Por: Maximiliano E. Korstanje. La Nota Sociológica. 01/08/2017
Michel Foucault sugiere que el papel del intelectual “consiste en enseñar a la gente que son mucho más libres de lo que se sienten, que la gente acepta como verdad, como evidencia, algunos temas que han sido construidos durante cierto momento de la historia y que esa pretendida evidencia puede ser criticada y destruida. Cambiar algo en el espíritu de la gente, ese es el papel del intelectual”
Tecnologías del yo; verdad, individuo y poder
La ideología es un sombrero, un traje que nos hace impermeables a la realidad, nos ciega de tal manera que pensamos en nuestra realidad como la única, la mejor, la posible. Todos -en alguna medida u otra somos más o menos proclives a la ideología. No obstante, el problema se da cuando los intelectuales embriagados de poder y los políticos de intelectualidad se funden en una nueva figura: el pseudo-intelectual.
Estos personajes aniquilan los buenos sentimientos o intenciones que puedan tener otros políticos por imposición de la vacuidad. La vanidad y el orgullo son la perdición del equilibrio mental. La política puede proveer una profesión loable siempre y cuando no se mezcle con el campo de la Filosofía o la intelectualidad en general. Ésta última debe ser ajena a cualquier manipulación ideológica o por lo menos debe intentar ser independiente. A diferencia de los intelectuales que no buscan (o no deberían) un crédito político sino la interpretación de los hechos [rigurosa y sistemáticamente], los pseudo-intelectuales buscan por medio de su verdad imponer, disuadir y ejercer poder sobre otros. Utilizan tesis y teorías del campo de lo social para sus propios intereses. Mas detrás de éstos, se esconde solo el egoísmo y la paranoia de quien domina.
En Latinoamérica durante las décadas del 70 al 80 se sucedieron una serie de golpes de Estados que culminaron con miles de disidentes desaparecidos. Esta parte oscura de la historia es innegable. Latinoamérica ha tenido su propio holocausto. Desde el punto de vista de los acusados de perpetrar crímenes de lesa humanidad se puede observar desparpajo, falta de arrepentimiento y un supuesto discurso tendiente a legitimar lo hecho. Desde su discurso, los crímenes cometidos se justificarían debido a una supuesta guerra civil entre dos grupos, uno de los cuales se ocultaba en el seno de la sociedad, era en términos castrenses clásicos, invisible en el campo de batalla. Claro que según los códigos de Guerra y los estatutos castrenses, los prisioneros deben recibir un trato humano, ser previamente declarados y restituidos a su bando en caso de amnistía o una vez finalizado el conflicto. Esta parte parece quedar en el olvido para quienes defienden a los “militares enjuiciados o sospechados de haber incurrido en desaparición forzosa de personas”. Queda difusa la cuestión de fondo que se está realmente discutiendo cuando se enjuicia a un “criminal de guerra”. El discurso ideológico desdibuja las causas del crimen por los motivos que llevaron a ese criminal a cometer esos actos. Lo extraño parece ser que por el otro lado tampoco parece haber mucha cordura. Una de las características de la justicia humana no está asociada a que el acusado siempre sea condenado, sino precisamente a que el proceso sea falible, es decir que de 10 acusados 2 puedan salir absueltos. Caso contrario estaríamos en frente de “una cacería de brujas”.
Los derechos humanos pueden ser una formidable arma política de miedo y adoctrinamiento interno. El filósofo esloveno Slavoj Žižek no se equivoca cuando sugiere que una de las cuestiones más paradójicas de la historia, es ver como las víctimas se transforman en victimarios. Precisamente, en el odio de todo lo que el enemigo representa, implícitamente terminan reforzando su espíritu. Casi en forma idéntica a una posesión. El espíritu del victimario pasa de dominador a dominado con mucha facilidad. Si bien cambian los actores, en el fondo, el problema parece ser el mismo.
¿Después de todo, los grandes dictadores no han subido al poder denunciando aquello que estaba mal en su época sino también pregonando la unidad y la paz (algunos de ellos por vía democrática)? Como denunciara hace años Arthur Schopenhauer, el político tiene cierta propensión a manipular los frutos de la sapiencia a su favor, y en efecto, el intelectual muestra también cierta tendencia a verse fascinado por el poder.
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Fotografía: La Nota Sociológica