Por: Sergio Arboleya. 09/07/2025
Con más de treinta años de músicas que refieren a los territorios, sus pesares y sueños, el riojano Ramiro González lanzó el disco “El ojo de la tormenta”, una obra conceptual que se mete de lleno en el pasado reciente y la actualidad social y política. Del extractivismo a los derechos humanos, de los gobiernos corruptos a la dignidad de los pueblos. La vida campesina, el amor y el futuro.
El músico, poeta y compositor Ramiro González es un riojano radicado en Córdoba con una profusa y reconocida obra forjada en tres décadas de independencia artística. Abreva en la tradición folclórica para alumbrar otras posibilidades expresivas y ligar esas novedades con el entorno social y político. Desde esa impronta, lanzó la segunda parte de “El ojo de la tormenta” subtitulado “Para qué tanto”, que llegó para completar un material cuya entrega inaugural sucedió hace quince años.
“Si el primer material refirió a esa memoria chayera de cuando niño, este disco es sobre el Ramiro que desde el campo llega a la ciudad y se encuentra con la parte más brava de ese paisaje: el hambre, la postergación y la exclusión social. Es la mirada urbana de un tipo que viene del campo, que vive en el campo hace casi 30 años”, apunta el artista cuyo entorno campesino comenzó en su La Rioja natal y luego, desde 1998, se situó en Cuesta Blanca, al sur del Valle de Punilla, a 15 kilómetros de Carlos Paz, y desde hace un par de temporadas en Unquillo (Córdoba).

En charla con Tierra Viva, González asegura: “Desde ese lugar el vínculo con la naturaleza es ineludible y tiene que ver con apreciar el movimiento de la tierra, de las plantas, de los insectos. Es muy difícil salirme de esa dinámica elegida que veo desde el campo y es un poco lo de lo que hablo en ‘Ancestral’, que es el tema con el que abro el disco, que es un aire de chacarera dedicado al Movimiento Campesino de Córdoba, que escribí en 2009, de regreso del festejo por los diez años de la Asociación de Productores del Noroeste de Córdoba (Apenoc), cuando estaba a pleno la expansión de la frontera agropecuaria de la mano de la soja con la avanzada de los terratenientes y la expropiación a campesinos con más de cien años en esos territorios”.
Con esa misma impronta y todavía más antigüedad, figura “La semilla”, una creación con texto de Maxi Ibáñez fechada entre 2002 y 2003 porque, advierte el guitarrista y cantante, “la problemática de la soja venía de antes con la contaminación y las enfermedades a causa de las fumigaciones y también mi decisión de hacer canciones para generar conciencia, que es algo que fue perfilando todavía más gracias a espacios como el “Encuentro de Juglares” que organizaban Jorge Marziali y Pancho Cabral, donde aprendí que el origen de la juglaría y de la canción tuvo que ver con contar las cosas que pasaban”.

“Ser parte de los que preguntamos qué hacemos para cambiar las cosas”
—¿Cómo es el proceso de composición?
—Hay 365 días en el año y con que me ponga 20 días a escribir y haya algo bueno… ya tengo material para hacer un disco. También es cierto que hace muchos años abandoné la disciplina que tenía cuando era chico de escribir cotidianamente y escribo solamente cuando tengo ganas o cuando hay algo que me conmueve, para bien o para mal. He sido un apasionado de escribir y me gusta mucho leer sobre la escritura. En un momento me dio por estudiar gramática, versificación y todas esas cosas porque me interesa mucho sobre todo lo que está volcado a la palabra cantada.
—¿Qué cosas siente que rigen su andar?
—-Creo que una especie de conciencia social para ser parte de los que nos preguntamos qué hacemos para cambiar las cosas, desde dónde nos posicionamos, empezando por la cotidianidad con nuestra gente, en nuestra casa. Empezar por ahí es un paso en lo pequeño que puede contagiar a alguno que tenemos cerca y si después lo podemos potenciar y ampliar, mejor. Por lo pronto empezar con lo pequeño aunque el monstruo sea demasiado grande, con los grandes capitales trasnacionales que son los dueños de los gobiernos, del mundo, son los que manejan todo con plata y con eso les basta para sobornar lo que uno se quiera imaginar. A mí realmente me parece muy aterrador. Y si vamos hacia el apocalipsis, los principales culpables somos nosotros.
—Contaba que esta segunda entrega de “El ojo de la tormenta” se forjó en tiempos de la sojización que coincidió con gobiernos autodenominados “nacionales y populares”…
—Por eso mismo creo que muchos tenemos cierta reticencia al movimiento nacional y popular, porque veíamos que había cosas que no nos cerraban, como la soja o la megaminería o la Ley de Hidrocarburos. Yo creo que si bien fue un movimiento que propició el crecimiento de aspectos de la economía del país y para sectores sociales que tuvieron acceso a un montón de cosas, por otro lado seguía sosteniendo el extractivismo y me parece que allí hay una contradicción que es bastante difícil de sortear y una encrucijada en relación a los que fueron los mejores gobiernos en casi 50 años de democracia.
—¿Qué siente qué dice esa imagen sobre la democracia argentina?
—Me parece que son problemáticas del modelo y que la democracia es un modelo obsoleto, funcional al poder económico y por eso no le veo un destino muy favorable al mundo mientras sigamos sosteniendo un sistema que está en sus estertores y que es funcional al capitalismo. Con esto no quiero decir que esté a favor de algo que no sea democrático, ni una dictadura, ni una guerra civil ni nada de esas cosas que son atroces. Pero sí creo que debemos, como seres civilizados, tratar de encontrar una alternativa tanto al sistema representativo que nos hace descansar en que alguien te va a solucionar los problemas desde un facilismo cognitivo y, en cambio, tenemos que organizarnos como una forma de decidir que se le ponga un freno al poder financiero local e internacional.
—¿Le condiciona el hecho de tener un discurso político?
—A nosotros nos dicen que no hablemos de política y que no hagamos música política, pero la política interviene en mi vida, en todas las boletas que pago, en mi sueldo, en mis haberes, en todo interviene la política. ¿Entonces por qué no voy a hablar de política si la política determina mi día a día? Pero ese es el tipo de discursos que generan estos malandras de arriba con la impunidad que les da tener los micrófonos para decir cualquier cosa.

Música comprometida y danza con fundamento
Publicado el 24 de abril, en el “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, este reciente álbum es sucesor de “Bajo la luna o el sol”. Entre sus singularidades figura que fue registrado en vivo el 19 de noviembre de 2022 en “República Contracultural” de la capital riojana junto a Facundo “Charro” Flores (flautas y coros), Jorge “Pela” Castro (batería) y Daniel Soria (bajo), para un repertorio que se completa con “Tempestad”, “Sana Sana y Libertad”, “Flores para un desamor”, “Lo que tu creas”, “Ahora”, “Mamá Esperanza”, “Polvo de estrellas”, “El ojo de la tormenta”, “La moneda en la fuente” y “Para qué tanto”.
No conforme con este poderoso estreno, el autor de piezas que han trascendido su firma entre las que descuellan “Estoy donde debo estar”, “Los amanecidos”, “Entre tu amor y mi amor” y “Chacarera de San Antonio”, se entusiasma con la próxima edición del proyecto “Danzas con fundamento”, una serie de creaciones propias a partir de danzas nativas arregladas por el violinista Hernán Soria e interpretadas por el Magnolia Cuarteto de Cuerdas (formado en 2006 y donde Soria toma parte).
“Es una idea —evoca— que vengo amasando desde hace años, allá por 1989 cuando se empezó a juntar un montón de gente como Juan Saavedra y Jacinto Piedra a cranear una cosa diferente a partir del baile. Y durante la pandemia, cuando me quedé sin laburo, me presenté a una convocatoria del Fondo Nacional de las Artes y la plasmé tomando las métricas de esas coreografías tradicionales pero resignificándolas a partir de temáticas actuales”.

El proyecto tuvo su puesta en vivo, en mayo pasado, en el cordobés Teatro Real junto a docentes de danza como Silvia Zerbini, Aldo Corso, Victoria Matta, Mario Martínez, Jorge “Negro” Valdivia, Karina Rodríguez, Alicia y Chiqui La Rosa. Y tendrá su versión discográfica.
Antes de este presente, el camino de Ramiro —forjado en el ambiente de una familia con madre docente y en la que su padre, Pimpe González, también cultivó la composición y el canto— fue parte del Grupo Vocal Horizonte, integró como arreglador el grupo de su coterráneo Emiliano Zerbini y a cuatro manos con Pica Juárez creó la obra poética-musical “Padrecito de los pobres-Emocional de un hombre”, homenaje al caudillo federal “Chacho” Peñaloza. Como solista dio forma a otros dos placas: “Mojando la vida” (2009) y “Peñero” (2015) y además animó duplas con José Luis Aguirre y Martín Neri, y compartió escenarios con Raly Barrionuevo, Aca Seca, Paola Bernal, Bruno Arias, Natalia Barrionuevo, Claudio Sosa, Orozco-Barrientos, Juan Falú y Lucas Heredía, por citar apenas algunas de esas confluencias.
En ese trajinar, González saca cuentas y avisa que “con el Grupo Horizonte ya cantábamos en las peñas desde 1995, así que estoy cumpliendo 30 años con la música y me parece lindo poder celebrar un poco eso y tengo una fecha para septiembre en el Teatro Municipal de La Rioja”.
El festejo planeado para este año incluirá un tercer álbum (junto a “El ojo de la tormenta 2” y “Danza con fundamento”) que se llamará “De entrecasa”, con grabaciones hogareñas porque, reflexiona, “al tener los tres discos se abre la paleta de laburo entre lo que puedo hacer solo, con la banda o con el cuarteto de cuerdas”.
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Fotografía: Agencia tierra viva