Por: Juan Alberto Flores Rosales. 20/02/2016
El actual escenario económico y político de Veracruz no deja lugar al optimismo.
Muy malas noticias llegan de todas partes para decirnos que nos encontramos en una verdadera emergencia estatal. Las finanzas estatales no dan para más. El desorden administrativo y financiero que se refleja en la falta de pago a proveedores, empleados públicos, dependencias estatales y municipales, jubilados, instituciones de educación superior entre otros muchos acreedores así como en el diseño angustioso de mayores gravámenes en todos los rubros con el objetivo de recaudar fondos económicos de donde sea es escandaloso.
El dinero contante y sonante de los veracruzanos se ha esfumado y no ha sido precisamente que se haya utilizado en la construcción de obra pública trascendente, o en el mantenimiento de la infraestructura Jarocha. El uso irresponsable y arbitrario de las diversas partidas económicas para atender necesidades políticas ha sido revelado ya por las autoridades federales de la Auditoría Superior de la Federación que han detectado irregularidades serias en el manejo de los recursos económicos del año 2014. Y si eso ocurrió en 2014, antes de la caída de los ingresos nacionales, ¿Cómo estará el 2015? ¿Cómo estaremos ahora en este momento inicial del 2016?
Los otrora bullangueros y parlanchines jarochos hemos entrado en un inicial estado de parálisis, incredulidad y azoro sociales, debido a que este, otrora “granero y yunque” de la nación está quebrado, sin recursos económicos para atender la nómina, las pensiones y las elementales necesidades de la población. Este inicial estado de asombro se acompaña de la angustia de vastas porciones de la población de no saber qué más falta en este tobogán que parece no tener fin y que todas las señales apuntan a una severa catástrofe hacendaria estatal. A una tragedia financiera sin precedentes en la historia Veracruzana.
Pero al mismo tiempo que esto negros nubarrones oscurecen a la economía y su manejo desaseado, se escucha en todas partes un sonido sordo, un rumor cada vez más fuerte, que inició primero como un leve murmullo, pero que poco a poco ha ido creciendo y que semeja los preludios de un intenso movimiento telúrico, de una sacudida intensa de la entidad veracruzana. Ese clamor creciente son preguntas generalizadas: ¿Dónde están los recursos económicos de Veracruz? ¿Quién o quiénes los han desviado? ¿Por qué se dispusieron de ellos sin autorización legislativa? ¿Cómo se encuentra realmente la hacienda estatal?
Son momentos decisivos los que enfrentamos de manera colectiva, sin parangón en épocas pretéritas. Y no es que desconozcamos en difícil entorno nacional e internacional de la economía y sus variables (descenso en el precio del barril de petróleo, aumento de las tasas de interés en la economía norteamericana, desaceleración de la economía china, devaluación del peso frente al dólar, etc ) sino que la gravísima señal de no pagar a tiempo lo que ha sido devengado es muestra inequívoca de que algo malo, muy malo, ha pasado en el manejo del tesoro estatal.
Y urge que antes de irse a esconder a algún ibérico lugar, los responsables rindan cuentas al pueblo y a los entes fiscalizadores nacionales. Pero también en este momento decisivo, corresponde al pueblo veracruzano, recordar que además de ser cordial y gentil y de dedicarnos al trabajo fecundo y febril, somos un pueblo digno, que sabe vivir y como uno sólo, en una haz de voluntades, decidir, en las urnas, con la fuerza de voto: un Veracruz sin PRI.
Fotografía: surveracruz