Por José Luis Juvera Portilla. Insurgencia Magisterial. 29 de septiembre de 2017.
Evaluación. Es la palabra de moda en el argot educativo, tan a la par de la vanagloriada “calidad”, casi convertida en fetiche. ¿Qué es lo que se debe evaluar? Es la pregunta del millón. Los prodigiosos de la ciencia prefieren apegarse al método cuantitativo, la medición, el examen, los test, las pruebas. Cualquier indicio de interpretación o juicio de valor demerita el resultado. Por otro lado, los entusiastas de la observación señalan que, hay elementos más importantes que un número en una escala, aspectos esenciales de la mente humana que no pueden ser percibidos con límite de tiempo, en un ambiente controlado; lo que para Saint-Exupèry se traduciría en un clásico de la literatura universal “lo esencial es invisible a los ojos”. La realidad es que no se puede afirmar que una forma de evaluar sea mejor que otra.
La cuestión se torna aún más complicada en el ámbito de la Educación Física y, para ilustrarlo mejor, expongo el siguiente ejemplo.
Ángel es un crack. A sus nueve años conduce el balón como ningún otro niño de su edad. Utiliza ambas piernas, hace regates, fintas, y patea a gol con una fuerza endemoniada, juega con niños que lo superan en edad y tamaño, posee una habilidad motriz asombrosa, qué maravilla. Sus padres están orgullosos de él. Han puesto altas expectativas deportivas sobre los hombros del pequeño.
¿Cómo explicarle al papá de Ángel que su hijo obtuvo un seis en Educación Física? “¡Caramba!”-diría el papá- ¿Acaso no se ha dado cuenta que mi hijo es el mejor de su clase? Cómo explicarle, que Pedro le ha pedido la pelota prestada y lo ha empujado, que a Angélica y a las demás niñas les ha dicho que son tontas y no saben nada más que platicar. Que cuando se trata de respetar, cooperar y trabajar en equipo con sus compañeros, el crack pierde le magia, y que yo no tolero las faltas de respeto en mi clase.
Vuelvo al cuestionamiento, ¿Qué se debe evaluar? Al parecer, los contenidos procedimentales continuan siendo los reyes del sistema, ¿Para qué quiero una estrella del fútbol? ¿Un genio en aritmética? Si cuando se trata de cooperar y ayudar al compañero no hay respuesta.
Todo ello hace eco en mi cabeza cuando observo las recientes catástrofes naturales y el tránsito de la sociedad hacia un destino cruel e incierto, cuestionándome ¿Cómo puedo ayudar realmente? Siendo docente de eduación física (que pareciera una profesión inútil en una emergencia civil) optaría por enseñar a los alumnos valores esenciales que nos identifican como seres humanos y nos permiten convivir en sociedad y con el medio ambiente. ¿De qué me sirve un prodigio del bat? ¿Un mago del balón? Si cuando se vuelve adulto y se trata de cooperar, mostrar empatía, trabajar en equipo, y respetar al que lo necesita, o sufre una tragedia, prefiere ignorar la situación, quedarse en casa y ver el espectáculo desde la comodidad de su sillón?…
Expongo estas breves líneas de reflexión para pedir su ayuda, colegas de mayor abolengo y experiencia, y así resolver el dilema ¿Qué es lo que realmente debemos evaluar?