Por: Claudia Aranda. 08/07/2025
En una de las noches más frías del invierno austral —en medio de la ola polar que atraviesa Chile y Argentina con temperaturas récord bajo cero—, ocurrió algo que en casi cualquier otro país del mundo sería inconcebible. El Presidente de la República caminaba solo por su barrio, sin escolta visible, sin prensa, sin aparato. No había acto oficial, ni cámaras institucionales, ni funcionarios. Solo un hombre, a pie, bien abrigado, acercándose por la vereda y luego cruzando la calle en dirección desconocida, en pleno barrio Yungay, en el centro de la capital. Lo registró El Kofran, un tiktoker que desde hace años recorre Santiago de noche, no para provocar, sino para observar. Su trabajo es persistente y serio: mezcla historia urbana, memoria barrial y denuncia crítica. Desde estaciones de metro abandonadas hasta rincones silenciados por la ciudad neoliberal, El Kofran documenta lo que la luz oficial no alumbra.
Y en ese tránsito, como parte de uno de sus lives, enfoca sin esperarlo al Presidente Gabriel Boric. El cruce es breve, pero real. El Kofran lo saluda y le habla con total naturalidad, pese a la sorpresa. Le cuenta que justo está en vivo y le acerca la cámara del celular. Le pide un saludo para la gente de Talcahuano. Boric se detiene, sonríe y saluda, sin afectación. Luego sigue su camino, tal vez a comprar pañales (el Presidente acaba de ser papá), o simplemente a caminar. El gesto es minúsculo, pero dice mucho.
Porque lo importante no es la anécdota. Es su posibilidad.
En un planeta donde el poder se encapsula tras vehículos blindados, guardias armados y corredores de seguridad, que un Presidente cruce solo la calle donde vive no es un detalle pintoresco. Es una anomalía estructural. Habla de una forma distinta de ejercer el poder: no desde la distancia vertical del mando, sino desde la horizontalidad del territorio compartido. Boric no es menos Presidente por caminar a pie. Al contrario: en esa caminata sin ceremonia ni cobertura, se encarna una legitimidad que no necesita blindaje.
La ciudad es también un campo de legitimación. Gobernar no es solo legislar ni administrar: es habitar. Es ser visto, sin miedo ni espectáculo. Que sea El Kofran quien registre ese momento no es un accidente: es el caminante nocturno que narra la ciudad desde abajo, sin permiso y sin guion. Que el Presidente se cruce con él —y no con un medio oficial, ni con la prensa tradicional— refuerza la potencia simbólica de ese instante.
En tiempos donde la desafección ciudadana crece y la política institucional parece cada vez más lejana, que un jefe de Estado pueda aún caminar su barrio sin temor ni repudio —y que un ciudadano cualquiera pueda saludarlo y recibir respuesta— no debería ser excepcional. Pero lo es. No por costumbre, sino por estructura. No porque no pueda hacerse en otros países, sino porque en la mayoría ya no se intenta.
Chile, por ahora, sigue siendo un lugar donde el Presidente (o un Presidente como Boric) puede caminar solo si así lo desea. Y donde alguien como El Kofran puede —sin buscarlo— encontrarse con él, tenderle la palabra, y obtener un saludo que no necesita protocolo. Esa calle compartida no resuelve las grietas de fondo. Pero recuerda que aún hay país. Y que el poder que hoy camina, todavía, no ha olvidado dónde pisa, y eso, independientemente de las afinidades políticas, siempre reconforta saberlo.
Video de El Kofran: https://vm.tiktok.com/ZMHbydXNhD5MR-pYy9x/
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Fotografía: Pressenza. Gabriel Boric caminando solo en la noche por Santiago. El Kofran)