Por: Raúl Llarull. 21/05/2025
En El Salvador se acumulan las señales del deterioro de un régimen autocrático que usurpó el poder hace casi un año, y que aplastó el Estado Constitucional y Social de Derecho a lo largo del quinquenio previo.
Su caída no será inmediata, pero la decadencia de la dictadura ha comenzado y se acelera. Será el pueblo el encargado de hacerla caer, como han caído todas las dictaduras en la historia del país.
En las últimas semanas se ha visto cada vez con más frecuencia al jefe del clan familiar actuar de forma errática, superado por los acontecimientos. La desesperación empieza a ser un factor; la torpeza política también, y resulta recurrente.
No es para menos, muchos de los factores que han contribuido a montar el bukelato, las mentiras, la manipulación, la ocultación de evidencias, el manejo antojadizo de medios a su servicio personal, pero pagados por los contribuyentes, empiezan a desfondarse.
El rey denudo presume su atuendo
Más allá del discurso distópico, clasista, en muchos casos carente de sentido, y lleno de odio y sadismo, que parece ocultar un profundo complejo de inferioridad, el país real emerge entre las grietas de un régimen corrupto, violento y represivo, que gobierna con leyes que impone a placer, según su necesidad.
La persecución política provocó la muerte de opositores, tanto del movimiento social popular como de antiguos dirigentes políticos, que alguna vez fueron aliados del dictador para llegar hasta donde llegó. El caso de Alejandro Muyshondt es, en ese sentido, emblemático. Otros guardan prisión sin más causas que las que hoy utiliza la derecha fascista en el mundo para enterrar en vida a sus opositores, fabricando cargos por delitos comunes y corrupción.
Aprendieron que montar causas de carácter político victimiza a sus adversarios y eleva su ascendencia en sectores aún no lobotomizados por la propaganda oficial.
La ola de exilios forzados para evitar caer en la trampa del Lawfare va convirtiendo el mundo exterior en territorio poco amistoso para la dictadura. Ya el usurpador no es el “modelo milenial a seguir” que pretendieron fabricarle sus asesores fascistas latinoamericanos y europeos. Hoy el mundo mira al régimen, asqueado e incrédulo, recordando las peores experiencias represivas del continente.
No es poco tener la tasa de encarcelamiento per cápita más alta del planeta; ni que unas 8,000 personas aproximadamente guarden prisión sin causa, en muchos casos con órdenes judiciales de libertad. O que 394, según los últimos datos, hayan muerto bajo la tutela del Estado; 94% de esas personas no tenían perfil de pandilleros.
Se estima en miles las desapariciones forzosas en los últimos años, según medios de prensa independientes y organizaciones defensoras de derechos humanos nacionales e internacionales.
Baja la cifra oficial de homicidios, no las muertes o, como cita un pandillero entrevistado por el periódico digital El Faro, “sin cuerpo no hay delito”, macabra frase adjudicada al actual director de Reconstrucción del Tejido Social del gobierno de El Salvador, Carlos Marroquín, para señalar la necesidad de que no aparezcan cuerpos que puedan afectar las cifras oficiales de reducción de homicidios.
Por varios años, la maniobra mediática establecida desde CAPRES funcionó y fue suficiente para mantener elevada la popularidad del dictador, que convocaba ruedas de prensa para que medios a su servicio lo alabaran, mientras vilipendiaba y expulsaba, a cualquier periodista que lo contradijera, o que repreguntara, cuestionando datos, cifras, hechos.
Su amo en Washington le copió el método, y hoy las conferencias de prensa en la Casa Blanca están huérfanas de medios nacionales o extranjeros que cuestionen al supremacista que gobierna desde enero de este año.
Las grietas del régimen
Se sintió a gusto la dictadura durante un buen tiempo y creyó que su poder sería perenne. Pero hoy los hechos se acumulan cada vez a mayor velocidad: una crisis económica y política que desnuda cada día más mentiras, incapacidad gubernamental y respuestas desesperadas a problemas de larga data.
Al endeudamiento insostenible se suma la crisis económica que golpea a una sociedad empobrecida, que ha visto sus programas sociales aplastados por un gobierno que transfiere riqueza social al ámbito privado para favorecer al clan familiar y sus socios.
Las escuelas se cierran mientras desde el ministerio de Educación niegan lo evidente. El sistema de salud sufre desabastecimiento de medicamentos y la drástica reducción de personal a consecuencia del programa de ajuste impuesto desde el FMI, mientras los hospitales que dejó financiados el gobierno del FMLN siguen sin construirse.
En el Seguro Social, derecho-habientes esperan meses para consultas y para cirugías o tratamientos especializados debido al despido masivo de especialistas.
Obras emblemáticas, como la carretera Panamericana, en el paso de Los Chorros, no solo sufren retrasos, con graves accidentes incluidos, que ya el año pasado costaron la vida a varios trabajadores, sino que desde la semana pasada los derrumbes han provocado el cierre completo de la autovía, afectando a decenas de miles de trabajadores que se desplazan diariamente a San Salvador. Hoy invierten unas tres horas para hacer el trayecto que antes completaban en poco más de una.
Las reiteradas apariciones del ministro de Obras Públicas ante los medios oficiales, muestran a un funcionario superado por lo hechos, incapaz de abordar un tema para el cual su experiencia previa de vendedor de motos de la empresa de la cual el presidente es concesionario, no le ayuda en absoluto.
Estos hechos han generado innumerables cuestionamientos, ya no al funcionario, sino a quien lo mantiene en el puesto. Esta es una diferencia sustancial. Antes, el dique de contención mediática evitaba que las crisis llegaran al presidente. Hoy cada una de ellas lo golpea de lleno.
El colapso de la narrativa de seguridad
Si algo utiliza la dictadura para justificar sus políticas, es la supuesta seguridad alcanzada en el país. A la vanguardia de las corrientes ultrareaccionarias y neofascitas que azotan el continente, el bukelato se presentó como abanderado de la mano dura e inmisericorde contra el crimen organizado en pandillas.
Esa narrativa justificó todo: la oscuridad absoluta en el uso de fondos del Estado, la impunidad en casos de corrupción de familiares, socios y amigos, mientras mantengan la lealtad y el principio del código de silencio mafioso de la «omertà»; se suman los datos manipulados, y finalmente eliminados del escrutinio público, acerca del número de muertes por COVID, un tema manejado por el ministro Alabí, primo del presidente, también cuestionado por la oscuridad del uso de fondos en ese periodo.
Con datos que nadie podía consultar o verificar, anunciaban a todo pulmón días enteros sin homicidios. Cualquiera que reclamara por la situación de derechos humanos en el país era acusado de defender terroristas. El discurso de odio, la construcción de acusaciones a través de medios afines, la fiscalía y el sistema judicial al servicio exclusivo del poder, así como la persecución política, judicial, económica y mediática, obligó al exilio a defensores de derechos humanos y medios de prensa.
En relación a la prensa, la organización Reporteros sin Fronteras (RSF) señaló en un informe divulgado este jueves que “en El Salvador continúan los ataques sistemáticos» contra los medios críticos y que el país ha descendido en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2025.
El Salvador se ubica en el puesto 135. De acuerdo con RSF, «continúa su caída y acumula un descenso de 61 posiciones en la tabla desde 2020«. La organización no gubernamental hace énfasis en que «bajo la presidencia de Nayib Bukele, la libertad de prensa sufre el desgaste de la propaganda y los ataques sistemáticos contra los medios críticos». Cabe recordar que este 1 de mayo salió del aire otro canal de TV crítico con el régimen, TVX.

Hoy el mundo sabe que el actual gobierno no solo negoció con las pandillas, sino que debe en buena parte a esas negociaciones haber llegado a la presidencia. Se sabe también que al menos dos diputados de Nuevas Ideas llegaron a sus cargos siendo miembros de pandillas. Que líderes pandilleros encarcelados fueron liberados y trasladados al exterior por funcionarios del actual gobierno. Todo esto se sabía en El Salvador, aunque desde la cima del poder negaran una realidad que insultaba a las víctimas que decían y dicen representar.
Lo que ha cambiado es que hoy lo confirman las declaraciones de delincuentes que participaron en estos hechos, que negociaron y que salieron en libertad en ese marco de acuerdos, mientras el autócrata llamaba públicamente “mil veces malditos” a los gobiernos anteriores, al tiempo que sus representantes negociaban en oscuros antros, o en las cárceles de máxima seguridad.
No pudieron evitar el golpe y el afectado salió a las redes a “matar al mensajero”; más de 30,000 troles salieron a replicar su mensaje en la madrugada. Ya era tarde. El mundo se ha hecho eco de la información; hoy se entiende por qué otro miembro de la familia ofrecía a Trump y su camarilla supremacista, descuentos en el tráfico humano de prisioneros a cambio del retorno de líderes pandilleros para evitar que declaren ante jueces de EEUU.
Una vez reveladas las informaciones de El Faro, le faltó tiempo a la dictadura para amenazar, de manera no oficial, con la posible captura de los periodistas responsables del trabajo. Las reacciones nacionales e internacionales no se hicieron esperar, poniendo en evidencia las acciones desesperadas de la dictadura. La represión y la persecución está en su naturaleza.
1 de Mayo combativo que anuncia el porvenir
En medio de esta vorágine, el Día Internacional de la Clase Trabajadora reunió una multitud en torno al monumento al Divino Salvador del Mundo, para dar a conocer un pliego de demandas y marchar hasta el centro histórico de la capital.
Fue un acto unitario, masivo y combativo, que logró superar los múltiples retenes militares y policiales colocados para impedir la libre expresión del pueblo. El sentido elitista del gobierno no le permite aceptar el disenso, la crítica, la lucha.
Este 1 de Mayo las fuerzas populares han empezado demostrar niveles altos de compromiso unitario. Solo un grupo menor dentro del campo popular, ha perdido la oportunidad de sumarse al esfuerzo unitario mayoritario; no comprenden aún que cuanto más rápido se supere el sectarismo, más rápido caerá la dictadura, sobre la base de la lucha popular y los embates del pueblo movilizado.
El inicio del fin ha comenzado para la brutal dictadura salvadoreña. Dependerá del pueblo la velocidad que adquiera el proceso. El régimen, tan aficionado a las encuestas, sabe que nunca había caído tanto y tan dramáticamente la popularidad del inquilino de Casa Presidencial. Sin él, todo se asienta en arenas movedizas. Es cuestión de tiempo, y de lucha.
Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN. Colaborador de PIA Global
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Fotografía: Noticias pia