Por: José Daniel Carabajal. Iberoamérica Social. 22/03/2018
Muy a menudo los científicos sociales nos vemos en la obligación de socializar nuestros hallazgos y hacerlos públicos para su validación en el mundo académico, el medio que se emplea para tal objetivo es la publicación. En este caso la escritura es vista como una practica obligada del buen científico, para que pueda ir progresando en su carrera e ir creciendo intelectualmente. Aparte el científico que practica la honestidad intelectual debe someter sus publicaciones al juicio de sus pares de la comunidad científica. Es en este sentido que puede referirse al investigador como escritor y en tanto escritor como “la persona que escribe” o “produce escritos”.
Para producir escritos tenemos que pasar por tres etapas:
Pre-escribir
Escribir y
Re-escribir
El descubrimiento del tema es sin duda uno de los mayores inconvenientes a la hora de empezar la escritura (los que alguna vez tuvimos que escribir algo para otro sabemos que elegir un buen tema es lo mas complicado) máxime si se trata de temas actuales donde escasea materiales que nos indiquen el estado del arte. Todo ello es así porque exige una práctica lógica de “buen pensamiento” que lleve por efecto a una buena escritura. En cuanto al argumento y la narración debe prevalecer el imperativo de la síntesis, para lo cual el estilo literario de la investigación social debe desplegar todo su potencial argumentativo, se debe volcar toda la realidad existente con sus objetivos, lo cual demuestra que el mayor riesgo no está en el campo donde se anotan fidedignamente lo que se ve, sino en el laboratorio, en la redacción, donde la visión cesa y entra en juego la imaginación que dará forma a los datos, haciendo analogía con la anatomía humana podría decirse que los datos son los huesos de nuestro escrito y la redacción la carne, que otorgará sus rasgos característicos a ese cuerpo…
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Fotografía: Iberoamérica Social