Por: Benjamin Coriat. 19/05/2025
Por tres veces en sólo una vida, Michel Aglietta, fallecido el 24 de abril de 2025, estuvo en el origen de rupturas que marcaron el momento y abrieron el camino a los investigadores de su generación. Por tres veces, aseguró el cambio de pensamiento. Tres piedras blancas, la última de las cuales acababa de ser depositada y mostraba la vía a emprender.
Ahora que Michel Aglietta nos ha abandonado, habría tanto que decir…
Cada uno de sus libros marcó el momento en que fue escrito y, más allá de sus efectos inmediatos, dejó una profunda huella en el mundo de la investigación.
Lo digo de la forma más clara del mundo: no siempre he estado de acuerdo con lo que decía Michel, en tal o cual de sus escritos, pero a la hora del balance no tengo ni la menor sombra de duda cuando digo que ha sido el más innovador, el más importante, el más decisivo de su generación, que es también la mía. Nos acordaremos de esto, por encima de todo. La razón es sencilla. Por encima de sus muchas contribuciones particulares, sobre todo en materia de teoría monetaria o financiera, por ceñirnos a este ámbito, estuvo en el origen de tres rupturas, cada una de las cuales marcó el momento y abrió el camino a los investigadores de su generación.
La primera, la más conocida e incontestable, fue la publicación de su obra de 1976 “Crisis y Regulación del Capitalismo” (Calmann Levy). Al reformular los planteamientos ya enunciadas en su tesis de doctorado (defendida en 1974) en torno a la corporation (la gran empresa cotizada), para elaborar el concepto macroeconómico de fordismo, asociándolo a los principios del collective bargaining (la negociación colectiva sindicatos/patronos) difundidos tras la Segunda Guerra mundial, y en general al mostrar cómo el keynesianismo había sido, por parte del Estado, tanto el partero como la prolongación de este régimen de acumulación nueva, Michel Aglietta sentó las bases de lo que sería una nueva teoría del capitalismo, la teoría de la regulación. Nació así una nueva escuela de pensamiento, con una verdadera audiencia a escala internacional, cosa rarísima para una escuela francesa. De Japón a Latinoamérica, el método regulacionista ganaría émulos y revitalizaría la investigación en economía.
La segunda ruptura llegó en un pequeño texto publicado en forma de fascículo con el título “El capitalismo de mañana”, por la Fundación Saint-Simon en 1998. Era la época en que el fordismo no terminaba de descomponerse y agonizaba bajo el peso conjugado de su propio agotamiento y de los repetidos golpes dados por el liberalismo triunfante que, de la mano de Thatcher y Reagan, se extendía por todo el mundo. La gran cuestión del momento era saber cuál sería el sucesor del fordismo, entonces moribundo. Encerrado en lo que había sido su núcleo y su resorte, todas y todos los regulacionistas buscábamos a este sucesor en las nuevas formas que se estaban dando de recomposición de la relación salarial. ¿Qué “flexibilidad por arriba” podría suceder al fordismo? ¿Qué revolución en la organización del trabajo y de la producción, comparable a lo que había sido el fordismo podría estar a la altura de lo que se buscaba? ¿Tal vez Toyota y sus métodos de producción (que, se decía, había concebido un sistema que iba a “cambiar el mundo”), o incluso Alemania, cuyo modelo industrial triunfante erigido en “modelo renano”, tenían, al menos en germen, los elementos del buscado sucesor? Se multiplicaban las publicaciones sobre esta cuestión. Todo eso va descaminado, nos dijo entonces Michel Aglietta. En su nota de la Fundación Saint-Simon, antes de retomar la tesis iniciada en una obra conjunta con Antoine Rebeyrioux (Derivas del Capitalismo financiero, Albin Michel, 2004), anunció tranquilamente que el sucesor del fordismo como régimen de acumulación dominante debía ser calificado de “capitalismo patrimonial”.
No había que buscar al operador de la mutación en el trabajo y su reorganización, sino en ese nuevo actor principal que es el fondo de pensiones. Inflado de poderes y de recursos gracias a la mutación ocurrida en Estados Unidos, que transformó las jubilaciones basadas en fondos “de prestaciones definidas” haca fondos “de cotizaciones definidas”, el fondo de pensiones, liberado en su movimiento por la desreglamentación financiera realizada por el neoliberalismo triunfante, cambió la naturaleza misma del capitalismo. Exit el fordismo. Nacimiento de un conjunto de regímenes de acumulación arrastrados por las finanzas. Por segunda vez, cambia la teoría. El enfoque primero de la teoría de la regulación (el ETR 1) se convierte con el nuevo papel de las finanzas en el ETR 2. Uno de mis desacuerdos con Michel era que sostenía obstinadamente que, en ciertas condiciones, las finanzas, por medio de sus inversores “pacientes” y prolongados (algunos fondos de pensiones), debidamente regulado, podía permitir cierta estabilidad a este régimen dirigido por las finanzas. Por mi parte, tenía más que dudas. Pero lo esencial no era eso. Lo esencial era que Michel, otra vez, había hecho cambiar, y por largo tiempo, el centro de gravedad de las investigaciones, indicando una vez más por dónde pasaba todo.
El tercer cambio se produjo sólo muy recientemente, aunque maduraba en sus escritos desde hacía años. Michel Aglietta fue una vez más de los muy primeros (y raros) teóricos de la regulación en captar la importancia y el alcance del cambio de era que significaba la entrada en el antropoceno. Durante mucho tiempo batalló por introducir la dimensión “verde” en sus trabajos y en la búsqueda de una salida a la crisis. Hasta su última obra, “Por una ecología política – Más allá del capitaloceno” (escrito junto con Etienne Espagne, Odile Jacob, 2024) que significó una ruptura. No sólo colocó al antropoceno en el centro de la atención, sino que, de entrada, tomando posición en un largo debate sobre el tema, los autores designaron a la nueva era bajo su verdadero nombre. El antropoceno es un capitaloceno, sostenían, porque es producto de relaciones sociales y de producción constituidas en torno a la relación capital/trabajo y que han dado nacimiento a este modo de producción histórica particular denominado capitalismo. El extractivismo, la destrucción irracional y sin límites de recursos de todo tipo, es suproducto central. Definido como capitaloceno, abría la discusión sobre un conjunto de nuevas cuestiones.
En esta su última obra, Michel Aglietta cierra en cierta manera el círculo, enlazando con sus intuiciones y contribuciones iniciales más fundamentales. Para hacer frente a la crisis no se necesitan simples modos de regulación (de la relación capital/trabajo, de la moneda, de la propiedad, etc). La época exige una ruptura, en adelante hay que hablar de “regímenes de viabilidad”, en vez de modos de regulación. Lo esencial de la obra se dedica entonces a explorar sus diferentes modos posibles de existencia. Es el acta de nacimiento de lo que puede transformarse en una ETR 3 (centrado en la ecología y el análisis de las contradicciones entre el capital, la tierra y la biodiversidad).
En todos los casos, Michel hizo cambiar una vez más la investigación. Por tercera vez abrió territorios nuevos y vastos al pensamiento, donde desarrollar la investigación. Y, sobre todo, que es lo importante, proporcionó muchos elementos para orientarse hacia soluciones a explorar en un mundo en el que la búsqueda de la equidad y del bien común son la brújula, de la que no se puede prescindir bajo pena de hacer llegar lo peor.
Tres veces en una sola vida, Michel ha asegurado el cambio del pensamiento. Tres piedras blancas, una de las cuales, la última, apenas acaba de ser colocada y muestra el camino a tomar.
Pocos investigadores habrán hecho tanto.
Benjamin Coriat es economista. Es profesor emérito de la Universidad Paris-Nord. Autor, entre otras obras, de El taller y el cronómetro (Siglo XXI, 1982)
1º de Mayo de 2025
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Fotografía: Viento sur