Por: lanzasyletras. 25/06/2019
Lina Marcela Alvarez Durango. La participación de las mujeres en los movimientos sociales es una ganancia histórica de la lucha del movimiento de mujeres por salir al espacio público que se les había negado por siglos. Actualmente son muchas las expresiones y experiencias de procesos feministas que construyen la liberación de la vida; sin embargo, para ello no sólo se han tenido que oponer a las mayorías adoctrinadas por el sistema económico, político e ideológico, sino también batallar dentro de esas células rebeldes que han ido destruyendo esa devastadora formación social en la que hemos crecido, células que han ido tomando conciencia de la realidad de la vida, y sobre todo han decidido asumir una posición transformadora en busca de la liberación de la misma mujer.
Sin embargo, se sigue viendo con gran preocupación la normalización e irrespeto que existe dentro del movimiento social por el otro cuerpo, particularmente el cuerpo de mujer. Esto ya que es recurrente que la participación de las mujeres, en diferentes escenarios, siga siendo puesta en los lugares reproductivos o violentada por los comentarios machistas, la mirada abusadora y los comportamientos totalmente irrespetuosos. Situaciones que hacen que todavía se haga la pregunta sobre la profundidad y realidad en la que el movimiento social ha asumido la propuesta antipatriarcal, no sólo como una propuesta políticamente correcta, sino también eficaz en la construcción crítica y reflexiva de la transformación de la vida. Según el Colectivo Feminista Malasjuntas – FPDS CN:
[El] discurso antipatriarcal, instalado a pura lucha, sudor y ovarios, corre el riesgo de congelarse en el plano políticamente correcto y transformarse en un slogan vacío, útil, en tanto implican un avance, pero ineficaz para llevarnos a cuestionar el cómo somos de cada día. Para evitar esa cristalización inmovilizante, es necesario volver a poner el acento en lo que nos implica (a cada una y uno de nosotros), el cruce problemático, rico y lleno de posibilidades entre los feminismos y la construcción de poder popular.
La apuesta es por una propuesta no solamente asumida como un precepto que está ahí y es verdadero, sino asumida en la misma praxis revolucionaria, en la cotidianidad consciente y reflexiva, en la disputa del poder.
De esto saldrán varias preguntas. Por ejemplo, ¿por qué nuestra critica no se dirige al Estado? Para resolver ello retomamos el Estado, tal como lo expone Lenin y posteriormente Poulantzas, pues éste representa, sintetiza y agrupa la ideología de una clase. Si el Estado representa las diversas formas de lucha tanto estructurales y superestructurales, la revolución no es un proceso evolucionista, de lo económico —estructural— a lo político e ideológico —superestructural—, ya que cada una de ellas representa una lucha a distintos niveles igualmente necesarios. Estas luchas corresponden a diferentes índoles, y requieren diferentes mecanismos de disputa; sin embargo, vistas de manera general representan la lucha por la vida digna.
En el ejercicio de ser poder, la lucha contra el Estado es primordial, por ello, si el Estado representa nuestro enemigo, representa la hegemonía de la deshumanización: el patriarcado, el capitalismo, el colonialismo. Aun así, la asunción al poder político no es lo que nos dará la vida digna y emancipada que nos soñamos. Es una parte que facilitará la restructuración de la sociedad, aunque seamos todos nosotros y nosotras las que legitimamos la construcción de la vida digna y tenemos la misión de revolucionar la consciencia, de crear legitimidad; si es que queremos en algún momento ser hegemonía, ser poder.
Hernán Ouviña señala que “la ampliación de formas autonómicas como anticipatorias del socialismo, como formas de construcción ‘ya desde ahora’ de relaciones anticapitalistas en el seno del capitalismo, (son necesarias), pero sólo podrán florecer plenamente cuando se dé un paso decisivo al socialismo, a partir de la conquista o la asunción del poder político”. Lectura ésta sumamente interesante, ya que pone como tarea cotidiana hacer “ya desde ahora” ese mundo que nos soñamos, entablando nuevas formas de relacionarnos, formas donde el poder no se deponga a la vida misma, formas donde ese mandato masculino no abuse una y otra vez a las mujeres. Hacer desde aquí y ahora esas relaciones —sociales, reproductivas, productivas— emancipadas de las que tanto hablamos, y no desechar para ello la disputa en el poder político.
Con todo esto, como dice Rita Segato: “No es por decreto, infelizmente, que se puede deponer el universo de las fantasías culturalmente promovidas que finalmente conducen como resultado perverso de la violencia”. No es por decreto que vamos a solucionar esta vida de muerte, pues, aunque puedan ser o parecer avances, una vida libre, unas y unos sujetos críticos y emancipados, no se logran con la ley más avanzada; se logran en la disputa cotidiana del sentido común que nos hace ser cómodos y cómodas en nuestros privilegios, en la disputa por dejar de tratar a nuestras compañeras como objetos sexuales, a venta de servicios de nuestros caprichos.
Cuando comprendamos que el ejercicio revolucionario no está en hablar de emanciparnos de nuestros opresores, está en emprender acciones diarias y cotidianas, está en la misma praxis revolucionaria de hacer de este mundo otro, de transformarlo, ya desde ahora.
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Fotografía: Lanza y letras