Por: Victor Ortega. 23/10/2024.
Recientemente vi Tengo que morir todas las noches, una serie de ocho capítulos sobre la subterránea cultura homosexual en el Distrito Federal de finales de los 80’s, que se basa en el libro Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay (2014) de Guillermo Osorno Covarrubias. A pesar de las limitaciones narrativas, la historia me cautivó; las recreaciones de la festividad clandestina y el libertinaje sexual y la carga de la historia hacia el azote del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) y la modificación en la vida de dicha comunidad me dejaron pensando en todo el material artístico y teórico desde la crítica social radical de las que aquí dejo algunas pistas.
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Pese a no haberlo leído, estaría El vampiro de la colonia Roma (1979) de Luis Zapata Quiroz, que remite a la clase media en un momento en el que la disidencia sexual no se veía asediada por la muerte y el encuadramiento médico, así como por la hipocresía social saturada de miedo irracional. Por otra parte, desde la Italia insurgente de los setentas produjo Elementos de crítica homosexual (1980) de Mario Mieli, una obra que vincula la disidencia sexual a la teoría comunista. Una resonancia de esta crítica que ya vincula la crítica del consumo con la emergencia del SIDA se encuentra en algunas páginas de Subsunción real del consumo al capital (2008) de Jorge Veraza.
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En Monterrey, la disidencia sexual abordó el problema del SIDA desde la performance Inmunodeficiencia Relacionada con Homosexuales (1994) de Juan José González y la Crónica Sero (2003) de Joaquín Hurtado, y toda la historia del activismo civil que se desarrolló de esa comunidad en lucha.

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En 1999 murió un tío materno a causa del SIDA, en ese momento yo tenía 11 años y recuerdo el ambiente pestilente, hipócrita y hostil a su disidencia sexual por la propia familia, de ahí, quizá, mi simpatía por la serie Tengo que morir todas las noches (2024), pues mi tío, que fue un pequeño burócrata municipal y comerciante informal, siempre me trató bien. Anoche un amigo mío tradujo El SIDA como equivalente general de las plagas neomodernas y acumulación forzada de medicina (1992) y La enfermedad como expresión de las fases de la civilización (1994) de Riccardo D’Este, un comunista italiano que participó en los proyectos de la ultraizquierda histórica. Renunció a la escritura conclusiva, y sólo dejó aquí todas estas pistas para que cada lector pueda hacer su propia búsqueda, pues problemas como el SIDA y su crítica desde el comunismo se modernizan como pandemias mundiales de COVID-19 y el oscurantismo sigue campeando entre las filas de las y los disidentes del modo de producción capitalista contemporáneo.
Se puede descargar libremenre los artícuos de Riccardo D’Este, aquí.
Fotografía: tomada de Facebook