es la organización sociopolítica en la que milita actualmente, y que ha emprendido un camino común con otras fuerzas, empezando por el colectivo de la fábrica GKN, para incardinar orgánicamente el fuerte impacto de este conflicto.
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Fotografía: Viento sur. CGIL