Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. Columna: CORTOCIRCUITOS. 25/02/2022
Quizá habría que empezar identificando el lugar de enunciación. Decir desde dónde, cómo y quién habla manifiesta una de las tensiones más álgidas de la universidad en nuestro tiempo: la confluencia agonista de cuatro paradigmas:
- el paradigma de Humboldt, el de los científicos que enseñaban e investigaban en la soledad, en un territorio donde imperaba la libertad y la autonomía, sujeta, sin embargo, a los vaivenes políticos, institucionales y económicos;
- con el paradigma napoleónico, la organización de los saberes y las profesiones de Estado, el de los funcionarios y los servidores públicos;
- el de la universidad de masas, las profesiones liberales y la producción de mano de obra calificada;
- el paradigma neoliberal, la universidad penetrada y reconvertida por los embates mercantiles, que no solo introduce los modelos empresariales en la organización, la contratación y la jerarquía de las facultades, sino los métodos, los criterios de legitimación, de validación y veridicción científica; ese paradigma que se ha consolidado en las instituciones, en los saberes, en los procesos de subjetivación y hasta en el “sentido común” de la época;
La confluencia de estos cuatro paradigmas, siempre en tensión, nos lleva a un dilema más: ¿cómo pensar los retos del presente y del provenir; por ejemplo, los desatados por la pandemia, si seguimos presos cognitiva y políticamente de los paradigmas previos? O peor: atrapados en y por las tensiones paradigmáticas.
Por eso no quisiéramos hablar -y el sujeto en primera persona del plural no es mayestático, sino político-, desde el académico que reivindica la soledad perdida; ni el aspirante a funcionario que reclama incidir en los programas y presupuestos; mucho menos el gerente de la empresa de las formaciones o el manager de las unidades competitivas, sino desde el trabajo de colectivos que piensan los problemas en clave de luchas del presente y horizontes de transformación.
Quisiera reiterarlo: nuestras reflexiones surgen en y desde los movimientos universitarios; en las acciones y reivindicaciones de trabajadoras, estudiantes, docentes, científicas, divulgadoras y comunidades a las que acompañamos, seguimos y con quienes nos involucramos. Son interrogaciones planteadas por contingentes en lucha; ellas mismas la manifestación palmaria, material, cognitiva y corpórea de las contradicciones, los límites, las incoherencias o las saturaciones de las instituciones, las organizaciones y los paradigmas actuales.
Se trata de reflexiones a partir de las demandas que se elaboran en y desde los campos en lucha, pero que no sustituyen ni hablan en lugar de las fuerzas involucradas. Quizá la repulsa de la representación sea una de las características esenciales de las vinculaciones entre los saberes y las agencias de los movimientos contemporáneos.
Creemos, además, que el momento en que se realizan los diagnósticos y las propuestas es suficientemente significativo para no enunciarlo: se trata de una coyuntura inédita, en donde se entrecruzan:
- la actualización de la racionalidad neoliberal en las reformas universitarias y educativas;
- la multiplicidad de luchas que atraviesan no solo las universidades realmente existentes, sino la forma-universidad, que van desde las consuetudinarias batallas sobre la cobertura; la provisión de recursos; la corrupción; las violencias; la gratuidad y la autonomía universitaria; hasta las proliferantes movilizaciones de los feminismos y otros contingentes contra el heteropatriarcado, el clasismo, el racismo, el especismo y el edadismo; las protestas contra la precarización y la sobre-explotación; las batallas cotidianas, infra o subpolíticas, en los métodos y criterios de validación académica-mercantil; las luchas contra el lucro-educativo, el endeudamiento personal y universitario; para señalar algunas; pero también los embates de otras formas de institución y extitución universitaria o para-universitaria, como las universidades populares, las interculturales e indígenas, las de movimientos sociales, cuyo estatuto organizativo y epistémico plantea desafíos que no acaban con la acreditación, sino que cuestionan los fines, medios, propósitos y criterios de articulación entre el saber y la experiencia;
- los límites, contradicciones y posibilidades de las políticas educativas autodenominadas progresistas; que continúan, legitiman y profundizan las políticas neoliberales, entre ellas, por ejemplo, las de precarización y sobre-explotación, al grado de negar el estatuto de trabajadores a los docentes de las universidades del bienestar en México, o los Centros PILARES, dos programas estratégicos; pero no sólo precarización docente, sino a decir de la Asamblea de Trabajadores Despedidos, precarización pedagógica e institucional;
- la pandemia como acontecimiento, en el que se evidencian las contradicciones de los paradigmas universitarios, las insuficiencias de recursos y, de manera relevante, la disociación y las tensiones entre las epistemologías de la vida y de los saberes y las epistemes institucionales y mercantiles.
Quizá habría que insistir en este último punto: la pandemia como acontecimiento y no como un suceso desafortunado o una emergencia; en México son palpables las tensiones entre las demandas de la comprensión del mundo y la afirmación de la vida -no solamente humana-, y las acciones gubernamentales, los discursos y las experiencias en la universidad y en los demás niveles del sistema educativo.
Se puede aludir al caudal de insuficiencias, déficits y corruptelas organizacionales, sin duda, pero eso no alcanza a cubrir la enorme diferencia entre los fines y medios universitarios y los múltiples problemas que la pandemia manifiesta: desde las dificultades socioeconómicas, de cuidados, de salud, de cobertura, hasta los atrasos, carencias infraestructurales, los entornos tecnológicos, los procesos formativos, saberes y experiencias que demanda un acontecimiento. El dilema, sin embargo, se agudiza cuando las industrias culturales, los poderes mediáticos, los mercados digitales y las empresas de telecomunicación recuperan y monetizan las demandas educativas de la pandemia. Los riesgos de un salto hacia adelante del educapital, de la capitalización de los servicios educativos, de los nuevos fines de la universidad -recordemos incluso que ya hay demandas por construir universidades ligadas a empresas directamente-, son tales y de tal magnitud que solo agudizarían esta disonancia entre las demandas de comprensión y actuación en la vida y el mundo, frente a las exigencias, saberes y valores del capitalismo post-pandémico.
Es por eso que en lugar de hablar desde las atalayas de los paradigmas universitarios hoy en tensión, preferimos recuperar a los movimientos de hoy, los que cuestionan insuficiencias, carencias, despojos e inadecuaciones de todo tipo, algunos de los cuales son recogidas por las Asociaciones de Universidades, las oficinas de gobierno, los poderes legislativo y judicial, a nivel nacional o internacional, como los asuntos del financiamiento, la cobertura o la participación; pero otros quedan fuera de las problematizaciones, en los linderos de la no-acción política, que aluden a la forma-universidad en el capitalismo contemporáneo, como las cuestiones relativas al heteropatriarcado, la constitución de universidades basadas en la precarización docente -el ejemplo paradigmático es la UNAM que sostiene el 80% de su docencia en el trabajo precarizado de miles de trabajadores sin prestaciones, sin pagos, y en la completa incertidumbre; o las universidades del bienestar, más de cien universidades que niega el estatuto de trabajadores a sus académicos-; y, sobre todo, los programas académicos, la organización y el sentido de la universidad cada vez más orientada al mercado, que los gobiernos progresistas no han podido ni sabido cómo detener y la pandemia amenaza con acelerar.
Recordemos: un acontecimiento no solo es una interrupción en el fluir del mundo, sino una matriz de problematización, un corrimiento en los regímenes de lo posible, un campo inefable de virtualidades, en el que las agencias y las fuerzas pueden conseguir lo impensable;
- ¿por qué no, entonces, imaginar propuestas que actúen como hipótesis de masa, derivadas de luchas concretas;
- ¿por qué no imaginar, en consecuencia, la transfiguración de la forma-universidad -una síntesis de los paradigmas de la formación y la producción de los saberes para el Estado, el mercado y el capital-, hacia formas extitucionales en la que los saberes y las experiencias sean una parte constitutiva de la producción y reproducción del mundo y no sólo de la polis en clave antiespecista?;
- ¿por qué no poner en el centro de la producción y aplicación de los conocimientos y los saberes y las experiencias la lucha contra todas las formas de opresión?
- ¿por qué no convertir los procesos de producción, transmisión y aplicación de saberes en experiencias complejas de institución y trabajo hacia el común?
- ¿por qué los criterios de validación y legitimación de los enunciados científicos no se elaboran a partir de las invenciones, las paralogías y las demandas del mundo en lugar de los dictados de la ganancia y la subordinación epistémica?
Son solo algunas cuestiones de una problematización que tendríamos que elaborar mientras sigan abiertas las oportunidades del acontecimiento. ¿Utopías? Alguien podría decirlo, pero hay que pensar también que así se articulan las demandas del presente con los horizontes de transformación.
Nos queda claro, por lo pronto, que además de las propuestas derivadas de las luchas intraparadigmas, como las de autonomía, las de cobertura, de financiamiento e institucionalidad, hay otras que que ponen en primer lugar la precarización estructural del trabajo docente; las que resaltan las opresiones heteropatriarcales; además de todas aquellas menudas, quizá infeapolíticas, pero sustantivas, que demandan la transvaloración de los procesos y los criterios de legitimidad de los enunciados científicos; sin olvidar por ningún momento la exigencia fundamental de una universidad para comprender y transformar el mundo y la vida; son los aspectos fundamentales para una propuesta no alternativa solamente, sino que altere las condiciones en las que se plantean los problemas universitarios en tiempos de neoliberalismo, progresismo y pandemia.