Por: Natalia Viana. 30/01/2025
Si la humanidad quiere superar la amenaza sin precedentes de la desinformación armada y el populismo digital, Brasil es un bastión esencial a preservar
“Los países latinoamericanos tienen tribunales secretos que pueden ordenar a las empresas que retiren cosas discretamente”. La mención de Mark Zuckerberg a la región, cuando anunció, entre otras medidas, que Meta pondría fin a la verificación de datos en Estados Unidos, no fue en absoluto casual. Podría tomarse como un mensaje indirecto a Brasil, y revela cómo los ojos de algunos de los hombres más poderosos del mundo están puestos sobre nosotros.
El año pasado, el Supremo Tribunal Federal de Brasil prohibió X durante 40 días debido a una ley que Elon Musk se negaba a cumplir: cualquier empresa internacional que opere en este país debe tener un representante legal basado en el mismo país. Cuando X sintió el impacto de quedarse sin una de las mayores y más activas bases de usuarios de todo el mundo, Musk se rindió.
Además de los grandes magnates de la tecnología, Donald Trump también ha puesto sus ojos en nosotros. En los últimos días de 2024, el presidente electo solicitó a la Corte Suprema poner en pausa una ley que puede prohibir TikTok en los EEUU. Brasil apareció de nuevo, esta vez para fundamentar la pretensión de Trump. Haciéndose eco de Zuckerberg y Musk, Trump adoptó el falso relato de censura difundido por políticos brasileños de extrema derecha vinculados al expresidente Jair Bolsonaro para tergiversar las razones que llevaron a la prohibición temporal de X.
“Otra gran democracia occidental – Brasil – cerró por completo otra plataforma de redes sociales, X (antes conocida como Twitter), durante más de un mes, aparentemente por el deseo de ese gobierno de suprimir el discurso político desfavorable”, dice la petición emitida en diciembre de 2024.
Van a perder la próxima elecciónElon Musk
En noviembre, la primera dama de Brasil se vio envuelta en una disputa en las redes sociales con el propio Musk. Durante un panel sobre desinformación en vísperas de la cumbre del G-20, Rosângela ‘Janja’ da Silva defendía la necesidad de una regulación más firme de las redes sociales cuando escuchó un gran ruido y dijo: “Creo que es Elon Musk”. Luego agregó: “Yo no te tengo miedo. Fuck you [Vete a la mierda], Elon Musk!”. El dueño de X respondió en su red social: “Van a perder la próxima elección”.
El altercado y las menciones a Brasil de Zuckerberg, Musk y Trump demuestran lo mucho que les importa Brasil, y lo mismo debería hacer todo periodista que cubra las guerras de la información. Tras el regreso de Trump, sigue Brasil.
En los últimos años, una serie de crisis han tenido lugar en este país donde el 84% de la población (212 millones de personas) utiliza Internet y donde, según el Reuters Institute Digital News Report, el 74% lee noticias en línea.
Al igual que Estados Unidos, Brasil fue testigo de cómo un grupo político hacía uso de la desinformación como herramienta para ganar poder y atacar a sus enemigos, a la prensa y a otras instituciones. Lideradas por el expresidente Jair Bolsonaro, varias campañas de desinformación cuidadosamente trazadas consiguieron erosionar el apoyo popular al sistema electoral y sembrar dudas sobre la posibilidad de un fraude en las elecciones de 2022.
El expresidente y sus seguidores emplearon el grito de “fake news” (noticias falsas) para atacar al Tribunal Supremo y al Tribunal Electoral, y para instigar una insurrección que intentó derrocar al recién elegido gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Las similitudes entre la invasión del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021 y la toma de edificios gubernamentales en Brasilia el 8 de enero de 2023 son tan sorprendentes que cualquiera diría que ambos líderes, Trump y Bolsonaro, siguieron el mismo manual para subvertir unas elecciones legítimas.
Pero, tras fracasar el intento de golpe de Estado, Brasil tomó un camino totalmente distinto. Mientras que en Estados Unidos el sistema judicial se movía lentamente, la Policía Federal de Brasil construyó un caso sólido contra Bolsonaro, con miles de mensajes, documentos y testimonios que sustentaron la acusación contra el expresidente por su papel en la intentona golpista. Pero, incluso antes, ya en 2023, Bolsonaro tenía prohibido volver a presentarse como candidato. En febrero de 2024, su pasaporte fue confiscado, y no puede huir del país. Bolsonaro ha adoptado una narrativa en la que se erige como víctima de un Tribunal Supremo “autoritario” que quiere censurar su libertad de expresión.
Mientras tanto, las periodistas brasileñas hemos aprendido mucho sobre cómo los populistas digitales emplean la manipulación mediática para destruir la democracia. Hemos adoptado diversas estrategias para hacer frente a las campañas de desinformación. Sabemos cómo identificar rápidamente una campaña de noticias falsas en línea y a sus responsables, y cómo reducir el uso de los principales medios de comunicación para difundirlas.
Hemos aprendido a combinar el periodismo de datos con el reporteo a pie de calle para identificar cómo se forman, coordinan y financian – a menudo con dinero público – estas redes de desinformación. Hemos adoptado conceptos del mundo académico y nos hemos aliado con algunos de los principales expertos en el campo de la desinformación. Hemos creado y compartido metodologías para establecer qué es una simple oleada de desinformación orgánica y qué es una campaña de desinformación sistemática y estructurada. Hemos desarrollado modelos lingüísticos, estaciones de seguimiento y herramientas basadas en inteligencia artificial para ayudar.
Hemos avanzado mucho.
Otras instituciones también han intentado contraatacar. De nuevo en una dirección distinta a la de Estados Unidos, nuestro Congreso respondió al 8 de enero intentando regular las grandes empresas tecnológicas para mejorar las garantías de los usuarios y establecer la responsabilidad de estas empresas por los contenidos delictivos difundidos por sus algoritmos. Esta medida era considerada crucial para las prioridades de estas plataformas porque Brasil es uno de sus mayores mercados. Sin embargo, la legislación resultó bloqueada por los intereses comerciales. Google llegó a utilizar su página de inicio de búsqueda, que emplean más del 90% de los usuarios de Internet en Brasil, para afirmar que el proyecto de ley “empeoraría Internet”.
Fue entonces cuando Elon Musk entró en escena enfrentándose al Tribunal Supremo brasileño.
Doblando la apuesta de una situación política ya de por sí explosiva, Musk decidió confrontar con el Tribunal Supremo a principios de 2024 y acusar a su magistrado más destacado, Alexandre de Moraes, de “censura”, luego de negarse a suspender cuentas que difundían desinformación y amenazas contra las autoridades. Con base en su alegada defensa “absoluta” de la libertad de expresión, Musk se sumó a la alt-right brasileña para calificar a Moraes de “dictador”.
El enfrentamiento se intensificó con el cierre de las oficinas de X en Brasil, al que siguió la suspensión de la plataforma en todo el país durante más de un mes.
Pero, tal como el Tribunal Supremo, el gobierno federal no ha retrocedido en su empeño de enfrentarse a las grandes tecnológicas. En noviembre de 2024, el gobierno de Lula encabezó la reunión del G-20 y consiguió incluir en la declaración final, firmada por más de 80 países, la necesidad de regular las redes sociales y la IA.
Si bien es poco probable que la regulación de las Big Tech avance en los EEUU de Trump, Brasil, la segunda democracia más grande del hemisferio, tiene una sociedad civil y una prensa libre que han entendido la urgencia de establecer reglas en el lejano oeste digital.
Por desgracia, también sabemos que no será fácil, y que oligarcas tecnológicos como Musk seguirán prestando especial atención a Brasil. Saben que lo que ocurra aquí podría influir en toda la región, y tal vez en el mundo.
Esta es una batalla por el futuro de la integridad de la información, el periodismo y la democracia. Si la humanidad quiere superar la amenaza sin precedentes de la desinformación armada y el populismo digital, Brasil es un bastión esencial. Por eso, mi predicción para el periodismo en 2025 – o tal vez sea un deseo – es que todos los ojos de los medios de comunicación mundiales se dirijan a lo que ocurra en Brasil.
*Esta es una versión editada y traducida de un artículo publicado por primera vez en Nieman Lab. Lea el artículo original aquí. Traducción de Diana Cariboni
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Fotografía: Open democracy. Mark Zuckerberg, dueño y director ejecutivo de Meta, en una audiencia sobre las Big Tech y la explotación sexual infantil | Tom Williams/CQ-Roll Call, Inc via Getty Images