Por: Fabián Inostroza. IBEROAMÉRICA SOCIAL. 29/04/2020
Lo positivo de todo esto, es que Chile, ha dado en los últimos meses un ejemplo de resistencia a la exacerbación del orden neoliberal.
Las decisiones que se han tomado durante la Pandemia del COVID19 por el Ministerio de Educación de Chile (MINEDUC) han sido del todo cuestionables y muy poco acertadas. De hecho, adelantar las vacaciones de invierno al mes de abril o considerar que las clases presenciales se podrían retomar durante el mes de mayo de manera gradual, son ejemplos de falta de sentido común y de la ausencia fundamentos o de evidencia empírica por parte de la autoridad ministerial para tomar dichas medidas.
De hecho, en algún momento se deslizó la idea del retorno a clases el día 27 de abril, lo que fue posteriormente descartado por el ministro el Sr. Figueroa, planteado posteriormente la idea de la “gradualidad” en la vuelta a clases, siendo que los epidemiólogos recomiendan que las clases presenciales se retomen recién a fines agosto de este 2020, considerando el comportamiento del virus en otras naciones y la forma en que en Chile está afectando a la población.
La pregunta de rigor que deberíamos plantearnos es, ¿Cuál es la prisa o apuro por retomar las clases presenciales en escuelas y liceos de Chile desde el MINEDUC?
Considerando que el sistema educativo chileno funciona como un mercado y que la educación en sí ha sido conceptualizada como un bien de consumo, bajo esta forma de comprender al proceso formativo, se puede señalar, que es más que necesario para las autoridades, que niños, jóvenes y profesores vuelvan a la “escuela – empresa”, ya que no importaría tanto la Pandemia y las consecuencias “no deseadas” de esta, sino que de la PRODUCCIÓN y del control de calidad de este “producto” llamado educación.
Y deberían volver los niños y jóvenes a las clases presenciales a la “escuela – empresa”, porque esta institución desde el punto de vista biopolítico (tomando prestado este concepto de Foucault) es fundamental para el gobierno y la gestión de la vida, y específicamente de las conductas y del “self” (del yo) de los educandos. Es necesario para la autoridad, que los educandos encerrados y hacinados en unos pocos metros cuadrados, consuman toda la información necesaria para ser obedientes, útiles y disciplinados futuros trabajadores y para que sus conductas estén alineadas con el ciudadano “norma”, el que se autorregule y que autogestione y maximice su vida como empresario de sí mismo.
Otra de las razones de la “prisa” por la vuelta a clases, se da en el contexto en que la educación es considerada como un producto que es susceptible de ser medida por medio de indicadores cuantitativos y de evaluaciones censales y estandarizadas (SIMCE, PSU, PISA). Sin estas estadísticas, las autoridades no contarán con la información para proporcionar castigos, incentivos, premios y, en definitiva, financiamiento a las escuelas y profesores, de acuerdo a si sus conductas y rendimientos son los esperados y deseados por el MINEDUC y sus aparatos de control y supervisión (Agencia de la Calidad y Superintendencia de Educación).
Bajo esta forma de gobierno de la población escolar, considerando que la educación es un bien de consumo y que los estudiantes son sujetos a los que se debe de controlar sus conductas para producirlos como ciudadanos productivos y empresarios de sí mismos, es que se hace necesario a que vuelvan a sus pupitres, lo que permitirá que el orden neoliberal siga fortaleciéndose y reproduciéndose continuamente, bajo este razonamiento, es deseable para la autoridad que los niños, jóvenes y profesores vuelvan a las escuelas y liceos, sin importar en demasía, que esto signifique un aumento de los contagios y las muertes por el COVID19.
Esto último, es muy duro y controvertido, pero no es más que la racionalidad que ha orientado las decisiones que toman las autoridades de ideología neoliberal que por décadas han considerado que hay que dejar a su suerte a los “pobres” y “dejar morir” a la población que es prescindible o que no es tan productiva para los fines de la acumulación y circulación del capital. En este sentido, no sería extraño que se OBLIGUE en pleno invierno a niños, jóvenes, profesores en Chile, a que comiencen las clases presenciales de forma progresiva, sin importar la salud y la vida de estos, en especial de los que asisten a escuelas de sectores más vulnerables.
Lo positivo de todo esto, es que Chile, ha dado en los últimos meses un ejemplo de resistencia a la exacerbación del orden neoliberal, y será esperable que los profesores, familias y estudiantes con mayor evidencia empírica que las autoridades y protegiendo la vida de sus hijos, desobedezcan estas medidas y nuevamente serán un referente de la lucha contra la biopolítica neoliberal.
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Fotografía: IBEROAMÉRICA SOCIAL.