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Helena Maleno “La sociedad está anestesiada ante las muertes de los inmigrantes”

por RedaccionA julio 10, 2022
julio 10, 2022

Por:  Blanca Garcés. 10/07/2022

¿Cómo era la frontera sur cuando llegaste a Marruecos en 2002?

Antes la frontera con Marruecos estaba abierta. Cuando se empezó a construir la valla, las personas migrantes estaban o en el lado del bosque, al lado de la valla, que era como una gran ciudad; o en las ciudades, donde vivían la mayoría de las mujeres migrantes, muchas de ellas nigerianas. Ya entonces, cuando las relaciones entre Marruecos y España eran buenas, las redadas se activaban. Esas dinámicas empezaron hace tiempo y hoy en día siguen activas, asumidas como normales incluso por parte de la sociedad.

¿Cómo ha ido cambiando la frontera desde entonces?

Además de la construcción de la valla, de la frontera en sí, países como Túnez, Marruecos y Argelia desarrollaron sus leyes de extranjería. Son leyes fuertemente punitivistas y restrictivas de los derechos de las personas de otros lugares, de otros orígenes. En esa militarización, la violencia sexual se ha usado como arma dentro de la narrativa de guerra. En las redadas, las mujeres son detenidas y violadas. Con el tiempo, estas violaciones se han hecho habituales, se han convertido en castigo. El año 2005 marcó un punto de inflexión, con las muertes por tiros en la valla de Ceuta y las “caravanas de la muerte” hacia el desierto del Sáhara. Desde entonces se asentó la idea de la impunidad en la frontera, algo que definiría las políticas de control migratorio de los siguientes años. La idea de que la protección del territorio estaba por encima del derecho a la vida de las comunidades migrantes se había introducido definitivamente en el imaginario social.

La UE y el Gobierno español mencionan constantemente las mafias y los traficantes… ¿Quiénes son?

El Estado español dice luchar contra las mafias. Pero sabemos que no es verdad, porque al final las mafias no están ahí donde están las redadas. Al final, durante todos estos años, las mafias, las redes criminales, se han reforzado y diversificado de una forma brutal. ¿Quiénes están en las cárceles en España y en Marruecos? Marruecos detiene a pie de playa, cuando una patera va a salir y pregunta quién es el capitán. Y normalmente el capitán es el que menos puede defenderse. Hay muchos chicos, por ejemplo malienses, que nunca habían visto el mar, pero que como no saben hablar francés, pues acaban siendo detenidos y acusados. Son ellos los que están en las cárceles marroquís.

Cuando las pateras llegan a España, aquí también se pregunta por el capitán. Pero muchas veces no hay. Muchas de las embarcaciones que están desapareciendo ahora mismo, sobre todo en el Atlántico, es porque la gente que lleva el timón no tiene ni idea, pero les ofrecen un pasaje a cambio. ¿Eso es de verdad la mafia? Es muy curioso porque incluso cuando hay un naufragio terrible siempre sobreviven los capitanes, siempre hay un capitán vivo para meter en la cárcel. Al final es lo mismo en los dos lados. Esto permite tener cifras, decir: “hemos detenido 20 traficantes”. En la mayoría de los casos no lo son, pero sirve para seguir enriqueciendo el discurso.

¿Cómo perciben las personas migrantes las políticas de frontera?

Las personas migrantes se perciben a sí mismas como objeto de las relaciones bilaterales entre España y Marruecos. Nosotras aprendimos a analizar la frontera a través de sus ojos. Es como un ciclo, cuando hay malas relaciones, Marruecos abre. Los migrantes dicen entonces “hay la promoción”, esto quiere decir las fronteras se han abierto. En el año 2014 lo vimos, hay momentos en los que esto pasa. En cambio, cuando hay buenas relaciones, las fronteras se cierran y empiezan las redadas. En el bosque nos decían Olomo, Ubakar, Fode, que eran líderes comunitarios: “somos una mercancía en medio de un montón de intereses geoestratégicos”. Y creo que ese concepto mercancía ya está totalmente normalizado y asentado en las políticas de frontera.

Foto: DAVID F. SABADELL

¿Hasta qué punto se cuestionan las políticas de frontera más allá de la frontera sur?

Hay un concepto que aquí incluso la gente de izquierdas no quiere decir públicamente, que es el derecho a la libertad de circulación. El derecho a la libertad de circulación es algo que las sociedades del Sur están poniendo encima de la mesa. Porque el derecho a la libertad de circulación, es decir, quiénes se mueven libremente y quiénes no se mueven libremente, está muy vinculado al colonialismo. Los movimientos de protesta saben muy bien que esto es una herencia del régimen colonial. Cuando hablan del derecho a la libertad de circulación hablan de desmantelar ese régimen colonial. También están hablando del neocolonialismo que se está produciendo por efecto de esta externalización del control migratorio. Por ejemplo, primero las fuerzas militares francesas en Mali estaban vinculadas a la lucha contra el yihadismo. Ahora también al control del movimiento. Hay militares españoles en Senegal. Hay militares españoles en Mauritania. Están con labores de control del movimiento, pero también, no lo olvidemos, están protegiendo los intereses de las empresas que se encuentran en esos territorios.

En tu libro, Mujer de frontera (Península, 2021), afirmas repetidamente que uno de los grandes pilares de las políticas migratorias son las narrativas. ¿A qué te refieres?

Las narrativas sobre la frontera son muy simples. Yo es que ni siquiera las llamaría narrativas. Es una gramática, es un léxico, son tres palabras: invasión, criminales y víctimas. Es un léxico de guerra y propaganda que crea realidad. Ni siquiera hay que hacer nada. Una de las grandes victorias del relato oficial fue eliminar a las personas migrantes. Se trata de un discurso que ha permitido consolidar los espacios de impunidad en las fronteras. También cuando toma la forma de la compasión. Por ejemplo, la foto de Luna, la voluntaria de Cruz Roja, para mí es obscena. Tras el abrazo, el militar con el arma acompaña el joven a la valla y lo deporta. Es el abrazo de la deportación. Para mí, la obscenidad de esta escena resume muy bien lo que representa la frontera. Junto a esta foto con la voluntaria de Cruz Roja había otras, como el guardia civil con el bebé rescatado en el mar o el otro en la valla con el bebé que lo pasan de un lado a otro. Las dos narrativas se juntan y resumen esta política de doble filo.

Foto: DAVID F. SABADELL

Desde Caminando Fronteras publicáis un informe donde estimáis el número anual de muertes en la frontera sur. ¿Qué hay detrás de estos muertos?

En estos años de construcción de la frontera, las muertes han ido en aumento y la anestesia por esas muertes también. O sea, la sociedad está anestesiada por las muertes, por determinadas muertes. Esa indiferencia ha construido la otredad, porque es indiferencia hacia los otros y las otras. Pero no son sólo muertes e indiferencia. Como decía, ya en 2005 se dispararon balas reales contra las personas migrantes en la valla de Ceuta. Luego vinieron las muertes de El Tarajal en 2014, donde se dispararon pelotas de goma. En estos momentos, se hacía morir. Después, además, se ha dejado morir. La gente está en el mar y se las deja morir. Porque no se rescata o no se baja del paralelo 35º50.

¿Qué pasa después con los muertos?

No se cuentan las víctimas porque si se contaran las víctimas tendríamos que ver quiénes son los victimarios. No se cuentan, no existen, no se entierran. Desde Caminando Fronteras estamos haciendo un trabajo de acompañamiento de las familias para poder identificar a los muertos. Ya lo hemos hecho en Marruecos. En Marruecos es más fácil porque las morgues tienen más sensibilidad que aquí. Allí saben lo que es que tu hijo se muera en el mar. Y también el tema religioso es importante porque un musulmán no quiere que un cuerpo esté en un frigorífico, hay que enterrar. Aquí, hay dejación desde todas las administraciones. En las Islas Canarias a veces tardan tiempo en enterrar los cuerpos porque los Ayuntamientos no quieren gastar el dinero para enterrarlos. También los jueces, que dictan enterramientos súper rápidos sin hacer constar los datos de las víctimas. La necropolítica de la frontera no solo niega la vida, sino que está negando los derechos en la muerte y esto es terrible.

Para pedir asilo se debe haber cruzado la frontera. ¿Qué pasa con aquellos que, a pesar de todo, consiguen llegar?

El modelo de asilo es un modelo viejo, obsoleto, blanco, que representa la blanquitud. Es un modelo hecho para los europeos y las europeas en un momento dado, y es un modelo violento, forma parte de esa violencia institucional. Por ejemplo, si tú eres una mujer que no llora, se considera que entonces no has tenido tanto dolor. Si tú eres fuerte es que no has sufrido tanto o no es verdad lo que estás contando. Las entrevistas de asilo se preparan, pero no se preparan para proteger a la persona que hace la entrevista, se preparan para que la persona cumpla las expectativas de quienes están haciendo la entrevista. Además, es un modelo que borra determinados conflictos. ¿Quién sabe lo que está pasando en Argelia ahora mismo? ¿Cuántos jóvenes con delitos de opinión están encerrados? El asilo va por modas, no parte de un análisis real de los conflictos. Por ejemplo, un conflicto enquistado y terrible, pero que no está de moda, es el conflicto de la República Democrática de Congo. Pero el impacto de ese conflicto no solo es un impacto individual, es un impacto comunitario e histórico, de una colonización que ha sido la más terrible del mundo.

Hablas mucho de las mujeres migrantes, a quienes has acompañado y sigues acompañando de muy cerca. ¿Qué viven en sus trayectorias migratorias?

Las mujeres migrantes arrastran una serie de violencias en tanto que mujeres y migrantes. Para ello, muchas mujeres se organizan: para protegerse de la violencia sexual, para ir a mendigar, para comprar y vender. Construyen estructuras al margen de los hombres. Porque ellas también sufren la violencia de sus compañeros, esa violencia machista que viene desde origen y se arrastra en el tránsito. Las mujeres tienen un discurso muy fuerte de búsqueda de independencia. “Yo quiero ser independiente, yo no quiero depender de nadie, yo quiero tomar mis propias decisiones”.

¿Cómo perciben las mujeres migrantes todas estas violencias vividas por el camino?

Las mujeres migrantes analizan muy bien las violencias vividas. En el ámbito de la trata, las mujeres nos hablaban de dos tipos de violencia: la de la red de trata, brutal; pero también la violencia institucional. Las compañeras te decían: “sí, sí, la red es horrible, pero a mí me expulsan al desierto y alguien viene a buscarme para sacarme de ahí”. Las que no tenían la red detrás, nadie las sacaba de ahí y morían. Imagínate qué perversidad. Y ellas mismas te decían: ¿quién está matando a las que expulsan al desierto? Cuando estas mismas mujeres llegan al Estado español, se encuentran con la policía española, la misma que bloquea las fronteras. Recuerdo una mujer que nos decía: “estaba en el mar, pedimos ayuda y no venían a rescatarnos. Entonces yo no existía, pero ahora he llegado y todo el mundo me hace entrevistas y me pregunta que si he sido violada, que si soy víctima, que si tengo una deuda… ahora sí”.

Llevas años trabajando el tema de la trata. ¿Hasta qué punto las víctimas de trata acaban recibiendo la protección que necesitan y que el Estado está obligado a garantizarles?

La trata se puso “de moda”. De repente, todo era trata. Se suponía que era para proteger a las mujeres y ofrecerles un camino de protección. Pero la mayoría de mujeres no están siendo protegidas ni reintegradas en sus derechos. En un porcentaje muy muy pequeñito han conseguido algo, a través sobre todo de la acción de las organizaciones sociales. Como siempre cuando hay un delito, se pone toda la carga y el peso en la víctima. Es la mujer víctima la que tiene que demostrar y proporcionar pruebas para que tenga una rentabilidad policial. A cambio, a la mujer se le dan migajas, básicamente el permiso de residencia. Todo ese proceso es de una violencia terrible. Al mismo tiempo sirve para limpiar la imagen de la misma policía responsable de la guerra de fronteras. Y yo me pregunto: la trata, que es un delito tan complejo, tan grande, cómo lo lleva la policía que al mismo tiempo se ocupa del control de fronteras? En las narrativas sobre la trata, esta misma policía se representa de nuevo bajo ese concepto de salvador blanco de mujeres negras.

Las muertes en la valla de Melilla del pasado 24 de junio, ¿hasta qué punto representan un paso más en esta necropolítica de la frontera que describes?

Los muertos de Melilla son el ejemplo de esta necropolítica de la frontera, fruto de los acuerdos entre el Gobierno español y el marroquí. Pero representan un paso más. Al igual que en 2005, cuando —como decía— también se dio un paso muy grande y terrible. Si queda así, sin responsabilidades, querrá decir que podremos matarlos a la vista de todo el mundo (porque se han visto todas las imágenes) sin que pase nada. Es un momento muy crítico. Coincide con toda la OTAN reuniéndose y pidiendo que la guerra de fronteras sea considerada de forma oficial en el marco de la alianza. Marca pues un antes y un después en la escalada de violencia contra las personas en movimiento.

(*) Helena Maleno (El Ejido, 1970) es defensora de los derechos humanos, periodista e investigadora de los movimientos migratorios y la trata de seres humanos. Es fundadora del colectivo Caminando Fronteras, que trabaja por el reconocimiento de los derechos de las personas migrantes. Ha vivido en Marruecos desde 2002, denunciando las violaciones de derechos humanos en la frontera sur. La violencia en la frontera no es nueva, pero las muertes en la valla melillense del pasado 24 de junio representan un paso más. En esta entrevista con Helena Maleno, hablamos sobre la frontera sur, sobre cómo ha cambiado a lo largo del tiempo, sobre la necropolítica de la frontera, sobre sus narrativas, sobre como las y los migrantes perciben estas violencias y se organizan para resistir.

Fuente: Critic

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Fotografía: Contra hegemonía web

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