Por: Raúl Zibechi. 19/03/2025
Hay momentos en la vida, individual y colectiva, en los que todo parece nublarse, en los que desaparecen las certezas y los horizontes luminosos. Porque lo que se esfuma en esos tiempos es la idea misma de horizonte, la posibilidad de sobreponerse al naufragio. En ocasiones, ganan la desesperación y la depresión, y buena prueba de ello es el impresionante aumento de los suicidios juveniles y del consumo de químicos, desde anti-depresivos hasta drogas duras.
¿Cómo podemos superar estos momentos adversos, sin dejar de ser lo que somos, sin rendirnos, sin vendernos ni claudicar?
Pienso que sólo la experiencia viva de los pueblos nos puede indicar un camino. Pueblos que han sabido sobrevivir a cinco siglos de exterminio colonialista, tiempo en el no sólo aseguraron la sobre vivencia sino que además pudieron pasar a la ofensiva, como lo enseñan tantos ejemplos, desde las revueltas de Tupac Amara y Tupac Katari en lo que hoy son Perú y Bolivia, hasta la revolución haitiana, las movilizaciones comunitarias dirigidas por Manuel Quintín Lame en el sur de Colombia, las resistencias mapuche o la rebelión de Jacinto Canek en Yucatán.
Puedo ver, en primer lugar, una suerte de repliegue hacia adentro, no en el sentido occidental de retirada, o de ofensiva, sino en el de volverse hacia la comunidad para encontrarse a sí mismos, para buscar más fuerza en el interior de cada pueblo. Hoy el zapatismo nos enseña, con la propuesta y la construcción del Común, un camino similar que no es visible desde fuera, que no pasa por exigirle nada al mal gobierno y que no se propone tampoco movilizarse para “mostrarse” ante la sociedad, como suelen hacer los movimientos sociales tradicionales.
Como explicó el subcomandante Moisés, el Común se inspira en la historia larga de los pueblos, en los legados de abuelas y abuelos que les enseñaron que sólo en “montón” podían escapar de las haciendas y del mismo modo construir la vida, para que al no haber propiedad no supiera dónde golpear el poderoso.
Días atrás, el 7 y 8 de marzo, el pueblo guaraní kaiowá en Dourados, Mato Grosso do Sul, Brasil, realizó la ceremonia del “bautismo del maíz blanco”. La comunidad danza de forma circular en su Casa de Reza, desde las 5 de la mañana hasta la 5 de la tarde. Felipe J. y Silvia Adoue me acercaron la información y las imágenes de esa jornada de 12 horas, interrumpidas sólo para refrigerios y servicios.

Simbólicamente, girar y girar sobre el mismo eje durante horas y horas, haciendo sonar sus maracas y palos de lluvia, es el modo de asegurar que este año seguirán cosechando maíz blanco, por lo que la vida estará a salvo y “el mundo no se va a acabar”. Estamos ante prácticas que realizan muy a menudo los pueblos originarios para la reproducción de la vida, de las aguas, de los alimentos y de los cuerpos humanos y no humanos.
Encuentro similitudes entre lo que hacen los zapatistas y los guaraní kaiowá, y muchos otros pueblos en nuestro continente. El ir hacia adentro cuando el afuera es tan tremendamente agresivo y violento, no es un práctica de repliegue, mucho menos pasiva, es un mover-se totalmente diferente al que conocemos en las ciudades y en el mundo occidental.
Francisco López Bárcenas la sintetiza en su libro “Autonomías y derechos indígenas en México”.
“Una forma de movilización que se ve poco porque es muy propia de los pueblos es la que realizan al interior de sí mismos”. Muchas veces no las dan a conocer, dependiendo de la situación por la que atraviesen. Recurren a sus guías espirituales y buscan restablecer la armonía entre las personas de este tiempo y las del pasado, así como entre la sociedad y sus dioses. Recorren lugares sagrados, realizan ofrendas, piden perdón por apartarse de sus obligaciones con la naturaleza y permitir que fuera agredida desde fuera.
“Entonces desempolvan sus propias formas de lucha y las ponen en movimiento para organizar la resistencia, a su manera. Como muchos no las ven o viéndolas no las entienden, piensan que los pueblos no se movilizan, cuando en realidad son las movilizaciones más significativas para los pueblos, porque a partir de ellas construyen su autonomía”.
Creo que es una profunda reflexión sobre los muy diversos modos de construir autonomía. No es posible comprender las lógicas de los pueblos con una mirada corta, superficial, capitalista digamos. Quien esto escribe no ha comprendido casi nada de los pueblos originarios, pese a estar durante décadas en contacto irregular con ellos. Por eso no nos queda otra que un ejercicio de humildad, de aceptar lo que no sabemos para seguir aprendiendo y, en el mejor de los casos, ayudar a multiplicar las prácticas autónomas en otros espacios. Puede ser buen modo de levantar la mirada para salir del atolladero en el que estamos.
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Fotografía: Desinformémonos