Por: Mauricio Herrera Kahn. 02/07/2025
Jeannette Jara ganó. No solo ganó una primaria. Ganó la representación de un pueblo que se cansó de esperar. Un pueblo que ya no cree en promesas de tecnócratas ni en soluciones empresariales disfrazadas de progreso. La candidata del Partido Comunista arrasó con más del 60 por ciento de los votos en las primarias de Unidad para Chile. Carolina Tohá, ministra, símbolo del oficialismo institucional, se quedó con menos del 28%. Y con eso no solo se cerró una etapa. Se abrió otra. Más clara, más decidida, más popular.
Porque lo que se vivió este domingo no fue una elección técnica. Fue una señal. Una mayoría silenciosa pero poderosa eligió romper con los moldes. No quiso ni rostros reciclados ni candidaturas construidas desde arriba. Eligió a quien vino de abajo, a quien ha empujado reformas reales, a quien nunca ha negado de dónde viene. A Jara no la inventó una agencia. No la impulsó un banco. No la diseñaron para el aplauso fácil. Jara salió del pueblo. Y el pueblo la llevó hasta la papeleta presidencial.
No se trata de comunismo ni de eslóganes viejos. Se trata de justicia social. De un país que quiere avanzar. Y Jara, a diferencia de todos sus contendores, tiene una trayectoria concreta. Redujo la jornada laboral a 40 horas. Impulsó la reforma previsional más ambiciosa desde la vuelta a la democracia. Subió el salario mínimo y negoció con trabajadores, no contra ellos. No se quedó en discursos. Hizo. Y eso fue lo que votó la gente. Resultados. Coherencia. Coraje.
Carolina Tohá, la favorita de los directorios empresariales y de los medios tradicionales, no fue elegida. Porque el país real ya no quiere una concertación maquillada. Porque los votantes no están esperando que les devuelvan la transición. Están esperando que alguien por fin transforme Chile desde la base. No con cafés en Vitacura ni con columnas en El Mercurio. Sino con leyes, con decisiones, con valentía. Y ese perfil, hoy por hoy, solo lo encarna Jara.
Los números lo dicen todo. Más de un millón de personas votaron en estas primarias. En pleno invierno. Sin cobertura a favor. Con desinformación. Con miedo instalado. Y aun así, Jara duplicó a su rival. Fue elegida con más respaldo que Boric en su primaria. Y con menos recursos, con menos exposición mediática, con menos padrinos. Eso no se inventa. Se construye. Y se defiende.
Las implicancias son profundas. Y hay que nombrarlas una por una.
Primero, Jara encarna una nueva unidad. No una unidad de cúpulas, sino una unidad social. La izquierda no necesita parecerse al centro para ser viable. Necesita ser creíble. Y Jara hoy lo es.
Segundo, el Partido Comunista ha demostrado que puede liderar con gestión, con resultados, con vocación democrática. No más caricaturas.
Tercero, la juventud volvió a votar por convicción. No por miedo al fascismo, ni por pánico al pasado. Votó porque creyó. Y eso cambia todo.
Cuarto, los territorios hablaron. Maipú, Puente Alto, La Florida, Estación Central. Las comunas donde vive el pueblo trabajador respaldaron con fuerza a Jara. No fue una victoria de elite. Fue una victoria del país real.
Quinto, se reordenó el eje programático. No se gana con frases vacías. Se gana con propuestas concretas. Pensiones dignas. Vivienda. Educación pública. Sistema nacional de cuidados. Recuperación del cobre y el litio. El programa está ahí. Falta escribirlo con todos. Y Jara ya empezó.
Sexto, se acabó el chantaje del mal menor. No más campañas del miedo. No más votar “por lo menos malo”. El pueblo eligió con esperanza. No con resignación. Y eso marca una diferencia histórica. Porque cuando un país vota con alegría, es cuando más cerca está de cambiarlo todo.
Ahora empieza otra batalla. Kast y Matthei afilan sus cuchillos. Los medios tradicionales dirán que Jara es “radical”, “inviable”, “riesgosa”. Pero lo verdaderamente riesgoso sería seguir igual. Lo inviable es no tener salud pública digna. Lo radical es que una madre gane el sueldo mínimo trabajando doce horas diarias. Eso sí que es violencia. Y eso es lo que Jara quiere cambiar.
Unidad o fractura
Su victoria podría movilizar a las bases de izquierda más aguerridas, pero también generar desconfianza en el centro progresista. El nodo será ver si la DC, el Frente Amplio o los moderados respaldan sin fisuras.
Reorganización del PC
Por primera vez desde el retorno a la democracia un comunista puede llegar a La Moneda con apoyo transversal. Eso implica debates internos sobre distancias ideológicas, tácticas, y alianzas estratégicas. La sucesora de Jara se define desde ahora, su capacidad para gobernar bien, ser pragmática y mantener coherencia social será clave .
El elector joven y urbano
Fue su bastión en la primaria. Si logra mantener esa adhesión, podrá convertirla en uno de los mejores activos de su campaña. También es un desafío político vencer la participación baja, recoger a todos los votantes.
Escenario opositor
La derecha ve una oportunidad para polarizar. Matthei, apoyada por los partidos tradicionales, buscará atraerlos. Kast buscará capitalizar el posible rechazo que Jara genera entre el electorado conservador.
Programa
De profundizar las reformas al trabajo, pensiones, derechos sindicales, salud y educación, Jara pasa ahora a tener que plantear una visión de país amplio. Su discurso deberá transitar del “abajo y a la izquierda” al “adelante como país”, sin perder su esencia.
Legislativo
Otro desafío grande es cómo construir acuerdos con la centroizquierda, una elección sin mayoría parlamentaria condiciona decisiones desde el inicio.
Que nadie se confunda. Esto no es una revancha ideológica. No es una vendetta de los años setenta. Es un momento de justicia. Una oportunidad para que el Estado vuelva a servir al pueblo. Para que el cobre deje de financiar fortunas extranjeras. Para que los ríos no sean propiedad privada. Para que los niños no sigan esperando años por una consulta médica. Para que las cuidadoras tengan derechos. Para que las pensiones alcancen. Para que el país deje de ser negocio de unos pocos.
La candidatura de Jara no es solo una promesa de justicia social, es una advertencia para los poderosos. Porque cuando el pueblo se organiza, el mapa político cambia. Y eso ya empezó. La derecha va a intentar dividir, los medios van a intentar caricaturizar, algunos aliados incluso pondrán condiciones. Pero hay algo que no se puede detener, la voluntad popular cuando se expresa con claridad. Y esta vez se expresó sin miedo, con convicción, con memoria. Porque el país que viene no es el que se debate en cócteles ni en directorios. Es el que nace en los paraderos, en los hospitales, en las ollas comunes, en las salas de clases, en los sindicatos. Y a ese país hay que darle respuesta. Con leyes, con presupuestos, con dignidad. Eso es lo que está en juego. Y por eso vale la pena pelear.
Jara no será Presidenta solo porque ganó una primaria. Será Presidenta si mantiene este rumbo. Si escucha. Si suma. Si resiste la tentación de adaptarse a los moldes. Si enfrenta con claridad a la derecha. Si no cede frente al miedo. Y sobre todo, si no traiciona esa confianza que ayer le entregaron cientos de miles de personas con un lápiz en la mano y un anhelo en el corazón.
Porque no hay mayor poder que el de un pueblo que se organiza. Y ayer ese pueblo habló fuerte. Dijo basta. Dijo ahora. Dijo con ella. Y el país cambió de tono. Ahora falta cambiarlo de rumbo.
Y si un día tiemblan los cimientos del poder que no sea por odio, sino por justicia. Que tiemblen porque el pueblo camina junto. Porque una mujer nacida del esfuerzo llegó a decir lo que otros callaban. Que tiemblen no por miedo sino por vergüenza. Porque los que nunca tuvieron voz ahora escriben su historia. Con lápiz, con voto, con calle, con dignidad. Porque el país no despertó para volver a dormir.
Despertó para quedarse de pie.
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Fotografía: Pressenza. Acción Humanista