Por: Marcos Britos. 05/10/2023
El libro “Cartografía de una democracia de la derrota” editado por Herramienta y Contrahegemoniaweb compila artículos de 25 autores cuyas actividades militantes están estrechamente ligadas a la lucha por los derechos democráticos y sociales de los sectores obreros y populares. Sólo por ello ya es un texto más que recomendable y necesario de difundir intensamente.
A esto hay que agregar que la diversidad de temas y posiciones respecto a los mapas que se evalúan, lo hace un libro particularmente útil. Y digo “los”, con plena conciencia de que las diversas miradas sobre el concepto “democracia” implican concepciones también diversas sobre la misma interpretación de esa cartografía, entendiendo que nos referimos a la ciencia que interpreta las señales de imágenes que en un plano codifican los relieves de un terreno complejo y tridimensional. Por lo tanto esa utilidad no solo estriba en lo que cada texto analiza, sino en el cómo interpreta y desde qué ángulo de referencia lo hace cada quien.
Por último, la confluencia de Contrahegemonía y Herramienta implica una construcción colectiva también muy diversa y compleja que tiene perspectivas de desarrollo ascendente. Siendo éste un ejemplo de lo que debería proponerse todo proyecto que desde una perspectiva contra-capitalista no intente un acuerdo solo parcial, de tipo circunstancial o episódico.
Tomando en cuenta estos tres pilares que sostienen la edición de “Cartografía de una democracia de la derrota”, considero que el título del libro propone una mirada valorativa que entiendo útil analizar.
Partiendo de una consideración sobre la definición de la palabra “derrota” como instante o momento en el cual una situación dada (cualquiera fuera el tipo), tiene una connotación negativa en términos cualitativos respecto al momento de referencia previo. Es decir, una derrota no refiere a un momento de retroceso momentáneo o a una instancia de menor fuerza que otra previa. Derrota es una categoría que define una correlación de fuerzas absolutamente contraria a la referenciada, con lo cual la derrota existe como contraparte de un estado previo de signo cualitativamente positivo.
Por otra parte la comprensión social del término democracia (sin más especificaciones) nos remite a una forma de administrar un conjunto ordenado de libertades democráticas, supuestamente en beneficio de la ciudadanía, regimentadas bajo un sistema de poderes (ejecutivo, legislativo, judicial) que, sin embargo, por su organización y objetivos se encuentra al servicio de la burguesía y sus relaciones sociales, políticas, económicas y culturales.
Por lo tanto, desde esta perspectiva, las libertades democráticas vigentes desde hace cuarenta años no deberían ser asociadas a una derrota – ni siquiera parcial – para los sectores obreros y populares. Por el contrario, las libertades democráticas solo pueden ser valoradas como una victoria respecto de la inexistencia de libertades y la existencia de una dictadura militar, o un régimen de opresión que las niegue. Por lo mismo tiene sentido proponerse luchar por ellas y ampliarlas lo mas que fuera posible, contra todas la limitaciones que se pretendan imponer.
Aún mas, la burguesía dominante y el imperialismo que la sostiene y alimenta, nunca se propone otorgar y menos regalar, momentos o circunstancias favorables para el fortalecimiento de la organización popular. La correlación de fuerzas es lo que obliga a la burguesía y al imperialismo a retroceder respecto a su objetivo central que garantiza la expansión de la plusvalía: la opresión, la falta total de libertades salvo la de generar plusvalía. Muy por el contrario, el imperialismo y la burguesía dominante sólo concibe conceder mayores libertades democráticas a las imprescindibles para la reproducción del capital, como producto de las luchas y la confrontación de las clases oprimidas y explotadas. Sin luchas victoriosas no hay libertades democráticas vigentes. El temor de las clases dominantes ante el avance de la movilización social es lo que garantiza la existencia y permanencia de las libertades democráticas. Por lo tanto son una conquista, costosa conquista, que debe ser defendida constante y aguerridamente porque son herramientas que permiten una mayor y mejor organización de los sectores obreros y populares contra la violencia que define y constituye al capitalismo.
Por todo esto, la vigencia de las libertades democráticas luego de cuarenta años de inicio de las mismas, hablan de un triunfo colosal del pueblo. Desde esta perspectiva, nos encontramos usufructuando una victoria en términos históricos contra las fuerzas de la reacción que previamente, durante más de medio siglo, condicionaron la vida social, política y cultural del país mediante la activa presencia y accionar de las Fuerzas Armadas del Estado desde 1930 hasta 1983. Tanto es así, que hace 40 años atrás fueron muy pocos los que acertaron a definir que la época de los gobiernos militares había sido barrido de la historia de las décadas siguientes. Por el contrario, hubo quienes plantearon que había que prepararse para otro golpe de Estado y no para una perspectiva democrática.
Para considerar entonces otra valoración de los derechos democráticos bajo administración de un régimen de instituciones controladas por la clase capitalista, entiendo que lo correcto es referirnos a esta clase de democracia como producto de una victoria insuficiente. Indudablemente no es lo suficiente, pero es lo necesario para poder seguir avanzando sobre un terreno más firme. Porque no hay duda también de que aquella frase alfonsinista – “con la democracia se cura, se educa y se come” – se reveló que no era cierta. El régimen de la democracia burguesa le permite al sistema reproducir la fuerza de trabajo mientras la válvula de escape de las elecciones libera las presiones sociales cada dos años. El régimen democrático burgués es una herramienta favorable a la burguesía cuando las presiones sociales de los sectores oprimidos y explotados enfrentan a regímenes dictatoriales de tal forma que el sistema capitalista entra en riesgo de ser afectado por la fuerza de las luchas. Y sin embargo, también es favorable a los sectores oprimidos y explotados para su organización y movilización.
Pero en base a estas consideraciones, cuarenta años después, es imperioso repensar los motivos de esa insuficiencia y nuestras propuestas y perspectivas al respecto. Sobre todo aquellos que tuvimos la oportunidad de asentarnos en la fuerza gigantesca de los sectores obreros y populares para lograr el objetivo, contra las aspiraciones del capital y el imperialismo, de que se vean obligados a conceder y mantener libertades democráticas muy a pesar suyo. En este sentido, no haber logrado avanzar mas allá de esta conquista, para resolver revolucionariamente las condiciones de opresión y explotación impuestas por el capitalismo, es un déficit nuestro.
Para esa tarea entonces también es bueno este libro al que debemos estudiar y leer atentamente. En sus líneas hay muchos elementos de análisis y evaluación, de balance, de nuestras propias conductas y nuestros propios errores. Errores que sin embargo, no permitieron – hasta ahora – volver al punto de partida respecto de una victoria contra las pretensiones de la burguesía y el imperialismo: mantener vigentes, eternamente si fuera por ellos, la ausencia de las libertades que condicionan, dificultan, retrasan la organización y aportan a la lucha contra la opresión y la explotación de las clases populares. Esta es una razón más que suficiente para que las movilizaciones y luchas en defensa de lo conquistado no tengan más requisitos de convocatoria que la coincidencia en defenderlas ante cualquier intento de las políticas de los sectores dominantes por retacearlas o anularlas.
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Fotografía: Contra hegemonía web