Por: Tatiana Coll. Rebelión. 25/11/2018
Escuché a Arnaldo contando, una vez más de tantas otras, cómo había sido el famoso episodio de su renuncia
y/o despido fulminante del Fondo: decía él que ese día iba muy contento a la reunión tradicional en la Secretaría de Hacienda porque estaba muy seguro que lo llamaban para aprobarle el presupuesto. Cuál no sería su sorpresa al escuchar al tipejo
ese (en familia y con amigos siempre se refirió así al funcionario que lo atendía en la dependencia) que le dice, como si nada, que debido a que ha ofendido y denigrado a los mexicanos con sus publicaciones y hay importantes instituciones muy disgustadas, se ha tomado la decisión de suspender sus funciones al frente del Fondo de Cultura Económica. Pero en realidad lo que más lo afectó e indignó fue que el tipejo
ese además le ofreció dinero, una compensación típica en los medios gubernamentales, por debajo del agua
para amortiguar el golpe. Arnaldo montó en cólera y lo insultó con lo más florido del caló mexicano-argentino. Después él se reía al contar el asunto, se reía de su ingenuidad, de no haberse dado cuenta de la verdadera esencia del Estado mexicano. De esa doble careta que mantiene hasta que suelta el manotazo.
Como episodio único en la historia de la relación entre editores y autores, Arnaldo, que había realizado una actividad editorial inconmesurable, recibió la respuesta inmediata de esos autores que descubrió, que incentivó y que publicó en muy diversas colecciones, quienes se lo reconocieron y lo apoyaron para crear Siglo XXI, como ente autónomo y libre del asedio canalla del Estado. La sociedad y los autores le devolvieron su carta de ciudadanía mexicana y Siglo XXI marcó de nuevo la historia intelectual de México y América Latina.
Sin embargo, el gobierno fue más allá y por ley
rencorosa definió que únicamente los nacidos en México podían ser directores del Fondo de Cultura Económica. Seguramente el tipejo
y los otros de su calaña son más mexicanísimos que un argentino o cualquier otro de los refugiados, exiliados y migrantes que dediquen sus vidas a la cultura, la historia y la sociedad de este país. De ahí los tufos xenofóbicos que perduran y se reproducen.
Ahora se la quieren aplicar a mi cuate de toda la vida. Y digo de toda la vida porque en primer lugar nos une el pecado originario
, bueno yo tengo uno y él dos: mi padre era como él, asturiano y con grado de capitán, dirigió una brigada de ingenieros en los puentes del Ebro, pero Paco no sólo tiene padres españoles, sino que nació en España y aunque ha pasado aquí más de 65 años, andanzas, combates e historias incluidos, pues su carencia originaria no se borra, ahora se le cobra. Y no sólo por eso es mi cuate de toda la vida, a los 15 años andábamos haciendo obras de teatro que creo que él escribía, también recordamos casi las mismas cosas del 68 aunque él estaba en polacas y yo en filos, militamos en la misma organización, salíamos a hacer pintas a las tres de la madrugada, fuimos con Renato a pláticas con jaramillistas, él escribía las notas estudiantiles para la hoja que semanalmente Mercedes y yo sacábamos en un esténcil y una imprentita, que estaba en casa de la chingada, y yo se lo llevaba al Hombre lobo que era el encargado. Hacíamos trabajo en Santo Domingo que comenzaba a poblarse, en Topilejo, con la Hochiminh, escribimos en Información Obrera, me mandó a entrevistar a Alfredo Domínguez, etcétera…, claro, también escuchábamos a Paco Ibañez y a Pete Seeger con las canciones de las Brigadas Internacionales, pero para disminuir el pecado originario, pues claro que también escuchábamos Carabina 30-30 y tantas otras y hasta a Judith Reyes. Será que algún día nadie nos echará en cara el origen, nadie pensará mira otra vez un churumbel
(¡!)
Espero que el absurdo mandamiento del tiempo de los canallas se elimine y permita a Paco revitalizar y re-orfilizar
al FCE, no sólo porque no vaya a ponerse nunca una corbata, sino por el sentido profundo social y político que recorre sus convicciones y por un detalle que dijo y que recuerdo era la obsesión de Arnaldo: lograr que los libros sean accesibles, abaratarlos lo más posible, lograr que no sean un objeto mercantil de lujo.
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Fotografía: BRUNOticias