Por: Raúl Prada Alcoreza. 25/06/2024
La metáfora usada por Adam Smith de la mano invisible para explicar el comportamiento del mercado, para hablar de la mano invisible del mercado, que define a través del juego de la oferta y la demanda la determinación del valor, ha sido una metáfora útil para interpretar las múltiples producciones, distribuciones y consumos, que hacen al funcionamiento de la economía. En realidad, se trata de dar una interpretación económica al azar, a la aleatoriedad de fenómenos que hacen a las contingencias del mercado. Si Daniel Bernoulli define la teoría de los grandes números para encontrar la regularidades del azar, Adam Smith concibe una mano invisible para encontrar la regularidades del mercado.
Sin embargo, a diferencia de la teoría de los grandes números, que hacen al cuerpo teórico de la estadística y de la teoría de las probabilidades, la metáfora de la mano invisible no logra su cometido. En primer lugar, la metáfora de la mano supone una mano sin el cuerpo, una mano que no viene acompañada por la otra mano, tampoco el cuerpo al que pertenece y le permite manipular. Entonces, se trata de una metáfora cercenada.
Claro que no se puede reducir la teoría económica de Adam Smith y el análisis de las riquezas de las naciones a la metáfora de la mano invisible, puesto que el teórico de la economía clásica, quizás el principal de la economía clásica, concibe también la división del trabajo para explicar el fenómeno de la producción en la sociedad capitalista, así como concibe la especialización, así como la organización y sus efectos en la producción y productividad. Es indudable que el análisis de la riquezas de las naciones corresponde a un libro paradigmático, que contiene el corpus del desenvolvimiento de la primera teoría de la economía clásica. Sin embargo, la teoría económica clásica va a desarrollarse rápidamente, incluso dando lugar a enfoques y debates encontrados, dando lugar a corrientes teóricas. De todas maneras, por ser fuente y referente principal, no se puede desligar el desarrollo de la economía clásica, sobretodo en lo que respecta a la economía política, del referente teórico e histórico de Adam Smith.
Volvamos a la mano invisible del mercado. En segundo lugar, no puede haber un fantasma, por así decirlo, que regula el mercado. La mano invisible no supone un sujeto, tampoco al Estado, sino algo que escapa al sujeto y al Estado, algo que se da en la multiplicidad de contingencias intervenientes y desatadas que se dan en el mercado, sobre todo a través del juego de la oferta y demanda, en su conformación y configuración dinámicas múltiples y singulares. En otras palabras, para continuar con nuestra exposición, se trata del azar, pero también de la necesidad.
Entonces hay que ir más allá y más acá de la metáfora de la mano invisible, puesto que se trata de visualizar los procesos y fenómenos múltiples intervinientes en el mercado, que, obviamente, no se reducen a conceptos generales como la producción, la distribución y el consumo. Puesto que se trata de múltiples procesos de producción singulares e inclusive diferenciados, así como de múltiples procesos de distribución y múltiples procesos de consumo, también singulares y diferenciados.
Volviendo a Bernoulli y su teoría de los grandes números, podemos usar esta referencia de las regularidades en el azar, cuando se observan los grandes números, para interpretar lo que sucede en el mercado. Los efectos de masa de los fenómenos de la oferta y la demanda son ciertamente incontrolados por el sujeto y por el Estado, pero esto se debe a la característica de los fenómenos masivos, que, en este caso, hacen al mercado. En este sentido, podemos decir que también las voluntades singulares de productores, distribuidores y consumidores intervienen en la determinación de lo que se viene llamar valor. No hay pues una voluntad general, ni un sujeto global, tampoco el Estado, que determina el valor, menos el Estado que define, a su regalado gusto, el valor, sino se trata de conglomerados de voluntades singulares, que, con su intervención masiva, determinan involuntariamente el valor, aunque parezca lo que decimos paradójico.
No se trata de salir de la metáfora de la mano invisible y usar como metáfora, más bien, el cuerpo entero, que podría denominarse el cuerpo invisible del mercado. No se trata de seguir usando metáforas antropomórficas, sino de usar una configuración más adecuada, para interpretar lo que sucede en lo que llamaremos el acontecimiento del mercado. Son las multiplicidades singulares que hacen al acontecimiento del mercado.
El valor viene a ser una resultante del conjunto de fuerzas que concurren en el mercado. Desde este punto de vista, el valor no puede ser definido por el tiempo cristalizado en mercancía, tampoco por el tiempo socialmente necesario. Esto sería caer en un esencialismo. Más parece responder el valor a ordenes de relaciones, sin embargo, esto todavía no explica la definición o la determinación del valor, sino solamente hace de contexto. Asimismo, si bien es cierto que la valoración también tiene un carácter subjetivo, en la medida que es el sujeto singular el que valora, el que da lugar a una valoración, en todo caso, no es un sujeto el que determina el valor, sino es la multitud de sujetos singulares que intervienen en el intercambio, teniendo en cuenta los factores y condiciones objetivas, que hacen de contexto y de substrato, lo que participa en la determinación del valor, de una manera que escapa a las voluntades y a las ponderaciones individuales.
Volvamos a los efectos incontrolables masivos de los que hemos hablado. En este caso, hablamos de conglomerados de subjetividades que intervienen, empero terminan sin controlar la ponderación final del valor, por así decirlo.
Es cierto que se mantiene cierto halo de la metáfora de la mano invisible del mercado, sin embargo, ya no se trata, por así decirlo, de un fantasma que regula el mercado, sino de los efectos de masa que esconden la regularidades, que se muestran solamente en el conjunto de las contingencias, como fenómenos de los grandes números. Por otra parte, el valor, por responder a la valoración, no es estático, sino, más bien, es dinámico, por lo tanto, cambia, se desplaza.
Los indicadores macroeconómicos, como, por ejemplo, el Producto Interno Bruto, analizan el comportamiento de la economía nacional, tanto por el lado de la producción, como por el lado del gasto. La teoría macroeconómica no es una teoría del valor. El problema de la definición del valor queda pendiente, aunque el tener en cuenta la composición de la estructura económica, desde la perspectiva macroeconómica, ayuda a interpretar el contexto donde se define el valor.
Las teorías monetaristas al asumir el papel que cumple el equivalente general, el dinero, en la economía, se proponen, por un lado, definir políticas monetarias y fiscales, en contraste, por otro lado, se proponen no tener políticas fiscales ni políticas monetarias. Se plantean el problema del valor del equivalente general. En este caso, las escuelas neoclásicas se diferencian, en términos más esquemáticos, unas plantean el problema de la emisión dineraria, en contraste, otras aconsejan intervenir en el mercado, coadyuvando en el funcionamiento de la demanda, incluso con la emisión dineraria. En este caso, hay una acercamiento muy particular a la problemática del valor, teniendo en cuenta que, efectivamente, se supone que el valor es definido subjetivamente. Ahí están las teorías marginalistas. Sin embargo, el problema del valor no se ha resuelto.
Hay que reconocer que la crítica a las teorías monetaristas reconoce el papel problemático del dinero, que puede convertirse inclusive en nocivo, cuando por ser equivalente general, en situaciones de inflación, deriva en la desvalorización del valor de la producción, así como del salario.
Al respecto plantearemos tres hipótesis. Diferenciaremos un valor inherente en la producción respecto del valor representado, el valor de la representación, que se atribuye el equivalente general. Ocurre que cuando se desvaloriza el equivalente general, incide en la desvalorización general de la producción y del salario. Por lo tanto, se impone la desvalorización representativa sobre la valorización inherente. A esto llamaremos una distorsión dineraria en el mercado.
En consecuencia, la otra hipótesis tiene que ver con lo siguiente: En este caso, en estas situaciones de inflación, el equivalente general deja de ser un equivalente general del valor de la producción para convertirse en un efecto de distorsión de la valorización.
Otra consecuencia, es decir, tercera hipótesis, es la siguiente: El conjunto de fuerzas concurrentes en el mercado que definen el valor, al intervenir el dinero, como otra fuerza concurrente, incide en la valorización de una manera negativa en caso de la inflación. En este caso, la valorización llega a ser un fenómeno vulnerable, susceptible de alteración, precisamente debido a la intervención del equivalente general.
¿Se podría decir que es el “sistema” del mercado el que determina el valor? El mercado no es un sistema, el sistema es el sistema mundo capitalista. Ahora bien, el mercado no podría funcionar sin el sistema mundo capitalista, el mercado tal cual está conformado por el sistema mundo capitalista, que abarca y contiene a lo que podemos llamar, provisionalmente, sistemas económicos capitalistas nacionales. El mercado, tal cual está establecido por el sistema mundo capitalista, está condicionado por el funcionamiento mismo del sistema mundo capitalista. Por ejemplo, por los monopolios transnacionales, que controlan las cadenas productivas, las cadenas distributivas e inciden notoriamente en las áreas diferenciales del consumo. No hay mano invisible del mercado, sino que es el sistema mundo capitalista, su composición, su estructura, sus mecanismos y sus maquinarias, es lo que hace funcionar al mercado, como espacio mundializado de realización del valor, vale decir, del plusvalor, en otras palabras, de la ganancia y la superganancia, logradas no por la mano invisible sino por el control monopólico.
En otras palabras, para decirlo de ese modo, es la lógica de la acumulación del capital lo que hace funcionar, de una determinada manera, al mercado y lo que determina el valor.
Ciertamente, la configuración del mercado cambia, de acuerdo a la concurrencia de las fuerzas intervinientes en el mercado, aunque pareciera que, en determinadas situaciones, es estable y consolidado. Pero esto es temporal, por así decirlo. El mercado cambia en su composición en los ciclos medianos y mucho más en los ciclos largos, aunque en los ciclos cortos pueden mantenerse, más o menos, consolidado.
Lo que decimos es que el mercado no es autónomo, como supone la metáfora de la mano invisible, sino que está subordinado completamente al funcionamiento del sistema mundo capitalista. Es decir, está subsumido a los procesos de realización de la acumulación originaria y la acumulación ampliada de capital.
Se ha dicho, por cierta interpretación, que se mantiene, de manera acrítica y sin revisar las fuentes, que la tesis principal de Adam Smith es la de la mano invisible del mercado. Esto no es cierto, puede ser en lo que respecta a una de las corrientes postneoclásicas marginalistas, pero no se le puede atribuir a Adam Smith semejante reducción. Además de la metáfora de la mano invisible, Adam Smith propone las tesis de la división del trabajo, de la especialización y de la organización de la producción. En este sentido, es el conjunto de estas tesis lo que hace a la composición de la teoría económica de Smith, en el análisis de las riquezas de las naciones. Que, por otra parte, además, ya tiene una mirada de mundo, de comercio internacional, del funcionamiento mundial del economía.
El uso de la metáfora de la mano invisible, en la contemporaneidad, ya no es un uso de lo que llamaremos, por el momento, “ciencia económica”, sino es un uso ideológico de ciertas corrientes políticas llamadas neoliberales, incluyendo al esquematismo exacerbado de los llamados “liberales radicales”. En este caso, ya no se trata de una discusión económica, tampoco de la continuidad de los aportes de lo despliegues y desplazamientos conceptuales dados por las teorías neoclásicas, las teorías marginalistas, las teorías postneoclásicas, que siguen usando las tesis marginalistas, combinadas con otras tesis. Se trata, más bien, de las pretensiones políticas e ideológicas de ciertas tendencias extremas, que buscan legitimar la acción perturbadora de los monopolios y de las transnacionales.
Que algunos economistas hayan caído en esto, de usar la metáfora de la mano invisible de manera ideológica, no quiere decir, de ninguna manera, que esto corresponde a aportes teóricos, sino, más bien, se trata de economistas absorbidos por el debate ideológico, que reduce la economía a los alcances fantasmagóricos de la mano invisible del mercado. Ahora bien, cuando una de las escuelas postneoclásicas y del marginalismo, herederas de las corrientes neoclásicas y de la teoría marginalista, usa la metáfora de la mano invisible como tesis principal para abordar el debate contra la otra corriente postneoclásica y marginalista, heredera también de las teorías neoclásicas y la teoría marginallista, en tanto ambas son la continuidad teórica de su antecedencia conceptual, lo hace, en primer lugar, por las características mismas del debate respecto a la intervención del Estado en el mercado. Pero, lo hace usando también otras tesis sobre la producción, sobre el valor, sobre la distribución, el consumo y sobre el papel del dinero, es decir, asumiendo y criticando la función distorsionadora del dinero. En este caso, tampoco se usa como tesis única la metáfora de la mano invisible.
En la contemporaneidad de la crisis del sistema mundo capitalista y de los sistemas económicos nacionales, las corrientes neoliberales han blandido como bandera la metáfora de la mano invisible, olvidando que se trata de una metáfora usada por Adam Smith para ilustrar una teoría clásica de la economía en el análisis de la riqueza de las naciones, que es el enunciado que se usaba durante la vigencia de las economías mercantilistas y monetaristas, anteriores a la economía clásica, propiamente dicha.
Entonces, se trata de un abuso ideológico de la metáfora de la mano invisible del mercado. De ninguna manera se trata de una teoría. Como hemos mostrado, no ha sido la tesis principal de Adam Smith, incluso tampoco es la tesis principal de una de las corrientes neoclásicas y postneoclásicas de la economía, de aquella que pretende y busca que el Estado no intervenga en el mercado. Se trata de un uso ideológico para encubrir la crisis del sistema mundo capitalista y, en consecuencia, la crisis de los sistemas económicos nacionales, para encubrir también la expansión monopólica de las empresas transnacionales en el mundo.

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Fotografía: Pradaraul