Por: Egbert Méndez Serrano. 19/12/2024.
Tamina, que es el personaje central de la novela de Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido (1978), a punto de concluir su existencia se desprende de su pasado, que está inscrito en la deriva de la revolución socialista que impuso regímenes totalitarios en Europa del Este. El problema es el vacío que le queda al deshacerse de ese pasado, “la insoportable ausencia de peso”, “la terrible carga de la falta de peso”. El recurso del escritor, para visibilizar esa situación, es contrastarla con los niños, los niños no tienen pasado, se desarrollan sin esa carga y no les causa problema, porque apenas se disponen a construir su historia.
Es así que Tamina sufre por su olvido, porque añora el pasado, ahí donde su esposo sigue vivo. ¡Qué paradójico! En ese mismo pasado fue borrado cuando se le consideró un disidente, un hereje, un traidor al socialismo. Pertenece a la época del terror donde comunistas colgaban a otros comunistas. Los burócratas socialistas convenientemente no tenían memoria sobre los acontecimientos terribles, en su lugar contaban historias idílicas, “idilio y para todos, porque todas las personas desde siempre anhelan lo idílico, anhelan aquel jardín en el que cantan los ruiseñores”. Hay un objetivo perverso en la aniquilación del pasado incomodo:
“Para liquidar a las naciones —decía Hübl—, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido”.
La persecución del acto perdido
Las invasiones soviéticas fueron la versión “socialista” de las invasiones norteamericanas, unas decían llevar a la clase trabajadora al poder, las otras el mundo libre; cada oficialismo no reconocía el terror que sembraban. ¿En qué momento se perdió el rumbo revolucionario de los comunistas? Kundera fue uno de ellos, los reconoce como “gente joven, lista y radical”, “los comunistas eran más listos. Tenían un programa magnífico. Un plan para construir un mundo completamente nuevo en el que todos encontrarían su sitio”. En su deriva totalitaria, los revolucionarios se la pasaron persiguiendo sus acciones originales, las cuales se revertían sobre ellos en una obra extraña en la que no se reconocían.
No es muy difícil de extraer de la novela el porqué de semejante extravío. La cita que se hace de Goethe “¿Vive el hombre cuando los demás viven?”, forzándola muy poco se puede traducir a la pregunta ¿Es libre el hombre cuando los demás son libres? Desde la teoría del reconocimiento hegeliana sí es posible siempre y cuando la libertad sea mediada, proceso complejo que está más allá del liberalismo. El problema es que ni el fascismo ni los regímenes burocráticos autodenominados socialistas lograron esa mediación (es casi un hecho que ni siquiera les interesara). Con su gran olfato, Kundera nos acerca al problema, para ello recurre a la obra de teatro de Eugène Ionesco, El rinoceronte.
El arbitrio del fascismo es representado por la figura del rinoceronte, que puede aplastar todo lo que está a su paso. En cambio, el arbitrio del burócrata se representa por los ángeles, el sueño idílico aglutina su proyecto mas que órdenes impuestas: “lo que los une no es, como a los soldados o a los comandos fascistas, una marcha, sino, como a los niños, un baile”. No obstante, esa aparente inocencia esconde tras de sí la purga para quien se sale del idilio (o lo sacan):
“Entonces tomé conciencia del significado mágico del círculo. Si nos alejamos de la fila, podemos volver a entrar en ella. La fila es una formación abierta. Pero el círculo se cierra y no hay regreso posible. No es casual que los planetas se muevan en círculo y que cuando una piedra se desprende de ellos sea arrastrada inexorablemente hacia afuera por la fuerza centrífuga. Igual que el meteorito despedido, volé yo también del círculo y sigo volando hasta hoy. Hay gentes a las que les es dado morir dentro de la órbita y hay otras que se destrozan al final de la caída. Y estas otras (a las que pertenezco) llevan dentro de sí permanentemente una callada añoranza por el corro perdido, porque al fin y al cabo somos todos habitantes de un universo en el que todo gira en círculos.”
La nostalgia y la risa
El problema de Tamina es su nostalgia, añora el pasado. Está atada a él por el amor a su esposo, por eso le teme al olvido, pero ¿en qué momento puede aparecer la risa en esta tragedia de la memoria? En el libro se insiste en que la risa no es compatible con la solemnidad (incluido el amor), habrá que responder si la tragedia tiene que ser necesariamente solemne. Posiblemente lo sea, a nadie se le ocurriría reír en un funeral. Y entonces, ¿por qué fue incorporado este elemento? Tal vez la respuesta esté en la misma novela:
“Lo necesitaba para que se oyese la belleza”
Imagen: creada con IA