Por: Ernesto Estremadoiro. 22/05/2025
El surgimiento de Andrónico Rodríguez como el candidato más opcionado a la presidencia de Bolivia plantea un nuevo escenario lleno de preguntas. ¿Significaría el final de la era de Evo? ¿Traería renovación a la izquierda? ¿Qué implicaría para el futuro del país?
En 1958, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su novela El Gatopardo, aportó al análisis político una paradoja que ayuda a entender cómo quienes detentan el poder logran conservarlo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Lo dice Tancredi Falconeri, un noble que apoya la unificación de Italia no para transformar el orden, sino para preservar sus privilegios. Conocer esta premisa permite comprender la irrupción de Andrónico Rodríguez en la política boliviana y cómo su aparición marca el desplazamiento de Evo Morales hacia el ocaso. Pero, tal vez, sin que nada cambie.
Durante casi 20 años —salvo entre 2019 y 2020— Bolivia ha estado en manos del Movimiento Al Socialismo (MAS). Entre 2006 y 2014, justamente durante la presidencia de Evo Morales, el país vivió un auge económico. Pero, como todo ciclo, la bonanza llegó a su fin, y desde 2015 el país entró en un declive gradual, que se agudizó durante la pandemia —bajo el gobierno transitorio de Jeanine Áñez— y continuó durante la presidencia de Luis Arce Catacora.
Con un país prácticamente quebrado por los bajos niveles de reservas en dólares, una inflación en alza y un partido de Gobierno dividido en dos facciones, Andrónico Rodríguez emerge como una tercera opción del MAS. Su candidatura busca distanciarse tanto del fracaso económico atribuido a Arce como de la figura de Morales, quien enfrenta acusaciones por delitos sexuales contra menores de edad.
Durante meses, Rodríguez se mantuvo al margen de ambos bloques y comenzó a construir una estructura propia con el apoyo de antiguos colaboradores de Evo. Y ante la caída en la popularidad de Arce, sigue sumando figuras que antes respaldaban al presidente. Este nuevo bloque plantea cambios en el modelo económico, al que Rodríguez considera fracasado. Sin embargo, algunos críticos sostienen que ofrece propuestas más cosméticas que estructurales.
¿Pero quién es este millennial?
Nacido en Sacaba (Cochabamba) en 1988, Andrónico proviene de una familia sindicalista. Su padre Carlos Rodríguez fue dirigente de la Federación de Campesinos de Cochabamba; su madre, Sinforosa Ledezma, le cedió tierras heredadas para permitirle participar activamente en el sindicato Mamoré Bulo Bulo desde muy joven.
Desde los seis años acompañaba a su padre a largos encuentros en la región cocalera, donde aprendió a escuchar y tener paciencia. A los quince vio por primera vez a Evo Morales, que según sus propias palabras se convirtió en su guía. A los 22, graduado en Ciencias Políticas por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), ya era líder juvenil de las Seis Federaciones del Trópico. A los 32, apenas llegado a la Asamblea Nacional, asumió la presidencia del Senado. Y ahora con 37 apunta ser el próximo presidente de la Nación. Incluso ya tiene canciones que lo identifican “como hijo del pueblo” y “un símbolo de unidad”.
Desde que la división del MAS se hizo evidente, Andrónico se mantuvo en la línea evista, e incluso como presidente del Senado, se convirtió en un crítico de la administración de Arce. Al frente de su bancada de legisladores se negó a aprobar una serie de créditos.
No obstante, desde hace varios meses comenzó a distanciarse también de Morales. Incluso llegó a cuestionar algunos puntos del llamado proceso de cambio y de la actuación del partido oficialista. Y en un foro económico en Santa Cruz llegó a defender la necesidad de hacer cambios en el modelo económico para incluir más al sector privado y las cooperativas.
A pesar de sus manifestaciones, Andrónico no convence a todo el mundo. Por ejemplo, para el politólogo Orlando Peralta, “es una continuidad. Lo que hay con Andrónico no es una transformación, ni en términos ideológicos ni en términos programáticos. No ha presentado propuestas claras. No ha hablado de una reforma estructural ni ha planteado medidas concretas para salir de la crisis económica actual”, afirma Peralta con contundencia.
El silencio propositivo de Rodríguez es notorio. A estas alturas, señala Peralta, ya debería haberse pronunciado sobre temas clave: una eventual nueva Constitución, reformas laborales, incentivos a la producción o la política fiscal. En cambio, construye su candidatura más sobre el desgaste de sus rivales que sobre una plataforma propia.
La situación económica no da margen para ambigüedades. Bolivia atraviesa una etapa de reservas internacionales debilitadas, subsidios insostenibles y una producción interna estancada. Frente a esto, Andrónico no ha dicho cómo enfrentará las restricciones fiscales ni qué relación buscaría con organismos como el FMI o los mercados internacionales. “En la derecha hay una línea clara: renegociar con el FMI y recortar gastos. En el caso de Andrónico no se sabe absolutamente nada. Está en silencio”, advierte Peralta.
Una figura que hereda el aparato, no lo cuestiona
El analista apunta en especial al entorno que acompaña a Rodríguez: exoperadores del MAS, viejos aliados del evismo y teóricos de la izquierda radical que lo promueven internacionalmente como “renovación”. Sin embargo, aclara Peralta, se trata de una renovación para la izquierda, pero no para el país. “Va a continuar el mismo modelo estatal, con los mismos intereses internos y externos, con una retórica más joven pero sin rupturas reales. Es el continuismo de una estructura desgastada, no una refundación.”
Para Peralta, Andrónico tiene en su edad su principal capital político. Ser menor de 40 años, le permite aprovechar cierto cansancio social hacia los caudillos históricos como Evo. No obstante, subraya que la juventud por sí sola no garantiza un proyecto transformador. “No es una virtud política, es una circunstancia generacional. El vacío que dejan Evo y Arce, alguien tenía que llenarlo”, dijo. Andrónico Rodríguez, amplificado por ciertos sectores mediáticos e internacionales como símbolo de recambio, aún no logra despejar la incógnita fundamental: ¿tiene un proyecto para Bolivia?
La respuesta es clara. Peralta sostiene que la candidatura de Rodríguez solo representa una administración más del mismo barco que hace agua. Sin propuestas económicas claras, sin discurso reformista y sin autonomía del viejo aparato del MAS, Andrónico podría terminar como el rostro joven de una vieja política que ya no tiene respuestas para el país.
Pero hay algo más. El sociólogo y analista Franco Gamboa, añade que su desempeño en el cargo de presidente del Senado ha tenido un bajo perfil, sin destacar por liderazgo ni por ideas propias. “Ha tenido un desempeño absolutamente mediocre”, sentencia Gamboa. Señala que ni en el debate parlamentario ni en la gestión legislativa ha logrado consolidar un protagonismo real. Solo ocupó titulares cuando se opuso en forma errática a la Ley 348 de lucha contra la violencia contra las mujeres, un gesto que expuso más su desconexión con los desafíos estructurales del país, que alguna propuesta consistente.
Pese a su débil performance, algunas encuestas muestran a Rodríguez como carta de renovación del MAS, aunque según Gamboa, hay que tomar con escepticismo ese aparente ascenso: “Todas las encuestas son tendenciosas. No hay una lectura académica ni confiable de las tendencias de voto. Andrónico es un producto mediático inflado”, dijo.
Rodríguez no representa solo una candidatura, sino el final de un ciclo. La decadencia simultánea de Evo Morales —ensombrecido por denuncias penales e incapaz de reconectar con la ciudadanía— y de Luis Arce —un presidente crecientemente desgastado— ha fracturado al MAS en dos alas en pugna: el evismo y el arcismo.
El sociólogo advierte además que Rodríguez podría incluso servirle a Evo Morales para mantener influencia, aun desde el ocaso. “Muerto el rey, viva el rey”, ironiza Gamboa, para quien el joven cocalero encarna una continuidad del populismo autoritario, del caudillismo clientelar que marcó la era del MAS. ¿Andrónico Rodríguez es el futuro del MAS? Gamboa, responde tajante: “No tiene credenciales, ni autonomía, ni visión crítica. Es un tigre de papel que encubre la crisis terminal del proyecto político que lo engendró”.
“Rostro nuevo”
El analista político Paul Coca describe categóricamente el momento que vive el oficialismo. “Frente a un Luis Arce con apenas el 1% de respaldo y un Evo Morales inhabilitado, los propios masistas han buscado una tercera opción. Esa opción se llama Andrónico Rodríguez”, afirma. Para Coca, es clave distinguir entre el Movimiento al Socialismo como partido político registrado ante el Tribunal Electoral, y el proceso de cambio como idea. “La idea sigue viva entre muchos sectores, pero el partido ha caducado bajo el liderazgo de los arcistas. Lo que están intentando es renovarlo con Andrónico, darle un rostro diferente a Evo y a Arce”, sostiene.
Ahora se espera con atención su plan de gobierno, que deberá presentar formalmente al Tribunal Supremo Electoral en los próximos días. Para Coca, ese documento será clave para evaluar si hay o no un verdadero cambio: “Debemos ver si el plan coincide con el discurso. Esa será la primera prueba de coherencia”.
¿Y Evo Morales? ¿Una jubilación efectiva?
Coca no duda en señalar que Evo Morales se jubiló políticamente el 21 de febrero de 2016, cuando el resultado del referéndum le negó una nueva repostulación. “Evo no quiso aceptar esa jubilación. Su negativa a dejar el poder llevó al país al conflicto del 2019”, recuerda. Para el analista, Rodríguez no marca esa jubilación, porque “Evo ya fue derrotado por el voto”.
Sin embargo, es innegable que el exmandatario sigue gravitando en el escenario político, y nadie puede descartar que tenga presencia parlamentaria en la próxima legislatura. Pero con una oposición dividida y un oficialismo fragmentado entre evistas, arcistas y androniquistas, el próximo Parlamento promete ser una verdadera “ensalada”, en palabras de otro analista. Gobernar requerirá pactos, negociaciones y, sobre todo, propuestas claras.
Y en ese panorama, Andrónico Rodríguez tendrá que definirse más allá de los discursos simbólicos. “No basta con la juventud o con ser una cara nueva. Se necesita una visión clara de país y capacidad de decisión”, concluye Coca.
El desafío no es menor: liderar sin repetir, renovar sin traicionar y convencer sin ocultar. La pregunta sigue abierta: ¿es Andrónico el cambio que promete o solo un nuevo envoltorio del viejo modelo? O como dice el Gatopardo, ¿cambiará todo para que nada cambie?
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Fotografía: Connectas