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El pequeño juego del hombre de Antiguo Régimen con su kit de construcción.

por La Redacción septiembre 26, 2020
septiembre 26, 2020
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Por: TIQQUNIM. 26/09/2020

En primer lugar, lo que aborrecemos en lo pleno no es sólo la imagen de una sustancia última, de una compacidad indisociable; es también y sobre todo (al menos para mí) una mala forma. Roland Barthes, Digresiones.

1 apertura Las pequeñas subversiones provocan los grandes conformismos.

2 definición provisional El hombre de Antiguo Régimen es la figura de la subjetividad burguesa en el momento de su liquidación y de su vaciamiento por parte de la dominación cibernética, que surgió históricamente de esa misma burguesía. Difunta, la subjetividad burguesa se sobrevive indefinidamente a sí misma en el mito del individuo libre, autónomo y fuerte, seguro de sí mismo y de su mundo; mundo clausurado por valores y experiencias establecidas en las que nuestro individuo viviría plenamente, del mismo modo en que el consumo de cierto número de mercancías culturales le sirve como un sistema de referencias. De objeto de la crítica social durante todo el siglo xix y una buena parte del xx, el hombre de Antiguo Régimen ha pasado al estatuto de sujeto de la crítica, a favor de procesos de recomposición internos a la dominación mercantil, la cual exige actualmente el mantenimiento del hombre de Antiguo Régimen como una falsa alternativa al American way of life. Precisemos que aquí se trata de una forma-de-vida, y de ninguna manera de una clase asignable de individuos: la induciremos, por lo tanto, de nuestras inclinaciones singulares no menos que a partir del registro empírico de rasgos de carácter, de prácticas culturales, de sedimentaciones de hábitos, de osamentas institucionales que la justifican. El hombre de Antiguo Régimen funciona como una matriz de habitus posibles y socialmente producidos; se trata, para nosotros, no de criticar un «modo de vida», sino de colocarnos sobre un plano de consistencia que permita leer la realidad en términos de enfrentamiento ético y político entre formas-de-vida. No se trata ni de disecarlas ni de juzgarlas, sino de tomar la medida, material, de sus líneas de fuga y del espacio de juego que ofrecen. El hombre de Antiguo Régimen, por su parte, será ese Bloom especial que cultiva la salida fuera del mundo como sola y única línea de fuga.

3 método La figuración, es decir, la relación que mantiene el Bloom consigo mismo, carece de porqué; esto quiere decir que no es posible desatar la madeja de las fuerzas «psicológicas» y sociales que constituiría la esencia de una humanidad de Antiguo Régimen. Por esto, es tan ilusorio como inútil pretender decir qué «es» el hombre de Antiguo Régimen y nos contentaremos aquí con describir lo que le sucede, cotidianamente. El análisis sociológico y la crítica de la ideología, centrados en una comprensión de los intereses y de las estrategias reales perseguidos por los individuos así como en la voluntad de disipar los efectos sociales de ofuscación y de travestismo de esos intereses, a pesar de los esclarecimientos puntuales que ofrecen, penan precisamente en delimitar ese dominio de la incorporación del habitus, que no parece capaz de ser objeto de una justificación mediante un cálculo, incluso sutil, del interés social. El hombre de Antiguo Régimen sólo puede ser objeto de una descripción formal que actualiza tanto los mecanismos de defensa míticos de su arte de vivir individual como las instituciones políticas que presupone para perdurar, especialmente el monopolio de la violencia pública por parte de las autoridades llamadas estatales y su corolario, la publicidad burguesa, que interrumpe cualquier consecuencia real del pensamiento. La postura de Antiguo Régimen siempre existe únicamente como una modalidad interna al Nuevo Régimen Cibernético, como una liberalidad acordada por éste y tiene que entenderse, en los términos de la sociología burocrática, como una estrategia de distinción y de afirmación de un habitus no-bloomoso en la era en que el Bloom se ha vuelto el trascendental de todas las teorías críticas del ser social. Antes de ser una visión del mundo o una teoría particulares, el «discurso» de Antiguo Régimen es un dispositivo epistemológico que descifra la realidad por medio de un sistema de categorías clásicas y generales (el hombre, las pasiones, el interés, la historia, la acción, la negatividad, la diferencia, el Espectáculo, etc.), el cual, desde sus inicios, permite conjurar y neutralizar el acontecimiento reduciéndolo a lo ya-conocido. Además, permite al Bloom que juega con más o menos maestría al hombre de Antiguo Régimen pasar por alto su propia implicación singular dentro de aquello que le sucede; discutiendo así sobre todo lo que ocurre, se ampara de nunca pensar su propia situación. De esta manera, la pasión criticista que lo anima se traduce a menudo en el simple reflejo de la puesta a distancia: la fabricación de conceptos no es para él algo requerido por el acontecimiento que se trataría de pensar, sino por la denegación activa de éste, reduciéndolo a alguna esencia conocida.

4 un dispositivo encarnado El hombre de Antiguo Régimen es un tipo reactivo, tal vez el primero en la historia en ubicarse en el resentimiento integral, ya que no puede resignarse a cumplir el inevitable proceso de luto de los habitus culturalmente asociados al ethos burgués, bajo pena de condenarse a sí mismo. La experiencia real de la situación contemporánea le está prohibida, porque, profundamente autista en esto, él habla o más bien discurre sobre las avanzadas presentes del proceso involutivo de subsunción capitalista y sobre las costumbres que aquí se esbozan desde una posición de sobrevuelo, cuidadosamente segurizada por cordones sanitarios tanto policiales como lingüísticos. En ninguna circunstancia se deja llevar a la experiencia de la contaminación mediante esa realidad deshonrada, sino que más bien rechaza en bloque todo surgimiento de lo inédito, de aquello que no está validado por las formas clásicas de la existencia. En ello se juega su supervivencia pura y simple. En más o menos largo plazo, en efecto, esta forma-de-vida atenuada está condenada a desaparecer, socavada por la desaparición de sus condiciones de existencia y por el estrechamiento ineludible de su espacio de expresión pacificado. Políticamente, este deterioramiento se manifiesta en el terror en que vive este extraño ciudadano atemorizado, que añora el tiempo de su sometimiento a la soberanía limitada del Estado-nación, sometimiento que podía abarcar con un solo vistazo y del cual siempre podía huir refugiándose en su fuero interno, zona liberada, patria del Yo donde la ignorancia de sí podía presentarse sin dificultades como conciencia moral. Desposeído de su pequeño stock de anécdotas y violentamente extraído de su medio natural por el asenso de la soberanía acéfala, no-contractual y poco razonable del Imperio, el hombre de Antiguo Régimen se ha dejado timar por la Historia y, despechado, presenta su factura; constatamos así en Francia desde hace algunos años la constitución de un partido o de una movida político-intelectuales de Antiguo Régimen, que hacen el intento de rescatar algunos buenos viejos mitos tales como la República, la Escuela o la Autoridad, a la sombra de los cuales esperan seguir viviendo. Pero su moneda ya no tiene curso, y el punto de vista de Sirio ya no tiene éxito. El hombre de Antiguo Régimen está pues reducido a hacer existir biográficamente su dispositivo teórico de neutralización y ofuscación, donde se oponen abstractamente lo que él llama el «fanatismo por la movilidad», la modernidad, la ideología dominante del juventismo festivista, del progreso, de la velocidad, de la flexibilidad y de la tabla rasa, en resumen, de la feliz globalización tan entrañable para los «liberales-libertarios», y cierto número de posturas y de conceptos valorizados como la crítica, la reflexión, la autoridad, la lentitud, el conservadurismo, el «anarquismo tory», la República tan entrañable para los «bolcheviques-bonapartistas», el respeto hacia el pasado, el tradicionalismo, la literatura, la habilidad discursiva, etc. Pero la partida en la que pretende comprometerse apasionadamente está en verdad de antemano jugada. Las aseveraciones, posiciones, tesis y análisis que fingen enfrentarse aquí son siempre-ya conocidas por todos y de ningún modo sirven para esclarecer la realidad sino que actúan como señales de reconocimiento, de prendas de pertenencia y de rieles retóricos. Son gimmicks, trucos de prestidigitador de feria. La ofuscación consiste aquí en volver a jugar eternamente la oposición conservadurismo/progresismo, cuyos términos siempre son únicamente dos variantes de una misma tesis antropológica, la de la pacificación, que postula al hombre como ser-social-que-vive-en-sociedad. Y esto a fin de naturalizar un dispositivo que representa uno de los contrafuegos principales para tapar la realidad humana en cuanto guerra civil.

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Fotografía: TIQQUNIM.

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