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Ernesto Castro: “El capital más valorado y escaso hoy en día es la atención”

por La Redacción enero 18, 2019
enero 18, 2019
1,K

Por: KIKE OÑATE. El Salto. 18/01/2019

Provocador, original y heterodoxo, el filósofo Ernesto Castro parece entender bien cómo articular un discurso crítico y constructivo digerible para la juventud.

Ernesto Castro (Madrid, 1990) es doctor y profesor de Filosofía en la Universidad Complutense. Autor de Un palo al agua: ensayos de estética (Micromegas, 2016) y Contra la postmodernidad (Alpha Decay, 2011), su amplia producción intelectual se puede consultar en YouTube, pues a través de un formato conferencial comparte sus clases y charlas en vídeo. Desde el trap a los fundamentos filosóficos de Marine Le Pen o la figura del humorista Chiquito de la Calzada, con Castro se puede hablar de casi todo.

Provocador, original y heterodoxo. Con un pie en el submundo de internet y otro en el conocimiento académico más clásico, este profesor parece entender bien cómo articular un discurso crítico y constructivo digerible para la juventud, en un momento en que el simple hecho de escuchar o debatir se encuentra en riesgo. Prueba de ello son los más de 25.400 seguidores de su canal. En esta ocasión conversamos sobre los grandes debates de la izquierda, la consolidación de las derechas ‘iliberales’ y la contribución del ecologismo político, el feminismo y el antiespecismo dentro de la tradición progresista. Además de intentar revisar la idea del Estado —ahora que este se encuentra en crisis— mediante el viejo ideario anarquista, liberal y anarcocapitalista.

En el vídeo ¿Contra la pedagogía? explicabas cómo funciona tu método de enseñanza en la universidad, caracterizada por difundir las clases a través de YouTube y exponerlas como una conferencia magistral. ¿Cómo lo definirías?
Nunca repito las conferencias que ya he dado, lo cual tiene un cierto punto de osadía, y en ocasiones las hago a petición de terceras personas. Esto me supone un desafío constante por el hecho de tener que formarme para hablar de cosas nuevas. De esta manera, diría que mi proceso de producción intelectual va de la mano de mi formación intelectual. Decía Hegel —burlándose de Schelling— que realizó su formación en público, porque escribió según iba leyendo. Yo hago algo parecido, ya que doy las conferencias según voy interesándome por las temáticas o las ideas que me suscita la gente. Además, todo esto lo entiendo como un proceso de autoformación por medio de la conferencia y la rueda de preguntas, que considero el método más participativo, pues requiere un mayor esfuerzo por parte del público. Es más, el capital cognitivo más valorado y escaso hoy en día es la atención, el desarrollo de esas dos virtudes no las paga nadie. Una persona capaz de ser paciente y tolerante incluso consigo mismo —y lo que está escuchando— ha ganado bastante la batalla contra el capitalismo acelerado.

En este sentido, ¿es el feminismo el último fenómeno de masas que consigue politizar conciencias?
Estoy de acuerdo con Íñigo Errejón cuando dijo que es el único movimiento social en España. Si bien no es el más hegemónico, su transversalidad le permite imponer temas que no se habían contemplado hasta entonces. Antes del 8M, partidos como Ciudadanos consideraban que no había que acudir a la manifestación o huelga porque era de izquierdas. Al día siguiente salieron vestidos de morado. El feminismo es un constructor de hegemonía y catalizador de debates y luchas que no tienen por qué partir del núcleo del conflicto de género. Con todos los replanteamientos raciales, la interseccionalidad, incluso la forma de abordar el fenómeno migratorio, el feminismo está siendo la punta de lanza de muchos planteamientos de izquierdas actuales. No hay forma más coherente de ser obrerista que ser precisamente feminista, por la feminización de la fuerza de trabajo.

Respecto a tu formación, en alguna ocasión has manifestado la influencia filosófica del conocido profesor Jorge Riechmann. ¿Qué aporta el ecologismo político a la tradición izquierdista?
Hay muchos que entienden el ecologismo y el feminismo como una extravagancia de la izquierda posterior al mayo del 68. Esto me parece superficial, pues la irrupción de estos movimientos supuso el replanteamiento de lo que iba a ser el fracaso del marxismo occidental, así como de la Unión Soviética. Cuando Manuel Sacristán descubre que el PCE carecía de un proyecto interesante para España, reformuló inteligentemente el ideario comunista entendiendo que el sueño del aumento indefinido de los medios de producción no es posible en un mundo finito. De este modo, se replanteaba el crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas, tan presentes en Marx y otros economistas clásicos.

Comprender la economía como una parte de la ecología, es decir, como una estructura social encuadrada en otras previas de orden biológico: ese es uno de los retos de la izquierda. Por otro lado, destacaría el pacifismo como actitud ética con una dimensión internacional. En mi opinión, el ecologismo —junto al feminismo— supuso una de las revisiones más coherentes y sistemáticas del proyecto ilustrado marxista, siendo consciente de las limitaciones tanto biológicas como ecológicas de la especie humana.

Las referencias sobre antiespecismo se repiten en tus vídeos. ¿Por qué este interés?
La causa antiespecista tiene un valor independiente de si es vehiculada por la derecha o por la izquierda. Me parece una hipocresía por parte de los individualistas metodológicos que presumen ser los liberales el defender solamente a ciertos individuos y no a todos los individuos sintientes. Si la derecha liberal quiere ser coherente debe ser antiespecista. De hecho, la gran diferencia entre estos últimos y los ecologistas es el individualismo, pues el ecologismo valora el zorro porque está en peligro de extinción y participa de un conjunto holístico que es el equilibrio ecosistémico. Por el contrario, en un caso límite, al antiespecista no le importaría exterminar a las especies carnívoras para maximizar la utilidad de otras.

¿Y qué extraes de cada razonamiento?
El conflicto entre estos dos pensamientos no es tal, ya que a largo plazo los intereses de un individuo pueden coincidir con los de la especie. Lo mismo ocurriría con las personas y el Estado. De esta manera, veo compatibles los dos principios clásicos de la tradición de izquierdas como son la igualdad y la libertad, es decir, lo colectivo y lo individual.

Si la derecha liberal quiere ser coherente, debe ser antiespecista

Tras el ascenso de la extrema derecha internacional, cierta izquierda trata ahora de construir un nuevo relato basado en ideas como el nacionalismo económico, la soberanía estatal y el control de las fronteras. Todo ello recordando una suerte de Estado del Bienestar idealizado con la pretensión de hacer frente a la ola conservadora. ¿A qué se debe?
Es una expresión más de la clásica tensión que ha existido dentro de la izquierda entre el internacionalismo y el soberanismo desde la Revolución francesa. En el presente, muchos creen que el nuevo eje político es esa antítesis entre globalistas y nacionalistas, más allá del arriba-abajo que supuestamente iba a desbancar el eje izquierda-derecha. Si bien es cierto que esa retórica fue muy utilizada durante la crisis económica, no sé hasta qué punto ha beneficiado a los partidos de extrema izquierda hacer pasar lo que han sido posiciones de izquierdas de toda la vida por otras ‘populares’. Hubo victorias muy esperanzadoras como la del partido Syriza, pero que gestionando el gobierno se vio obligado a hacer un arreglo de tipo nacionalista, a través diversos acuerdos y estableciendo una fuerte inversión económica en defensa por la paranoia acerca de Turquía. Y eso sin contar la traición posterior al “oxi”.

¿Y cómo crees que se articulan estas ideas en España?
Cuando se habla de soberanía económica o nacionalismo económico se pretende exportar a España un modelo político que es de difícil aplicación, precisamente porque no sabemos cuál es la unidad de soberanía a la que estamos apelando. Si previamente no se reconstruye un discurso sobre qué ha sido la nación española —o la catalana, o la vasca, en caso de querer ir por alguna de esas vías— no se puede apostar fuerte por dicha idea estatal. Muchos intelectuales de derechas subrayan la contradicción que existe dentro de Podemos en que por un lado se declaren patriotas, pero estén dispuestos a destruir la patria levantando una frontera con Catalunya. A juicio de muchos, la mayor traición a los principios igualitarios de izquierdas consiste, básicamente, en considerar a ciertos sectores de la población como ajenos e ignorarlos a la hora de tomar decisiones colectivas.

¿Por ejemplo?
El antiguo militante del PSUC Félix Ovejero, que ha sido uno de los fundadores de Ciudadanos, se sigue reivindicando dentro de la tradición socialista y es un teórico importante de la renta básica. Sin embargo, entiende que el núcleo de aplicación de las políticas de izquierdas es, a poder ser, el conjunto de la humanidad, siendo los Estados realmente existentes una aproximación a tal cosa. En ese sentido, por suerte o por desgracia, todos los partidos que existen en España son necesariamente europeístas y no existe una extrema derecha antieuropea, salvo la que se pudiera articular entorno a Vox.

Hoy en día, otros periódicos digitales como ‘El Confidencial’ juegan la doble baza de apostar por la derecha económica y la izquierda cultural

Y recuerdas algo más.
La razón por la cual algunos teorizan que no existe una extrema derecha xenófoba en España —salvo, insisto, la que se pueda articular entorno a Vox— es porque no se requiere una alteridad amenazadora fuera del Estado que se convierta en el enemigo simbólico de la nación. De esta manera, no es necesario demonizar al árabe o al emigrante latinoamericano porque existe el demonio catalán, vasco o gallego.

Vivimos en sociedades tan estatalizadas que pese a haber una clara falta de credibilidad respecto a los mecanismos de representatividad de las democracias liberales uno no llega a cuestionarse la posibilidad de no delegar sus responsabilidades políticas y gobernar junto a otros individuos “emancipados”. Es más, se prefiere optar por candidatos autoritarios. ¿Por qué se escoge esta vía?
Rouba mas faz, (“Roba pero hace”) fue uno de los lemas de la derecha brasileña de siempre. Se suele decir que los países más blasfemos son también los más religiosos y en este sentido hay un chiste que dice: los españoles creen tanto en Dios que se cagan en él. La relación amor-odio que tenían los súbditos del Antiguo Régimen respecto a la Iglesia, puede ser la misma que siente el español respecto de España como nación y Estado.

Se parte de la premisa por la cual el Estado es una institución confiscatoria, de manera que la única diferencia entre una banda de ladrones y los cuerpos de seguridad es que son reconocidos por otras bandas que constituyen todo el sistema interestatal. La vieja visión agustiniana —que más adelante seria adoptada por los anarquistas— del Estado como algo ilegítimo y, a su vez, el sustituto de la religión por la ideología, genera una permanente tensión por no reconocerse en ciertas instituciones, pero al mismo tiempo preferir lo malo conocido a lo peor por conocer.

¿Qué otros factores destacarías?
Evidentemente la manipulación mediática influye mucho e incluso los políticos más demagógicos suelen vender la carta del orden y el establecimiento de una paz social perturbada por la gente políticamente correcta, las ‘feminazis’, los comunistas e incluso los fascistas. Desde la izquierda radical se está magnificando la emergencia de la extrema derecha porque el único signo distintivo que existe entre la izquierda progre heredera de la socialdemocracia y la izquierda radical es el compromiso fuerte de esta última con el antifascismo. En la era de Pedro Sánchez, con un “gobierno de ministras”, Podemos solamente se puede mostrar como una marca independiente combatiendo el otro extremo del arco parlamentario.

Habiendo participado activamente en el mundo de la comunicación cultural, ¿qué piensas sobre el formato digital de los nuevos medios?
Los medios que mejor conocen la viralidad son conscientes de que lo más atractivo es el contenido banal y superficial combinado con investigaciones originales. Interviú fue un modelo que te atraía por los ojos y te cautivaba con los textos. Hoy en día, otros periódicos digitales como El Confidencial juegan la doble baza de apostar por la derecha económica y la izquierda cultural. Por lo tanto, si existe verdaderamente un pensamiento único ese es una fusión perversa —denunciada por la derecha iliberal y la alt right—, entre el liberalismo económico y el izquierdismo cultural. De este modo, consideran hipócritas, por ejemplo, a Rosalía y a cierto feminismo asociado a grandes empresas. Según ellos, no se puede denunciar el “mal querer” al mismo tiempo que se hace negocio con Inditex.

Algo que también se critica desde la izquierda. La trampa de la diversidad del escritor Daniel Bernabé ya va por su séptima edición. Plantea un debate que ha generado muchas críticas, pero también alabanzas. ¿Qué opinión te merece?
Las críticas que se han hecho a la posmodernidad desde un punto de vista político son un clásico de la izquierda radical desde mediados de los años ochenta. De hecho, hay un giro dentro debate sobre el posmodernismo desde las cuestiones más filosóficas, tratadas por autores como Lyotard o Habermas, a las cuestiones más sociopolíticas, como las tratadas por Fredric Jameson: el posmodernismo como lógica cultural del capitalismo tardío, en el que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. En ese sentido, la crítica de Bernabé es interna a ese paradigma de pensamiento, porque él mismo no tiene las herramientas filosóficas, sociológicas o económicas —ni siquiera periodísticas— para verdaderamente plantear una alternativa a esa forma de pensamiento. Lo único que hace es criticar, con toda la razón, cómo ciertos movimientos identitarios de la izquierda pueden ser instrumentalizados por el capital, como pasó con los movimientos contraculturales que se convirtieron en la conquista de lo cool y los nichos de mercado de los años 80.

Por lo tanto, ¿cuáles son para ti los aspectos más débiles del libro?
Existen tantas obras sobre esta temática que el libro de Bernabé es el típico panfleto que genera debate por su propio título, más que otra cosa. Me pareció interesante la reseña que hizo Alberto Garzón, sobre cómo la falta de documentación y el hecho de haber sido escrito en pocos meses influye mucho en que no haya un conocimiento profundo de los autores. Así, la crítica al filósofo Jean-François Lyotard y las observaciones sobre antiespecismo son totalmente superficiales. Aun así, es un libro necesario para generar estos debates, y la crítica que hace a esos movimientos son legítimas, pese a no ir más allá de su marco de pensamiento, ni entender hasta qué punto la llamada lucha de clases de toda la vida, tal y como fue articulada por la tradición marxista, fue concebida como una lucha identitaria en la que una clase en sí se convertía en una clase para sí, al transformar un elemento sociológico, como la diferencia de renta o la relación respecto a los medios de producción, en un signo diferencial que le permitiera producir un antagonismo frente a la burguesía, el patrón o el terrateniente.

Y añades un elemento más.
Aunque las clases preexistan sociológicamente no se articulan políticamente sino a través de discursos necesariamente identitarios, con una diferencia entre ‘ellos’ y ‘nosotros’. En esa construcción siempre hay bandos, pues una de las grandes objeciones que plantea el libro es que, ¿acaso no existía la misma división entre trostskistas, estalinistas o maoístas dentro de los partidos que hay a día de hoy entre el feminismo radical o liberal, antiespecismo o ecologismo? No se puede apostar al mismo tiempo por una izquierda que sea plural y que esa unidad se cree de arriba a bajo, de manera jerárquica, como una cadena de mando militar.

Las ideas libertarias están en el aire y son el verdadero socialismo que debería oponerse a la barbarie

En Saló o 120 días de Sodoma, Pier Paolo Pasolini recrea una escena donde una pareja heterosexual hace el amor con ternura, después de sufrir interminables torturas grupales. Cuando sus verdugos fascistas les descubren, la chica huye —en un acto de debilidad patriarcal— y el joven, desnudo, levanta simbólicamente el puño antes de ser acribillado entre risas. ¿Los diversos socialismos actuales siguen ofreciendo una clara alternativa ante la barbarie?
La izquierda a día de hoy tiene una alternativa moral a lo que es el individualismo, el consumismo, el ecocidio y el austericidio. Identifica lo que es la barbarie, pero no sé hasta qué punto tiene verdaderamente idea de cómo construir un modelo que no incurra en la barbarie socialista sin rostro humano del siglo XX. Yendo un poco más allá, esta escena de Saló también puede representar la desnudez de la propia izquierda durante la Segunda Guerra Mundial, ya que especialmente en el caso italiano tuvo que asociarse con los que hasta entonces habían sido sus verdugos, EE UU y Gran Bretaña, que habían permitido que Europa central cayera en la órbita nazi-fascista. Sin embargo, hay una gran fetichización del antifascismo que obvia los ajustes de cuentas de los aliados tras la caída de Francia e Italia.

Frente a la descoordinación entre las izquierdas, al otro lado del espectro político parece que las cosas se encaminan solas, pues movimientos diversos y adaptados a las particularidades de cada país, llegan a establecer acuerdos de mínimos. Propones un nuevo término, derecha iliberal, ¿qué significa?
Es la forma en la que la extrema derecha se rearticula después de la Segunda Guerra Mundial, reconstruyendo una memoria histórica benévola con su propio pasado y retomando ciertos principios del liberalismo como la libertad y la igualdad aplicada al concepto de Estado, familia y clero. Se vende a sí misma como la última trinchera del Estado nación frente a las fuerzas de un capitalismo que consideran marcadamente socialista —e incluso sionista— donde la izquierda y la derechas apostarían por lo mismo, es decir, la globalización. Frente a estos dos movimientos de desterritorialización, utilizando la terminología de Gilles Deleuze y Félix Guattari, la derecha iliberal sería un fenómeno de territorialización.

Aquí también se podría recurrir a Karl Polanyi, ya que hablaba de tres pseudomercancias: la fuerza de trabajo, la tierra y la moneda. En el momento que estas se privatizan, de manera natural se generan contramovimientos cuya posición ideológica no está definida. De este modo, ante la mercantilización del Estado nación, la derecha iliberal sería una respuesta contrarevolucionaria a esa revolución concreta, asumiendo algunos de los principios tradicionales de la izquierda.

¿Cómo se situaría en el terreno de las ideas?
La derecha iliberal parte de la ética del liberalismo, que básicamente desconfía del propio concepto de política o la existencia de la sociedad y el pueblo. “No existe la sociedad tan solo los individuos y sus familias”, decía Margaret Thatcher. Esto es importante, pues marca la división entre una derecha completamente liberal que defiende el individualismo, y otra que se apoya en instituciones feudales o premodernas como la familia, el clero o la nación, esta última entendida desde una perspectiva étnica. Yo hablo de “derecha iliberal” por la eufonía de no saber si estás escuchando “liberalismo” o “iliberalismo”, pues la relación de continuidad y discontinuidad que existe entre ambas derechas es similar a la que hay entre el marxismo y el posmarxismo.

Sobre las peculiaridades adaptativas de las nuevas derechas, ¿qué dirías?
En Hungría, Jobbik, el partido de extrema derecha que ha obligado al actual presidente Viktor Orbán a escorarse todavía más hacia este concepto del que hablamos, es islamófilo. Entienden que el húngaro pertenece a la familia lingüística de las lenguas turcomanas de Asia central. De esta manera, Hungría sería la puerta a Occidente de países como Irán. Por esa razón, Jobbik pidió que la guardia de la revolución iraní garantizara que las elecciones fueran realizadas conforme al procedimiento internacional. Esto muestra la pluralidad que existe dentro de las derechas iliberales, ya que, dependiendo de las características culturales y ideológicas de cada país, se construyen de manera distinta.

¿Y qué ocurre en el contexto español?
Para empezar, aquí no es posible una derecha xenófoba, porque el proyecto imperial del cual se tiene nostalgia no tuvo un racismo étnico sino religioso. El ‘otro’ y el antagonista del Imperio Español no fue el negro o el indio, sino el infiel y el hereje. A pesar de los intentos de algunos psiquiatras franquistas como Juan José López Ibor o Antonio Vallejo-Nájera por construir una tipología del antiespañol fundamentada en la genética, a la búsqueda de lo que ellos llamaron “el gen rojo”, la derecha iliberal española ha asumido que los antiespañoles (ese mito) no nacen sino que se hacen. En este sentido, Foucault teorizó mucho sobre cómo el Estado construye un concepto de ciudadano que en última instancia es racista, porque siempre tiene que excluir a alguien. Esto me recuerda a una frase muy bonita de Paul Preciado donde señala que la raza es una tecnología del poder.

Has entrevistado a conocidos anarcocapitalistas como el profesor Miguel Anxo Bastos y acudiste al ya extinto canal del mismo espectro político Bailando con Lobos. Siendo abiertamente de izquierdas, ¿qué es lo que te seduce de este movimiento intelectual?
El liberalismo siempre se ha mostrado como una ética, no como una política. La defensa del individuo y la mayoría de edad intelectual que tiene este para tomar decisiones por sí mismo sin ser asesorado de manera paternalista o incluso de forma impuesta a través de una institución coercitiva, esto es, el Estado. A mí lo que me interesa del liberalismo es esa apelación a la mayoría de edad intelectual del individuo frente al colectivo. Por lo demás, sus agenda política y económica me parece profundamente utópica, cuando no directamente sociópata.

La crítica de Bastos hacia el Estado la toma principalmente de la tradición marxista y siempre reitera que el liberalismo carece de un buen análisis al respecto. Para empezar porque en España y otros países, los liberales son los que construyen el Estado nación moderno, que expropian a la Iglesia y privatizan esos bienes creando las bases del capitalismo y el nacionalismo. Si se puede hablar de neoliberalismo, como dijo Herbert Spencer, el liberalismo antiguo combatía el derecho sagrado del altar, mientras que el nuevo liberalismo debe hacerlo contra el derecho sagrado de los parlamentos y la idea de que lo decidido allí por mayoría es bueno.

Sorprende la falta de referencias a la extensa tradición anarquista —o libertaria— ibérica en tus conferencias. ¿A qué se debe?
La tengo en cuenta y diría que ha sido precisamente esta la que ha incorporado de una manera pionera todas las problemáticas ecologistas que ya estaban en Piotr Kropotkin o Élisée Reclus, la idea de apoyo mutuo. Por el contrario, aunque también hay muchos textos dispersos, el marxismo clásico se articuló mediante obras que dan gusto leer, como pasa con Georg Lukács, Louis Althusser o Theodor Adorno. Es difícil encontrar el equivalente a El Capital en el anarquismo, aunque haya panfletos y ensayos, cuesta tener una imagen de un libro donde se recopile una idea muy concreta. Pese a esto, todas las ideas libertarias están en el aire y son el verdadero socialismo que debería oponerse a la barbarie. Volviendo a Sacristán, en su reformulación durante los años ochenta, lo que hace es retomar muchas cosas que ya habían planteado los anarquistas y anarcocomunistas anteriores.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ.

Fotografía: KIKE OÑATE

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