Por: Norberto Soto Sánchez. Psicólogo y Maestro en Ciencias de la Educación por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Actualmente es doctorante en la UPN Ajusco. Interesado en temas de violencia política en educación superior. 27/12/2023
Muy breve contexto: desde el 2005 existe en la UAS un cacicazgo universitario que encabeza el exrector Melesio Cuén Ojeda. A través de prácticas clientelares y violentas ese personaje logró el registro del Partido Sinaloense en 2012 utilizando a la universidad. Este año personajes cercanos al cacique están siendo juzgados por presuntos hechos de corrupción que tienen que ver con operaciones financieras irregulares que ascienden a más de 600 millones de pesos, entre los que destaca la compra de Totopos y tortillas por 65 millones hechas a militantes del PAS. Al asunto ya se le conoce chuscamente como el TotopoGate (https://cutt.ly/zwOmHPAk).
Entre los acusados están el hijo de Melesio, de nombre Héctor Melesio Cuén Díaz, así como el rector destituido Jesús Madueña Molina, quien derivado de medidas cautelares que dictó un juez fue removido del puesto.
Las autoridades de la UAS dicen que todo esto se trata solamente de una persecución política en contra de ellos por parte del gobierno del Estado. Por un lado, sostienen esa argumentación, pero por otro persiguen ferozmente a profesores, trabajadores y estudiantes que denuncian al cacicazgo cuenista y los hechos de corrupción con los que se le relaciona.
En ese contexto se han dado casos como los del profesor Antonio Sevilla de la facultad de derecho, a quien en días recientes despidieron simplemente por hacer publicaciones críticas al cacicazgo en Facebook (véase https://cutt.ly/FwS84Cyc, el acta administrativa puede consultarse aquí https://cutt.ly/YwUgQhGS); de docentes a que se les priva de su salario por razones políticas; así como de estudiantes a quienes se agrede y se priva de oportunidades académicas por negarse a colaborar con el cacicazgo.
Gracias a la movilización del Movimiento Democrático Universitario y del Movimiento Democrático Estudiantil (https://cutt.ly/dwS4hPKX), Antonio pudo ser reinstalado, al igual que otros docentes. Hay que decir que hay muchísimos casos más de esa naturaleza a la espera de justicia laboral. Respecto a esto, por su parte, el jurídico de la UAS Yamir de Jesús Valdéz Álvarez ya hizo gala de tendencias reaccionarias: literal, dijo que las manifestaciones estudiantiles para la reinstalación del profesor eran actos “porriles” y que “hablar mal de la universidad” es motivo de rescisión de contratos de docentes y trabajadores (https://acortar.link/lmT3oU). A ese nivel llega la represión en esa universidad.
Durante las últimas semanas mi esposa Adela ha recibido en redes sociales mensajes de cuentas que apoyan al Partido Sinaloense y a Melesio Cuén Ojeda, donde la amenazan de que, al igual que a la periodista Teresa Guerra y al difunto Luis Enrique Ramírez, el cacique nos va a demandar por difamación a razón del trabajo que he hecho sobre la historia del grupo político que controla a la UAS. Con gran regocijo y en medio de muchos insultos, dicen que la van a dejar “en la calle por hocicona”. Tomando en cuenta sucesos como el feminicidio a sangre fría de la joven Cinthia Carrillo a manos de un sobrino de Cuén en 2015 ─caso en el cual el cacique intervino con sus influencias para reducir la sentencia del homicida, según denunció la madre de la joven https://acortar.link/fTBDeU– le damos mucha seriedad a las amenazas.
A partir de lo que dicen las autoridades universitarias sobre la supuesta persecución en su contra y considerando las agresiones de las que son objeto universitarios democráticos de la UAS, así como lo que estoy por exponer, pregunto ¿Quién persigue a quién en realidad?
Conociendo de cerca a La Cueniza
Debido a su historia de vida, mi esposa, Adela López Rodríguez, tuvo la oportunidad de recabar de primera mano datos sobre la existencia de lo que hemos llamado una estructura parainstitucional que opera en la UAS bajo las órdenes de Melesio Cuén Ojeda y dirigentes de su cacicazgo, la cual se dedica a reprimir y aterrorizar a adversarios políticos a través de muchas formas de violencia. Su cualidad “parainstitucional” deriva de que se enlaza de manera eminentemente fáctica a la cúpula que controla a la universidad (la definición del concepto la pueden encontrar aquí https://cutt.ly/BwY0RfMy).
En febrero de 2018 fui despedido de la UAS ─en donde trabajé desde 2012- por reusarme a hacer activismo político para el PAS, esto en un escenario previo de tres años continuos de hostigamiento laboral y acoso que se expresó de diversas maneras, todas totalmente temerarias y desproporcionadas. Demandé a la universidad por despido injustificado en abril ─expediente 4-24/2018, Junta de Conciliación Especial N°1 de la Local de Culiacán- y comencé a dar entrevistas a medios de comunicación regionales como Revista Espejo (https://cutt.ly/vwS4QXmD), el Noroeste (https://cutt.ly/JwS4WLOR & https://acortar.link/OoexAo) y Luz Noticias (https://cutt.ly/HwS4Q7er).
A la par, dirigentes del PAS en el municipio de El Fuerte ─de donde somos originarios Adela y yo- desplegaron una intensa campaña de difamación en contra mía en distintos espacios sociales. En ella me acusaban de tener nexos con el narcotráfico; de golpear a mi esposa, a mi madre y a mi hermana; de ser un multimillonario vinculado a operaciones de desvíos de recursos públicos; de ser priista; de reventar movimientos sociales; de estar involucrado con un ficticio grupo llamado el “Cartel de los Jubilados” que “opera en la semiclandestinidad” para “desestabilizar a la universidad y apoderarse de ella”, en el que supuestamente participan también exguerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre y al cual medios digitales cuenistas como Gremio News le atribuyen la responsabilidad del asesinato del director de asuntos jurídicos de la UAS, Enrique Ávila Castro, en 2005, acusación en la que por asociación se me relacionaba implícitamente; entre otras cosas que por su vulgaridad no vale la pena mencionar. Todas estas burdas mentiras.
Lo que se buscaba a través de esto era crear un clima adverso de desprestigio para darme el golpe final: el 31 de octubre de 2018, alrededor de la 1 de la tarde, fui objeto de un intento de levantón cuando mi esposa y yo nos dirigíamos al departamento que en ese entonces rentábamos en Culiacán, en la colonia Las Cucas, por la calle Prof. José Ramón Díaz Franco, muy cerca de un velatorio del DIF. Acabábamos de interponer un amparo indirecto en el Juzgado 3ro de Distrito ─en la Sede del Poder Judicial de la Federación, a la salida a Navolato- relacionado con la demanda contra la UAS.
Los hechos ocurrieron en el trayecto de vuelta, a la altura del cruce entre la avenida Enrique Félix Castro y el Blvrd. Enrique Sánchez Alonso. Íbamos en una camioneta que yo conducía. Elementos de la policía municipal en motocicleta se atravesaron y nos obligaron a pararnos. Una vez orillados los policías alegaban que había incurrido en una infracción de tránsito, sin aclarar cuál. Mi compañera respondió que ellos como policías municipales no tenían la facultad para ocuparse de infracciones de ese tipo, amén de que seguían sin especificar cuáles eran. Nada de eso importó. Me pidieron mi identificación. Se las di. Una vez corroborada mi identidad, me ordenaron agresivamente que bajara.
Ante lo sospechoso de la situación Adela comenzó a transmitir en vivo en Facebook. Nos atrincheramos dentro de la camioneta. Luego llegó una patrulla municipal. Cometí el error de bajarme del auto pidiéndole al oficial que me daba órdenes que se identificara, a lo que el tipo respondió “ni te desgastes morro, ya sabes cuál es tu pedo, ya valiste verga”. Por esa razón mi compañera bajó del auto también transmitiendo todo mientras gritaba que no me iban a llevar.
Mediante la transmisión difundió los datos de la patrulla recién llegada. Afortunadamente mi madre vio la publicación y comenzó a compartir en redes. Ella llamó a mi padre, el profesor jubilado Norberto Soto Castillo, quien marcó a mi celular. La llamada fue respondida por Adela en altavoz. Mi papá comenzó a decir que se trataba de un intento de aprehensión ilegal que podía derivar en una desaparición forzada por razones políticas. Al poco tiempo llegó otra patrulla en la cual venía un elemento al que los policías se refirieron como “comandante”. Alcancé a escuchar que ese tipo les dijo a sus subalternos “la vieja está haciendo ruido, ¿no se fijaron que venía ella?”. Luego me soltaron y se fueron sin devolverme mi identificación.
La intervención oportuna de Adela, lo que para los acontecimientos implicaba su origen de vida, la determinación que mostró para defenderme, lo llamativo de sus gritos desesperados, la torpeza de los perpetradores y el que estuviera quedando en evidencia la participación de elementos de la policía municipal en el suceso, en un marco de presión a razón de que los hechos pudieran manchar mediáticamente la toma de protesta de Jesús Estrada Ferreiro como alcalde de Culiacán ─la cual estaba transcurriendo no muy lejos de ahí- bloquearon la consumación de la muy posible desaparición. Lo único que detuvo a los desaparecedores fue que el asunto pudiera escalar a un problema mayor para ellos. Me dejaron ir, no sin antes decirme: “te van a chingar por hocicón”. Parte de esto quedó documentado en la queja que interpuse frente a la CNDH folio 43643/2019.
Después de eso Adela y yo nos refugiamos en casa de mis padres, quienes buscaron apoyo político para lograr protección para nosotros, el cual en ese entonces no se pudo conseguir, gracias a que muchos personajes pertenecientes al Morena, Sinaloa, a quienes acudimos en el contexto de la victoria de AMLO ─quien había denunciado el cacicazgo de Cuén en la UAS durante su campaña- ya habían prestado oídos a las palabras de influyentes pasistas que a sabiendas de la ayuda que buscaríamos, se tomaron la molestia de adelantarse para convencerlos de lo indeseable y problemático que sería apoyar a un sujeto con mis supuestas características.
Entre esa y otras cosas, nos enteramos que desde entonces existía en los hechos una alianza entre la cúpula del Morena en la entidad con el PAS, la cual se formalizaría para 2021, a pesar de la incredulidad y el rechazo que las bases morenistas democráticas expresaban ante ello. Nuevamente, las circunstancias específicas de la vida de Adela nos permitieron saber esto de primera mano más de dos años antes, cuando el tema estaba muy lejos de la atención mediática.
A pesar del panorama tan desolador, la difícil situación económica que estos problemas estaban acarreando no nos permitía abandonar Sinaloa. Logramos salir del Estado hasta inicios de 2019, en un marco ininterrumpido de amenazas veladas que nos hacían llegar los pasistas vía redes sociales. Todo esto forma parte de lo que hace “la cueniza”, a quien apenas estábamos conociendo en esa época y por esas razones.
La Cueniza y la violencia simbólica ¿Quién persigue a quién?
La “cueniza” ─como coloquialmente se le llama al abanico de agentes represores y difamadores al servicio del cuenismo- es muy sutil. Focalizan espacios sociales a donde los adversarios aislados políticamente puedan acudir por ayuda y/o a contribuir en la organización democrática para la defensa de derechos laborales y humanos de universitarios; se adelantan a través de personajes que aparentemente no tienen nada que ver; comentan “en corto”, de manera “casual” y “espontánea” sus calumnias. Pueden llegar a mostrar imágenes y/o videos editados para sustentar sus dichos, todo de manera disimulada, a discreción, cuidando no dar pruebas del sentido de sus procederes y, sobre todo, de sus nexos con el cuenismo. En resumen, “queman” sinuosa pero sistemática y persistentemente a sus objetivos para mantenerlos en el aislamiento y así reprimirlos en la indefensión.
De acuerdo con Bordieu (https://cutt.ly/IwS4Pgec), podemos decir que ahí se juega una forma de violencia simbólica, pues se despliegan prácticas que construyen e imponen significados que se presentan como legítimos y naturales para disimular las relaciones de fuerzas que residen en el fundamento de su propia potencia: así, se dice “no le hagan caso a ese wey, lo que le pasó le pasó por que andaba mal” o “lo despidieron por grillero”, ocultando todo el entramado de relaciones de poder que hay tras las agresiones y, sobre todo, sus objetivos reales de dominación. La violencia simbólica busca, ante todo, crear consciencias dóciles, resignadas, desmoralizadas, sujetos que no luchen contra sus opresores y que acepten la realidad que se les impone.
Con los adelantos en materia de inteligencia artificial se producen materiales cada vez más convincentes. El uso de edición de imágenes y video para acusaciones artificiosas de carácter sexual por parte de la “cueniza” para atacar a adversarios, aunque es un secreto a voces, es cada vez más conocido. Hasta el cartonista Avecé, en una de sus caricaturas para el Debate, retrató a Melesio Cuén y a Jesús Madueña amurallados en el edificio central UAS disparando un torpedo contra sus adversarios, el cual tenía el mensaje “PAS-Porn”, en alusión a que el cacicazgo produce videos pornográficos para montajes y acusaciones artificiosas contra adversarios políticos.

Tras nuestra salida de Sinaloa llegamos a la Ciudad de México, donde los ataques en redes sociales continuaron con mayor intensidad, ahora agrediendo a mi madre, la maestra normalista jubilada Enedina Sánchez Saucedo, y ahora también a mi esposa Adela. Se trató de fuertes campañas de difamación cargadas de misoginia y estigmatizaciones de distinto tipo, que fueron impulsadas por cuentas falsas de Facebook que a su vez replicaban información favorable a Melesio Cuén Ojeda y al PAS. Nos quedó totalmente claro que, a pesar de que tuvimos que huir de nuestro hogar y de que yo en ese momento no estaba publicando nada contra el cacicazgo, la cosa no iba a parar.
Comencé a buscar espacios dónde escribir y exponer teorizaciones de elaboración propia para, a partir de estas experiencias, explicar los mecanismos represivos que utilizan los cacicazgos universitarios en México y, sobre todo, aprender a hacerles frente dada su compleja naturaleza parainstitucional. Parafraseando a Marx: no se trata solo de interpretar lo que está sucediendo en las universidades públicas de México, de lo que se trata es de transformarlas.
¿Nos dejarán en la calle “por hocicones”?… Que lo intenten
Frente a las amenazas que ha recibido Adela en torno a que dirigentes pasistas y Melesio Cuén Ojeda nos van a demandar por difamación a razón de lo que escribo, decimos lo siguiente: que lo intenten, no tenemos miedo. ¿Dicen que nos van a dejar en la calle? No tenemos absolutamente ninguna propiedad a nuestro nombre. ¿Pueden Melesio Cuén Ojeda y su Jr. decir lo mismo?
Digo lo siguiente con mucho orgullo: en todos los lugares en los que hemos trabajado siempre hemos ocupado espacios laborales en los niveles escalafonarios más bajos. Ella y yo somos trabajadores con consciencia de clase.
Desde este espacio envío un fraterno y solidario saludo a los integrantes del Movimiento Democrático Universitario y del Movimiento Democrático Estudiantil, quienes están haciendo historia combatiendo al cuenismo en defensa de los derechos laborales y humanos de los universitarios y dando a conocer lo que está sucediendo. Como dijo León Trotsky: “Exponer a los oprimidos la verdad sobre la situación es abrirles el camino de la revolución”.
No conozco personalmente a los integrantes de esas organizaciones, pero tienen toda mi admiración y respeto por lo que, tomando en cuenta lo que aquí he relatado, están haciendo. Su lucha es una lucha que va más allá de la UAS y que se enmarca en la defensa de la educación pública en México.
Lo que le sucede al Jr. Melesio Cuén Díaz y a las autoridades de la UAS no es una persecución política, es la consecuencia de sus propios excesos. Ojalá que los procesos judiciales en su contra avancen hasta las últimas consecuencias, aunque no se puede confiar ciegamente en la Fiscalía del Estado ni en ninguna otra instancia burguesa de impartición de justicia.
Al igual que las reinstalaciones que se han logrado al día de hoy, la democratización y la justicia laboral en la UAS solo llegarán a través de la movilización y la organización democrática desde abajo y a la izquierda.
Fotografía: debate