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Maternar sola, precaria y sin que se note

por RedaccionA mayo 15, 2025
mayo 15, 2025
207

Por: Beatriz Merchán. 15/05/2025

Actualmente, asistimos a un nuevo modelo de súper madre que es la monomarental, precaria, activista feminista, que hace malabares para que sus criaturas no se enteren de las patrañas que nos rodean sin perder de vista la crianza respetuosa

Recuerdo a mi madre de pequeña diciéndome siempre que ella trabajaba gratis, que nadie le pagaba por su trabajo, que, además, no tenía vacaciones ni días libres. Yo me preguntaba a dónde iría mi madre a trabajar cuando estaba en el colegio. Con el tiempo entendí de qué hablaba, pero nunca me preocupó demasiado hasta que me atravesó la maternidad en formato monomarental ¡Joder! Cómo resuenan en mis oídos esas palabras de mi madre cuando me alimento en tiempo récord, cuando me acuesto para no dormir y cuando me levanto con dolores constantes de las posturas de twister para dar la teta.

Luego está el runrún de “tú te lo has buscado” cada vez que intento situarme en la queja. Y aquí viene el estigma de las madres solteras, gran herencia franquista del Patronato de la Mujer, que sigue bien presente fuera de nuestra burbuja progre: o bien eres una fresca o una desgraciada, pobrecita, abandonada. Si ha sido por elección, no puedes rechistar al respecto, que sabías dónde te metías.

En ocasiones me pregunto si esto de la monomarentalidad por elección no es sino un acto más de consumo. Por supuesto el sistema ha visto un hueco en el mercado que responde a dos lógicas: se necesitan futuras personas adultas productivas que además mantengan el sistema de pensiones y el negocio de las clínicas de reproducción asistida. Menos mal que siempre hay resistencias y saberes populares que se extienden y nos enseñan, por ejemplo, a inseminarnos de forma casera, pero esto es otro tema.

“Yo, que he dejado de creer en la pareja como núcleo y requisito único para crear una  familia, busco corresponsabilidad social e institucional y no paro de llevarme bofetadas una tras otra”, Beatriz Merchán.

Yo, que he dejado de creer en la pareja como núcleo y requisito único para crear una familia, busco corresponsabilidad social e institucional y no paro de llevarme bofetadas una tras otra. Mis amigues, que hacen lo que pueden por echarme una mano, también están lidiando con sus propias mierdas, porque claro, “Dios (que ha muerto) las cría y ellas se juntan”, así que obviamente no llegan a clase media, como era de esperar. Al final es como todo, tu forma de maternar está determinada por las condiciones objetivas en las que te encuentras, es decir, por tus condiciones de vida y posibilidad, un tema de clase, entre otras perlitas estructurales. Mientras tanto, las precarias, las putas, las migrantes, nos vemos inmersas en una espiral de reproducción de la desigualdad social que impone sus consecuencias más crueles sobre personitas que aún no saben de qué va la vaina.

Obviamente tengo en cuenta las distancias y reconozco mis privilegios precarios de persona cis blanca, hay muchas comadres que lo tienen peor, lo de siempre. Con un poco de suerte y desparpajo encontramos estrategias subversivas y comunitarias de supervivencia para salir a flote, mientras articulamos toda una trama de felicidad y tranquilidad en la que nuestras criaturas puedan crecer dignamente. Si es que me entra una mala hostia…

El cuento del valor del trabajo reproductivo es una cantinela añeja, pero cuando te atraviesa la maternidad se pone de actualidad al poquito de coger a tu criatura entre los brazos. El asunto es que todo el mundo entiende la lógica y los argumentos acerca de remunerar el trabajo reproductivo. Pero el mensaje no cala y no lo hace porque a la mayoría nos viene muy bien que siga así. Yo misma, que mi madre está en huelga de cuidados y nos ha puesto límites claros a mi hermano y a mí con las criaturas, me jode y, aunque estoy orgullosa de ella y de su faceta feminista, en el fondo, me repatea esa pérdida de privilegios, los que te da tener una madre ochentera entregada en cuerpo y alma.

“Las precarias, las putas, las migrantes, nos vemos inmersas en una espiral de reproducción de la desigualdad social que impone sus consecuencias más crueles sobre personitas que aún no saben de qué va la vaina”, Beatriz Marchán.

El problema lo veo bien claro y es que quienes problematizamos la maternidad somos las madres y solo nos escuchan otras madres. Mientras tanto, nuestra lucha suena de fondo y hay un apoyo en espíritu del universo progresista pero nadie que no sea madre hace de esta causa, su causa. Y, claro, entre el trabajo materno y el asalariado (si lo tienes) ponte tú a militar, que lo hacemos, pero el manejo del tiempo es otro, sin embargo, la rabia acumulada ya os digo que es mucha.

Actualmente, asistimos a un nuevo modelo de súper madre que es la monomarental, precaria, activista feminista, que hace malabares para que sus criaturas no se enteren de las patrañas que nos rodean sin perder de vista la crianza respetuosa (aquí hay otro melón de clase), aplicando Montessori y Pickler, mientras toma ibuprofeno y, en ocasiones, antidepresivos para que no se nos desmorone la chabola.

En conclusión, o lo que sea, el sistema le debe a mi madre el salario de una vida cuidando. Y a mí, pagadme lo que me debéis, ¡coño!

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: El salto diario. Con un poco de suerte y desparpajo encontramos estrategias subversivas y comunitarias de supervivencia para salir a flote. Arte El Salto

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