Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. 02/05/2018
En estos tiempos de campañas electorales, las promesas en materia educativa van y vienen. Pero si se miran detenidamente, rápidamente salta a la vista su enorme parecido; definitivamente, las coincidencias son mayores que las diferencias.
Pareciera que quien prometa menos maltrato a los maestros, más votantes tendrá; suavizar la evaluación es la solución. No se mencionan otros componentes y programas de la reforma que desde hace tiempo afectan también el trabajo de los maestros en el aula, desconociendo su experiencia y capacidad profesional.
Son tres las coincidencias que de manera preocupante, comienzan a confluir en las promesas de campaña. Todas se inscriben en el mismo horizonte neoliberal; veamos porqué.
- La interpretación que comparten las tres coaliciones es que el problema de la reforma es su implementación, este es el motivo principal de la incesante inconformidad magisterial. El problema no radica entonces en lo que desde nuestro punto de vista es el núcleo, el corazón de la reforma educativa: la calidad de la educación. Desviar la atención hacia la implementación en lugar de cuestionar el problema que dio origen a la reforma, no es una cosa menor, tampoco mera casualidad. La calidad educativa ha sido la bandera, el emblema y estandarte de una reforma que se nos presenta como el único camino posible hacia el progreso; ha funcionado también como argumento para justificar la guerra por el territorio educativo, y el uso de estrategias de corte neoliberal para la formación del nuevo capital humano. En el fondo, las tres coaliciones comparten la misma postura y forma de razonamiento; ¿cómo explicar si no, el planteamiento de promesas similares?, ¿cómo entender entonces unas propuestas que no cuestionan en absoluto el concepto clave de la reforma educativa?
Como hemos dicho reiteradamente, la reforma es un proceso de reconfiguración del sistema educativo nacional que busca producir nuevos sujetos, de ahí que sus efectos son de largo alcance. El hecho de que las promesas y ofrecimientos electorales sean tan parecidos, indica que las coaliciones comparten la misma concepción del problema, por tanto, también las posibles soluciones. De esta forma, reafirman el modo en que fue planteado el problema, hacen eco de sus estrategias y acciones, de paso tapándoles la boca y la pluma a los críticos que no se han cansado de asegurar que la reforma es sexenal y está muerta.
- La segunda coincidencia de las promesas electorales, es que comparten como foco de atención, al magisterio nacional. Los ofrecimientos de las diferentes coaliciones tienen como destinatario al magisterio, no a la población en general. A quienes hay que tranquilizar y tener contentos es a los maestros, porque según sus análisis convenientemente simplistas, son los únicos afectados por las fallas de implementación de la reforma, por eso han protestado. Al parecer, la lectura de la rebelión magisterial, es que las causas de un conflicto que se ha mantenido vivo durante cinco años, se reduce al tema laboral; lo que está en disputa son derechos adquiridos, salarios y prestaciones. Las coaliciones no hacen sino recoger y hacer suyas las quejas y demandas de un sector que desde el comienzo de la reforma educativa, no ha dejado de protestar.
Lo más preocupante de este sesgo, es que la población con más carencias, las comunidades, los padres que requieren y reclaman educación para sus hijos, terminan siendo menospreciados a querer o no, implícita o abiertamente, por el propio magisterio. Al no exigir un proyecto educativo distinto al neoliberal, asumen por la vía de los hechos, esta distinción entre magisterio y población. Al final, nadie parece preocuparse gran cosa por lo que piensen los padres de familia, tampoco por la educación a la que aspiran o demandan las nuevas generaciones.
- Con anterioridad, planteamos que la disputa por el voto de los maestros iría creciendo y sería cada vez será más fuerte. Representan un botín nada despreciable, se trata de más de un millón de votos que todos quieren para sí en las urnas el próximo 1 de julio. Pero creemos que la intención de las coaliciones electorales va mucho más allá del mero aseguramiento del voto magisterial; quien sea que gane las elecciones, está interesado también en tener de su lado a los maestros, intenta convencerlos prometiendo una evaluación menos punitiva, para que después la implementación de la reforma educativa fluya por fin, sin mayores obstáculos, sin protestas callejeras, sin bloqueos carreteros, sin alteraciones institucionales. Esta es la tercera coincidencia que encontramos en las promesas educativas de las tres coaliciones.
Veamos esto último con un poco más de detalle. La coalición que encabeza Meade, plantea apoyar con capacitación y salarios dignos a los buenos maestros (No hay futuro sin educación de calidad), esto después de que los partidos que la conforman, fueron los que aceptaron y promovieron el aniquilamiento del gremio magisterial.
Por su parte, la coalición de Anaya vende la idea de emplear mayores recursos para la capacitación de maestros y menos para la evaluación (Anaya se compromete a formación), cuando en otro momento defendió a ultranza la evaluación, y su ahora coaligado, el PRD, firmó el Pacto por México e impulsó la expedita aprobación de la reforma constitucional.
En cuanto a la coalición Juntos Haremos Historia que encabeza AMLO, propone aprobar una nueva Ley del Servicio Profesional Docente, la formación de profesores altamente especializados y evaluaciones justas sin afectar derechos. Ofrece, al igual que los demás candidatos, una educación de calidad basada en la capacitación de los maestros antes que en la evaluación; el impulso a las nuevas tecnologías y el inglés como segunda lengua obligatoria (Lanza Morena proyecto de educación), cuando también entre sus filas, existen personajes que en su momento, aplaudieron el Pacto por México y argumentaron a favor de la evaluación eterna para los maestros.
No hay nada nuevo bajo el sol. Las promesas electorales en materia educativa se reducen a evitar el maltrato de los maestros, manteniendo los pocos derechos que les quedan, prometiendo aumentos de salario, mayor capacitación o menos evaluaciones, sin precisar cómo y hasta dónde se transformará el marco jurídico actual.
Mirándolo fríamente, más allá de las disquisiciones académicas, de los debates televisados y las batallas mediáticas, ninguna de las tres coaliciones plantea propuestas contrarias a la reforma educativa actual; definitivamente, la abrogación no forma parte de sus planes, tampoco se encuentra contemplada en sus propuestas.
En cambio, las similitudes son muchas, los spots de Anaya y Meade no difieren de lo planteado por Moctezuma Barragán, a quien López Obrador presentó hace meses como presunto secretario de educación en caso de ganar las elecciones.
Al final de cuentas, todos los candidatos y sus respectivas coaliciones aceptan y dan por hecho que el concepto de calidad vigente en el artículo tercero constitucional, entendida como el máximo logro de aprendizajes comprobables mediante evaluaciones estandarizadas, tiene un carácter inamovible.
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