Por: Cristóbal León Campos. 17/04/2024
A Valeria, por un año más
La guerra se expande en el mundo. Hoy el Medio Oriente concentra la atención, el temor de un conflicto mayor que involucre cada vez a más países está latente desde hace un tiempo, y pareciera llegar el final de ese plazo, algo lamentable, pues el trasfondo son los actos inhumanos de políticas ajenas al bienestar humano, como el sionismo, el imperialismo, el neocolonialismo y un neofascismo que, día con día, se dibuja con mayor claridad a través de gobiernos y gobernantes.
No son tiempos fáciles para la humanidad, su futuro sigue pendiendo de un delgado hilo que es sacudido por fuerzas irracionales que hoy matan de hambre a millones de seres humanos en el mundo, mientras pagan, sin pudor, por más armamento para continuar el genocidio contra el pueblo palestino, o mantener en el olvido a los pueblos originarios de Nuestra América y otras partes del mundo. Pero tampoco son tiempos de silenciar las voces y las plumas ante la barbarie que se incrementa frente a los ojos de todas y todos, y que se difunde como noticia con una rapidez inaudita, sin alcanzar a generar el eco necesario para sensibilizar a gobernantes de naciones con clara tradición colonialista. Aunque también, cada día, son más los pueblos que piden fin a los genocidios y crímenes de lesa humanidad, incluso al interior de los países generadores de esa violencia, como Israel, Estados Unidos y las potencias europeas.
Y es que ante este panorama crudo y doloroso, en el que, además, las formas de opresión se multiplican, se diversifican y disimulan con discursos cínicos y políticas de oropel, cabe volver a preguntarse, sin temor a repetirse, ¿qué futuro estamos dejando a las nuevas generaciones?, o más bien, ¿qué presente hemos construido como humanidad para nuestras hijas, hijos y demás seres humanos? No es simple la respuesta, pero sí es urgente replantearnos nuevas formas de ir superando las adversidades cimentadas en un sistema injusto, desigual, inequitativo y explotador. Y no, no es sólo cuestión de ponerlo de cabeza, pero sí es la base para rehacerlo todo y regresarnos la esperanza de un mundo mejor: “donde quepan muchos mundos”.
Quizás sea verdad, como dijera Hannah Arendt, que hemos alcanzado la “banalidad del mal”, en una realidad que somete la voluntad de miles de seres humanos y los despoja de la razón mediante procesos de alienación aún más profundos de los imaginados tiempo atrás, y que se convierten, si saberlo y desearlo, en reproductores involuntarios de una parte del destino oscuro al que se busca condenarlos. Sin embargo, lejos de los reflectores publicitarios, también prolifera la conciencia puesta en marcha entre miles de seres humanos que rompen con las formas de dominación y dan lugar a otras formas organizativas con base colectiva, mismas que escapan del saber dominante y recrean la utopía de muchos mundos.
Las formas de dominación y estrategias de la barbarie han usado siempre la separación de la razón y la emoción, por eso, el despojo de la esencia humana, la enajenación de la condición natural del Ser y la negación de la memoria colectiva, son formas de deshumanizar, y más en tiempos de exacerbación. Cuestionarnos sobre el presente y el porvenir de las sociedades y por la humanidad en general, es una manera de mantener viva la esperanza, pues la crítica y la reflexión son base de la autonomía humana. En épocas de tanta inhumanidad, sólo queda el sendero de la libertad…
Fotografía: costadelsolfm