Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. 06/09/2018
En cuestión de la reforma educativa, Andrés Manuel López Obrador se ha mantenido firme: se va a cancelar. Algo muy distinto a lo que ha ocurrido con otros problemas de gobierno, como por ejemplo el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, donde ha sido dubitativo hasta la exasperación. Primero, su equipo elabora un diagnóstico con problemas técnicos, financieros y ecológicos que parecía demoledor. Luego, propone una revisión con el Consejo Coordinador Empresarial en una mesa técnica; más tarde, atiende los señalamientos del altísimo costo por cerrarlo, otros dicen que se revise con ingenieros y así, hasta la última: se va a someter a votación. Por supuesto, el PAN pone el grito en el cielo, los ingenieros reclaman, los empresarios presionan y así sucesivamente, mientras se hace la consulta. A ver qué ocurre en el camino.
Cosas similares ocurren en otros campos, como en minerías, negociaciones comerciales, políticas de seguridad y en una de las obsesiones de la campaña de Morena: Eliminar la burocracia dorada. Esta que fue una de las promesas con mayor legitimación, se ha visto boicoteada por los ministros de la suprema corte, los funcionarios de organismos autónomos, los magistrados electorales, así como por miembros del gabinete de AMLO. Para no hablar de las observaciones de intelectuales progresistas, que consideran inadmisibles los salarios propuestos: sencillamente no son competitivos, como lo demostró Julio Boltvinik (Reflexiones sobre las remuneraciones a los servidores públicos).
Pero cuidado, los cambios de opinión, las vacilaciones, las indefiniciones y los aceleres, no son buenos procedimientos de gobierno. Menos cuando aún no empieza…formalmente.
Pensar las cosas con calma, estudiar sus efectos, calcular sus repercusiones, sus impactos, revisar el modo como se presentan, el tiempo y las condiciones, son cuestiones elementales del arte de gobernar. Sobre todo cuando los problemas son complejos y son muchísimos. Calma. Calma. Como le decía Kalimán a Solín: Serenidad y paciencia, mucha paciencia.
Por desgracia, en educación no se han tenido ni serenidad ni paciencia. Más bien lo contrario. Hay un revoltijo de declaraciones, posiciones, explicaciones, demandas y estrategias de prácticamente todos los protofuncionarios del gobierno de AMLO. De él mismo, por supuesto, pero también del futuro secretario de educación pública, Esteban Moctezuma Barragán; de su excoordinadora de campaña, Tatiana Clouthier, ahora en labores legislativas; del futuro senador Martí Batres; de próximos diputados, gobernadores y prácticamente cualquiera de los nuevos representantes populares y funcionarios de la administración central, incluido un respetable profesor de economía e inminente subsecretario de egresos, Gerardo Esquivel, quien ha dicho lo que muchos piensan y otros tratan de ocultar: La reforma educativa no se derogará .
Apenas lo dijo, las redes digitales ardieron. Los grupos, las páginas, los colectivos, maestros y maestras expresaron su descontento, enojo y encabronamiento: ¿quién es ese imbécil, preguntaron? ¡Eso lo dirá él, pero otra cosa es Andrés Manuel!, dijeron algunas maestras. ¡Que ni se atreva!, sentenciaron los activistas. ¡Calma, calma, recomendaron las militantes de MORENA! ¡En eso no quedamos!, vociferaron antiguos votantes. ¡La reforma se cancela, quiera o no quiera ese wey!, tuiteó un maestro michoacano.
Desde luego, si fuera una opinión personal o la perspectiva política de un profesor, la cuestión no pasaría de ser una más de esas estridencias internéticas que abundan; sin embargo, no es el caso. Por tres razones:
- Gerardo Esquivel no es un político más, es un destacado profesor del COLMEX, un conocedor profundo de la estructura presupuestal mexicana y un avezado estratega de políticas públicas.
- En la entrevista, el profesor Esquivel no habla en primera persona del singular: “hasta donde yo sé y entiendo que es lo que se ha acordado en el equipo (cursivas nuestras), es que, entre otras modificaciones, se le retirará el componente punitivo contra maestros, se reorientarán los recursos en el sector y se modificará su implementación”.
- Está anunciando una política que resulta del análisis de un problema, el diagnóstico y la solución adelantada. No es una ocurrencia, ni un desliz, es una estrategia.
En lugar de lanzar una andanada de epítetos a Gerardo, deberíamos agradecerle su sinceridad. Mientras otros elaboran una alambicada retórica insustancial, más propia de los engañabobos que de políticos de la transformación nacional, él dice las cosas como las ven en el gabinete, como las piensan y como las van a enfrentar. A nosotros nos parece muy bien que lo haga así. Es mejor llamar a las cosas por su nombre.
A quien le parezca excesivo nuestro reconocimiento, le recordamos un axioma del arte de la guerra: “a los adversarios hay que estudiarlos a profundidad. Menospreciar o desconocer sus pensamientos y sus acciones, es el camino más seguro a la derrota”. Y si el profesor Esquivel y todo el equipo del que habla, piensan y pretenden actuar así, no son aliados de la magisteria en lucha: son adversarios.
¿Por qué? Lo hemos venido diciendo desde hace mucho tiempo: la reforma del Pacto por México tiene como propósito central la recomposición neoliberal del Sistema Educativo Nacional. Sus objetivos son múltiples, desde la reconfiguración del docente, de su perfil, de su práctica, de su formación, de su subjetividad con los criterios neoliberales de la individualidad, la precariedad y la inseguridad; a la reconformación de la escuela, de sus modos de funcionamientos, de sus relaciones, de su organización, de la introducción de los cuasi-mercados, la charterización; hasta llegar a los cuerpos, las mentes y los corazones de los niños, adolescentes y jóvenes, con el fin de formar sujetos neoliberales, como sus profesores, sujetos endeudados, empresarios de si, con manejos emocionales acordes al mercado flexible y empobrecido.
El compromiso de cancelar la reforma abre otras perspectivas: primero, detener la reforma estructural más importante y más dañina de todas, pues trata de la formación de sujetos adecuados para una sociedad neoliberal; segundo, poner el acento en la educación de una sociedad post-neoliberal. La perspectiva anunciada por el doctor Esquivel cierra esta posibilidad y se coloca de lleno en lo que podríamos llamar la refuncionalización de la reforma, un desbloqueo de sus problemas de implementación y de ilegitimidad.
Ya hemos descrito y desmontado esa perspectiva desde hace tiempo. Estaba presente desde hace mucho, desde antes de que iniciara la campaña electoral, en las declaraciones de Esteban Moctezuma, durante la campaña y también hace unos días (Las confusiones de Esteban Moctezuma). No es algo nuevo, pero cada vez se va perfilando mejor, se va aclarando y expandiendo.
La concepción del equipo de AMLO se basa en un diagnóstico con cinco elementos y una estrategia de tres líneas de acción.
El diagnóstico:
- La reforma focalizaba en los maestros la responsabilidad de la baja calidad educativa, a pesar de que se sabe que en el aprendizaje intervienen muchos más factores; esto propiciaba a la vez el descrédito de los docentes y una falla de diseño, pues se dejaban sin atender todos los demás factores que inciden en los aprendizajes.
- La vinculación entre evaluación y permanencia creó problemas de implementación e ilegitimidad.
- Los procedimientos evaluatorios fueron excesivos, impuestos y no vinculados con el desempeño de los maestros.
- Las evaluaciones no reconocen el desempeño de los docentes en los aprendizajes de los niños.
- Se gastó mas en publicidad y promoción de la reforma que en capacitación al magisterio.
La estrategia:
- Quitarle lo punitivo a la evaluación docente. El eje de acción más esperado y publicitado, el que respondería puntualmente a la insatisfacción de los maestros, a los efectos perturbadores en el sistema educativo, a la incertidumbre laboral y el reconocimiento social del magisterio. Esto podría conseguirse por tres vías: primero desvincular evaluación con permanencia; luego, cambiar hacia una evaluación retroalimentadora; por último, tomar como evidencias de desempeño los resultados del aprendizaje de los alumnos
- Invertir en la capacitación del magisterio.
- Legitimar la reforma de la reforma en los foros de la Educación para el Bienestar.
Pues bien, esta estrategia NO IMPLICA CANCELAR LA REFORMA EDUCATIVA, sino volverla funcional; es decir, remendar la reforma en aquellos aspectos que hacían peligrar su viabilidad, sobre todo en las cuestiones de implementación y legitimación de los procesos evaluatorios. Como se observa, todo lo demás NO SE TOCA, lo que significa que la calidad como máximo logro de aprendizaje se quedará en el texto constitucional y servirá de eje a las nuevas formas de evaluación del magisterio, centradas en la evaluación de lxs niñxs, en el valor agregado de la enseñanza, es decir, el aprendizaje reducido a secuencias segmentadas de actividades que son calificadas.
Algo parecido ocurrirá con todos los procesos de charterización educativa, de conversión de la escuela en una fábrica; con el Nuevo Modelo Educativo y la autonomía de gestión y curricular. Para no hablar de las hipotecas presupuestales, de los desvíos de recursos en las Escuelas al CIEN y demás programas reformistas.
A eso nos referimos cuando hablamos de los bandazos de Andrés Manuel. Por una parte, su retórica es definitiva, frontal, como cuando dijo en el inicio del proceso de transición gubernamental, en Palacio Nacional, frente de EPN y su gabinete, que la reforma se iba a cancelar, lo que hincha de orgullo, satisfacción y esperanza a buena parte del magisterio. Por la otra, conforma un equipo en el que se encuentra un personero del cártel de la reforma educativa (Esteban Moctezuma); también un antiguo miembro de la junta directiva del INEE de reconocida hostilidad hacia el magisterio en lucha, que además ha mantenido su prédica de la continuación inexorable de la reforma (¡Gilberto Guevara Niebla!); un equipo económico que pretende continuar con las reformas estructurales (Romo, Urzúa, Esquivel) y un coordinador de la fracción parlamentaria de MORENA en la Cámara de Diputados que en su momento no sólo apoyó la reforma, sino presentó una iniciativa de reforma constitucional de los artículos 3º. y 73 muy, pero muy parecida a la de EPN, y en algunas cuestiones, incluso más agresiva: Mario Delgado Carrillo, el artífice desencantado.
El resultado: un adefesio proto-gubernamental; un monstruo que mientras habla con un lenguaje dulce y prometedor, sus manos ejecutan un programa distinto. Lo sentimos, ojalá y no fuera así, pero hasta la fecha AMLO está conformando un gobierno del violín: lo toma con la izquierda y lo toca con la derecha. Al tiempo, pero por lo pronto, es suficiente para plantarle cara y decirle: por ahí NO Andrés Manuel. ¡Por ahí NO!
Fotografía: info7