Por: Jhonny Peralta Espinoza. 02/06/2025
Las elecciones de agosto empujan a Eduardo-Milán y Andrónico-Mariana a ganarse a las mayorías sociales, así, la política queda dividida entre dos sujetos: Andrónico-Eduardo y un objeto: movimientos sociales o clases populares a convencer, a interpelar, a seducir, etc. Pero esta pretensión de ambos candidatos choca contra lo que dicta la experiencia, que solo la lucha permite construir sujetos, que solo la lucha de clases crea clases.
Entonces, ¿cómo puede el sujeto representar mejor al objeto? ¿mediante qué imágenes, qué reivindicaciones, qué tipos de liderazgo? ¿“reflejarán” con toda fidelidad posible la identidad, los sueños y los intereses de clases o movimientos sociales ya constituidos? ¿O bien tienen la responsabilidad de construir una nueva voluntad colectiva articulando diferentes fragmentos sociales en torno a “significantes vacíos”? ¿será suficiente escuchar Quilapayún, el puño cerrado o la V de victoria para vencer a la derecha? En ambos casos, ¿es útil aferrarse al pasado, 14 años de Evo en una actitud reaccionaria, o, por el contrario, es mejor salir del recuerdo y emocionarse para buscar nuevas ideas y proyectos?
Afirmar, aferrarse a 14 años de evismo es una actitud reaccionaria, porque es validar la tesis de que, si este proceso hubiese sido exitoso, no estuviésemos conviviendo con una crisis estatal (fracaso de lo republicano y lo plurinacional); así, es una falacia decir que más de tres millones apoyan a Evo. Por esto es importante hacer una autocrítica respecto de los propios fracasos pasados y renovar las propuestas, solo así, estos binomios se identificarán con los vencidos de la historia.
Uno de los grandes logros de veinte años de castración política durante el neoliberalismo y veinte años de despolitización con el evismo fue secundarizar la conciencia de clase y racial, nunca tuvimos otro Felipe Quispe o Moisés Guevara. Ya nadie emplea con comodidad el concepto de “lucha de clases” o “lucha racial”, porque la ideología burguesa los vincula al odio, cuando la lucha, y solo la lucha, permite conquistar derechos. Los maniqueísmos t´ara-k´ara, izquierda-derecha, enarbolado por gente impostora, son discursos vacíos; la lucha de clases y racial implica lucha como crítica de la economía política, o sea lucha por el reparto de los excedentes que producen los trabajadores del campo y la ciudad, y no como hizo el evismo que concedió más derechos a los militares, la banca privada y la oligarquía cruceña.
La pregunta es ¿cuál de los dos binomios puede representar y defender esa conciencia de clase y racial? más aún en una coyuntura internacional donde el odio se impone como bandera del posfascismo es enarbolado por Trump,Milei, Orban, Meloni, en contra del otro extraño. Ganar las elecciones exige recuperar el antagonismo clasista y racial, porque al frente hay una montaña en ruinas llamada republicanismo o plurinacional, donde nadie sabe cómo comenzar la reconstrucción o si vale siquiera la pena hacerlo. Lo escribía desde la cárcel Gramsci “el partido no coincide exactamente con la maquinaria político-electoral que habitualmente llamamos partido»; el compañero Lucho lo declaro “la victoria es en las calles y las urnas”, y quien quiera la victoria debe estar en el último rincón del país, que en un trabajo lento y penoso se pueda reconstruir cierta hegemonía.
Unificar a la izquierda con el vomitivo UCS o reimaginar otro camino
Jhonny Fernández ha tenido el atrevimiento de llamar a la unidad de la izquierda, y lo hace porque el individualismo, el hedonismo, el sálvese quien pueda, propios del neoliberalismo son sentido común, y que también afecta a las fuerzas de la izquierda con sus propuestas pobres y defensivas. En otras palabras, Fernández aprovecha de una izquierda víctima del sistema, donde la muerte simbólica y real de la izquierda permite que emerjan gente como Andrónico, Eva Copa, Cronenbold, Mariana Prado, que se acomodan según cómo despierta su ego: hago alianzas con la derecha, me eligen presidente del senado y no apruebo créditos para boicotear al gobierno de Lucho (Andrónico); dizque pacifico al país con un abrazo a Murillo, me reúno con Claure en Harvard para declarar que hay que escuchar a la derecha (Copa); apoyo a Lucho y me designa embajador, me voy con Evo pero apoyo a Andrónico para ser vicepresidente (Cronenbold); asumo la pose de zurda para ser ministra de planificación y trabajo en USAID y como estudie en Francia ahora quiero tener poder (Prado).
Se dice que hay dos tipos de rojipardos, los que fingen rabia contra los poderosos e imitan gestos izquierdistas (Prado y Cronenbold); y los que no saben que son rojipardos y atacan a la izquierda en nombre de caminos perdidos (Andrónico y Copa). En una coyuntura política compleja, el objetivo de toda la propaganda enemiga es aniquilar una fuerza existente, y mediante esto destruir la inadvertida posibilidad de la situación. En otras palabras, la situación que atraviesa el país no tolera vacilaciones ni dudas, exige un cambio desde una política emancipatoria radical, y si el MAS-IPSP quiere triunfar, su binomio Eduardo-Milán tiene la obligación y la responsabilidad de reconstruir de los retazos del Estado plurinacional otra institucionalidad, ver en los movimientos sociales no objetos, sino sujetos en lucha; hacer sociología no desde las categorías, sino desde las experiencias de transformación, donde las condiciones sociales y políticas serán el punto de partida a partir de las cuales los movimientos sociales hacen y se hacen.
Durante mucho tiempo se ha utilizado la conciencia de clase o racial desde el victimismo y la explotación, “no quieren que el indio nuevamente vuelva a ser presidente” (Evo), “no es suficiente el incremento salarial” (Hurachi); hay que redefinir al movimiento popular-indígena como una fuerza social determinante. Esto exige no “pegar” los fragmentos (las viejas y conocidas figuras oportunistas) para volver a obtener la vieja configuración; ni tampoco reunir los pedazos en torno a un fragmento central o privilegiado o esencialista: un indígena, un intelectual, un obrero. Esa nueva fuerza social determinante debe estar constituida por mujeres y hombres, ya sean jóvenes o viejos, que desde su experiencia elaboren algo nuevo, algo emancipatorio, algo radical: un nuevo imaginario político.
En conclusión, para afirmarlo de forma clara y contundente: sólo están los que luchan por la emancipación y sus reaccionarios oponentes: el campo popular-indígena y los enemigos del campo popular-indígena.
“Todo el cielo está en completo caos, la situación es excelente” Mao
Si el binomio Eduardo-Milán quiere romper el cordón umbilical con el gobierno de Lucho, es la peor decisión, porque ni Evo ni Lucho ejecutaron una medida radical, los evistas dirán la nacionalización y los arcistas dirán la industrialización, el parámetro nacionalización-emancipación fracasó, y la industrialización tiene que parirse y ver si en unos años hay soberanía alimentaria y, que los excedentes de la explotación del litio y el hierro se reflejen en derechos de calidad educativa y de salud. Entonces, Eduardo-Milán deben hacer el balance y perspectivas ¿qué se intentó con Evo y Lucho? ¿qué ocurrió del 2006 al 2025? ¿qué se ha visto y vivido? ¿qué se ha aprendido?, todo esto, porque el presente lee un pasado para abrirse a un futuro. Hacer balance es el ejercicio de elaborar e incorporar un aprendizaje, sin la garantía de prevenir nuevas equivocaciones que vendrán, pero con la posibilidad de equivocarse distinto. Por esto el consejo de Beckett: “fracasa de nuevo, fracasa mejor”. El balance permite compartir la experiencia de lo común, escuchando distintas voces.
Ante la crisis que vive el país, la derecha antinacional repite las antiguas y fracasadas recetas, no está dispuesta a arriesgar, ni mucho menos a afectar intereses de sus clases dominantes; el MAS-IPSP debe tomar la crisis con seriedad, sin ilusiones, como algo inevitable, como una oportunidad que hay que explotar por completo, porque es un terreno donde hay que librar y ganar las batallas. Evo y Lucho tuvieron el poder, pero con ellos hemos aprendido a diferenciar entre un derecho y un beneficio; un derecho, en el estricto sentido del término, da acceso al ejercicio de un poder, a expensas de otro poder; un beneficio no disminuye el poder de quien lo otorga, tampoco aumenta el poder de quien lo recibe. El pueblo cubano luchará hasta el final por sus derechos de poseer educación y salud de calidad; por el contrario, la creación de cientos de miles de clases medias durante el evismo no permitió construir identidad y el resultado fue la indiferencia ante el golpe militar del 2019.
La derecha antinacional (Reyes Villa, Doria Medina y Tuto) y los rojipardos (Andrónico y Eva Copa), reconocen los problemas de lo que ellos llaman “pueblo”, y quieren tomar en cuenta sus intereses, garantizar y respetar sus derechos humanos; pero la fórmula que ofrecen es la negociación paciente y el compromiso, o sea, incorporándolos al marco liberal democrático, cuando la democracia está cuestionada a nivel mundial. Aquí debemos seguir el ejemplo de Chávez, incluir a ese “pueblo” reorganizando las formas y contenidos políticos a partir de plantear una contradicción irreconciliable, inscrita en la CPE, «democracia burguesa» contra «democracia comunitaria y participativa», esto con el fin de prevenir futuras contradicciones con una “renovada” COB, que según los agoreros, será tomada por troskistas, rojipardos, y utilizarlo como un caballo de Troya para crear la convulsión social y política y derrocar al futuro gobierno.
Trotsky tenía razón ya que rechazaba la democracia parlamentaria, porque “pasiviza a las masas, dejando la iniciativa en manos del aparato de poder del Estado, a diferencia de los sóviets, en los que la clase obrera se moviliza directamente y ejerce el poder”. Si queremos reconducir el proceso de cambio, tarea que incumplió el compañero Lucho, hay que reunir a los movimientos sociales, acordar una perspectiva estratégica y no meramente electoral. Hay que plantear la lucha política como crítica a la economía política: no podemos seguir gastando 2 mil millones de dólares en subvención a la gasolina y 600 millones se pierdan en el contrabando; no podemos permitir que siga existiendo latifundios sin que cumplan su función social productiva; no podemos tolerar que la banca y el comercio exterior sigan sin control estatal.
Es un deber y una responsabilidad acortar las brechas en educación y salud, impulsar una amplia política de vivienda que favorezca a los sectores más desfavorecidos, una segunda reforma agraria con más inversión, tecnología, ampliación de mercados y de la frontera agrícola que beneficie a gente sin tierra. Solo por este camino, el campo popular-indígena podría dar rápidamente un nuevo impulso a las luchas sociales y abrir el camino a un cambio político más amplio, y si existe la voluntad política de lograr la unidad, la combinación podría ser el detonante de la creación de un nuevo polo político dinámico anclado en las luchas sociales. Es iluminadora la explicación que hace Rancière de una política de transformación, cuando dice que “no se reduce tan solo escasos momentos de insurrección arrancados al curso normal de las cosas”, sino que se resignifica la “gestión común”. A fin de cuentas, la democracia es patrimonio del campo popular-indígena y llegó la hora de disputar el poder para convertir los privilegios de las clases dominantes en derechos de las clases populares y racializadas.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Resumen latinoamericano