Por: VALERIO ARCARY. 09/01/2023
¿Debería el PSOL (Partido Socialismo y Libertad) aceptar puestos en el gobierno de Lula? Tres opciones diferentes dividen a la izquierda socialista. Entre ellas también hay posiciones intermedias. A veces, los debates tácticos son tan graves y serios que tienen ramificaciones estratégicas. Estamos ante uno de esos momentos. El PSOL Popular – una alianza entre las corrientes Primavera Socialista, que cuenta, entre sus figuras públicas, con Juliano Medeiros [presidente del PSOL desde 2018] y la Revolução Solidária de Guilherme Boulos [figura pública del MTST-Movimento dos Trabalhadores Sem Teto] – es favorable al nombramiento de militantes para ocupar cargos en el gobierno, adoptando la táctica de un gobierno en disputa [que de facto implica que habría posiciones en parte contradictorias dentro del nuevo gobierno de Lula]. El PSTU [Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado], entre otros, defiende que la mejor orientación sería la de una oposición de izquierda al gobierno. La coalición llamada Semente do PSOL, que incluye, entre otros, a Resistência, Insurgência y Subverta, defiende la posibilidad de que Lula gobierne, preservando la independencia política del PSOL [dicho de otra forma, la no participación en el gobierno].
Quienes defienden la táctica de la participación en el gobierno afirman que tendría lugar una disputa sobre la orientación de la amplia coalición organizada por Lula con los representantes de la clase dominante, y que se debe ejercer presión para escorarla a la izquierda. Afirman que la única forma de garantizar la gobernabilidad de Lula sería asumir plenamente la defensa del gobierno aceptando cargos y responsabilidades de gestión.
Recuerdan que Bolsonaro obtuvo más de 58 millones de votos, y que la influencia del bolsonarismo sigue siendo inmensa. Esta valoración del equilibrio de fuerzas sociales y políticas se traduciría en la necesidad de integrar el gobierno para defenderlo de la virulencia de la previsible oposición de extrema derecha. Apoyan esta orientación al afirmar que la victoria de Lula solo ha sido posible gracias al Frente Amplio construido en la segunda vuelta, un frente esbozado desde la primera vuelta por la presencia de Geraldo Alckmin como candidato a la vicepresidencia [el voto por la presidencia no puede separarse legalmente de la vicepresidencia]. Agregan que este Frente conserva el apoyo de quienes igualmente han elegido a los diputados del PSOL.
Quienes defienden las tácticas de la oposición de izquierda argumentan que el gobierno de Lula será un gobierno burgués de colaboración de clases, con representantes orgánicos de la clase dominante a través de ministros designados por el MDB (Movimento Democrático Brasileiro), entre otros. Subrayan que la fracción capitalista más poderosa está comprometida con la defensa del régimen, y minimizan el peligro que representa el bolsonarismo. Concluyen que el gobierno de Lula no merece ser apoyado. Recuerdan que no se puede olvidar la experiencia de trece años de gobiernos de coalición encabezados por Lula y Dilma Rousseff [de 2003 a agosto de 2016] y sus compromisos con la burguesía, e incluso con el imperialismo de Estados Unidos, como sucedió con el papel de las fuerzas armadas brasileñas a través de la ONU en Haití [de junio de 2004 a abril de 2017]. Consideran que, ante la gravedad de la crisis social, y bajo la presión capitalista nacional e internacional, el gobierno de Lula no podrá romper con la estrategia de ajuste neoliberal que ha prevalecido durante los últimos seis años de Michel Temer [de agosto de 2016 a diciembre de 2018] y de Jair Bolsonaro. Creen que, en el contexto marcado por la victoria de Lula, se confirma que la situación no sería reaccionaria.
La tercera posición sostiene que la izquierda socialista debe alinearse con la defensa de la gobernabilidad de Lula, ante las previsibles amenazas del bolsonarismo, pero no debe asumir responsabilidades de gestión, preservando su independencia de acción y opinión. En otras palabras, debe defender incondicionalmente la legitimidad del gobierno, en las calles y en el Congreso. La situación política, aún reaccionaria, estará marcada por la presencia de una poderosa extrema derecha, que ocupará todo el espacio de la oposición, y ello no permite tergiversar.
Turbulencias como el vandalismo neofascista en las calles de Brasilia [coches incendiados…] el día en que Lula recibió el diploma de electo por parte del Presidente del Tribunal Supremo Electoral [Alexandre Moraes] confirman una vez más que la táctica de la oposición de izquierda sería un error imperdonable.
Pero, al mismo tiempo, los partidarios de esta posición recuerdan que la pertenencia al gobierno del Frente Amplio, que incluye la presencia de importantes direcciones de partidos de derecha, fue rechazada por el Congreso del PSOL en 2021. Advierten que la disciplina de los ministros en un gobierno está por encima de la disciplina del partido [del PSOL]. La lealtad política es inseparable de la honestidad política. Los ministros no pueden librar públicamente batallas políticas contra los miembros del gobierno en el que participen. La lucha por el futuro del gobierno de Lula será de abajo hacia arriba y de afuera hacia adentro. Argumentan que aceptar la participación en el gobierno, o definirlo como oposición de izquierda, sería un error simétrico. Entrar en el gobierno condenaría al PSOL a ser un satélite del PT. Definirse como una oposición de izquierda condenaría al PSOL a la soledad en la marginalidad.
Debe preservarse el proyecto de la izquierda socialista, es decir de aquellas organizaciones que tienen una estrategia anticapitalista. Depende, esencialmente, de una situación más favorable en la lucha de clases, de un cambio radical de la relación de fuerzas. Esto requiere paciencia táctica e inteligencia estratégica. Una de las principales lecciones del proceso electoral es que Brasil está social y políticamente fracturado.
El bolsonarismo ha conquistado una implantación social y una capilaridad a escala nacional. No solo ha elegido una enorme fracción parlamentaria para el Congreso, sino que también ha ganado la elección de gobernadores en el triángulo estratégico del Sudeste [estados de São Paulo, Minas Gerais, Rio y Espirito Santo].
La batalla por la investigación oficial de los crímenes de Bolsonaro será uno de los temas clave en el enfrentamiento de 2023.
Cualquier concertación desde arriba tendría consecuencias catastróficas. La elección de Lula ha abierto una nueva coyuntura, pero no una superación de la situación reaccionaria. Ha modificado positivamente la relación de fuerzas políticas, pero la relación de fuerzas sociales sigue siendo desfavorable. Y el contexto de transición sigue siendo muy contradictorio. Estos son dos niveles de análisis diferentes y no siempre hay sincronización entre los diferentes elementos que determinan las relaciones de fuerzas. En el análisis de la relación de fuerzas políticas, consideramos la superestructura: la posición de las representaciones de clase en las instituciones, la lucha entre partidos. Al analizar la relación de fuerzas a nivel social, enfatizamos sobre los factores objetivos y subjetivos que explican las posiciones de las clases en lucha. El tema decisivo estará en los conflictos dentro de la sociedad, lo que requiere volver al trabajo de base. Nada cambiará sin una lucha descarnada.
Traducción: viento sur
(Artículo original publicado por Esquerda Online, el 13/12/2022)
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Fotografía: Viento sur