Por: Revolución Tres Punto Cero. 07/03/2016
El PRI cumple 87 años de vida gozando de cabal salud, como dirían las abuelas. Irónicamente, cumple años, pero no cumple “cabalmente” las expectativas que generó durante la campaña presidencial de 2012 ni en sus primeros años de nuevo al frente de la presidencia de la República cuando, a nivel internacional, se hablaba del “momento mexicano” y de Enrique Peña Nieto como el “salvador de México”. Aquí algo de esa historia.
El 4 de marzo de 1929, el general Plutarco Elías Calles, presidente constitucional de 1924 a 1928, fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR) como un partido de élites políticas. La intención última, regular la lucha por el poder y terminar con la pulverización política que suponía la existencia de cientos de partidos a nivel nacional, constituidos una vez terminada la fase armada de la Revolución.
En 1938, otro general, Lázaro Cárdenas del Río, lo convirtió en partido de masas y lo renombró Partido de la Revolución Mexicana (PRM), dividiéndolo en 4 sectores: obrero, campesino, popular y militar. De estos 4, sólo el último no llegó al año de vida, los otros tres corresponden con lo que hoy se conoce como CTM (Confederación de Trabajadores de México), CNC (Confederación Nacional Campesina) y CNOP (Confederación Nacional de Organizaciones Populares), respectivamente. Con la división del partido en sectores, Cárdenas dividió también a la sociedad mexicana.
Finalmente, en 1946, un general más, Manuel Ávila Camacho, le da el nombre que finalmente mantiene, Partido Revolucionario Institucional (PRI).
De esta suerte, el partido que en el año 2000 perdió el poder de la presidencia para recuperarlo en 2012, nació como una organización política, cuasi militar, necesaria para normar la vida política, pero también para organizar y controlar a la sociedad que después de una revolución se encontraba desarticulada. Es así, que a contracorriente de la teoría policía clásica, de acuerdo con la cual es la sociedad la que se da una forma de gobierno, fue el gobierno quien creó una sociedad a su medida. En este proceso, el hoy PRI desempeñó un papel preponderante como instrumento de la presidencia y como intermediador entre ésta y los diversos grupos sociales.
Si desde su nacimiento, nadie podía hacer política y arribar al poder sin pasar por “el Partido”, de igual manera, ninguna necesidad, petición o demanda social era escuchada si no pasaba por los filtros del “Partido”; esto es, las grandes corporaciones, mencionadas arriba.
Quedó así conformada la nueva Nación, con un sistema político construido desde el poder por militares revolucionarios y una sociedad estructurada para su mejor organización y control, sólo faltaba reordenar la vida económica. Afortunadamente, la Segunda Guerra Mundial ofreció una oportunidad de oro para iniciar lo que hoy se conoce como el “Milagro mexicano”, a partir del ISI, Industrialización por Sustitución de Importaciones, modelo económico de desarrollo hacia adentro que permitió un crecimiento económico promedio anual de 6.5%.
Una vez controladas estas tres variables: la política, la social y la económica, el país vivió 4 décadas de un importante crecimiento económico, de conformación de una amplia clase media y de un profundo proceso de mediatización política, a partir del cual el Estado, desde el mismo PRI y la Secretaría de Gobernación, indicaba al pueblo cuándo y cómo participar políticamente. Por supuesto, esto incluía una férrea guía sobre por quién votar.
Así transcurrieron varias décadas, hasta que en 1987 una crisis interna al interior del partido provocó un desgajamiento de la corriente que podría reconocerse como la “nacional-revolucionaria”, con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo a la cabeza, la cual se contrapuso a la corriente que a partir de entonces comandó y sigue comandando al PRI, la “tecnocrática” ligada al modelo económico neoliberal. De este desprendimiento surgió el actual Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Un año más tarde, el PRI obtuvo la votación más baja para una elección presidencial con el cuestionado triunfo de Carlos Salinas de Gortari, quien con todo y “caída del sistema” obtuvo un escaso 51% de los votos.
Hasta antes de la década de los ochenta el PRI había podido ofrecer a la población bienestar económico a cambio de una menor participación política, pero una vez que la economía dejó de crecer al ritmo mencionado y conforme aumentaba la deuda del Estado mexicano y disminuía su capacidad para resolver demandas sociales, la diada se invirtió, por lo que los gobiernos priístas ofrecieron liberalización y democratización política a cambio de un menor bienestar económico, a decir de la politóloga Soledad Loaeza. Así se sucedieron varias reformas políticas, como la de 1977 y las de la década de los años 90, mismas que poco a poco fueron permitiendo la participación y aparición de otros partidos políticos con posibilidades reales de llegar al poder, dando paso al fenómeno de la alternancia.
No fue sino hasta el año 2000 que el PRI perdió la presidencia a manos del Partido Acción Nacional y su candidato Vicente Fox Quesada. En 2006, nuevamente un candidato panista se hizo, “haiga sido como haiga sido” con la presidencia de la República, por supuesto éste fue Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Durante esta última votación el PRI quedó como tercera fuerza al obtener su candidato, Roberto Madrazo, un escasísimo 21% de la votación total.
Se creyó entonces que el PRI estaba próximo a la debacle, nada más falso, durante los dos sexenios panistas se reorganizó, recompuso fuerzas, hizo nuevos aliados, siguió preparando cuadros, busco presentarse ante la población como un nuevo partido, renovado, rejuvenecido. Se publicitó como el partido que “sí sabía cómo hacerlo” de cara a los cuestionados resultados de las dos administraciones panistas, como aquel que había refundado un país y lo conocía hasta en lo más íntimo. Como un partido que había abandonado sus antiguas “mañas”, perdón “prácticas”, para hacerse con el poder, entre ellas: el fraude electoral, la compra de votos, la intimidación, el engaño, las falsas promesas. En fin, como el “nuevo PRI”.
Nada más alejado de la realidad, una vez hecho de nuevo con el poder de la presidencia y 21 gubernaturas, más las que se sumen en este año electoral, en el que 12 están en juego, el PRI vuelve a mostrar su viejo rostro, aquel que compra votos, que excede gastos de campaña, que intimida, que engaña, que promete y no cumple, pero, sobre todo, que ya no sabe cómo hacerlo. Esto último hace una diferencia sustancial con el viejo PRI.
El viejo PRI logró hacer crecer la economía y crear empleos al grado que algunos años hubo más puestos que gente buscando trabajo, el viejo PRI administró políticas públicas que crearon y fortalecieron una amplia clase media, el viejo PRI logró pacificar y ordenar a un país que había pasado por una revolución, el viejo PRI tuvo a las bandas del narco bajo control, a decir del mismo Sócrates Rizzo, ex gobernador de Nuevo León y connotado priísta, el viejo PRI logró controlar física y administrativamente el territorio mexicano, el viejo PRI logró ofrecer expectativas de futuro a amplios sectores sociales.
Lo anterior, por supuesto no fue gratuito, hubo costos sociales que pagaron los indígenas, que no han alcanzado los beneficios de la revolución; los campesinos, con el abandono del campo a mediados de la década de los 50; los trabajadores, cuyos salarios fueron mantenidos en bajos niveles por las diferentes administraciones; ambos, campesinos y obreros sufrieron la falta de la democracia sindical y la subordinación de sus intereses a las necesidades y posibilidades del régimen en turno; la población en general que durante décadas vio restringidos sus derechos políticos, etcétera.
Hoy, el nuevo PRI, ese que cumple 87 años, no ha cumplido las expectativas de quienes votaron por él en 2012, de quienes se creyeron el cuento de que este partido si sabía cómo hacerlo, de quienes compraron la historia según la cual el PRI conocía la sociedad a la que pretendía gobernar nuevamente, de quienes imaginaron que con el PRI regresarían los años de bonanza económica, de estabilidad política, de seguridad física, territorial, laboral y patrimonial, de quienes, con añoranza, quisieron hacer volver al México que ya no existe.
Hoy, a 87 años de su fundación, el PRI no conoce del todo a la sociedad que gobierna, pues ésta ya no es la que se dio en sus primeros años; el PRI no tiene la capacidad para enfrentar problemas que en el pasado pudo resolver, mediar o posponer, dado su control sobre la política, la economía y la sociedad; el PRI no cuenta con el poder y la vocación suficiente para ofrecer a la sociedad la seguridad física, territorial, laboral y patrimonial que en otro tiempo aseguró, aunque fuera parcialmente; el PRI no tiene el mismo compromiso que algunos de sus miembros tuvieron algún día para con el país que pretendían formar; el PRI ha hecho alianzas con grupos económicos en detrimento de su obligación con la gran mayoría de la población vulnerable y de escasos recursos, incluso ha roto el pacto social que algún día lo ligó a las clases medias que dio a luz y que se debaten entre el empobrecimiento, la falta de oportunidades y la violencia desmedida que en su contra y en contra de los más pobres ejercen el narco, las bandas organizadas, medio organizadas, no organizadas y miembros de diferentes niveles de gobierno, sin que haya autoridad que responda y proteja su integridad y sus intereses.
En resumen, el PRI no está a la altura del reto histórico que hoy le plantea un país cualitativamente diferente y con profundos problemas que revolver.
Fuente: http://revoluciontrespuntocero.com/el-pri-cumple-87-anos-y-no-cumple/
Fotografía: libertad-oaxaca