Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro y Marcelino Guerra Mendoza. Profesorxs-investigadorxs de la UPN–Ajusco. Columna: CORTOCIRCUITOS. 28/05/2025
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Las, les y los maestros de México han cuestionado directamente la profundidad de la IV T; de un proyecto transformador que prometió acabar con la “larga noche del neoliberalismo”.
A eso se comprometió Morena y sus aliados. Por eso gran parte de la población votó por AMLO en 2018 y refrendó su votó a Claudia en 2024. Ese fue el compromiso. Ese es, en consecuencia, el baremo para evaluar las acciones de los gobiernos de la IV T.
Han tenido tiempo. Siete años ya de gobiernos de la transformación no son pocos. Tampoco suficientes para desmontar todo el andamiaje institucional y pragmático del Estado en su forma neoliberal. La población lo ha entendido, por eso siguen teniendo una aceptación envidiada por otros gobiernos del mundo.
Muy bien, tienen aceptación popular, control del Congreso Federal, mayoría en las gubernaturas y en las legislaturas estatales. Tienen las condiciones políticas para continuar la transformación y no dejar “ni una coma” de las estructuras jurídico-administrativas del neoliberalismo. Sin embargo, una cosa es acabarlo declarativamente y otra muy distinta abrogar, derogar, cancelar las leyes, los organismos, las prácticas, los valores y los conceptos neoliberales. No se supera al neoliberalismo con discursos. No se cancela con proclamaciones, menos aún con mentiras y falsedades.
Recordemos, el neoliberalismo es una racionalidad; es decir, un modo de pensar, de plantear y atender los problemas de la sociedad y del gobierno que tiene en el mercado y el empresario de si sus principios y mecanismos. No es una política económica solamente, sino un conjunto de instituciones, discursos, prácticas, valores y regulaciones que poco a poco infectan la sociedad, la ciencia, las artes, el yo, el nosotros. No se acaba con todo eso declarando que ya se acabó porque llegaron los que dicen que lo van a terminar. ¡Nada de eso!
El problema es mayor cuando las acciones de la IV T en lugar de cancelar el neoliberalismo lo mantienen, lo legitiman y lo profundizan. Ese es el problema que ha puesto en evidencia el Paro Indefinido Magisterial del 15M-25.
Las demandas centrales son la abrogación de la Ley del ISSSTE de 2007, en el gobierno de Calderón Hinojosa, otro de los presidentes neoliberales que llegaron a través de un fraude y desarrollaron una guerra para controlar no al narco, sino a la población. Una ley que contó con el acuerdo del PRI y el PAN, que se promulgó durante una guerra y transfirió el control de los ahorros para el retiro a bancos y empresarios de dudosísima calidad profesional y moral: los COPPEL, Salinas Pliego, entre los principales (cuentan con alrededor de 30 millones de cuentas entre los dos, algo así como el 40% del total).
Ese fue el primer efecto del nuevo sistema de pensiones: la enorme transferencia de recursos de los trabajadores al capital financiero. No es un asunto de propiedad, como lo ha referido Mario Delgado, no es dinero de los capitalistas, sino de los trabajadores, el asunto es que es gestionado por ellos: cobran por administrarlo, lo invierten, regulan los mercados, son agentes importantes en los flujos financieros, en las tomas de decisiones, etc. Si ahora controlan alrededor del 20% del PIB, ¿se podrá imaginar el poder que tendrán en 15 o 20 años cuando logren manejar más del 40%? Por eso, cuando la magisteria que está en el zócalo de la CDMX demanda abrogar la ley que propició todo esto, está regresando a los trabajadores el control de sus ahorros, impidiendo la formación de agentes macroeconómicos poderosos que pongan en jaque la estabilidad política y económica del país.
En otras palabras, mantener la ley de 2007 solo profundizará el poder del capital financiero sobre los destinos de la Nación. ¿No se trataba de separar el poder político y el económico? ¿No era ese uno de los principios de la IV T? Pues bien, en este caso, no es así. El gobierno de Claudia sigue siendo otro “comité de gestión de los negocios comunes de la burguesía”. No hay transformación, sino profundización del papel del Estado y de la fracción hegemónica del capital: la financiera; peor aún, la administradora de los fondos de retiro de los trabajadores y de sus personajes principales -hay que recordar otra vez lo lindas personas que son los dueños de las AFORES: los Coppel, Salinas Pliego, los dueños de BBVA…
¿Qué sería la transformación? Regresar al Estado la gestión de los fondos de ahorro de los trabajadores, eliminando el objetivo de la máxima rentabilidad de las AFORES, que es la clave de las bajísimas pensiones obtenidas por las cuentas individuales, solo para empezar. Eso sería una transformación histórica. Esa sería una verdadera política anti-neoliberal.
Si nos apuran un poco, y solo para entender la magnitud de la obra, sería algo similar a lo que hizo el general Cárdenas en 1938 cuando arrancó el petróleo a los extranjeros.
Así sería un gobierno realmente transformador; realmente anti-neoliberal; pero no soñemos, ni la IV T es el cardenismo, ni Claudia es Cárdenas (obvio, no es cuestión de género, sino de posición política), ni muchísimo menos Mario Delgado es el general Múgica.