Por: Fredes Luis Castro. 19/03/2018
Se publicó el Informe sobre la Desigualdad Global 2018, elaborado, entre otros, por Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, en base a la “última evidencia disponible sobre la distribución del ingreso y la riqueza”. En primer término, informan una desigualdad incrementada en todas las regiones del mundo en las últimas cuatro décadas (más precisamente, a partir de 1980), pero con intensidad diversa. Incluso en países similarmente desarrollados, la desigualdad progresó a distintas velocidades, lo que revela la importancia de diseñar políticas públicas aptas para contener su despliegue. La desigualdad ha crecido fuerte en Estados Unidos y en sus contradictores contemporáneos, Rusia y China. Los autores notifican: “este incremento marca el fin del régimen igualitario de post-guerra, que tomó distintas formas en estas regiones”.
En las economías centrales, llama la atención la trayectoria divergente entre Estados Unidos y “Europa Occidental”. Mientras que los ingresos del 0.001% más rico de los estadounidenses crecieron más del 600%, la mitad menos afortunada de la población obtuvo un aumento cercano a cero en sus ingresos anuales. En Europa, el crecimiento del 0.001% más rico fue cinco veces menor que el de Estados Unidos, y la mitad más pobre de la población experimentó un crecimiento del 26% en sus ingresos promedio. Políticas educativas, tributarias y salariales menos regresivas respecto de los grupos de ingresos bajos y medio-bajos explican que los europeos arrojen mejores resultados. En países como Brasil y la región del África Subsahariana la desigualdad de ingresos proyecta estabilidad, “aunque en niveles extremadamente altos”. Agregan la siguiente advertencia: “Al no haber experimentado el régimen igualitario de post-guerra, estas regiones representan ‘la frontera de la desigualdad’.”
Pese al crecimiento de la economía china, la desigualdad de ingresos global ha crecido. Reconocen que la mitad más pobre del mundo ha mejorado sus ingresos, pero “debido a la elevada y creciente desigualdad entre países, el 1%de individuos con mayores ingresos en el mundo recibió una proporción dos veces más grande del crecimiento que el 50% de menores ingresos”. Lo que sugiere el informe es que crecimientos a tasas altas de países continentales como China e India pueden reducir la desigualdad entre países, pero de ninguna manera hará lo propio entre sus ciudadanos, de hecho, sucedió lo contrario. De todos modos, el aumento de la desigualdad en China fue menos alarmante que en la India. En China, los ingresos de la mitad más pobre de la población se elevaron a un ritmo cuatro veces más rápido que en la India, lo que se tradujo en una mayor reducción de la pobreza en la patria socialista.
En tiempos de ajuste del sector público, es particularmente interesante la relación que afirman entre la evolución de la riqueza transferida desde el sector público al sector privado y la desigualdad de ingresos. Indican que China no está exceptuada de una tendencia por la cual la riqueza controlada por los individuos llegó a cuadriplicarse, en tanto la controlada por los gobiernos que los representan ha caído en casi todos los países, con “países como” Noruega como notable excepción y, en medida mucho más tímida, Japón, Alemania y Francia. El informe subraya: “En las últimas décadas, los países se han vuelto más ricos mientras que los gobiernos se han vuelto pobres.” Adicionan, como consecuencia lógica, la siguiente: “Esto limita la capacidad de los gobiernos para regular la economía, redistribuir ingresos y mitigar el crecimiento de la desigualdad (…) La combinación de privatizaciones a gran escala con el incremento de la desigualdad de ingresos ha potenciado la concentración de la riqueza.” Esto último, agrega este modesto glosador, ha potenciado también la capacidad de los favorecidos por la concentración para que los decisores públicos consagren o cristalicen normativamente las medidas que consoliden su privilegiada posición.
Las recomendaciones de los autores del informe para reducir la desigualdad enfatizan en primer lugar el acceso igualitario a la educación, pero lo juzgan insuficiente si no se implementan acciones que garanticen empleos dignamente remunerados para la población más pobre. Conminan a consagrar mecanismos que doten de mejor representación y participación a los trabajadores en la estructura decisoria de las empresas, aseguren salarios mínimos dignos, e inversiones públicas en áreas sensibles como la aludida educación, pero también en las sanitarias y de protección ambiental. Observan que llevar a cabo un programa comprensivo de estas medidas será muy difícil para aquellos países ricos que han decidido tener gobiernos pobres y endeudados.
Fotografía: expresochiapas