Por: Ana Castro. EL SALTO. 25/03/2020
Se han cancelado todas sus citas y tratamientos en la sanidad pública y se ha minimizado la atención en salud mental exclusivamente a enfermos muy graves.
Están ahí, encerrados en sus casas, porque son grupo de riesgo ante el contagio del covid19 y nadie los ve. No salen a hacer la compra por miedo o solo ante imperiosa necesidad. Donde sí acuden como parroquianos es a las farmacias, que les suministran aquellos medicamentos que sus cuerpos y mentes necesitan para vivir. Nadie les ha provisto de medios como mascarillas, como a la mayor parte de la población. De hecho, nadie los veía antes ya de toda esta situación de alarma (en todos los sentidos). Y ellos forman parte de los colectivos de riesgo, con múltiples patologías previas y vulnerables ante la situación de incertidumbre en la que nos encontramos.
Uno podría pensar que los enfermos crónicos o de salud mental que, por su enfermedad, pasan mucho tiempo en casa podrían estar acostumbrados y contar con ventaja a la hora de afrontar este confinamiento domiciliario dictado por real decreto, que cada vez se hace más restrictivo a la movilidad, según las últimas comparecencias de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, en estos últimos días. Pero no. Tan solo les ha traído la cancelación de todas sus citas médicas y tratamientos de manera indeterminada, un empeoramiento de su estado, tanto físico en algunas ocasiones, como psicológico en todas ellas, en el caso de los ocho pacientes con dolor crónicos y de salud mental entrevistados durante la realización de este reportaje. De hecho, así lo atestiguan también los tres profesionales sanitarios especialistas en esta área contactados.
Y los pacientes con dolor crónico y de salud mental no son pocos en España precisamente, como puede comprobarse al revisar la última Encuesta Nacional de Salud de 2017 —publicada en junio de 2018—, elaborada por el Ministerio de Sanidad y también a disposición del ciudadano en la web del Instituto Nacional de Estadística (INE), o como muestra el Estudio el Observatorio de Dolor, que determina que el 17% de la población española sufre dolor crónico, con especial incidencia en mujeres. En lo relativo a salud mental, una de cada diez personas mayores de 15 años sufre algún problema de este tipo y, de nuevo, las mujeres lo refieren con mayor frecuencia que los hombres (14,1% frente a 7,2%).
Entre todos los trastornos prevalentes en adultos que atañen a estos colectivos sobresalen, entre otros, dolor de espalda (lumbar y cervical) crónico, migrañas, depresión, ansiedad crónica, asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica. A estas hay que sumar a menudo las enfermedades raras a las que FEDER pretende dar voz, como es la endometriosis, que afecta a una de cada diez mujeres, y la fibromialgia, una afección crónica aún desconocida que padecen sobre todo las mujeres.
Si bien la mayor parte de los pacientes con patologías crónicas han sido contactados telefónicamente para comunicarles la cancelación de sus citas y tratamientos, como es el caso de un paciente de 40 años con patología del sistema nervioso central, atendido en el Hospital de La Paz (Madrid), no se les ha enviado ningún tipo de comunicado por escrito por parte del hospital, salvo a uno de los ocho afectados entrevistados. Solo en el caso de una paciente con dolor pélvico crónico y afecciones urinarias y digestivas, depresión, ansiedad crónica y un síndrome de conversión, además de recibir la noticia vía telefónica, ha recibido el siguiente comunicado de la Fundación Jiménez Díaz el día 18 de marzo por email: “Dadas las medidas de excepcionalidad por la alerta sanitaria vigente, y siguiendo instrucciones de la Consejería de Sanidad, queda suspendida toda la actividad programada no urgente de las consultas externas, pruebas diagnósticas, hospitalización de día, ingresos programados e intervenciones quirúrgicas no preferentes. Si su consulta, a criterio médico, puede realizarse a través del Portal del Paciente, el hospital contactará con usted. / Reciba un cordial saludo. / Recuerde que a través del portal del paciente (en su web o la App en su móvil) puede consultar resultados de pruebas, informes y mucho más”.
A. C. V. se encuentra recluida en su domicilio a excepción de las visitas obligadas a la farmacia, dado que es una persona más expuesta aún a infecciones porque precisa de autosondajes diarios.
Esta casuística es constatada por Jara García, enfermera de quirófano infantil del Hospital Universitario Doce de Octubre, que indica que “este, como el resto de hospitales de la red pública de la Comunidad de Madrid, ha tomado medidas especiales, como suspender consultas e intervenciones quirúrgicas no urgentes y reestructurar al personal a otros servicios para satisfacer las necesidades actuales y evitar contagios”. Comenta que las directrices, transmitidas desde la Dirección del hospital, han ido variando y lo seguirán haciendo, e insiste: “Los pacientes crónicos pueden estar tranquilos, ya que no se van a desatender sus necesidades. Únicamente se han anulado las citas no urgentes y se han renovado las medicaciones prescritas en la tarjeta sanitaria automáticamente como medida preventiva, pero nunca se va a desatender una patología en preferencia de ninguna otra”. Quiere dejar a este colectivo un mensaje de tranquilidad, pese a que se haya tenido que priorizar otros servicios en función de la situación de emergencia y por protección y beneficio de los propios pacientes para disminuir las posibilidades de contagio.
A pesar de ello, este grupo de pacientes, más vulnerables, ha visto disparada su ansiedad. El primero de los pacientes antes citados afirma que, aunque su patología se encuentra estable de momento y puede hacer una vida seminormal, “me come la ansiedad”, y ve venir que “esto va a ser una montaña rusa” y no cuenta con la posibilidad de ir al psicólogo. Su mujer, también perteneciente a un colectivo de riesgo por sus afecciones respiratorias, “fue despedida de su trabajo en cuanto la cuarentena fue anunciada, y ella sí está sufriendo ansiedad constante”. La segunda de las pacientes mencionadas, A. C. V., de la Fundación Jiménez Díaz, apenas alcanza a encontrar las palabras. Se encuentra recluida en su domicilio a excepción de las visitas obligadas a la farmacia, dado que es una persona más expuesta aún a infecciones porque precisa de autosondajes diarios. Ya venía experimentando un empeoramiento de su dolor crónico, que continúa en esta línea durante esta crisis, y sufre una agudización de su cuadro depresivo y ansiolítico. Sentencia que “la mayor parte de los días no quiero vivir… Solo quiero que mañana llegue pronto”. También siente mucha ira al verse “atrapada” en su “cuerpo, mente y, además, por real decreto” y le resulta muy difícil comer, “alimentar a un cuerpo que no reconoce como suyo”.
A L. R. S., paciente con un trastorno de ansiedad y pánico, ni siquiera la han contactado y ya da por perdida su cita con el psiquiatra de la Seguridad Social. Las circunstancias expecionales que vivimos han provocado un empeoramiento de su cuadro: “He tenido varias crisis de ansiedad y, en general, el estado de nerviosismo y ansiedad se me ha disparado. Por mi cuenta y riesgo he decidido aumentar la dosis de lorazepam porque los síntomas se han hecho muy presentes y patentes”. Afortunadamente, asiste a la consulta privada con una psicóloga que la va a atender por Skype mientras dure la reclusión —precisa: “Un servicio que no se da en la sanidad pública”— y que, incluso, puede llamarla por teléfono si en algún momento se encuentra mal. Añade: “Siento falta de claridad. No termino de entender el peligro real del virus. Siento mucha confusión ante los medios de comunicación y más aún en los políticos. Es como si estuviésemos dentro de una película. Me siento desbordada entre el trabajo del hogar, la familia, los cuidados y las obligaciones laborales, siento que no llego a todo y echo muchísimo de menos a mis amigas”. Sale lo menos posible y sin mascarilla, porque no tiene.
“Entiendo completamente la gravedad del asunto, pero a las personas con trastornos mentales y enfermedades crónicas nos están dejando completamente de lado”, dice Gudrun.
J. S. V. convive desde hace cinco años con dolor crónico causado por varias patologías en pie y rodillas, lo que derivó en un trastorno de depresión adaptativo y un trastorno de angustia con episodios de hipocondría y agorafobia. Residente en una zona rural de Lugo, tiene programadas citas en varias unidades y no se las han cancelado por el momento. “Mis síntomas físicos no han empeorado y, con respecto a los psicológicos, hace unos días leía a una chica que contaba que su vida no cambiaba mucho con la cuarentena, ya que debido a su enfermedad mental estaba acostumbrada a no salir de casa ni socializar. Le sorprendía cómo podía afectar tanto a los demás lo que para ella era su día a día. A mí me pasa un poco lo mismo (…). Muchas veces dejé de salir con mis amigas a causa del dolor, y estos días están acercando conciertos y todo tipo de eventos culturales a las que nos quedamos en casa. Para muchas, la enfermedad y el dolor supone una cuarentena constante”. Él cuenta con la posibilidad de asistir vía Skype a consultas psicológicas privadas.
Gudrun Palomino Tirado, de 21 años y residente en Cádiz, sufre un trastorno mixto ansioso-depresivo desde hace dos años. En su caso, llevaban retrasando las citas con Salud Mental desde hace tiempo y la han llamado por teléfono para hacerlo una vez más. De nuevo, apela, como otros pacientes, a un empeoramiento: “He tenido varios ataques de pánico, insomnio, noto las piernas entumecidas y me noto bastante cansada. Me siento bastante desbordada y cansada”. Ella no tiene la posibilidad de acudir al psiquiatra ni al psicólogo porque “el personal psicológico que le está prestando su trabajo online de forma gratuita está desbordado, no puedo costearme una cita por lo privado y desde el hospital no me atienden”. Y añade: “Entiendo completamente la gravedad del asunto, pero a las personas con trastornos mentales y enfermedades crónicas nos están dejando completamente de lado. Mi madre tiene una enfermedad rara y está prácticamente en las mismas que yo. La organización en los centros de salud mental está siendo nefasta y se nos está negando la atención psiquiátrica que necesitamos. Si ya era deficiente antes, ahora más”.
Alicia Gómez Benito, que ya de por sí ayuda a sensibilizar acerca de la importancia de la salud mental desde su proyecto “Cuidando en Femenino” en Instagram, tiene depresión y ansiedad. “Cuando tengo crisis de ansiedad, incluyen mareos, vómitos y dolor de cuerpo en general. Durante la cuarentena he tenido llantos en algún momento de enfado/tristeza, pero no he llegado a tener una crisis como tal”, comenta y asegura que su “cabeza funciona mejor en momentos de crisis que en la vida normal”. Como educadora social, dice estar “entrenada” para ayudar en momentos de crisis, a lo que se añaden sus años de trabajo personal en terapia. Insiste en la necesidad no solo de denunciar situaciones como la de estos colectivos, sino que realiza un llamamiento a la difusión noticias más positivas “que nos ayuden a ganar tranquilidad en estos momentos de pánico”.
“Hay cierto tipo de patologías (ansiedades graves fóbicas, TOC, trastornos psicóticos, depresiones severas, etc.) con las que estamos y estaremos especialmente atentos porque puede afectarles mucho y desembocar en un empeoramiento importante”
I. D., mujer que padece varias patologías, físicas y mentales, comenta que aún no le han llegado los avisos de citaciones y que nadie se ha comunicado con ella. Se siente “atascada en una lista de espera aún más infinita”. Ella, que ya había visto empeorar su salud física antes de la cuarentena, confiesa que también tiene agorafobia y “las salas de espera son uno de los lugares en los que peor lo paso. Ahora ya no me atrevo a ir al centro de salud y cruzo los dedos por que mis síntomas no vayan a más”. Aunque puede permitirse asistir a consultas privadas con una psicóloga por Skype y sigue contando con este recurso pese al estado de alarma, su salud mental también ha empeorado: “He tenido que subir la dosis de medicación psiquiátrica diaria, después de pasar varios meses reduciéndola, y, en ese sentido, tengo mucho miedo. Estoy muy asustada. Mis niveles de ansiedad, depresión y mis conductas obsesivas se han disparado durante los últimos días. Siento que todo el trabajo que he estado haciendo durante los meses pasados no ha servido de nada, que he retrocedido a un punto que ni siquiera conocía. Tengo mucho miedo de mi cuerpo, de la saturación del sistema, de que me pase algo y no puedan atenderme. Mi vida no ha cambiado demasiado, porque ya estaba aislada en casa antes. Pero no poder ver a mi pareja, que era mi apoyo fundamental, y la situación de riesgo e incertidumbre añadida me generan mucho malestar. Tener síntomas nuevos y no saber por qué, no poder hacer nada, me aterra”.
En lo relativo al colectivo médico al que interpelan estos pacientes, un psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos (Madrid) entrevistado que prefiere no revelar su nombre afirma que funcionan bajo directrices diarias y que están dando citas a partir de mayo, si bien “la mitad de los compañeros está de baja por positivo o sospecha y somos menos. Incluso cuesta estar centrado y activo, dormir y descansar bien”. De hecho, se le ha comunicado que esta semana está destinado como médico general a una planta de pacientes con covid19. Al preguntarle por el impacto en sus pacientes ante la drástica reducción de servicios en el Centro de Salud Mental, a excepción de urgencias y casos graves muy agudos, responde: “Todo va a depender de cuánto se alargue esta situación y de cómo evolucione. Hay pacientes de seguimiento con diferentes cuadros que aunque no estén mucho peor se mantienen en vilo (excluyendo cuadros agudos graves o urgencias de nuevos), una espera tensa e incierta, y que no van a poder estar demasiado tiempo así, esa es la verdad. Hay cierto tipo de patologías (ansiedades graves fóbicas, trastorno obsesivo compulsivo-TOC, trastornos psicóticos, depresiones severas, etc.) con las que estamos y estaremos especialmente atentos porque puede afectarles mucho y desembocar en un empeoramiento importante”.
También trabajadora de de la sanidad pública, Marina Carretero Gómez, facultativa especialista en Psicología Clínica, reflexiona: “La atención en los servicios de salud mental ha ido modificándose en las últimas semanas conforme la situación sanitaria general en relación al covid19 iba cambiando. Actualmente, la indicación general es la de atender y supervisar el estado de los pacientes vía telefónica, manteniéndose la actividad presencial únicamente para urgencias. Todos los pacientes de salud mental van a ver afectados sus seguimientos no solo durante este periodo de crisis sanitaria, sino presumiblemente después. Ante el previsible aumento de demanda en salud mental, se hará necesario un replanteamiento de la situación: si las listas de espera y los seguimientos hoy en día ya son preocupantemente largos, la demora se hará todavía más acentuada si no se refuerzan los equipos, en especial de psicólogos clínicos. Para muchas personas la situación actual supondrá una experiencia traumática ante la cual desarrollarán síntomas; un porcentaje significativo requerirá ayuda especializada. También es posible que un porcentaje de las personas con trastornos mentales presente agravamiento de síntomas y que muchos de los compañeros que actualmente están en primera línea de intervención necesiten asistencia psicológica. Nos encontramos ante otro problema sanitario al que hay que dar solución”.
Por su parte, Jesús Muñoz de Ana, psicólogo experto en atención psicológica a personas con enfermedades crónicas con consulta privada presencial y online, continúa atendiendo a sus pacientes “por videoconferencia, por teléfono y por email, de la manera más cercana posible”. “Avisé a cada persona que atendía en consulta y le di la opción de continuar el acompañamiento de manera online o telefónica”, afirma, y llama la atención sobre la vulnerabilidad de este colectivo: “Las necesidades de las personas con dolor crónico implican una red de apoyo tanto sanitaria como social (familia, etc.) que puede verse afectada por la situación actual. Es posible que se retrasen cierto tipo de consultas que en estos momentos es difícil que se den por el riesgo de contagio. Al quedarse en casa para no propagar el virus o en situaciones de aislamiento, es más difícil tener el apoyo familiar, también no poder asistir a grupos de apoyo…”. Muñoz de Ana, a título personal, concluye que para él “también es un encuentro con mis límites, mis recursos y mi perspectiva de las cosas. Me siento con el compromiso de acompañar lo mejor posible dentro de lo que nos permite la tecnología”.
Desprovistos de atención y apoyo a menos que recurran a la sanidad privada, todo cuanto les queda a este tipo de pacientes es intentar obtener información de los farmacéuticos. “Ha aumentado el tránsito del público, gente que pregunta sobre todo por mascarillas, geles, desinfectantes, alcoholes y guantes. Al principio de esta situación sí que preguntaban más sobre ella. Ahora mismo los medios de comunicación cuentan con más poder sobre la opinión que los sanitarios. Los sanitarios simplemente nos limitamos a trabajar”, afirma Javier Viloria, licenciado en Farmacia y farmacéutico en activo, que también ha visto afectada su actividad y ha tenido que implementar las mayores medidas de protección posibles. Este colectivo funciona bajo las directrices del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. Viloria afirma: “Por supuesto que no atiendo a los pacientes con normalidad, y los pacientes con dolor crónico son un colectivo especialmente vulnerable porque son menos tratados. Además, parece que el coronavirus afecta más a las personas con patologías previas, y el dolor crónico es un síntoma que acompaña a muchas de ellas. Es una situación excepcional, las farmacias deben reinventarse y los farmacéuticos debemos facilitar la vida a los contagiados que están en casa con la medicación y a los demás darles el mejor consejo profesional”.
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Fotografía: EL SALTO.