Por: Pablo Reyna Esteves. 04/11/2021
Tal vez la victoria más avasallante del sistema capitalista-colonial-patriarcal es que ha logrado conquistar la mayor parte de nuestros ámbitos de vida al grado que parece imposible siquiera imaginar salidas, alternativas, posibilidades.
Crisis y guerras son ahora la constante, el combustible que mantiene esta maquinaria andando.
Hasta que, en algún lugar del mundo, en un tiempo inesperado, algunxs, irrumpen al grito de ¡Ya Basta! ¡Estamos hasta la madre! ¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar! ¡Somos naturaleza defendiéndose!
En La fuerza de los débiles. El 15M en el laberinto español. Un ensayo sobre la eficacia política (Akal, 2021), el «filósofo pirata» Amador Fernández-Savater imagina y comparte pensamientos y aprendizajes que nos dan pistas sobre el origen y potencia de la fuerza de aquellxs que no tienen nada.
En este libro, el autor ensaya un balance desde el que recuerda (vuelve a pasar por el corazón), incorpora (hacer cuerpo) y reaviva los aprendizajes y experiencias del 15M español y, de paso, nos invita a reconocernos, dejarnos afectar y conmovernos en nuestras propias luchas y movimientos.
Aunque el análisis de Fernández-Savater se concentra en la historia española reciente – del fin del franquismo, la Transición consensuada, el 15M y los primeros años de Podemos- considero que varias de sus claves pueden sernos de utilidad en otras geografías.
En la transición de la guerra civil a la paz civil en España se mantuvieron intocados los privilegios de los poderes fácticos y oligárquicos. Esta herencia cimenta y prolonga la lógica de la guerra de los fuertes en el tablero de ajedrez de la política de la democracia disuadida: «un juego de dos, con límites y reglas absolutas, sostenido por la amenaza de muerte» (p. 31). Al tablero de este juego solo están invitados dos bandos, dos partidos, el de este lado y el de aquel, «hermanos enemigos», que al disputarse el poder mantienen el tablero y su lógica de guerra. En ese juego solo caben las fichas blancas y las negras. Cualquier cuestionamiento, alternativa, idea, color que quede por fuera «se patologiza y criminaliza, se percibe y señala como riesgo para la convivencia democrática, una evocación de la guerra de todos contra todos» (pg. 20).
La convivencia social posible en este tablero, en esta democracia con lógica de guerra, es la de la sociedad organizada y movilizada en bloques rivales (pueblo polarizado), donde nuestros vecinos son nuestros enemigos (pueblo encogido) y que disuade a cualquier otro -un tercero- «capaz de desarmar el tablero sin posicionarse en él” (pueblo ausente).
Pero ¡El pueblo no se rinde, carajo! ¡Vivxs se los llevaron, vivxs los queremos! ¡No es no! ¡Abajo las fronteras! ¡El futuro es un territorio a defender! ¡Democracia real Ya!
Y, como si todxs hubiéramos estado listxs, esperando el momento, las plazas se llenan, se toman, se renombran; lxs cuerpxs-territorios son defendidos y recuperados y revitalizados. Los horizontes de lo posible son ampliados; «se desplazan los límites de lo visible y de lo invisible, de lo tolerable y lo intolerable; lo indecible se vuelve decible y lo invulnerable se vuelve vulnerable» (pg. 13).
¿Quiénes somos estos que nos estábamos esperando?
«¿De dónde ha salido toda esta gente sin disuadir» (pg. 37), «gente sin miedo a la vida en sus dimensiones ingobernables?» (pg. 50) ¿En qué chistera guardaban un tablero otro desde el que interrumpen y desnudan el poder de los fuertes?
¿Qué es y de dónde surge esta nuestra fuerza que logra resquebrajar el poder de quienes lo tienen todo: el capital, las armas, los ejércitos, los medios de comunicación?
La guerra de los fuertes, la que se ejerce desde la fuerza de los fuertes, es la guerra ofensiva, la guerra de conquista, de saqueo, de dominación; la que busca «ocupar el territorio del enemigo, depredar sus riquezas, rendir su voluntad» (pg. 60). Pero, no hay guerra total – el autor retoma al clásico de la guerra Carl von Clausewitz-, la aniquilación absoluta es una ilusión. Siempre hay resistencia, lxs otrxs, lxs débiles, permanecen con vida.
Hay, pues, otra fuerza, la fuerza de lxs débiles; hay otra guerra, la guerra de lxs débiles.
¡Black lives matter! ¡Nadie es ilegal! ¡Y la culpa no era mía ni donde estaba ni cómo vestía! ¡Parar para avanzar! ¡Le llaman democracia y no lo es!
La guerra de lxs débiles es la guerra defensiva, aquella que no busca aniquilar y ocupar, sino no perder, preservar su vida y «mantener lo propio desde lo propio, en común» (pg. 66). La fuerza de lxs débiles es de una naturaleza diferente a la de los fuertes, proviene de tableros-mundos diferentes.
La fuerza de lxs débiles -lxs que no tienen armas, ni capital, ni los medios de comunicación a su orden- proviene de la activación de sus afectos y sus vínculos, de la multiplicación de las amistades, que constituyen una sensibilidad común que «redefine la realidad, modifica los umbrales de la percepción y la sensibilidad: lo digno y lo indigno, lo tolerable y lo intolerable, lo necesario y lo imposible, a partir de la vida y de los cuerpos» (pg. 70).
Un segundo ingrediente de la fuerza de lxs débiles es la creación y organización de su propio tiempo y espacio. Su propio tiempo, el tiempo adecuado para la maduración de los procesos de transformación social; su propio espacio donde lxs débiles son los territorios mismos, territorios y espacios que «se habitan, de posibilidades que se experimentan, de redes de complicidades» (pg. 75).
Fernández-Savater identifica en la igualdad y la pluralidad un tercer ingrediente de la fuerza de lxs débiles. La red autoorganizada de lxs débiles en movimiento es una red sin centro, que renuncia al control; es una red en la que «hay igualdad (inteligencia distribuida en cada punto) y pluralidad (diferentes iniciativas y formas de vida)» (pg. 76).
Si la fuerza de los fuertes nos cosifica para aniquilarnos. Nosotrxs, lxs débiles, resistimos activando lo propio, afectando (llenando de afecto) nuestrxs cuerpxs, nuestras relaciones, nuestros territorios.
@preynae
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Fotografía: La mente es Maravillosa