Por: Rebecca Gordon. Rebelión. 07/04/2020
Antes de convertirme en una “refugiada en casa”, este artículo abordaba las acciones de las mujeres en todo el mundo con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Desde Pakistán hasta Chile, millones de mujeres llenaron las calles exigiendo poder controlar nuestros cuerpos y nuestras vidas. Las mujeres salieron en Iraq y Kirguistán, Turquía y Perú, Filipinas y Malasia. En algunos lugares, afrontaron el riesgo de que hombres enmascarados las golpearan. En otros, exigieron el fin del feminicidio, la realidad milenaria de que las mujeres son asesinadas diariamente en este mundo por el mero hecho de ser mujeres.
En 1975 el futuro era femenino
Las celebraciones de este año han sido especialmente militantes. Han pasado 45 años desde que las Naciones Unidas declararon 1975 Año Internacional de la Mujer y patrocinaron su primera conferencia internacional sobre la mujer en Ciudad de México. Conferencias similares fueron reproduciéndose a intervalos de cinco años hasta culminar en la Conferencia de Pekín de 1995, generando una plataforma que ha ido guiando en formas diversas el feminismo internacional desde entonces.
La Conferencia de Pekín tuvo lugar hace un cuarto de siglo, pero este año las mujeres de todo el mundo parecían haber considerado que ya era suficiente. El 9 de marzo las mujeres mexicanas organizaron una huelga de 24 horas, un Día Sin Nosotras, para demostrar cuánto depende el mundo del trabajo, remunerado y no remunerado, de… sí, de las mujeres. Ese día sin mujeres fue, a todas luces, un éxito. El Wall Street Journal observó, tal vez con una pizca de asombro, que “México se ha parado. Cientos de miles de mujeres paralizaron México en una huelga nacional sin precedentes para protestar contra la creciente oleada de violencia contra las mujeres, una gran victoria para su causa”.
Además de abarrotar las calles y vaciar fábricas y oficinas, algunas mujeres también rompieron escaparates y lucharon con la policía. ¿Violencia? ¿De las mujeres? ¿Qué podría haberlas llevado a tal punto?
Tal vez fuera el asesinato de Ingrid Escamilla, una residente de la ciudad de México de 25 años que, según el New York Times, “fue apuñalada, desollada y destripada” este pasado febrero. Tal vez fue el tiroteo de la artista y activista Isabel Cabanillas de la Torre en Ciudad Juárez, un recordatorio que apenas notó un mundo desinteresado en que las mujeres han estado desapareciendo durante décadas a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. O quizá solo fuera el hecho de que las cifras oficiales para 2019 revelaron más de 1.000 feminicidios en México, un aumento del 10% respecto al año anterior, aunque son muchos más los asesinatos de este tipo que no se registran.
¿Es patriarcal la pandemia?
Si no fuera por la pandemia, tal vez el Wall Street Journal hubiera tenido razón. Quizás el Día Sin Mujeres hubiera sido solo la primera de muchas victorias importantes. Tal vez el himno feminista internacional “El violador eres tú” (Tú [el patriarcado, la policía, el presidente] eres el violador), habría seguido inspirando quedadas para bailar con mujeres cantando por todas partes. Quizás la atención del mundo podría no haberse desviado tan rápidamente del espectáculo de los levantamientos de las mujeres a nivel mundial. Ahora, sin embargo, en Estados Unidos y en todo el mundo, todo es pandemia, todo el tiempo, y con razón. El coronavirus ha hecho lo que un Día Sin Mujeres no pudo: ha detenido la economía mundial. Ha infectado a cientos de miles de personas y matado a decenas de miles. Y continúa extendiéndose como un incendio forestal global.
Como todos los eventos e instituciones importantes, la pandemia afecta a mujeres y hombres de forma diferente. Aunque los hombres que enferman parecen más propensos a morir que las mujeres, en otros aspectos, la pandemia y sus consecuencias previsibles serán más duras para las mujeres. ¿Como puede ser? La escritora Helen Lewis proporciona algunas respuestas en The Atlantic.
En primer lugar, el virus, combinado con medidas masivas de cuarentena, asegura que más personas van a necesitar cuidados. Esto incluye a las personas de más edad, que corren especialmente el riesgo de morir, y los niños que ya no están en la escuela o en la guardería. En países desarrollados como Estados Unidos, las personas que tienen la suerte de poder mantener su trabajo trabajando desde casa están descubriendo que la presencia de niños que se aburren no facilita nada las cosas.
Anoche mi pequeña familia fue invitada a una actuación de canto y baile por dos niñas que viven a un par de casas en la misma calle. Sus padres habían pasado el día ayudándolas a planearlo y luego nos invitaron a mirar desde nuestro patio trasero. Qué inventarán para mañana, día laborable, no tengo ni idea. Una amiga sin hijos se ofreció a brindar lecciones diarias online en sesiones de 15 minutos sobre cualquier cosa que pueda buscar en Google para poder aliviar algo a sus amigas madres.
Hace tan solo una semana parecía que las escuelas cerradas podrían volver a abrir antes de que finalizara el año académico, lo que permitió a una comentarista del New York Times escribir un artículo titulado “Me niego a dirigir una escuela casera de coronavirus”. Profesora asociada de liderazgo educativo, la autora dice que está dejando que sus dos hijos vean televisión y coman galletas, sabiendo que por muchos estudios rápidos que haga, nada va a convertirla en maestra de primaria. Aplaudo su postura, pero también sospecho que los hijos de profesionales probablemente estarán en mejores condiciones que los de los trabajadores de bajos salarios para reanudar la lucha de vida o muerte por la supervivencia en la jungla competitiva que es la educación en este país, desde el jardín de infancia hasta el duodécimo grado.
En hogares heterosexuales encerrados, escribe Helen Lewis, la responsabilidad principal del cuidado de los hijos recaerá en las mujeres. La exasperan los expertos que señalan que personas como Isaac Newton y Shakespeare hicieron sus mejores trabajos durante una plaga del siglo XVII en Inglaterra. “Ninguno de los dos”, señala, “tenía responsabilidades en el cuidado de niños”. Tratar de escribir El Rey Lear mientras tus propias pequeñas Cordelias, Reganias y Gonerildas te agarran de la camiseta y se quejan ruidosamente de que se abuuuurren…
En lugares como el Reino Unido y los Estados Unidos, donde la mayoría de las madres tienen trabajo, las mujeres van a experimentar nuevas presiones para renunciar a su empleo remunerado. En la mayoría de los hogares heterosexuales que disponen de dos salarios y tienen hijos, las históricas desigualdades salariales significan que el trabajo de la mujer, por lo general, se paga menos. Así pues, si alguien tiene que dedicar el día al cuidado de niños a tiempo completo, tendrá sentido económico que sea ella. En los Estados Unidos, el 11% de las mujeres ya trabajan involuntariamente solo a tiempo parcial, muchas en trabajos con horarios irregulares. Incluso las mujeres que han optado por equilibrar su trabajo doméstico con un empleo a tiempo parcial pueden verse presionadas para que renuncien a esos trabajos.
Como dice Lewis, todo esto tiene un “perfecto sentido económico”:
“A nivel individual, las elecciones de muchas parejas en los próximos meses tendrán un perfecto sentido económico. ¿Qué necesitan los pacientes de la pandemia? Cuidados. ¿Qué necesitan las personas mayores que se han autoaislado? Cuidados. ¿Qué necesitan los niños que se quedan en casa sin escuela? Cuidados. Todos estos cuidados, estas tareas de cuidado no remunerado, recaerán más en las mujeres debido a la estructura existente de fuerza de trabajo”.
Además, como saben bien las mujeres que optan por dejar la actividad laboral durante unos años para cuidar a niños muy pequeños, es casi imposible volver al trabajo remunerado en un puesto de salario y estatus similar al que se dejó. Y la retirada forzosa no lo hará más fácil.
¿Reproducción social? ¿Qué es eso? ¿Y por qué es importante?
Este semestre estoy dando un último curso de estudios superiores urbanos en mi universidad, la Universidad de San Francisco. Hemos centrado nuestra atención en algo que moldea todas nuestras vidas: el trabajo; qué es, quién lo tiene y quién no, a quién le pagan y a quién no, y muchas otras preguntas sobre la actividad que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo sobre este planeta. Hemos tomado prestado un concepto útil de las feministas marxistas: “reproducción social”. Se refiere a todo el trabajo, remunerado y no remunerado, que alguien tiene que hacer para que los trabajadores puedan presentarse en sus trabajos y realizar las tareas que les generan un sueldo a la vez que consiguen que sus empleadores tengan beneficios.
Se llama reproducción porque reproduce trabajadores, tanto en el sentido biológico como en términos del esfuerzo diario para que puedan recuperarse lo suficiente para volver a hacerlo mañana. Es reproducción social, porque nadie puede hacerlo solo y diferentes sociedades encuentran diferentes formas de hacerlo.
¿Qué se incluye en la reproducción social? Hay cosas obvias que cualquier trabajador necesita: alimento, ropa, sueño (y un lugar seguro donde poder dormir), por no hablar de cierto nivel de higiene. Pero hay más. La recreación forma parte de esto, porque “recrea” a una persona capaz de trabajar de manera eficaz. Educación, atención médica, cuidado de niños, cocina, limpieza, adquisición o fabricación de alimentos y ropa: todo esto es crucial para mantener a los trabajadores y su trabajo. Si desean obtener más información al respecto, la Teoría de la Reproducción Social, de Tithi Bhattacharya, es un buen lugar para comenzar.
¿Qué tiene que ver todo esto con nuestro momento pandémico? La forma en que se organiza la reproducción social en Estados Unidos deja a algunas personas en situación de mayor vulnerabilidad que a otras en un momento de crisis económica. Por poner un ejemplo, durante muchas décadas los restaurantes han asumido y colectivizado (con fines de lucro) partes significativas del trabajo de preparación de alimentos, servicio y limpieza, actos que una vez se realizaban en gran medida en los hogares individuales. Para las mujeres trabajadoras, en algunos casos, la disponibilidad de comida para llevar barata ha reemplazado a la necesidad de planificar, comprar y preparar comidas los siete días de la semana. El servicio de alimentos es un sector estratificado que abarca desde establecimientos de alta gama hasta establecimientos de comida rápida, pero incluye a muchos trabajadores con bajos salarios que ahora han perdido sus empleos, mientras que aquellos que todavía trabajan en lugares que ofrecen comida para llevar o en autoservicios están arriesgando su salud para que otros puedan comer.
Una forma en que las parejas de profesionales con dos ingresos en Estados Unidos se han ocupado de las tareas de reproducción social es externalizando partes importantes de su trabajo en las mujeres más pobres. ¿Pelear por quién pasa la aspiradora y lava la ropa en casa? No pretendas que la mujer lo haga todo. Contrata a otra mujer para que lo haga por vosotros. ¿Queréis tener hijos y desarrollar una carrera? Contrata a una niñera.
Por supuesto, lo más probable es que la limpiadora y la niñera de tu casa tengan que hacer su propio trabajo de reproducción social cuando lleguen a casa. Y ahora que sus hijos no van a la escuela, de alguna manera tendrán que cuidarlos también. Sin embargo, en muchos casos esto será posible porque su trabajo no se considera un “servicio esencial” en función de las órdenes de quédate en casa de algunos estados. Por tanto, perderán sus ingresos.
Al menos aquí, en California, muchas de las mujeres que realizan estos trabajos son inmigrantes indocumentadas. Cuando la administración Trump y el Congreso aprueban por fin un proyecto de ley de ayuda, ellas, como muchos trabajadores indocumentados que trabajan en restaurantes, no recibirán los fondos que necesitan desesperadamente para poder pagar el alquiler o comprar comida. Las organizaciones de derechos de los inmigrantes están interviniendo para tratar de compensar parte del déficit, pero lo que finalmente consiguen es como una especie de chocolate del loro. Afortunadamente, los trabajadores inmigrantes se encuentran entre las personas más ingeniosas de este país o no hubieran llegado tan lejos.
Hay un tipo más de trabajo de reproducción social realizado principalmente por las mujeres que, por su naturaleza, es todo lo opuesto a un “distanciamiento social”: el trabajo sexual. Pueden estar seguros de que ningún proyecto de rescate incluirá a algunas de las mujeres más pobres del país, aquellas que trabajan como prostitutas.
Mujeres en el hogar y en situación de riesgo
Es una coincidencia dolorosa que las mujeres estén confinadas en sus hogares justo cuando está despegando un movimiento internacional contra el feminicidio. Un efecto del quédate en casa es hacer que sea mucho más difícil para las mujeres encontrar refugio contra la violencia doméstica. ¿Estás más segura afuera arriesgándote al coronavirus o adentro, con un compañero aburrido y enojado? Escribo esto con pleno conocimiento de que un sector económico que no ha sufrido la pandemia es el negocio de las armas. Ammo.com, por ejemplo, que vende municiones por Internet en todos menos en cuatro estados, ha experimentado un aumento de más del triple en sus ingresos durante el último mes. Tal vez toda esa munición se esté comprando para luchar contra los zombis (o la invasión de inmigrantes que el presidente nos sigue recordando), pero la investigación muestra que la posesión de armas tiene mucho que ver con que la violencia doméstica se convierta en asesinato.
Cada semana, la columnista asesora del Washington Post, Carolyn Hax, presenta una línea de chat que ofrece sugerencias de ayuda de diversos tipos. Durante las últimas dos semanas, sus lectores (incluido yo misma) se han quedado horrorizados por los mensajes de una participante atrapada en cuarentena en un pequeño apartamento con un peligroso compañero que acaba de comprar un arma. El consejo estándar para las mujeres en su situación no es solo correr sino preparar un plan de huida, reunir en silencio los suministros y el dinero que vaya a necesitar y asegurarse un lugar al que ir. Las órdenes obligatorias de quédate en casa, aunque necesarias para aplanar la curva de esta pandemia, pueden causar indirectamente un aumento de los feminicidios domésticos.
Como si las mujeres no hubieran estado ya afectadas desproporcionadamente por la epidemia de coronavirus, los republicanos del Senado han estado tratando de introducir una pequeña misoginia adicional en su versión de un proyecto de ley de ayuda. En el mismo mes en que las mujeres pakistaníes arriesgaron sus vidas en manifestaciones bajo el lema “Mera jism, meri marzi” (“Mi cuerpo, mi elección”), los republicanos quieren usar la pandemia en otro intento de cerrar, como se lo cuento, las clínicas de Planned Parenthood [maternidad/paternidad planificada].
Greg Sargent, del Washington Post, reveló recientemente que los 350.000 millones de dólares propuestos para apuntalar a las pequeñas empresas que no despidan a los trabajadores van a excluir a las organizaciones sin fines de lucro que reciben fondos de Medicaid. Planned Parenthood, que brinda atención médica a millones de mujeres sin seguro o con un seguro insuficiente, es exactamente ese tipo de organización sin fines de lucro. Los ayudantes demócratas del Congreso que alertaron a Sargent sobre esto sugieren que Planned Parenthood no sería la única organización que se vería afectada. También creen que “… este lenguaje excluiría de la elegibilidad para esta asistencia financiera a una gran variedad de organizaciones sin fines de lucro que obtienen fondos de Medicaid, como proveedores de ayuda a minusválidos en el hogar y en la comunidad; a hogares de ancianos, a centros de salud mental y de salud; a hogares grupales para discapacitados; e incluso a centros comunitarios de apoyo a víctimas de violación”.
Mientras tanto, Mississippi, Ohio y Texas están tratando de usar el coronavirus como excusa para impedir el acceso de las mujeres al aborto. Sobre la base de que dichos procedimientos no son médicamente necesarios, el fiscal general de Texas, Ken Paxton, ha ordenado a las clínicas que practican abortos que dejen de interrumpir los embarazos. Anteriormente, el fiscal general de Ohio, Dave Yost, envió cartas a las clínicas de ese estado prohibiendo todos los abortos quirúrgicos “no esenciales”.
¿Regreso a la normalidad?
Cuando Warren Harding (que dirigió una administración notoriamente corrupta) se postuló para presidente en 1920, su lema de campaña fue “un regreso a la normalidad”, a tal y como eran antes las cosas, es decir, antes de la Primera Guerra Mundial. Lo que quiso decir fue un retorno al dinamismo económico. Como sabemos, los “locos años veinte” lo proporcionaron a montones hasta ese pequeño accidente conocido como la Gran Depresión. Hoy, al igual que Harding, otro presidente corrupto promete un pronto retorno a la normalidad. Se siente ya muy fastidiado por el período de 15 días de distanciamiento social que anunció a mediados de marzo. En su conferencia de prensa del 23 de marzo, insinuó que Estados Unidos estaría “abierto a los negocios” más pronto que tarde. Al día siguiente, sugirió que el país reabriera sus negocios en Pascua (un “día muy especial para mí”), diciendo que quiere ver “iglesias llenas en todo nuestro país”. No puede esperar hasta que todo, incluidos nuestros sistemas sanitarios y económicos profundamente desiguales, vuelvan a la normalidad tal como estaban antes de la propagación del coronavirus; es decir, hasta que volvamos a estar de nuevo desprevenidos para la próxima e inevitable crisis.
A diferencia del presidente, espero que no volvamos a la normalidad. Espero que la gente de Venecia llegue a apreciar unos canales centelleantes a los que regresen sus delfines. Espero que el resto de nosotros sintamos apego por un aire menos contaminado y menores emisiones de carbono. Espero que aprendamos a valorar la vida de las mujeres.
Espero que en lugar de volver a la normalidad, reconozcamos que nuestra supervivencia como especie depende de cambiar casi todo, incluida la forma en que producimos lo que necesitamos y cómo nos reproducimos como seres totalmente humanos. Espero que, cuando hayamos sobrevivido a esta pandemia, los pueblos del mundo cojan todo lo que hemos aprendido sobre la acción global colectiva durante esta crisis y lo apliquen a esa otra crisis predecible, la que amenaza toda la vida humana en un planeta que está inequívocamente calentándose.
Rebecca Gordon es colaboradora habitual de TomDispatch y enseñante en la Universidad de San Francisco. Ha publicado recientemente American Nuremberg: The U.S. Officials Who Should Stand Trial for Post-9/11 War Crimes. En estos momentos trabaja en un nuevo libro sobre la historia de la tortura en Estados Unidos.
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Fotografía: Rebelión.