El fascismo llegará a Estados Unidos en nombre de la Libertad*
Jorge Salazar García. 26/01/2025
Desde el más alto nivel formal de los Estados Unidos, (EE.UU), Joe Biden confirmó lo sabido por todo mundo: en ese país gobierna una oligarquía. Cuatro días antes de dejar la Casa Blanca declaró que al lado de Trump existe un “complejo industrial tecnológico ultra-rico que (tiene) un poder sin control sobre los estadounidenses”. Por supuesto dice la verdad, pero a medias, debido a que tanto su partido (demócrata) como el republicano han sido financiados por esos 788 estadunidenses ultra-ricos que poseen fortunas superiores a decenas de miles de millones de dólares. Esa élite de élites representa el 0.0003 % (tres diezmilésimas) de la población total; cifra obtenida redondeado a 1000 los ultra-ricos y a 300 millones los creyentes de esa falsa democracia. Lo preocupante de lo anterior es la globalización de ese fenómeno.
De la economía real a la financiera.
Una economía real se sustenta es la producción de bienes y servicio medida en ingresos. Estos, a nivel mundial, aumentaron de 50 a 75 billones de dólares (33%) de 2002 al 2007. Al mismo tiempo, el mercado monetario global subió de 70 a 750 billones de dólares, ¡más de 1000 %! Esa enorme diferencia desbocó la crisis en 2008 institucionalizándose, en pleno neoliberalismo, una economía ficción basada en la especulación financiera. Ese mismo año, Warren Buffet calificó a los derivados financieros de “potenciales armas de destrucción masiva” pues facilitan a los banqueros prestar y ganar dinero sin respaldo real, sólo haciendo clic en sus ordenadores. De esta manera, el capital financiero desplazó al sustentado en la industria y el comercio acelerando el descomunal endeudamiento y déficit de los EE.UU, principalmente. Pusieron en agonía al capitalismo, al cual le indujeron el coma reseteando al mundo con la pandemia de 2020.
No se puede regresar a un lugar del cual nunca se ha salido.
En el siglo anterior el gobierno mexicano se empeñaba en mejorar la economía real limitando la renta del capital especulativo. Su herramienta eran los bancos controlado por la banca central. Una vez privatizado BANAMEX, los tecnócratas no tuvieron restricciones para especular y enriquecerse sin límite. De ese modo, México, atado al cabús del imperio (1988), perdió soberanía económica: desreguló (liberalidad para burlar las leyes) todas las actividades bancarias, financieras y empresariales. Tal medida consolidó la sobre explotación, eternizó las concesiones de los recursos naturales y la exención- devolución de impuestos a especuladores. El poder económico (legal e ilegal) prostituyó a los políticos y a todos los partidos financiándolos, igual que en EE.UU para que el gobierno firmara (2015) la Agenda 2030, ¡creada para rescatar a los ultra-ricos! no para resolver de fondo la pobreza e inequidad. Hoy, si bien parece gobernar un partido anti-neoliberal, los mafiosos incorporados a Morena, como los caciques propios saben que las políticas sociales establecidas en la Agenda tienen el objetivo de evitar sublevaciones populares. Sobre este asunto, el pasado 12 de enero la presidenta Claudia Sheinbaum dijo “no regresaremos al modelo neoliberal, no vamos a regresar al régimen de corrupción y de privilegios (…) donde se gobernaba para unos cuantos”. Ante la espeluznante inseguridad y normalización de la extorsión generalizadas en todo México, tal declaración es, si acaso, un deseo insatisfecho, pues no se puede regresar a un lugar del cual nunca se ha salido. ¿En serio ya no hay corrupción ni privilegios para los poderosos?, ¿Ya no se trasquila de mil maneras al ciudadano desde las oficinas públicas y Hacienda?, ¿Ignora la presidenta que afuera de su palacio, los vividores de la política desmovilizan, aíslan, dividen, persiguen y reprimen a quienes resisten y denuncian la corrupción y los abusos del capital?, ¿Por qué no, al mismo tiempo que obedece a Trump, pone en práctica su “cartita” de recomendaciones a los servidores públicos? En el mismo mes de la declaración presidencial, los zapatistas advirtieron: “nos vamos a defender si nos vienen a atacar. Todos los males del sistema ya los vivimos, ya los conocemos, ahora nos toca hacer el cambio”.
Tecno-feudalismo.
El año pasado Yanis Varoufakis publicó “Tecno-feudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo”, libro donde desarrolla una teoría para demostrar que el capitalismo fue sustituido por algo peor. Pero vayamos por partes, empezando por entender qué es el feudalismo. Este sustantivo describe un sistema político, donde el rey otorgaba al clero y nobleza concesiones (llamadas feudos) de tierra o rentas a cambio de fidelidad, prestar servicio militar y acudir a las asambleas convocadas por el soberano. Durante la Edad Media (s. V-XII) esos explotadores de los campesinos, incluidos en la concesión, fueron denominados señores feudales. Con esos contratos, el poder político y aristocrático disponían de siervos (servus=servidumbre) que trabajaban para ellos, bajo las condiciones que les impusieran. Esta relación entre poderes fácticos y gobernados originó los burgos (ciudades rodeando al castillo del señor) y burgueses cuyas fortunas superaron la del rey. Al paso del tiempo, la acumulación de riquezas en particulares dio a éstos el poder para derrocar a la aristocracia que dilapidaba el capital.
Tal concentración de capital y poder, en constante evolución, dio forma al capitalismo (s. XVII) como sistema económico. Más adelante, los capitalistas, para evitar el avance del socialismo, combinaron modos de producción colectivas e industriales dando origen a la economía mixta; la cual hizo posibles, en el siglo XX, crecimientos arriba del 8 % anual. Una vez caído el bloque socialista, los capitalistas multiplicaron los oligopolios financieros cuya rapiña devoró los recursos públicos y la riqueza social, hasta el 2008. Posteriormente, los mercados y las ganancias (pilares del neoliberalismo) comenzaron a ser reemplazados por plataformas digitales (privatizadas) y la “pura extracción de la renta”, respectivamente. En 2020 los propietarios de esas plataformas, aprovechando la pandemia, se convirtieron en los nuevos señores feudales (tecno-feudales) quienes desde la nube, con algoritmos digitales, forman siervos dóciles. Finalmente, el capital ya no domina al mercado, lo hacen esos feudos de las big-tech que son, según Yanis, sigilosos sucesores del capitalismo, llamado tecno-feudalismo. El poder de esas plataformas digitales, emana de programas algorítmicos alojados en la nube, desde la cual el comportamiento humano es guiado con propósitos lucrativos.
Futuro próximo
Durante la pandemia gobiernos de izquierda y derecha envenenaron la política financiando a banqueros y empresarios y culpando al virus del estancamiento económico. Se culpó a los izquierdistas, al virus o al destino, pero no al modelo. Esta estrategia esta reposicionando a derechistas, neonazis y fascistas como salvadores y héroes. Dos ejemplos los tenemos en Milei y Trump, sujetos abiertamente fascistas glorificadores del individualismo, la superioridad y el odio. Aquí, vale la pena citar al anticomunista con sentido común, Thomas Mann (La montaña mágica): “Déjenme decirles la verdad: si alguna vez el fascismo llega a Estados Unidos, lo hará en nombre de la libertad” .
De no regularse el poder del tecno-feudalismo, será imparable, devastador: acelerará el colapso social y planetario. Ya los nuevos feudales que financiaron a Trump, lograron que los agraviados adjudicaran la perversión del sistema a la ineficiencia burocrática, a la corrupción de los políticos y, claro a las políticas sociales. Actualmente, de acuerdo a Fredric Jameson, “resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Pues se ha aceptado como normal que las tierras comunales, vida, arte, aire, sol, agua, emociones y sentimientos, sean mercancías. Como cuchillo caliente en mantequilla, la desigualdad se profundiza mientras la riqueza y el poder de la plutocracia crecen exponencialmente.
Ante esta nada halagüeña realidad, de no reaccionar, el mundo podría pintarse de negro y rojo; colores propios de la bandera nazi que representa sangre, racismo y muerte. Igual, siendo colores del trabajador cuya sobrevivencia dependerá de su capacidad de organizarse, resurgirán en paros, huelgas y boicots de consumo. Si el gobernado quiere escapar de la nueva esclavitud debería empezar por rechazar esa falsa narrativa de que el capitalismo es la única solución a los problemas generados por el capital. Lo siguiente, consecuentemente, sería dejar de votar por los políticos neoliberales financiados por los ultra-ricos locales.
*Cita modificada de lo expresado por por Thomas Mann, Los Ángeles, 1940.